⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
El sacerdote encargado de la sala de hechizos comenzó a quitar los múltiples candados tras recibir el mensaje del sumo sacerdote.
—Solo revise los libros de hechizos y, si necesita materiales, llámeme. No toque nada sin autorización.
—Sí.
—Solo puede mirar los libros. Está prohibido arrancar páginas o sacar algo sin permiso.
—Sí.
—Si necesita copiar algo, avíseme. Después de recibir la autorización, nosotros haremos las copias por usted.
—Sí.
Las reglas de la sala de hechizos eran estrictas.
Sin embargo, Diarin no sentía un interés particular por los hechizos.
Después de todo, ya ocultaba el poder sagrado que poseía; no necesitaba añadir más complicaciones deseando algo que no le hacía falta.
El sacerdote encargado buscó entre un enorme manojo de llaves y empezó a abrir los candados uno por uno.
La sala de hechizos era como una fortaleza de barrotes.
Tras pasar una reja, había una puerta de hierro; tras esa puerta, otra reja.
Cada puerta tenía al menos cinco candados.
Era una prueba de paciencia.
Ah, por favor. ¿No podrían organizar mejor las llaves?
Mientras tanto, Ceres estaría solo en la mansión.
Quizás tuviera hambre o estuviera aburrido.
Tengo que regresar rápido, pero esto es tan lento que me está desesperando.
—Sacerdote, allí, esa llave.
—Ah, gracias. Tiene buena vista.
Harta de observar al sacerdote revisando las llaves una por una, Diarin le señaló la correcta para agilizar el proceso.
Finalmente, todos los candados fueron abiertos.
¡Clang!
La última puerta de hierro se abrió, revelando el interior de la sala de hechizos. Diarin abrió la boca, sorprendida.
—…Vaya.
—Revise todo con calma y salga cuando termine.
Diarin quedó tan atónita al ver el interior que ni siquiera notó cuando el sacerdote encargado salió.
¿Eso era todo?
Tantas precauciones y alardes, pero en la sala apenas había unos cien libros de hechizos.
Las estanterías apenas llenaban dos filas con lo que parecía un número miserable de volúmenes.
Diarin suspiró, dejando caer los hombros, decepcionada.
En otro lado de la sala había cajones con materiales para los hechizos.
Seguro la mitad de esos cajones están vacíos.
Ni siquiera hay suficiente para robar y vender.
Dejó de lado cualquier pensamiento irreverente y comenzó a buscar el libro que necesitaba.
—Veamos… recuerdos, recuerdos…
Pero no había ningún libro relacionado con recuerdos.
—¿Estará en el templo principal?
Manipular recuerdos no era un hechizo sencillo.
Era un tipo de magia peligrosa que incluso podía arruinar la vida de una persona.
Un hechizo tan riesgoso probablemente estaría reservado para el templo principal, donde estaban los Siete Hijos de Dios.
—Tendré que pedirlo a través del señor Roben más adelante.
Dado que se trataba de algo oficial, sería más eficiente solicitarlo por medio de Roben que hacerlo directamente.
—Y ahora…
Diarin comenzó a recorrer la sala con la mirada.
En la vida siempre se pueden hacer varias cosas a la vez.
Mientras buscaba un hechizo para romper el encantamiento sobre Ceres, también podía echar un vistazo a otros que quizás fueran útiles o rentables en el futuro.
—Oh, un hechizo para eliminar cicatrices antiguas.
La estética siempre es rentable, en cualquier momento y lugar.
Diarin leyó rápidamente el hechizo con interés.
No era un hechizo complicado ni requería materiales difíciles de conseguir.
Con su poder sagrado podría sustituir fácilmente los componentes necesarios.
Cuando se manejaba el poder sagrado, no era necesario memorizar cada palabra de los hechizos; bastaba con entender el principio para usarlos.
—Oh, este está genial.
Mientras seguía revisando, encontró un hechizo llamado ‘Técnica de tinte’.
Era perfecto, considerando que Ceres tenía aplicado un tratamiento para oscurecer su cabello.
Si los tratamientos eran operaciones simples de suma y resta, los hechizos eran como las matemáticas avanzadas.
Lo que no podía solucionarse con un tratamiento, podría lograrse con un hechizo.
Diarin absorbió toda la información del hechizo con entusiasmo.
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Su bolso ahora estaba lleno de dinero, y su mente, de conocimientos sobre hechizos.
Sí, definitivamente, las personas necesitan sentirse satisfechas.
Cuando tienes algo que llenar tu vida, la ansiedad disminuye.
Incluso su preocupación por regresar pronto con Ceres había disminuido.
Mi cachorro estará bien. ¿Quién lo ha criado, después de todo?
Como sus asuntos marchaban bien, surgió en ella una inexplicable confianza en que Ceres también estaría bien.
El cielo parecía más azul que de costumbre, y el clima era perfecto.
Una brisa agradable soplaba, elevando aún más su ánimo.
Es el clima ideal para un festival.
Mientras salía del templo, vio a otros sacerdotes preparando todo para la festividad.
Si no estuviera a cargo de los ‘perros locos’, probablemente ella también estaría ocupada trabajando sin descanso en los preparativos.
El alivio de haber escapado de esas responsabilidades intensificaba su buen humor.
Quizás debería dar una vuelta antes de regresar.
Pidió al cochero que tomara un desvío hacia la plaza donde se celebraría el festival.
El cochero obedeció y giró el carruaje.
—…Oh.
Mientras avanzaban por caminos más familiares, Diarin reconoció repentinamente el lugar.
Sorprendida, se dio cuenta de que estaban pasando cerca de la casa de su familia: el Barón Bredén.
Aunque era un título nobiliario, su hogar era tan modesto que apenas se podía llamar una mansión.
Pero para ellos seguía siendo la casa del Barón Bredén.
Si seguían por ese camino un poco más, llegarían directamente a su hogar.
Si me quedo sentada así, el cochero no se dará cuenta y pasará de largo.
Diarin apretó sus manos sobre sus rodillas.
En su bolsillo, las monedas tintineaban.
Ese sonido, como un estómago lleno en exceso, pesaba y le oprimía como una carga insoportable.
—…Espere un momento, ¿podría detenerse ahí adelante y luego continuar?
—Sí, claro.
El cochero detuvo amablemente el carruaje frente a la casa del Barón Bredén.
Al bajar del carruaje, Diarin alzó la vista hacia la casa, que no visitaba desde hacía tiempo.
Pequeña, destartalada, vieja.
En el templo, donde todos vestían el mismo hábito sacerdotal y comían la misma comida, no había llegado a sentir tan profundamente el peso de la pobreza como ahora.
Tras vacilar un momento, Diarin dio un paso hacia esa miseria que la mantenía atrapada como si le sujetara los tobillos.
—Mamá, estoy en casa.
—¡Oh, Diarin! ¿Eres tú?
La Baronesa Bredén, sorprendida por la repentina llegada de su hija, dejó caer el bordado que tenía en las manos y corrió hacia ella.
Diarin apenas pudo dibujar una tenue sonrisa mientras se refugiaba en el abrazo de su madre, quien la recibió radiante de alegría.
—Sí, mamá. Ha pasado tiempo, ¿verdad?
—Así es, querida sacerdotisa. ¿Cómo has estado?
—Bueno, como siempre, igual.
—Al menos ya no tendrás que ir al frente, ¿no es así?
—No, ya no. La guerra ha terminado.
—Eso… lo importante es que estés sana y a salvo.
Aunque eran palabras dulces y agradecidas, no podía evitar percibir un trasfondo de decepción en ellas.
Incluso sin decirlo en voz alta, Diarin sabía que el dinero que ganaba al regresar del frente ayudaba enormemente a su familia.
Además, siempre existía la esperanza de que obtuviera algún mérito especial que beneficiara a toda la casa.
—Si tu hermano tuviera tu fortaleza y talento, lo enviaría al frente o a cualquier lugar para que consiguiera algún logro. Pero, claro, parece un noble de verdad; no puede sentarse en cualquier sitio.
Mamá, yo tampoco podía sentarme en cualquier lado o dormir en cualquier lugar desde el principio, pensó Diarin, tragándose las palabras que le subían hasta la garganta.
En el reino de Racklion, el título de Barón solo podía heredarse hasta la quinta generación.
El abuelo del abuelo de Diarin había obtenido el título al descubrir un veneno en un pozo durante una guerra, lo que salvó muchas vidas. Fue un golpe de suerte.
Pero la familia no tenía habilidades ni recursos para mantener o ampliar el título que había recibido.
Así, con esfuerzo mínimo, la familia había sobrevivido hasta llegar a la última generación que podía heredar el título.
Su hermano, Jolitan, no era diferente de su padre o abuelo: carecía de talento o habilidad para manejar los asuntos del título.
Entonces, Diarin se convirtió en sacerdotisa y fue enviada al frente.
En una familia, incluso un solo miembro que lograra algo extraordinario podía elevar el prestigio de todos.
Por eso, las expectativas de su familia hacia Diarin no hacían más que aumentar.
( Incluso después de la guerra, habrá oportunidades para lograr algo. Encontraremos una forma. )
( Eso sería genial. Pero, ¿no crees que los nobles no deberían hacer nada para demostrar que son nobles? ¿Por qué tienen que esforzarse tanto? )
Y así, su padre y su hermano pasaban la vida manteniendo una actitud arrogante y altiva, sin hacer nada más.
Su madre, aunque era Baronesa, trabajaba incansablemente como si fuera una sirvienta, solo porque había nacido plebeya.
Diarin, a pesar de ser una dama noble, también había trabajado como una criada junto a su madre.
Incluso ahora, continuaba trabajando.
A veces parecía que su madre olvidaba que tanto ella como Diarin también eran nobles.
—Mamá, he hecho un trabajo difícil esta vez y me han pagado más.
Diarin, alejando pensamientos sombríos, sacó una bolsa de su bolsillo.
Había apartado una parte para sí misma.
Aunque sabía que ese dinero acabaría en manos de su hermano, le resultaba satisfactorio entregar una bolsa más pesada a su madre en ese momento.
—Oh, ¿de dónde salió este dinero?
—Te lo digo, hice un trabajo difícil. Tendré que encerrarme y trabajar más, pero esto es el resultado de exprimir hasta mis huesos, mamá.
—Lo hiciste muy bien. No esperaba nada, pero es una gran suerte.
Esa sonrisa de su madre era lo que lo hacía valer la pena.
En el momento de entregar el dinero, su madre sonreía sinceramente.
Diarin le devolvió la sonrisa.
Aunque le quitaban mucho, no podía negar la sensación de estabilidad que le daba tener una familia que pensaba en ella.
Era mejor que no tener a nadie a quien dar.
—Justo a tiempo. Tu hermano se unió a un club de recitación de poesía y estaba disgustado porque era el único que usaba una pluma de ave en lugar de una de cristal. Resulta que esas plumas de cristal son más caras de lo que pensábamos. Imagínate, un noble sin dinero para una simple pluma. No sabía qué hacer, pero… ahora se puede solucionar.
La sonrisa de Diarin se desmoronó.
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