⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
De repente, una ola de ira subió con fuerza, dejando a Diarin con la mente en blanco.
Ah, ahora entendía cómo debía sentirse Ceres cuando perdía el control.
Esa sensación de no ver nada frente a ti, de estar cegado por completo.
—…Mamá, ¿en serio piensas usar este dinero para comprar esa pluma insignificante para mi hermano?
Su voz temblaba incontrolablemente.
Ante la expresión nada habitual de Diarin, la Baronesa Bredén parpadeó, sorprendida.
—¿Qué ocurre, hija?
Pero no era una mirada de alguien que reconociera haber cometido un error.
Era la mirada de alguien confundida, como diciendo: ¿Qué le pasa de repente?
No entendía.
No se daba cuenta de que sus palabras habían sido como un cuchillo afilado clavándose profundamente en Diarin.
Esa falta de comprensión apagó la furia de Diarin como una llama sin oxígeno.
En lugar de gritar, Diarin soltó una risa amarga.
—Claro, es lógico. El dinero que gano arriesgando mi vida es perfecto para mantener las apariencias de mi hermano. Después de todo, su orgullo es más valioso que mi vida.
—¿Por qué hablas así? Además, ¿a qué te refieres con arriesgar tu vida? Ser sacerdotisa no es un trabajo peligroso. Es una labor respetable, bajo la protección de la divinidad.
Quien no lo ha vivido, no puede entender el sufrimiento de los demás.
Para la Baronesa Bredén, en su mente, ser sacerdotisa era una profesión noble.
Era una de las cosas de las que más orgullosa estaba de su hija.
—A veces, la divinidad pide que entregues tu vida.
—Entonces debes hacerlo con gusto. ¿Quién sabe? Si le agradas, tal vez te cuide aún más.
Al final, Diarin volvió a reír.
No valía la pena enfadarse. Era más fácil dejarlo pasar.
—Mamá, creo que ya es hora de que me vaya.
—¿Tan pronto? Por lo menos quédate a comer. Tu hermano debería llegar pronto.
—No, solo salí un momento. Vendré en otra ocasión.
Diarin se levantó apresuradamente.
Sentía que, si se quedaba más tiempo, todo en ella se desmoronaría.
Y si su hermano llegaba, era mejor evitarlo.
—¿Diarin?
Pero esas personas con las que no quieres encontrarte son siempre las que aparecen.
Justo en la entrada.
—Ah, hermano. Cuánto tiempo.
—…Qué falta de modales. Llamarme ‘hermano’ como si fueras del vulgo. Incluso entre familiares, hay que guardar las formas.
Eso fue lo primero que dijo su hermano al verla.
Después de todo lo que había sufrido en la guerra, lo único que le preocupaba era que no lo llamara ‘hermano mayor’ con respeto.
Que Diarin no se dirigiera a él con el título adecuado le molestaba más que el hecho de que ella hubiera arriesgado su vida y regresado a casa.
—…Ja.
Esta familia siempre encontraba nuevas formas de tocar fondo.
—Señorito Bredén, un placer volver a verle.
Diarin cambió de inmediato, volviendo a su tono profesional como sacerdotisa.
¿Hermano mayor? Nunca le llamaría así, ni muerta. Había pasado demasiado tiempo desde que perdió el respeto por él.
Su hermano se ofendió al instante.
—Tú…
—Estoy muy ocupada transmitiendo la voluntad divina. Debo marcharme. Hasta luego.
—¡Diarin! ¡Esa actitud hacia tu hermano…!
Cuando su hermano se quedó sin palabras, su madre intervino, enfadada, aún sujetando la bolsa de dinero que Diarin había dejado.
Diarin salió por la puerta sin mirar atrás.
Cada vez que volvía a esa casa, acababa enfrentándose a una situación desagradable.
Es asqueroso y humillante. No quiero volver nunca más.
Y aun así, sabía perfectamente que terminaría regresando.
Se odiaba por ello.
⊱─━━━━⊱༻●༺⊰━━━━─⊰
—¿Debería detener el carruaje?
—…No. Lléveme directamente a la mansión.
—Entendido.
Desde la ventana del carruaje, Diarin observaba las calles animadas.
El mundo, que parecía brillante y alegre cuando salió del templo, ahora le parecía sombrío.
Como si estuviera bajo el agua, todo parecía lleno de hematomas azulados.
—¡Quiero un caramelo!
—Te vas a estropear los dientes.
A pesar de sus palabras, la madre terminó dándole el caramelo al niño. Una escena familiar y feliz.
—¡Qué hermosa!
Padres colocaban coronas de flores en las cabezas de sus hijos, aplaudiendo con entusiasmo.
Las calles estaban llenas de gente feliz.
¿Por qué son tan felices? ¿Cómo pueden vivir así, llenos de amor?
El nudo en su garganta comenzó a subir.
Tuvo que morderse los labios hasta que llegó a la mansión para evitar que se convirtiera en sollozos.
El carruaje pasó por la calle de la festividad, cruzó la ciudad y llegó finalmente a las puertas de una tranquila mansión.
—¿Quiere que entre?
—No, me bajaré aquí.
Diarin descendió del carruaje y comenzó a caminar hacia la mansión.
Tal vez, pensó, el aire fresco y mirar al cielo la harían sentirse mejor.
—Uhh… sniff…
Pero se equivocó.
Con cada paso, sus labios temblorosos se rompieron, y cuando no hubo nadie cerca, se dejó llevar.
—Huuu… ¡Ahhh!
Un llanto desgarrador salió de ella.
Las lágrimas caían en grandes gotas.
Como una niña perdida, se secó los ojos con ambas manos mientras seguía caminando.
Solo lloraré hasta llegar a la mansión.
Eso es todo lo triste que puedo permitirme ser.
Pensó que, al llegar, se lavaría con agua caliente y se desharía de toda la tristeza, dejando atrás a la noble Diarin, oprimida por su hermano.
En cuanto cruzara la puerta, sería la sacerdotisa Diarin de nuevo.
Una sacerdotisa no tiene familia ni estatus.
Solo debe recordar el amor divino en lugar de a su madre.
Aún faltaba mucho para llegar a la mansión.
Tenía que cruzar montañas, lagos… aún faltaba mucho.
Así que, por ahora, estaba bien llorar.
—…¿Eh?
Pero su llanto no duró mucho.
—¿Ceres?
—Diarin.
La mansión aún estaba muy lejos, ni siquiera era visible en el horizonte.
Sin embargo, Ceres estaba parado en medio del camino que conducía hacia ella.
Diarin, con los ojos empañados por las lágrimas, se los frotó para asegurarse de que no estaba viendo mal.
Incluso después de limpiarse las lágrimas, seguía siendo Ceres.
De inmediato, su mente se despejó.
—¿Por qué estás aquí, Ceres? ¡¿Qué haces en este lugar?!
Diarin corrió hacia él y, lo primero que hizo, fue revisar sus manos.
Sin embargo, las manos de Ceres estaban limpias. No había rastros de sangre.
Afortunadamente, parecía que aún no había matado a nadie.
—Escuché un ruido.
—…Ah.
El movimiento frenético de Diarin se detuvo abruptamente.
¿Era yo la persona que quería matar…?
Hace un momento, mientras lloraba, parecía tener un río interminable dentro de ella. Ahora, en cambio, ni siquiera podía tragar su saliva de lo seca que estaba.
Timidamente, levantó la mirada hacia Ceres.
—¿Lloré demasiado fuerte?
¿Va a matarme de verdad?
Intentando parecer lo más lastimera posible, Diarin puso su mejor expresión suplicante.
Sin embargo, el rostro de Ceres no mostró ninguna reacción.
… Estoy perdida.
Tal vez lloré tanto hoy porque sentía que este era mi último día.
Justo cuando Diarin comenzaba a sentirse desanimada, Ceres habló.
—No.
—¿Eh?
Diarin levantó la cabeza de golpe.
—Dices que escuchaste un ruido. ¿No viniste porque era molesto?
—No.
—…Entonces, ¿por qué?
—Porque era el sonido de tu llanto.
—…¿Qué?
Diarin se enorgullecía de haber llegado al punto en el que podía interpretar las palabras de Ceres con cierto éxito.
Pero parecía que aún le quedaba mucho por aprender.
Aunque había escuchado lo que dijo, no lograba entenderlo del todo.
Aun así, intentó hacer el esfuerzo.
—¿Corriste hasta aquí porque escuchaste mi llanto?
—Sí.
—¿Por qué?
—…
Ante la pregunta de Diarin, los ojos de Ceres se movieron inquietos.
Parecía que buscaba respuestas en su entorno, como si los árboles o el viento pudieran darle una pista.
Pero las respuestas no estaban ahí, sino dentro de su propio corazón.
Por supuesto, Diarin no podía asomarse al interior de Ceres.
—¿Te molestó de alguna manera?
—…Hmm…
—¿Te incomodó?
—No.
Parecía que este juego de preguntas y respuestas iba a durar una eternidad.
Pero Diarin estaba acostumbrada a este tipo de intercambios con Ceres. Su paciencia había alcanzado niveles extraordinarios.
—¿No fue molesto? ¿Entonces te preocupaste?
—Hmm… sí.
—Ah, ya entiendo. Como estaba llorando, pensaste que algo había pasado y te preocupaste, ¿verdad?
Aparentemente, había acertado en parte, pero no del todo.
Ceres ladeó la cabeza en lugar de responder.
—Hmm… ¿Entonces escuchaste mi llanto, te preocupaste y viniste a verificar?
—No.
Aunque había acertado en que estaba preocupado, algo seguía sin encajar.
¿Entonces simplemente se preocupó…?
—¿Corriste sin saber siquiera por qué estabas preocupado?
Ceres pensó por un momento y luego asintió.
—…Así fue.
Finalmente parecía haberse dado cuenta de que había corrido sin darse cuenta, impulsado por algo más profundo.
Como cuando reaccionaba instintivamente durante un combate, lanzándose sin pensar.
Había corrido hacia ella al escuchar su llanto.
—¿Huh? ¿Por mi llanto?
—…Creo que sí.
Diarin no pudo evitar reír.
¿Qué tenía de especial mi llanto como para que corriera tan frenéticamente?
—Ay, por Dios. ¿Qué voy a hacer contigo? Parece que te he domesticado, ¿no? Jajaja… Ah.
El contraste entre Ceres y su propia familia, que no valoraba nada de lo que hacía por ellos, era tan abrumador que le hizo arder los ojos.
Diarin cubrió su rostro con las palmas de las manos, sintiendo cómo sus párpados temblaban.
—Ah, en serio. Lo siento. Sé que fui ruidosa. Vuelve a la mansión. Yo iré cuando me calme.
Pero las lágrimas que brotaban de ella no eran algo que pudiera controlar fácilmente.
Apretando los dientes, intentó alejarse hacia el bosque, hacia algún lugar donde pudiera llorar sin que Ceres la viera.
No quería dejarse llevar frente a él.
—Diarin, estás alterada.
—¿Eh?
Diarin, sorbiendo mocos, se giró hacia Ceres.
Aunque había avanzado unos pasos, Ceres ya estaba nuevamente frente a ella.
—¿…?
Confundida, Diarin lo miró.
Entonces Ceres extendió ambos brazos hacia ella.
—¿?
Un sinfín de preguntas inundó la mente de Diarin.
Pero antes de que pudiera encontrar una respuesta, los brazos de Ceres la rodearon y la atrajeron hacia él.
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