⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—Señor Ceres, Señor Ceres…
En algún momento, Ceres se dio cuenta de que estaba de rodillas en el suelo, abrazando la cintura de Diarin.
Diarin lo sostenía, acariciándole la cabeza con suavidad para calmarlo. Ceres se concentró en las caricias que sentía deslizarse entre su cabello. Gradualmente, el ruido que le martillaba en los oídos se desvaneció. Su respiración, que se había acelerado, comenzó a calmarse.
—Haah…
—Shh… Está bien, todo está bien. Aquí no hay nada que temer. No estás en un campo de batalla.
La voz de Diarin llegó clara y tranquilizadora. Por fin, Ceres parpadeó, enfocando su mirada. Su respiración se normalizó poco a poco. Ya no estaba en el interior del carruaje. Los fragmentos de recuerdos que le habían atormentado se desvanecieron.
Pronto, Ceres ni siquiera podía recordar qué pensamientos lo habían estado abrumando. Ahora solo podía ver a Diarin.
—…Ah…
—¿Recuperaste el sentido?
Diarin se iluminó al ver a Ceres recobrando la calma. Pero, al hacerlo, las lágrimas que había estado reteniendo comenzaron a deslizarse por su rostro. Las luces de la calle se reflejaron en sus ojos, brillando como estrellas.
Ceres se quedó hipnotizado. Diarin lo miró directamente, con los ojos llenos de emoción.
El viento agitó el cabello de Diarin, y unos mechones rozaron suavemente las mejillas de Ceres, devolviéndolo a la realidad.
—…
Diarin, consciente de la intensa mirada de Ceres, cerró la boca y lo miró a los ojos. Las lágrimas seguían acumulándose en sus ojos, pero no desaparecían.
—¿Ya estás bien?
Diarin retiró las manos que sostenían el rostro de Ceres. El aire fresco de la noche ocupó el lugar de su calor.
Ceres frunció el ceño, molesto por la sensación de vacío.
—¿No? ¿Todavía no estás bien?
Diarin reaccionó de inmediato al cambio de expresión de Ceres. Volvió a colocar las manos en su cabeza, canalizando su energía divina para calmarlo.
Rodeado de esa cálida energía, Ceres cerró los ojos y se dejó llevar.
—…Diarin.
—Sí, aquí estoy.
Cada vez que lo llamaba, ella respondía. Esto hizo que los labios de Ceres se curvaran levemente. Sentía una cálida comodidad. Para alguien que incluso encontraba insoportable la suavidad de una cama, ahora anhelaba ese confort.
Finalmente, después de calmarse por completo, Ceres se levantó del suelo.
—¿Ya estás mejor?
—Sí.
—Ah, menos mal…
Diarin intentó retirar sus manos del cuerpo de Ceres, pero él las tomó antes de que pudiera hacerlo y las colocó nuevamente sobre su cabeza.
—¿Qué pasa?
—Más.
—¿…?
Aunque no había nada particularmente inusual, Ceres insistía con su mirada en que continuara. Parecía incluso estar amenazándola silenciosamente, como si se fuera a descontrolar si no cumplía con su pedido.
—De verdad…
Diarin suspiró resignada y le acarició la cabeza unas cuantas veces más. Sus lágrimas se habían detenido por completo. Sin embargo, sus movimientos eran ahora deliberadamente bruscos, como si quisiera expresar su frustración.
Ceres frunció el ceño. No estaba satisfecho.
Sus ojos demandaban caricias más cuidadosas, y Diarin soltó una risa irónica.
Este ‘cachorro’, ¿ahora hace exigencias?
Aun así, ella continuó acariciándolo con más dedicación.
—Esto también.
Ceres señaló su mejilla. Incluso en medio de su confusión, podía recordar la sensación de las caricias de Diarin en sus mejillas, que habían disipado sus miedos.
—¡Eso no es algo que se haga tan a la ligera!
—Entonces no lo hagas a la ligera.
—¡No me refiero a eso! ¡Quiero decir que no es algo que se haga todo el tiempo!
Eso solo había ocurrido porque la situación era de emergencia.
Sin embargo, Ceres no cedía.
—No es cualquier momento si ahora no lo es.
—¿Qué clase de tontería es esa…?
Ah, claro, como es un ‘cachorro’, dice tonterías de perro.
Diarin se dio cuenta de ello y dejó de discutir. Pero no podía dejar que se saliera con la suya tan fácilmente.
—Parece que ya estás lo suficientemente bien para decir esas tonterías.
Con una mirada firme, retiró bruscamente la mano que estaba sobre la cabeza de Ceres. Él la miró con reproche, pero ella no cedió ni un poco.
—Volvamos.
La idea de ir a la festividad había sido demasiado ambiciosa. Por mucho que Ceres se estuviera acostumbrando a las personas, no habían considerado lo suficiente los riesgos de cambiar de entorno.
Ahora que estaba más calmado, lo mejor era regresar, por el bien de todos.
—¿Ya vuelven? Dense prisa, por favor.
El cochero, al verlos regresar, los apremió.
—Lo siento. Tendremos que regresar.
—¡Oh, vaya! ¿Les pasó algo? Pero si vamos de vuelta hacia el lado contrario de la festividad, me haré un viaje en vano…
Para el cochero, recoger pasajeros que regresaran temprano de la festividad era más rentable.
—Le pagaré el doble.
No era momento de ser tacaña.
De hecho, era el mayor lujo que Diarin había permitido en su vida, aparte de lo que le enviaba a su madre.
Pero ahora mismo, no necesitaba ahorrar. Era más importante regresar con seguridad.
Diarin decidió ser generosa con el dinero.
—¡Oh, vaya! Si lo pone de esa manera…
El cochero aceptó inmediatamente con una sonrisa complaciente.
Diarin, de pie frente a la puerta del carruaje, miró hacia atrás buscando a Ceres.
No lo sentía acercarse.
—¿Señor Ceres?
—…No quiero.
—¿Eh?
Ceres estaba retrocediendo lentamente.
—…No quiero.
Aunque no recordaba con claridad, las emociones dejadas por los fragmentos de recuerdos lo inmovilizaban. Solo mirar el carruaje le resultaba insoportable.
—¿El carruaje? ¿Es el carruaje lo que no quieres?
Ceres asintió con la cabeza.
—Hasta ahora siempre hemos viajado en carruaje… Ah.
Normalmente, todos los traslados se hacen a caballo o en carruaje. Era impensable que alguien no hubiera montado en un carruaje en algún momento de su vida. Pero Diarin, hablando desde su experiencia, recordó la situación particular de Ceres.
En el frente de batalla, incluso los traslados se hacían a pie o a caballo. Los carruajes solo se usaban para transportar cargas, y era muy raro que alguien los utilizara como medio de transporte. Dado que toda la vida que Ceres podía recordar había transcurrido en un campo de batalla, no había tenido oportunidad de subirse a un carruaje.
En el trayecto hacia la mansión, lo habían sedado, así que no lo recordaba.
Aunque la mansión estaba bastante lejos, no era una distancia imposible de recorrer a pie.
Después de ver a Ceres temblando de miedo una vez, Diarin no tenía intención de intentar convencerlo nuevamente.
—Disculpe. Bajaremos aquí.
Finalmente, pagó la tarifa completa y despidió al carruaje.
De todos modos, había pagado suficiente para que llegaran al lugar del festival, así que el cochero no protestó por el tiempo perdido esperando.
—Vamos a tener que caminar bastante.
Diarin estiró su espalda y miró hacia la lejana mansión.
Pero había un problema.
—…Uf.
—¿Diarin?
El esfuerzo de calmar a Ceres había agotado demasiado la energía divina de Diarin.
Al dar un paso, el suelo pareció tambalearse bajo sus pies. Diarin, que perdía el equilibrio, se apoyó en Ceres para mantenerse de pie.
—Dios, estoy mareada. Necesito comer algo para poder caminar. Espera un momento.
La falta de azúcar le hacía respirar con dificultad. En un instante, la situación entre los dos se había invertido.
Ceres la miró desde arriba mientras ella trataba de recobrar el aliento, inclinando la cabeza.
—¿No puedes caminar?
—No… Estoy mareada.
—Entonces yo te llevaré.
—¿Eh?
Ceres no esperó respuesta y actuó. De repente, los pies de Diarin se levantaron del suelo.
—¡Ahhh!
Ahora sobre el amplio hombro de Ceres, Diarin soltó un sonido de sorpresa, con el estómago apretado contra él. Por poco estuvo a punto de dejar escapar un ‘¡ugh!’ pero logró contenerse.
Ceres, insatisfecho con simplemente cargarla, empezó a correr.
—¡Espera, espera! ¡No, así no es!
—¿No es así?
—¡Al menos respeta mi dignidad humana!
—¿…?
¿Cómo iba a saber cómo respetarla si nunca había recibido ese tipo de consideración?
Diarin consiguió zafarse agarrando el cabello de Ceres, logrando que la bajara al suelo.
—Llévame de una manera más… humana.
Así que Ceres intentó varias alternativas: sostenerla con un brazo como a un niño pequeño, cargarla como una princesa o levantarla por detrás del cuello. Ninguna de esas posturas ayudaba a preservar la dignidad de Diarin.
—Mejor llévame en la espalda.
Finalmente, Diarin propuso una alternativa razonable.
Aunque al principio dudó, Ceres aceptó cargarla a cuestas. Siendo Diarin quien lo pedía, no necesitó pensarlo mucho.
—Oh, esto está bien.
La espalda de Ceres resultaba más cómoda que un carruaje: amplia, firme y cálida. No se sacudía con los movimientos como el traqueteo de una carroza.
—Señor Ceres, llevas a las personas muy bien.
Era una observación que Diarin hizo con la intención de elogiarlo.
Pero, al segundo siguiente, cambió de opinión.
—…Aunque, no importa qué, no deberías cargar a cualquiera.
Un joven como él no debería andar cargando gente de esa manera. Hoy era una excepción muy especial.
—Solo en casos muy, muy especiales y únicos. No, mejor que no lo hagas nunca más con nadie.
—Entendido.
Aunque Diarin se lo hubiera advertido con firmeza, para Ceres era algo ya decidido.
Solo pensar en llevar a otra persona que no fuera Diarin lo hacía sentir incómodo.
—Espera un momento.
El carruaje que habían tomado antes había utilizado una calle secundaria que corría paralela a la vía principal donde se celebraba el festival. Desde un callejón, la avenida principal era visible.
El camino estaba iluminado por puestos de comida y pequeñas tiendas, que comenzaban a instalarse para el festival. Aunque no estaban en el centro exacto, el lugar estaba lo suficientemente cerca como para atraer a algunos comerciantes.
No había mucha gente aún. Los puestos estaban dispersos, y el ambiente seguía siendo tranquilo. En unas horas, seguramente se llenaría de gente. Por ahora, era un buen momento para pasear.
—Vamos a comer algo antes de seguir.
Diarin señaló un puesto que desprendía un aroma delicioso.
Su estómago también estaba en crisis, y si no comía algo pronto, podría desmayarse mientras Ceres la llevaba. Aunque nunca antes le había pasado por falta de energía divina, no quería correr el riesgo.
—Señor Ceres, quédate aquí… ¿Eh?
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