⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Ceres había planeado dejar a Diarin en un lugar seguro y volver rápidamente para comprar lo que necesitaban. Sin embargo, con Diarin sobre su espalda, caminó directamente hacia el puesto ambulante con pasos decididos.
—¡Bienvenidos! ¿Les doy un ‘ratshu’?
—¿…Qué?
El vendedor del puesto los recibió con una amplia sonrisa. Era alguien completamente desconocido para ellos.
Claramente, era la primera vez que Ceres veía un puesto ambulante como ese, ya que no había nada parecido en los campos de batalla. Sin embargo, Ceres se acercó con calma, cargando a Diarin, y se paró frente al vendedor sin mostrar ninguna incomodidad.
Aunque no respondió al saludo, tampoco gruñó, lo que ya era un avance.
¿Eh? ¡Mira qué bien se comporta mi cachorro!
Diarin estaba asombrada por la serenidad de Ceres y, desde su posición sobre su espalda, no podía evitar mirar su rostro de perfil con curiosidad.
Ceres notó la mirada y giró la cabeza hacia ella.
—¡…!
El aire entre ellos se detuvo.
Estaban demasiado cerca.
Ambos se sobresaltaron tanto que Ceres incluso retiró ligeramente el brazo que sostenía las piernas de Diarin.
—¡Oh, vaya! ¿Están en una cita de festival?
—¡No! —respondió Diarin con desesperación.
El vendedor no le prestó atención y continuó:
—¡Qué pareja tan guapa y encantadora! Realmente hacen un dúo perfecto.
—Ah, no es…
—¡Ay, no sean tímidos! Todavía no son pareja, ¿verdad? Pero seguro que hoy lo serán. ¡No pierdan tiempo dudando, la vida es corta!
El vendedor hablaba tan rápido y tanto que no daba oportunidad de responder.
—Deme uno rápido, por favor —dijo Diarin, resignada a terminar la conversación lo antes posible.
Tan pronto como recibió el ‘ratshu’, Ceres aceleró el paso para alejarse del lugar.
—¿Es la persona que más habla rápido que has conocido? —preguntó Diarin, aún algo aturdida.
—…Sí.
—Yo también.
Ambos se sentían extenuados por la experiencia. Diarin pensó que, si para ella había sido agotador, para Ceres debía ser peor. Afortunadamente, aunque Ceres parecía abrumado, no parecía a punto de perder el control.
—Bájame un momento. Comamos aquí.
Ceres la dejó con cuidado en el suelo, ya que ella sostenía la comida en ambas manos.
—Toma —le ofreció un ‘ratshu’.
Ceres lo aceptó sin dudar.
El ‘ratshu’ era una mezcla de frutas, chocolate y pan cubiertos con un espeso jarabe.
—Esto se llama ‘ratshu’. No es como la comida que sueles tener en la mansión. Es extremadamente dulce. Normalmente no lo como, pero cuando hay un festival y aparecen estos puestos, a veces lo pruebo… como hace la gente común.
Cuando era niña, solía desear con ansias probar esas delicias de los puestos. Ahora, como adulta, podía comprarlas con su propio dinero y disfrutar de ese lujo ocasional.
—No es algo que necesariamente debas experimentar, pero cada vivencia suma, ¿no crees? —le dijo, queriendo compartir ese pequeño momento con él.
—Lo admito. La experiencia es importante, incluso en combate.
Ay, por favor…
Diarin suspiró internamente. En lugar de pensar en algo más ligero o sentimental, Ceres seguía relacionando todo con el campo de batalla.
—Anda, pruébalo.
—Está bien.
Ceres dio un gran mordisco. Su expresión cambió de inmediato. El dulzor era tan intenso que parecía una avalancha de azúcar.
—¿Dulce, verdad?
—…Sí.
—¿No es algo que se pueda llamar increíblemente delicioso, verdad?
Ceres inclinó la cabeza, perplejo por la pregunta. Para él, cualquier cosa dulce era buena. Hasta entonces, su única experiencia con dulces eran raíces que exudaban savia o miel que ocasionalmente encontraba en flores.
—Es un gusto adquirido. Pero el olor dulce lo hace difícil de ignorar, ¿verdad?
—…
Sin entender del todo lo que quería decir, Ceres continuó comiendo con rapidez, terminándose lo que quedaba en unos pocos bocados.
—Puedes dejarlo si ya no quieres más —dijo Diarin.
—Puedo comer más.
—Una mordida es suficiente.
—¿Por qué?
—… ¿Cómo que por qué? —Diarin dudó, tratando de explicar algo que simplemente era costumbre.
—Por lo general, los niños insisten en que sus madres les compren esto porque el olor les atrae, pero luego lo prueban, comen un bocado y lo dejan —explicó.
Mientras hablaba, un niño cercano comenzó a rogarle a su madre por un ‘ratshu’.
—¡Mamá, cómprame uno de esos!
—¡No lo vas a terminar! Sólo es puro azúcar.
—Ay, señora, ¡es un festival! A veces dejar algo a medias también es parte del recuerdo, ¿no le parece?
Finalmente, el niño logró que su madre le comprara uno.
Diarin observó la escena con una leve sonrisa.
—¿Te gusta tanto?
—¡Sííí!
El niño seguramente dejaría comida sin terminar, pero a pesar del gasto innecesario, la madre sonreía mientras sostenía la mano de su hijo y caminaban juntos. La felicidad del pequeño era evidente, una felicidad que iba más allá del dulzor.
—Si ya terminaste, deberíamos irnos…
Con el azúcar en el cuerpo, el poder sagrado de Diarin empezaba a estabilizarse. Se preparaba para sugerir que regresaran a la mansión cuando notó las manos vacías de Ceres y se congeló.
—¿…Dónde está?
—En mi estómago.
—¿…De quién?
—Del mío.
Ceres la miraba con una expresión que insinuaba que la pregunta era innecesaria. Como prueba, algunos restos de azúcar estaban pegados en la comisura de sus labios.
—¿Te lo comiste todo? ¿Todo?
—Sí.
No puede ser. Así que hay personas que se comen un ‘ratshu’ entero en el acto.
Y como si no fuera suficiente, Ceres estaba mirando el que Diarin aún tenía en sus manos.
—¿Quieres?
—Sí.
—Bueno, si te gusta tanto… espera, ¿qué haces?
En lugar de tomar el dulce que Diarin le ofrecía, Ceres tomó su mano y llevó el dulce directamente a su boca. Aunque ya le había dado de comer en otras ocasiones, esta era una calle concurrida, y Diarin se sintió incómoda al mirar a su alrededor.
Sin embargo, las personas que pasaban no parecían interesarse por una pareja compartiendo comida en público. Mientras tanto, Ceres se terminó lo que quedaba del ‘ratshu’.
—… Comes muy bien.
Diarin soltó una risa nerviosa. Después de todo, este era el mismo hombre que alguna vez había comido incluso las ‘comidas disfrazadas de veneno’ que ella preparaba, diciendo que estaban bien.
La actitud de Ceres al comer le levantó el ánimo. Toda la razón por la que había decidido salir hoy era para que Ceres experimentara más del mundo. Su propia motivación había sido secundaria… ¿verdad?
—Ceres, ¿quieres probar eso también?
—Sí.
Diarin había aprendido que, aunque los carruajes eran un problema para él, lugares desconocidos y personas nuevas no parecían incomodarlo tanto. Ceres aceptaba todo lo que ella le ofrecía.
—Tres, por favor.
—¡Gracias!
Esta vez compraron brochetas de carne. Una fue para ella, las otras dos para Ceres.
Ceres seguía comiendo con entusiasmo. El costo no importaba, incluso mientras la bolsa de dinero se vaciaba.
Cuando entregaba mi dinero a mamá, siempre sentía un dolor en el pecho…
Pero ahora había encontrado un gasto que no dolía en absoluto. Era una sensación nueva para Diarin.
Incluso gastar en sí misma a veces le parecía un desperdicio, pero gastar en Ceres… no sólo no le molestaba, sino que le hacía querer gastar más.
—¡Cinco más!
Diarin decidió lanzarse por completo en el camino del derroche. Después de todo, no era como si un sacerdote fuera a morir de hambre.
—Ceres, ¿hay algo más que te apetezca?
—¿Qué es esto?
Pero Ceres parecía más interesado en lo que ella tenía en las manos que en la comida.
—¿Esto? ¿Dinero?
Diarin levantó unas monedas, mostrando cuánto quedaba en la bolsa después del día de indulgencias. No le importaba si se vaciaba por completo.
Pero Ceres miraba las monedas con curiosidad genuina.
—¿…Eh?
Un signo de interrogación apareció en la mente de Diarin.
¿No sabe lo que es el dinero?
Era posible.
Incluso en las líneas del frente, donde el comercio existía, a menudo había mercaderes que prosperaban en la adversidad. De hecho, en los lugares donde la vida y la muerte pendían de un hilo, el dinero fluía aún más rápido.
(Por ejemplo, Diarin recordaba haber comprado un peine en un estado de aturdimiento después de un día sangriento).
Sin embargo, Ceres era miembro de la 8ª División, una unidad especial donde todo, desde comida hasta ropa, estaba controlado por el centro. Además, sus miembros eran producto de un entrenamiento especializado y, a menudo, intervenidos para borrar sus recuerdos.
Era completamente posible que alguien como Ceres nunca hubiera aprendido lo que era el dinero.
Pero, ‘Diarin’ y ‘dinero’ no eran conceptos separados.
Sólo mira a mi hermano…
Diarin apretó los puños al pensar en ese ‘holgazán’ al que apenas podía llamar hermano. Incluso alguien tan despreciable como él, protegido por su título nobiliario, vivía una vida de ostentación.
¿En qué se diferencia mi cachorro de él?
Ceres podría ser alguien que no entendía del mundo, que carecía de vocabulario, que era torpe socialmente, que podía perder el control y ser letal, y que dependía de un clérigo para manejar su ansiedad… pero todo eso podía solucionarse.
Enseñarle sobre el dinero sería lo más fácil de todo.
Comments for chapter "50"
MANGA DISCUSSION