⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Diarin rápidamente señaló el punto que Ceres no había considerado.
—Aunque te conviertas en sacerdote, eso no significa que podamos estar juntos siempre. Los sacerdotes también tienen sus propias responsabilidades y vidas separadas. Podríamos estar tan ocupados que no nos veamos en toda nuestra vida.
—…
Como era de esperarse, eso no lo había pensado.
Los ojos de Ceres reflejaron una furia contenida, como si algo hirviera dentro de él.
Aunque Diarin podría consolarlo en ese momento diciendo que todo estaba bien, sabía que era mejor enfrentarlo ahora para evitar un problema mayor en el futuro.
Las despedidas son más fáciles de superar cuando se tiene tiempo para prepararse para ellas.
—Entonces no seas sacerdote.
—…Sabía que dirías eso.
—¿No sería más sencillo?
Es como cuando un cachorro gime para pedir atención: adorable, sí, pero no por eso puedes dejar de ir al trabajo.
La insistencia de Ceres era igual.
Era lindo, pero pensar que Diarin renunciaría a su vocación de sacerdotisa para quedarse con él toda la vida era simplemente absurdo.
—Si dejo de ser sacerdotisa, ¿cómo voy a ganarme la vida?
El sustento era algo fundamental.
Incluso Ceres se puso serio ante ese tema.
Hoy, casualmente, había aprendido algo sobre el dinero.
Hasta ese momento, nunca se había preocupado por comer, vestirse o dormir. Su vida siempre había estado en la línea entre la vida y la muerte, y lo único importante era seguir respirando.
Sin embargo, lo que había aprendido hoy le hizo entender algo nuevo:
El dinero es esencial para vivir.
Fuera del campo de batalla, no se puede sobrevivir sin dinero.
Y, además, a Diarin le gusta el dinero.
Aunque esa última parte necesitaba confirmación directa de ella, Ceres estaba seguro de que no podría negarlo.
—Buscaré dinero.
—¡Ja, ja, ja! Claro, puedes intentarlo. Pero, ¿sabes cómo conseguirlo?
Diarin le lanzó una pregunta maliciosa.
El dinero era demasiado importante para sobrevivir.
Ahora, él no lo entendía porque todo lo que necesitaba le era provisto: comida, refugio…
Pero más adelante, tendría que pelear por cada moneda con Roben y negociar intensamente cuánto recibiría.
—Si consigo dinero, ¿dejarás de ser sacerdotisa?
—No lo sé… Lo pensaré si lo consigues.
Por supuesto, aunque lo consiguiera, no iba a funcionar, pero sentía curiosidad por ver cómo lo intentaría.
—Lo conseguiré.
Ceres aceptó la misión con determinación. Sus ojos brillaban con intensidad.
Cuando lo enviaron a la Octava División por primera vez, lo único que tenía que hacer era sobrevivir.
La supervivencia no era algo que se le diera gratis a nadie.
El entrenamiento era el primer obstáculo.
Quienes no lo soportaban eran eliminados.
A veces los obligaban a eliminarse entre ellos, siguiendo órdenes directas.
Comer, dormir… Todo era una lucha por sobrevivir.
Si no lograbas distinguir entre lo que podías y no podías comer, morías.
Si no podías dormir por la tensión, morías también.
Ser capaz de dormir en cualquier lugar era un privilegio ganado tras superar el entrenamiento.
Después llegó el combate.
Allí fue donde verdaderamente se enfrentó a la delgada línea entre la vida y la muerte.
Y Ceres sobrevivió incluso allí, en un lugar donde las personas normales no podrían sobrevivir.
Aunque solo siguió órdenes, sabía que había logrado mantenerse con vida.
Por lo tanto:
¡Puedo conseguir dinero!
Si lo necesitaba, lo encontraría.
Hasta ahora, había hecho lo que debía hacer, y había funcionado.
Ceres miró a su alrededor, calculando.
¿Dónde está el dinero?
El dinero estaba en todas partes.
En los bolsillos de las personas, en sus manos.
Sus ojos se fijaron en dos mujeres que estaban cerca.
—¡Qué bonito! ¡Hiciste una buena compra!
Una de ellas sostenía el cambio que acababa de recibir de un comerciante.
Era dinero.
Sin dudarlo ni un momento, Ceres avanzó hacia ellas.
—¿Dónde puse mi cartera? —se preguntó una.
—Llévala en la mano. De todos modos, te lo gastarás todo.
—¿Crees? Oh, por ahí… ¿Eh?
Las risas y la conversación de las mujeres se detuvieron abruptamente cuando un hombre enorme les bloqueó el paso.
—¡Hiii! ¿Q-quién es usted?
Incluso en una multitud, era imposible no sentir miedo ante la presencia de un hombre tan grande.
Peor aún, la atmósfera que emanaba Ceres era intimidante, casi mortal.
Parecía un emisario de la muerte que había aparecido en medio de las festividades, envuelto en un aura oscura.
Con una voz grave y seria, habló:
—Ese dinero.
—¿Eh? ¿E-esto?
—¿Qué debo hacer para conseguirlo?
—¿…?
No era ‘dame el dinero’ ni ‘entrégamelo’.
Era: ¿Qué debo hacer para conseguirlo?
Las mujeres se miraron entre sí.
¿Es tonto?
¿O es algún tipo de broma extraña?
La pregunta era tan inesperada que no sabían cómo responder.
Finalmente, observaron atentamente a Ceres y también a Diarin, que miraba desde lejos con una mezcla de nervios y curiosidad.
Ah, entiendo.
De inmediato captaron la situación.
¡Debe ser un joven noble!
Al principio, su gran tamaño y expresión fría las habían intimidado, impidiéndoles notar más detalles.
Sin embargo, al examinarlo más de cerca, desde la cabeza hasta los pies, todo brillaba.
Eso era evidencia de que había recibido el mejor cuidado posible, algo impensable para una persona común.
Incluso las ropas, que al principio parecían sencillas, resultaban ser de una tela tan fina que no se distinguían las fibras.
Ese tipo de ropa no era accesible para cualquiera.
No bastaba con tener dinero; también se necesitaban conexiones para conseguir un tejido tan exclusivo y confeccionar ropa con él.
Solo alguien que no necesitara presumir de su riqueza y optara deliberadamente por vestirse con sobriedad podía ser así: un joven noble.
—Entonces… ¿esto es una apuesta romántica?
Un joven noble había salido a disfrutar de la festividad con una mujer sencilla.
Era imposible que estuviera con cualquier mujer.
Sin embargo, al ver la expresión de la joven, que parecía al borde de la desesperación, estaba claro que el noble había hecho algo inesperado.
Probablemente era algo así:
¡Haré cualquier cosa por ti! ¡Solo quédate conmigo!
¡Pero lo que tienes es del patrimonio de tu familia! ¡Tú mismo no puedes ganar ni un centavo!
¿Que no puedo ganar dinero? ¡Ya verás!
Y así había salido, no exactamente a mendigar, pero casi.
…o al menos, esa fue la gran narrativa que las mujeres construyeron en sus cabezas solo con mirar el rostro de Ceres.
No importaba si era verdad o no. Lo único cierto era que un joven noble guapo les estaba pidiendo dinero.
¡No podemos dárselo así como así!
¡Ho, ho, ho!
Era una oportunidad demasiado divertida como para desperdiciarla.
Los ojos de las mujeres brillaron de emoción.
—Si quieres este dinero, hmmm… deberías hacer algo para ganártelo.
—Hmm…
Aunque intentaban pensar en algo, no era fácil. No todos los días tienes a un noble delante.
El dinero en la mano de una de las mujeres no era mucho, pero alcanzaba para comprar algún accesorio pequeño o un tentempié.
Dinero era dinero, pero no podían simplemente dárselo gratis.
—¿Podrías darnos un beso en la mejilla?
—¡Oye, tú!
La dueña del dinero hizo la sugerencia en tono juguetón.
Su amiga fingió reprenderla mientras se reía a carcajadas.
En medio de las luces del festival, recibir un beso de un joven tan apuesto sería un recuerdo que conservarían por mucho tiempo.
—¿Un beso? —Ceres inclinó la cabeza, perplejo ante la palabra desconocida.
—¿Te incomoda? —preguntó la mujer, echando una mirada rápida hacia Diarin, que estaba detrás de él.
Si tenía una pareja, tal vez sería inapropiado.
Sin embargo, un beso en la mejilla o en la mano era una forma común de saludo entre los nobles. No era una petición descabellada ni ofensiva.
—¿Qué es un beso?
—¡Oh, por Dios! ¡Qué inocencia!
—…
—De verdad, mejor no hacerlo frente a tu pareja, ¿verdad? Bueno, entonces…
Las mujeres habían malinterpretado todo completamente.
Desde lejos, Diarin deseaba desaparecer del lugar.
No tenía sentido aclarar el malentendido porque solo complicaría las cosas. Mejor aguantar y evitar empeorar la situación.
—Hmm, en ese caso…
Justo en ese momento, un grupo de músicos callejeros comenzó a tocar una canción para bailar.
La gente estalló en vítores y se tomó de las manos para bailar juntos.
Bailar era algo común para los nobles.
Ya estuvieran casados o solteros, podían bailar con cualquiera.
—¿Te gustaría bailar una canción conmigo?
—Puedo hacerlo.
Era una petición sencilla.
Ceres tomó la mano de la mujer y comenzó a moverse, igual que había hecho antes con Diarin.
—¡Oh, Dios mío! ¡Kyaaa!
La mujer estaba tan emocionada que sus ojos brillaban de alegría.
Los movimientos de Ceres, aunque recién aprendidos, ya eran tan ligeros y naturales como los de los demás.
Ella se dejó llevar, atrapada en la fluidez de sus pasos.
—Dinero.
Tan pronto como terminó la breve danza, Ceres soltó su mano y exigió su recompensa con firmeza.
Su actitud no dejaba espacio para la duda ni la discusión.
La mujer, que había visto cómo los ojos de Ceres estaban fijos en Diarin incluso mientras bailaban, pensó que su obsesión era adorable.
—Claro, aquí tienes. Y como bailaste tan bien, te daré un poco más.
Divertida con la escena, sacó más dinero de su bolso y se lo entregó.
Ceres miró el dinero en su mano por un momento antes de dirigirse hacia Diarin.
Y Diarin… estaba pálida, incapaz de pensar con claridad.
Le he enseñado… a extorsionar… al joven noble…
No sabía si había extorsionado o mendigado exactamente. Pero lo que fuera, estaba mal.
Un noble no debía ni mendigar ni extorsionar.
—E-está… ¡loco! Ah, bueno, siempre lo estuvo.
—Es dinero.
Ceres, lleno de orgullo, le mostró el dinero que había obtenido a Diarin.
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