⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
… Sí, es dinero.
Era la primera vez en su vida que ganaba dinero, así que seguramente estaba orgulloso de ello.
Aunque normalmente Diarin quería elogiar a Ceres por todo lo que hacía, esta vez no podía hacerlo.
Esto no podía permitirse.
—¡No, no está bien! ¡Y menos de una mujer! ¡Dinero ganado vendiendo tu sonrisa!
Aunque no había vendido exactamente su sonrisa, había vendido su baile.
Según los estrictos estándares de Diarin, un joven noble no debía aceptar dinero por satisfacer los caprichos de los demás.
—¡Devuélvelo!
Sin embargo, las mujeres ya se habían perdido entre la multitud.
Lo único que quedaba era el dinero que Ceres había conseguido.
Por alguna razón, la palabra ‘mujer’ hizo que la voz de Diarin se elevara un poco más.
—¿Y si el dinero fuera de un hombre?
—…¿Qué?
La conclusión a la que llegó Ceres fue que el problema residía en el género de quien daba el dinero.
Pero no importaba si era hombre o mujer, no debía hacerlo.
Sin dudarlo, Ceres localizó rápidamente a un hombre que pasaba por ahí con dinero en la mano.
—Ese dinero.
—¡Ay, caramba! ¿Qué pasa? ¡Me asustaste!
El hombre retrocedió sorprendido cuando Ceres apareció repentinamente frente a él.
Aunque no tenía mala complexión, su físico palidecía en comparación con el de Ceres.
Aun así, siendo ambos hombres, no huyó, sino que intentó mantenerse firme.
—¿Qué, qué desea?
—Si bailo, ¿me lo das?
—…¿Qué?
El hombre, que parecía listo para pelear si era necesario, quedó desconcertado por la pregunta de Ceres.
Una nueva canción comenzó a sonar en el ambiente.
Ceres, con calma, tomó la mano del hombre y lo rodeó con su brazo por la cintura.
Diarin, que había corrido hacia ellos pensando que Ceres estaba causando problemas, se quedó petrificada de asombro.
Si ella estaba en shock, ¿cómo no lo estaría el hombre, que acababa de ser tomado de la cintura por alguien a quien no conocía?
Pero Ceres, sin preocuparse por nada, comenzó a bailar con entusiasmo, moviéndose con la misma energía que antes.
El hombre, obligado a ocupar el lugar de ‘pareja de baile’, tropezaba cada tres pasos, casi cayendo al suelo.
Cada vez que eso ocurría, Ceres lo sostenía con rapidez, devolviéndole el equilibrio. Era extremadamente habilidoso.
—Ah… esto…
Incluso siendo un hombre, Ceres resultaba impresionante.
Cada vez que era atrapado por esos amplios brazos, el rostro del hombre se ponía inexplicablemente rojo.
No… no era tan desagradable…
Cuando la música terminó, Ceres soltó al hombre sin ningún apego y extendió la mano con seguridad.
—Dinero.
—Ah… sí…
El hombre ni siquiera había dicho que le pagaría, pero sentía que debía hacerlo.
Después de algo así, no había razón para negarse.
Como si estuviera hipnotizado, sacó dinero de su bolsillo y extendió la mano hacia Ceres. Pero justo cuando iba a entregarlo, Diarin lo detuvo apresuradamente.
—¡No, no, no! ¡Señor, no es necesario! ¡Solo era una broma!
—¿Ah? ¿Ahhh?
La expresión confusa del hombre se relajó, como si finalmente entendiera la situación.
—No se lo tome mal, por favor. ¡Ja, ja, ja!
—Ah, no, no, fue divertido.
—Me alegra que lo haya disfrutado, pero…
—Si lo disfruté, debo pagarlo. Aquí tienen. Que tengan un buen día.
—¡No, señor!
Diarin intentó detenerlo, pero el hombre ya había puesto el dinero en la mano de Ceres y se había marchado alegremente.
…Esto funciona.
Diarin, viendo cómo Ceres había ganado dinero bailando tanto para mujeres como para hombres, perdió completamente el sentido de la realidad.
Tal vez había un conjunto de normas sociales desconocidas para ella, algo que gobernaba el mundo en el que Ceres parecía vivir.
¿Era correcto que ella intentara enseñarle cosas a alguien que vivía en un mundo tan distinto?
Mientras Diarin se sumía en el arrepentimiento, Ceres extendió su mano hacia ella.
—Dinero.
—…No…
Diarin apartó la mano de Ceres.
No podía aceptarlo.
Pero Ceres no entendía por qué lo rechazaba.
—Conseguí dinero. ¿Puedes dejar de ser sacerdotisa?
—No, no puedo. Sigue sin estar bien.
Ceres miró el dinero que sostenía en su mano, confundido.
Era dinero, ¿por qué no servía?
El dinero era un medio para realizar intercambios.
La otra persona estaba satisfecha al entregar el dinero, ¿no era eso suficiente? Pero Diarin parecía horrorizada.
—Aceptar dinero por hacer algo así es… es como cuando te arriesgas la vida en el campo de batalla solo por un plato de comida.
—¿?
Para Ceres, esto era un intercambio completamente consensuado, en el que ambas partes estaban satisfechas.
Podría considerarse un pequeño y simpático incidente propiciado por la atmósfera del festival.
Al principio, al verlo bailar con una mujer, Diarin solo pensó: ¡Ah, qué horror!
Luego, al verlo bailar con un hombre, se quedó pensando: ¿Qué estoy presenciando?
Pero cuanto más lo pensaba, más fría se volvía su mente.
Si Ceres, con su falta de conocimiento del mundo, entrara en la alta sociedad, ¿qué pasaría?
¿Lo dejarían en paz los nobles, sabiendo que no tenía apoyos y que era hermoso, bien formado y un poco ingenuo?
No, seguramente lo usarían como un juguete.
—Por ahora fue solo un baile. Pero si alguien te ofreciera más dinero, podrían pedirte cosas peores.
—Podría hacerlo.
—¡No, no debes hacerlo!
Al final, Diarin no pudo evitar levantar la voz.
¿Qué voy a hacer con este lindo e ingenuo cachorro?
Si alguien le ofreciera un caramelo, probablemente lo seguiría y les entregaría cuerpo, alma, huesos y todo.
—Ceres, aunque alguien te ofrezca dulces, ¡nunca debes seguirlos! ¿Entendido?
—Entendido.
Aunque recibió una respuesta afirmativa, Diarin no pudo dejar de preocuparse.
—…Tampoco carne.
—Sí.
Y tras pensar un poco más, añadió:
—…El dinero… piensa mucho antes, evalúa las condiciones.
—Sí.
—No, espera. Da igual cuánto te ofrezcan, no sigas a nadie.
Ella misma había sido tentada por ascensos y bonificaciones, pero Ceres no debía vivir de esa manera.
¡Como un noble, debía ser altivo!
¡El dinero no puede conmoverme! ¡Debe reírse de ello con desdén!
—¡Yo quiero que no te vendas!
—No me vendo.
—…Hacer cualquier cosa por dinero es venderte.
Ceres, quien usualmente aceptaba las palabras de Diarin sin cuestionarlas, mostró una expresión complicada.
—Entonces, ¿cómo consigo dinero?
—Mira, el dinero no debe provenir de tu cuerpo en sí, sino de cosas como tus habilidades, conocimientos o talentos.
Aunque bailar podría considerarse una habilidad, lo que la gente realmente había disfrutado era su apariencia.
Por lo tanto, no era muy diferente de venderse a sí mismo.
Era una línea sutil y difícil de explicar incluso para Diarin.
Ceres seguía luciendo confundido.
También necesita educación financiera…
Aunque probablemente no habría más ocasiones en las que Ceres usara su cuerpo para ganar dinero, debía al menos entender cómo funcionaba la economía, qué era aceptable vender y qué no.
De lo contrario, podría soltar frases alarmantes en una fiesta de la alta sociedad como: ¿Cuánto me pagarías por matar?
—Entonces, ¿este dinero es algo que no debería haber obtenido?
—…Sí. Si alguien más hubiera hecho esa propuesta primero, deberías haberte enfadado.
Esta vez, Ceres fue quien tomó la iniciativa, así que pudo pasar como un incidente divertido.
Si hubiera sido al revés, la situación habría cambiado.
Imagina que alguien se acercara a Ceres y le dijera: —¿Cuánto por un beso?—
En ese caso, Diarin habría intervenido y peleado sin dudarlo.
—Entendido.
Ceres asintió con seriedad.
La voz de Diarin era lo suficientemente firme como para transmitir la importancia del tema.
—Entonces, ¿debería tirar este dinero?
Si era dinero obtenido en circunstancias tan malas que requerían una reprimenda de Diarin, lo correcto parecía ser deshacerse de él.
—…No, espera.
Diarin sujetó el brazo de Ceres justo cuando él estaba a punto de tirar el dinero al suelo.
—El dinero es dinero.
Aunque las circunstancias fueran turbias, el valor del dinero no desaparecía.
No se tira el dinero.
¡Se gasta!
—El dinero que te hace sentir incómodo, gástalo rápido. Vamos a gastarlo.
—¿…? De acuerdo.
Ceres, que ya había recibido una larga reprimenda sobre cómo no ganar dinero, no entendía muy bien el cambio de actitud de Diarin respecto a gastarlo.
Sin embargo, si Diarin decía que lo gastaran, entonces lo harían.
—Ahora que tienes tu propio dinero, compra algo que desees.
Todavía quedaban muchas tiendas por recorrer.
Seguramente encontraría algo que realmente le gustara.
—Esto.
—…¿Hablas en serio?
Pero lo que Ceres eligió no fue otra cosa que algo para Diarin.
Esta vez era un pasador para el cabello.
—¡Bienvenido! Tiene buen ojo. ¿Es un regalo para la señorita que lo acompaña?
—Es para el cabello de Diarin.
—¡Tiene un cabello hermoso, y además combina perfectamente con el color! Seguro que le queda precioso. ¿Quiere probarlo?
—Ah, no, espera…
Diarin rápidamente giró a Ceres en dirección contraria a la tienda.
—Ceres, deja de escoger cosas para mí. Compra algo para ti, algo que quieras.
—Quiero eso.
—¿Pero me lo vas a dar a mí?
Ceres dudó.
—No lo daré.
—…¿Qué? ¿No lo vas a dar? Espera, ¿ni siquiera me lo vas a prestar?
—No es prestado.
—¿Entonces qué es?
—Es mío, pero lo pondré en tu cabello.
—…Eso es lo mismo que prestármelo.
Por mucho que intentara darle la vuelta, el significado seguía siendo el mismo.
¿Acaso este recién nacido que apenas sabe hablar intenta engañar a un adulto experimentado?
Diarin lo miró con una sonrisa desdeñosa, cortando cualquier intento de juego de palabras por parte de Ceres.
Pero Diarin había pasado algo por alto.
Ceres no estaba jugando con las palabras, sino que tenía un propósito mucho más profundo.
—Quiero a Diarin, llevando algo mío en su cabello.
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