⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
En ese momento, Diarin tuvo una revelación.
Aunque había sido arrastrada a la vida de sacerdotisa sin muchas opciones, en general, estaba satisfecha con esa vida.
Había cosas con las que no estaba del todo contenta, pero, ¿acaso alguien en el mundo está completamente satisfecho con su vida?
Para ella, esto era suficiente, y su vida era cómoda.
En ningún lugar la trataban con desprecio.
De hecho, las miradas que recibía eran cálidas y respetuosas, incluso más que las dirigidas a los nobles.
Además, poseía poder sagrado. ¿Qué combinación podría ser más perfecta que esta?
—Razón.
—¿Razón?
Diarin tenía confianza en la respuesta que había encontrado.
—Sí, no tengo ninguna razón para dejar de ser sacerdotisa. Me gusta serlo. Así que tendría que haber una razón irrefutable para que lo dejara.
—…
Ceres no podía prometerle a Diarin que encontraría una razón para que renunciara a su sacerdocio.
Eso no era algo que se encontrara, sino algo que se creaba.
Diarin, al ver que Ceres no tenía respuesta, dejó escapar una pequeña sonrisa triunfante.
De una forma u otra, había ganado.
Incluso en una pelea de jerarquías con un perro, ganar siempre se sentía bien.
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—Entonces, ¿por qué tocaban instrumentos esas personas en la calle?—
—Ah, eso. Son músicos callejeros. Escuchar música hace que la gente se sienta bien, ¿no?
—¿?
—…Por lo general, sí. Por ejemplo, antes, cuando bailaste al ritmo de la música. Hacer eso hace que la gente se anime.
—Hmm…
Cuando bailó con las personas que le dieron dinero, no sintió nada especial.
Pero cuando giró tomado de la mano de Diarin…
Cuando su mirada se encontró con la de ella y sus corazones parecieron sincronizarse…
Cuando sus pasos se movieron al unísono sin necesidad de contar en voz alta…
Una emoción inexplicable brotó de su pecho.
Se siente bien.
Así era como se sentía estar bien.
Ceres miró a Diarin.
Y, sin embargo, incluso sin bailar, estar con ella lo hacía sentir bien.
—Estar con Diarin me hace sentir bien.
Simplemente le gustaba estar con ella.
Eso era todo.
—…
Pero para Diarin, no era tan simple como eso.
¿Por qué le enseñé a hablar?
¿Debería dejar de leerle tantos libros?
No, tal vez elegí los libros equivocados.
¿O acaso le mostré el mundo de la manera incorrecta?
Una tormenta de arrepentimientos pasó por la mente de Diarin.
¿Qué es lo que estoy criando aquí?
Quería convertirlo en un joven caballero, pero… ¿por qué parece que se está volviendo un mujeriego?
¿Y ahora qué? ¿Se llevará a todas las mujeres del mundo, además de derrotar a sus enemigos?
Sacudiendo la cabeza, Diarin apresuró el paso.
Pronto dejaron atrás las bulliciosas calles del festival.
Decidieron caminar tranquilamente hasta la mansión, ya que ninguno de los dos tenía prisa.
Durante el trayecto, Ceres pudo experimentar muchas cosas nuevas, lo cual resultó ser algo positivo.
—¿Qué es eso?
—Agua para apagar incendios en las lámparas de la calle.
—¿Y eso otro?
—…¿Eso? No lo sé.
El mundo era amplio, y a veces incluso Diarin encontraba cosas desconocidas.
Acercándose a lo que Ceres había señalado, Diarin inspeccionó de cerca un pedazo de tela pegado a un muro, que parecía tener un mapa dibujado.
Revisó si había algo escrito, lo tocó, lo volteó… hasta que de repente lo entendió.
—¿Eh? ¡Ah, ya! Es eso.
En el templo, nunca había tenido razones para ver algo así, así que no lo sabía.
—Es una señal de un tejedor que indica dónde está su casa.
—¿?
—Es un anuncio. Si te gusta esta tela, puedes ir a la casa donde la hicieron.
—Ah…
No todas las personas en el mundo sabían leer o escribir.
Entre los plebeyos, muchos morían sin saber siquiera cómo escribir su propio nombre.
Diarin, en cambio, había nacido noble y había aprendido a leer por obligación, especialmente como sacerdotisa.
Eran mundos completamente distintos.
Aunque los sacerdotes vivían entre los demás, siempre existía una línea invisible que los separaba.
Incluso entre Ceres y Diarin, esa línea invisible estaba allí.
No importaba cuánto lo deseara Ceres, sus mundos no podían mezclarse.
—Si no anuncian de esta manera, nadie sabría quién hace las telas, y no podrían encargarles trabajo.
Diarin retiró la mano de la tela y continuó explicando.
—Un anuncio es para que la gente lo sepa.
—Entendido.
Ceres siempre cumplía lo que prometía.
Diarin, sintiéndose tranquila, continuó caminando hacia las calles cada vez más oscuras.
La mansión estaba en las afueras de la ciudad, casi en el campo.
Aunque había casas cercanas, estaba bastante aislada.
Naturalmente, era un lugar tranquilo, oscuro y desolado.
Si hubiera estado sola, ni siquiera se le habría ocurrido caminar por allí, pero con Ceres a su lado no tenía nada que temer.
Incluso si se encontraran con un ladrón, seguramente el ladrón terminaría preocupado por su propia seguridad.
Aunque, bueno, un asesino podría aparecer… ¿Debería haber sido más cautelosa?
No, eso sería demasiado paranoico.
No había forma de que alguien supiera que los dos habían salido sin ser vistos.
Además, los intentos de asesinato no eran tan frecuentes.
—Por cierto…
Ceres, que había estado caminando tranquilamente, volvió a lanzar una pregunta.
Cuando no sabía nada, era callado, pero ahora que había empezado a aprender, su curiosidad parecía interminable.
Pero Diarin era sacerdotisa.
Dar sermones, educar a las personas más necesitadas, todo se hacía a través de las palabras.
Responder las preguntas adorables de Ceres era algo que, en teoría, podía manejar con habilidad.
—Sí. ¿Qué otra cosa te da curiosidad?
—¿Qué es el amor?
—¡Cof, cof!
…No, no lo manejaba con habilidad.
Dios ciertamente era todopoderoso.
Cada vez que intentaba ser un poco arrogante, Él le recordaba su lugar con un golpe demoledor.
Diarin se llevó las manos a la cabeza, sintiendo un mareo repentino.
—Pues, eso… el amor…
…¿Qué podría decir?
¿Qué es el amor?
Tratar de explicar algo que ni siquiera ella comprendía le provocó un dolor de cabeza.
Ceres, con la mirada brillante de un niño pequeño en el jardín de infancia, la observaba atentamente, como si ella tuviera todas las respuestas.
No podía decirle a esos ojos inocentes: ¡Yo tampoco lo sé!
Esto era una cuestión de orgullo.
—El amor es, bueno…
Diarin aclaró su garganta, intentando ganar tiempo.
Imaginó que la pregunta no provenía de Ceres, sino de un niño pequeño en la escuela de teología para niños.
No era Ceres, alguien que siempre estaba aferrado a ella y obsesionado con su presencia.
Era un niño curioso, preguntando genuinamente qué era el amor.
—El amor es el sentimiento de aprecio que Dios tiene por todos nosotros. Es cálido, sereno y suave.
Oh… Fue una respuesta excelente.
Diarin incluso se sorprendió a sí misma con lo convincente que sonaba.
Esto era perfecto.
Nadie podría negar que eso era amor.
—…Mmm…
Sin embargo, para Ceres, esa explicación seguía siendo demasiado abstracta.
Tenía dificultades con conceptos especialmente ideales o intangibles, y esta vez no fue la excepción.
La explicación de Diarin estaba llena de palabras abstractas: ‘aprecio’, —cálido—, ‘sereno’, ‘suave’, ‘sentimiento’.
Para comprender una palabra, Ceres tenía que entender cinco más. Era un reto absurdo.
—Ese hombre le dijo a la mujer ‘te amo’. Entonces, ¿es una acción?
—Uh… tal vez sea… una acción del corazón.
—Entonces, ¿cómo se hace el amor?
—…No lo sé.
En este punto, Diarin tenía un único deseo desesperado:
Por favor, no preguntes cómo se hacen los bebés.
Casi podía llorar.
—¿Por qué no lo sabes?
Ceres parecía genuinamente confundido por el hecho de que Diarin no supiera algo.
Sin embargo, esta vez tendría que decepcionarlo.
—¡Porque nunca lo he experimentado!
—¿Por qué no lo has hecho?
—¿Crees que depende de mí hacerlo?
—Si haces algo, se puede lograr.
Esta lógica militar…
—Bueno, ¿por qué no pruebas ese amor militar tú mismo?
Diarin sintió una mezcla de frustración y ganas de gritarle: ¡Muy bien, ama ahora mismo, ya!
Pero si se lo decía a Ceres, probablemente encontraría la forma de hacerlo realidad.
—El amor es algo que no haces, sino que descubres sin darte cuenta.
—¿…?
—Es como cuando tu corazón empieza a latir fuerte sin que intentes hacerlo. Simplemente pasa.
—Ah.
Esta vez, Ceres asintió profundamente.
—…¿Lo has entendido? ¿De verdad lo comprendes?
—Sí.
—…¿En serio?
—Es como darse cuenta de un cambio de estado.
—Ah… uh… sí…
Bueno, técnicamente tenía razón…
Ceres probablemente se refería a algo como excitación, intoxicación o la percepción de una herida que antes no notabas…
Pero sí, el amor también podría considerarse un cambio de estado.
… ¿O no?
Dado que el amor no era algo visible, explicarlo solo complicaba más las cosas.
—Entonces, ¿cómo se percibe o se reconoce el amor?
Diarin rodó los ojos, buscando una respuesta en su mente.
—El amor es… hmm…
Nunca lo había experimentado, así que tuvo que reunir todas las expresiones que había escuchado alguna vez.
—Depende de cada persona, pero dicen que cuando ves a esa persona, tu corazón late rápido, te sonrojas, te sientes feliz al mirarla, quieres estar siempre con ella… y piensas que es la más hermosa del mundo. Algo así, creo.
Recopilando todo lo que recordaba haber oído, logró una descripción bastante convincente.
Sí, tal vez eso era el amor.
Mientras lo explicaba, podía imaginarlo: algo cálido, esponjoso y brillante.
—Lo entiendo.
Ceres asintió con determinación.
Ahora lo veía más claro.
El hombre que había propuesto matrimonio más temprano había gritado algo parecido:
( ¡Desde el momento en que te conocí, mi mundo entero fuiste tú! ¡Ahora quiero estar contigo para siempre! )
Si eso era amor, entonces Ceres también podía afirmarlo con seguridad:
—Creo que amo a Diarin.
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