⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Para Diarin, era la primera vez que entraba al Palacio Imperial.
Este lugar era sumamente exclusivo, accesible solo para un número muy reducido de personas.
Sin embargo, para aquellos que podían ingresar, también podía considerarse como un hogar.
Roben, vestido cómodamente con una camisa y pantalones, tocó la puerta del cuarto asignado a Diarin como si estuviera visitando a un vecino cercano.
—¿Le quedan bien las ropas?
—Ah, sí. Por suerte.
Diarin había cambiado su ropa gracias al conjunto que Roben le había conseguido.
Quería borrar de su mente lo antes posible la vergonzosa imagen de la mañana.
Algunas memorias embarazosas de la vida era mejor eliminarlas para siempre.
—Me alegra saberlo. Ahora podemos hablar cara a cara.
—…
Siempre y cuando nadie insistiera en recordarle aquel momento.
Diarin se contuvo de darle un golpe, aunque lo deseaba con todas sus fuerzas.
Al fin y al cabo, este hombre la había salvado en medio del caos, aunque solo hubiera hecho un recado.
Una vez lo dejaría pasar.
—Adelante.
Diarin invitó a Roben a la habitación que le habían asignado, aunque aún le resultaba extraño considerarlo ‘su’ cuarto.
—Con su permiso.
Roben hizo una leve reverencia antes de entrar.
Él mismo había escogido esa habitación para Diarin, revisándola con anterioridad, pero aún así volvió a inspeccionar meticulosamente por si había algún detalle que faltara.
Tras cruzar un pequeño vestíbulo, abrió la puerta que daba a la sala principal, la cual servía como sala de estar y recepción.
Sentados uno frente al otro en los sofás, ambos dejaron escapar un largo suspiro.
Todavía no habían logrado procesar todo lo que había ocurrido la noche anterior.
—…Primero que nada, gracias por sobrevivir.
Solo entonces Diarin sintió realmente que seguía con vida.
Había estado muy cerca de morir.
Incluso en un campo de batalla, con flechas volando sobre su cabeza, no había sentido tanto miedo.
Tragó con fuerza para contener las lágrimas que amenazaban con brotar.
—Agradecimientos… bueno, no solo se expresan con palabras.
Si al menos recibiera una compensación económica, el susto sería un poco más llevadero.
¿De verdad pensaban que un simple ‘gracias’ sería suficiente después de casi perder la vida? ¡Qué ingenuos!
—Ejem, ejem. Por supuesto.
Ante la mirada severa de Diarin, Roben desvió los ojos, fingiendo una tos seca.
El incidente había sido demasiado grande como para pasarlo por alto sin consecuencias.
Además, tanto Ceres como Diarin se habían convertido en personas realmente valiosas.
Y cuando algo es valioso, merece un trato acorde.
—Si logramos superar esta situación…
—No.
Con una sonrisa afilada, Diarin lo interrumpió con firmeza.
—No podemos vivir esperando que alguien muera para recibir gratitud. Hay que vestirse, comer, dormir… Es el ‘proceso’ lo que importa, ¿no cree?
—…Por supuesto. Se garantizará todo el apoyo necesario para el proceso, mucho más que antes.
—Yo solo agradezco seguir con vida.
—…Valoramos mucho su vida y aseguraremos que esa gratitud quede clara.
—El corazón, si no se expresa, no se comunica. Me alegra que lo comprenda.
Solo entonces Diarin cesó su cuestionamiento.
Ella había hecho un trabajo increíble y merecía tanto gratitud como compensaciones.
Y esas compensaciones ya estaban en camino.
… Entonces, ¿por qué sentía que la estaban extorsionando?
—Por cierto, si está tan agradecido de que sobreviviera, ¿qué pasó con los demás miembros de la división?
—…Aún estamos investigando, pero muchos murieron.
—…Oh…
—Algunos están inconscientes por graves heridas, y otros han perdido la razón por completo.
La situación era mucho más grave de lo que Diarin había imaginado.
Comparado con los demás, ella y Ceres habían salido casi ilesos por no estar en la residencia en ese momento.
El dolor en su hombro herido se intensificó al recordarlo.
—¿Y el resto del personal?
Tal vez alguien había vuelto a la residencia mientras ellos estaban fuera.
Aunque no eran relaciones profundas, había compartido techo con esas personas a diario. Había desarrollado un afecto que ahora dolía.
—No necesita preocuparse por ellos.
—¿Cómo dice?
—No es necesario que se ocupe de eso.
Los ojos de Roben se tornaron fríos.
Al principio, Diarin lo miró con desconcierto, pero luego su mirada también se endureció.
—…No me diga…
—No hay nada confirmado.
—Pero tampoco se puede confirmar su inocencia, ¿cierto?
—Correcto.
—…Hah.
La residencia, vacía salvo por ellos dos.
Los ruidos de los fuegos artificiales del festival.
Podría ser una coincidencia, pero no lo parecía.
—¿Y las otras residencias?
—Lo mismo. El personal desapareció y las residencias explotaron.
—¿Hubo víctimas?
—Excepto por los miembros de la Octava División y los sacerdotes, casi ninguna.
Los ojos de Diarin temblaron.
Eso significaba que…
—¿Todos los empleados recibieron sobornos para infiltrarse?
—No todos. Si los miembros de la Octava División o los sacerdotes resultaban heridos, el incidente se habría salido de control. Es probable que lo evitaran a propósito.
—…Vivíamos, comíamos y dormíamos juntos en la misma casa. ¿Cómo pudieron…?
El sentimiento de traición le revolvía el estómago.
Si desde el principio hubiera sospechado, no sentiría esta punzada de deslealtad.
Diarin realmente había bajado la guardia.
En situaciones como esta, podría considerarse una imprudencia.
—Lo siento mucho. Debería haber investigado mejor antes de contratarlos. En su momento, cuando se les evaluó, no había motivos para sospechar de ellos… Es muy probable que hayan sido sobornados más adelante.
Incluso Diarin, que había sido entrenada como sacerdotisa para renunciar a los deseos materiales, había aceptado la tarea atraída por la oportunidad de ascenso y dinero.
Si incluso alguien adoctrinado para rechazar la codicia caía en esas tentaciones, ¿qué se podía esperar de las personas comunes?
Sin embargo, no podía evitar sentir un sabor amargo ante la traición de aquellos con quienes había convivido diariamente.
—Entonces, aquí en el Palacio Imperial tampoco puedo confiar en nadie, ¿verdad?
—Por supuesto, aquí aún menos.
—Entiendo…
—Ahora, de los miembros de la Octava División, el único que puede ser conocido públicamente es Ceres. Para usted, sacerdotisa, esto será una carga inmensa. Pero ahora mismo, la única persona que puede protegerlo de cerca es usted.
La presión de esta realidad pesaba sobre los hombros de Diarin, dejándola sin aliento.
Pero aunque le costara respirar, debía hablar.
—Entonces… ¿los costos de protección…?
—…El triple…
—El quíntuple.
—…Cuatro veces… No, está bien. El quíntuple. Ah, claro, aceptado, el quíntuple.
—Que la gracia de los dioses le acompañe.
Ya no se trataba de dinero.
Si no lograban obtener apoyo del tercer príncipe, Roben tendría que cubrir los costos de su propio bolsillo.
—Confío en usted. No sé por qué, pero todo se descontroló desde que entramos al palacio.
—Ciertamente…
Roben lanzó una mirada hacia la habitación donde se encontraba Ceres.
Diarin también dirigió su mirada en esa dirección.
¿Será posible?
Ceres había colapsado casi en el mismo momento en que cruzaron las puertas del Palacio Imperial.
Aunque las heridas y el agotamiento físico habían influido, también parecía haber algo más profundo, un quebrantamiento emocional.
Había murmurado en un idioma incomprensible mientras escondía el rostro en el regazo de Diarin.
Era evidente que necesitaría empezar de cero para recuperarse, justo cuando había comenzado a estabilizarse.
—Haa…
—Haa…
Ambos dejaron escapar profundos suspiros, se miraron y, como si fuera un saludo, suspiraron de nuevo.
—¿Hay algo en su estancia en el palacio que le resulte incómodo? —preguntó Roben, intentando cambiar el tono de la conversación.
—No… Por ahora, no.
Apenas había tenido tiempo de asearse y cambiarse de ropa. Ni siquiera sabía qué tenía o qué le faltaba, así que no podía decir si había algo incómodo.
—Además de la confusión por haber sido traída aquí de repente…
No había habido tiempo para explicaciones detalladas durante el traslado.
Entrar directamente al Palacio Imperial había sido impactante por sí mismo.
Diarin había estado completamente aturdida al cruzar las puertas principales, y más aún considerando cómo iba vestida en ese momento.
Si Ceres no hubiera colapsado primero, probablemente ella habría sido la primera en desmayarse.
—La señora Charlotte fue quien ordenó personalmente que la trajeran aquí al palacio.
—Es un gesto muy amable.
—Todo fue gracias a su arduo trabajo, sacerdotisa.
No podía hacer otra cosa que sonreír con resignación ante aquellas palabras.
Incluso la vida de Diarin pendía de un hilo ahora.
Viviendo en el Palacio Imperial, no tenía más lugares a donde retirarse.
Charlotte era su única salvación y escudo protector.
Mientras Charlotte desee el debut social de los miembros de la Octava División.
Si en algún momento esa necesidad desapareciera, no habría garantía de seguridad futura.
—¿Viviremos aquí en el palacio de forma permanente?
—Sí. Este lugar forma parte de las residencias asignadas a los nobles asociados con el tercer príncipe. Mientras no salga de su habitación, no tendrá que interactuar con otros residentes, así que siéntase tranquila.
En el Palacio Imperial de Racklion, no solo vivían los miembros de la realeza, sino también nobles selectos que mantenían una relación cercana con ellos.
Residir en el palacio como noble era un honor máximo y una señal de reconocimiento como parte de una familia distinguida.
Si a Diarin, como ‘la joven del Baronet’, le hubieran ofrecido esta oportunidad, habría llorado de alegría.
El Palacio Imperial era un sueño inalcanzable para alguien cuya vida ni siquiera aspiraba a una mansión noble.
Diarin observó la sala de estar que compartía con el recibidor.
A pesar de ser solo una habitación del palacio, irradiaba una majestuosa elegancia.
En otras circunstancias, habría caminado por allí inclinándose ante cada puerta.
Pero ahora solo podía pensar en ello como un alojamiento más pequeño, lleno de inconvenientes y miradas curiosas.
—Por lo general, vivir en el Palacio Imperial implica pagar un costo de residencia al propietario del lugar, pero no es algo que deba preocuparse.
—¿…Es de pago?
Diarin, desconcertada, descubría un aspecto del palacio que desconocía por completo.
Por suerte, ella no tendría que cubrir ese costo, pero… ¿cómo podía ser que la rica familia imperial cobrara renta por las habitaciones?
La expresión de Roben, en cambio, mostraba que consideraba obvio lo que decía.
—Por supuesto. Es una habitación en el Palacio Imperial. Si sumamos el costo de la renta, la comida, los salarios de las sirvientas y los regalos diarios al dueño del palacio, es un gasto exorbitante.
—¿Re-regalos? ¿Hasta ese punto?
El mundo que describía Roben era completamente diferente al que Diarin conocía.
De repente, sentía que había sido raptada a un universo desconocido.
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