⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Sin saber lo que pasaba por la cabeza de Diarin, Roben aprovechó la ocasión para presumir de su condición como noble residente en el Palacio Imperial.
—¡Por supuesto! ¿Quién dejaría pasar la oportunidad de adular un poco cuando se presenta?
El Imperio Racklion tiene una larga historia.
Con el tiempo, esto ha llevado a un aumento en el número de nobles y una mayor subdivisión de los territorios.
Muchos nobles han optado por dedicarse más a sus propios negocios que a la gestión de sus tierras.
¿Y qué se necesita para tener éxito en los negocios?
Contactos e influencia.
¿Existe una red de contactos e influencia mayor que la de la familia imperial? No, no existe.
Fin de la explicación.
Todo el mundo soñaba con vivir en el Palacio Imperial.
Por supuesto, se requería que el linaje tuviera honor, riqueza y prestigio, pero el mayor obstáculo era obtener la aprobación de la familia imperial, ganándose su favor.
Por eso, aunque hay muchas habitaciones en el palacio, no todas están ocupadas.
No se trataba de un simple ‘llega primero, ocupa primero’.
Obtener una habitación en el Palacio Imperial equivalía a un reconocimiento de que tu familia era extraordinaria.
Con la oportunidad de presumir, los hombros de Roben se alzaron tanto que parecían querer tocar sus orejas.
—Las habitaciones en el Palacio del Emperador solo están reservadas para familias distinguidas que se remontan a los ancestros fundadores, pero, al menos en los palacios del segundo y tercer príncipe, es posible entrar con un poco de esfuerzo. Por eso la competencia es aún mayor.
—Ah, ¿entonces los palacios están divididos?
—Así es. Cada palacio tiene sus propias habitaciones asignadas a los nobles.
De esta manera, se formaban distintas facciones.
Compartiendo el mismo palacio, era inevitable fortalecer relaciones al verse constantemente, charlar y compartir comidas.
—¿Y el Palacio del Primer Príncipe?
En Racklion, también hubo un primer príncipe.
Aunque tanto él como la primera Emperatriz, Olivia, habían fallecido, al menos debería quedar su palacio, ¿verdad?
Era un pensamiento casual que surgió al notar la ausencia de menciones al Palacio del Primer Príncipe mientras se hablaba de los del segundo y tercer príncipe.
—El Palacio del Primer Príncipe está cerrado.
—¿Cerrado? ¿Ni siquiera se usa para otra cosa?
—Es una orden del Emperador.
Habrá alguna historia detrás, pensó Diarin, pero la actitud de Roben dejó claro que no hablaría más al respecto, por lo que decidió no insistir.
Sin embargo, pensó que un edificio cerrado y deshabitado podría ser el escondite perfecto.
—Si no se está utilizando, ¿podríamos Ceres y yo quedarnos allí?
Por un momento, Roben pareció considerar la idea, pero finalmente negó con la cabeza.
—Nadie puede entrar allí.
—¿Y si nos colamos…?
—¿Y cómo planea alimentarse?
—Bueno, si Ceres atrapa algo de comida…
—Ese pensamiento suena peligrosamente similar al de un miembro de la Octava División.
¿No se suponía que debía convertir al joven maestro en un ‘perro rabioso’? ¿Ahora resulta que usted misma se está convirtiendo en uno?
El reproche de Roben hizo que Diarin cerrara la boca, incómoda.
—Es solo que, estando en un palacio tan lleno de gente, me preocupa un poco… por eso lo decía.
—Aun así, no parece un problema inmediato, ¿verdad?
¿No se había enterado de que incluso habían disfrutado de un festival la noche anterior?
Si podían manejarse bien en un lugar lleno de gente, adaptarse al palacio no debería ser tan difícil.
Aunque ahora pareciera inestable, Roben confiaba en Diarin.
Y aunque podría sonar como si estuviera delegando responsabilidades, su confianza era genuina.
—¡Yo creo en usted, sacerdotisa!
—¿De verdad cree en mí?
—¡Sí, creo!
—¡Pues no crea!
Diarin desechó la confianza de Roben de inmediato.
No había tardado más que unas pocas horas en darse cuenta de que el palacio era un entorno completamente diferente a cualquier otra experiencia previa.
En la mansión, las personas que conocieron a Ceres y Diarin mostraron un mínimo de respeto hacia el ‘joven maestro’ y la ‘sacerdotisa’.
Aunque algunas relaciones se tensaron en el camino, en general, fueron obedientes.
Sin embargo, los sirvientes y doncellas del Palacio Imperial eran diferentes por naturaleza.
Los ayudantes que le entregaron la ropa, el agua para beber y hasta el personal médico que atendió las heridas de Ceres mantenían una actitud fría y altiva.
Era como si llevaran escrito en la cara:
No sé cómo llegaste aquí, pero no creas que recibirás un trato especial solo porque venías bien afuera.
¿Podría Ceres, en un ambiente tan hostil, recuperar su espíritu y convertirse nuevamente en un joven maestro?
Había hecho tanto esfuerzo para salvarlo. No podía permitir que se quebrara ahora.
—¡Ahhhhhh!
—¡Ceres!
De repente, un grito resonó desde la habitación de Ceres.
Diarin se levantó de golpe y corrió hacia la puerta.
Justo cuando abrió la puerta, Ceres salió corriendo hacia ella como si fuera a derribarla.
—¡Ahhh!
El impacto hizo que Diarin volara como si hubiera sido embestida por un toro.
Antes de que pudiera aterrizar, Ceres la atrapó con fuerza y se deslizó por el suelo, amortiguando la caída.
—¡Huff, huff! Di…a…
—Estoy aquí, estoy aquí. Todo está bien. Shh…
Tumbado en el suelo, abrazando a Diarin, el cuerpo de Ceres temblaba violentamente.
La ropa que con tanto esfuerzo le habían puesto ya estaba completamente empapada de sudor.
Diarin se dejó caer hacia atrás, apoyando su cabeza contra el suelo, mientras acariciaba suavemente la espalda de Ceres.
No tenía energía para usar su poder divino, así que apenas movió la muñeca para calmarlo.
Aun así, funcionó.
—Diarin… Huff, Diarin…
—Sí, sí. Está bien, cariño. Todo está bien…
Como una abuela arrullando a su nieto, repitió ‘todo está bien’ una y otra vez, como si fuera una canción de cuna interminable.
Cuando llegó al equivalente de 100 versos, el cuerpo tembloroso de Ceres finalmente se calmó.
Pero esa paz no duró mucho.
Diarin ya había repetido esta rutina tres veces: una al intentar quitarse la ropa, otra al atarse el lazo y una más al ponerse los zapatos.
¿No era esto ya prácticamente un trabajo profesional?
Diarin sintió un extraño orgullo profesional crecer en su interior.
—Bien, ¿vamos a levantarnos?
—Ugh…
—Eso es, levántate. Muy bien, mi cachorro. Como un verdadero joven maestro, ¡levántate y siéntate de un salto!
Aunque el ‘joven maestro’ no se levantó de manera tan elegante, Ceres obedeció las palabras de Diarin.
Aprovechando que Ceres se sentaba en el suelo, Diarin rápidamente se levantó.
Si no se levantaba en ese momento…
—¡Ughhh!
Esto sucedería.
Podría terminar siendo abrazada de golpe y otra vez tendida en el suelo.
Sin embargo, al haber anticipado este movimiento, Diarin ya estaba de pie y con el peso bien distribuido, lo que le permitió mantenerse firme.
Con Ceres colgado de su cintura, comenzó a buscar un lugar donde acostarlo.
El sofá estaba más cerca que la cama.
—Vamos al sofá, al sofá. Puedes abrazarme todo lo que quieras allí.
—Diarin… Diarin…
—Sí, aquí estoy, aquí estoy.
Finalmente, Diarin logró llevar a Ceres hasta el sofá.
Incluso sentado allí, Ceres seguía aferrado a su cintura, con la cara enterrada en su abdomen, comportándose como un niño de tres años.
Los perros no se aferran así a las personas, así que, ¿esto era una mejora?
Por un momento, Diarin reflexionó sobre el proceso de convertir a Ceres en un joven maestro nuevamente.
Sin embargo, rápidamente abandonó sus pensamientos, ya que no servirían de mucho.
—Ah, un momento, necesito ocuparme de algo.
Diarin dedicó una sonrisa cansada, propia de un trabajador agotado, a Roben, quien estaba pegado a la pared con el rostro pálido.
Roben parecía una persona cuyo mayor sueño era convertirse en papel tapiz, inmóvil y paralizado.
—¿E-Está seguro que todo está bien?
—Probablemente.
—¿P-Probablemente?
—Mientras nadie lo moleste… tal vez…
Diarin nunca había sido un ‘perro rabioso’, así que no podía estar completamente segura.
Encogiéndose de hombros de manera despreocupada, no pudo evitar notar con cierto placer cómo el rostro de Roben se ponía aún más pálido.
Si no fuera por la responsabilidad de convertir a Ceres en un joven maestro, casi podría disfrutar llevando a Ceres de esta manera.
—¿Va a quedarse ahí parado todo el tiempo?
—¿Está seguro de que está bien?
—…Probablemente.
Diarin sonrió ampliamente, divirtiéndose al provocarlo.
Aunque lo molestaban, Roben no pudo ni siquiera devolverle una sonrisa. Caminando de manera insegura, como un cangrejo, se acercó a ellos.
El último recurso para controlar a Ceres, el silbato, había quedado destruido junto con la mansión. Ahora, lo único en lo que podía confiar era en Diarin.
Roben se sentó cuidadosamente en el borde del sofá, apenas apoyando el coxis. Sus piernas estaban juntas y sus manos recogidas en el regazo, mostrando una postura extremadamente contenida.
—¿En qué parte de la conversación nos quedamos? Ah, en el Palacio del Primer Príncipe.
Diarin dio unas suaves palmaditas en la espalda de Ceres, como si sugiriera que tal vez era mejor mantenerlo aislado en un lugar tranquilo.
Ceres gruñía suavemente, como si estuviera añadiendo música de fondo.
—Verá, realmente me gustaría ayudar con eso, pero el Palacio del Primer Príncipe fue cerrado directamente por orden del Emperador. Es un lugar al que no tengo acceso. Si alguien lo encontrara viviendo allí, podría ser un problema muy serio.
—Ah, ya veo. En ese caso, no se puede hacer nada.
Si era tan complicado, no tenía sentido insistir.
Este era el Palacio Imperial, un lugar donde hasta la más mínima ofensa podía llevar a la ejecución bajo falsas acusaciones.
Aunque no sabía si era cierto, esa era la reputación que tenía el palacio entre quienes vivían fuera de sus muros.
Si el Emperador mismo había tomado medidas para cerrar el lugar, Diarin no tenía más opción que aceptar.
¿Por qué habría llegado a cerrarlo?
La curiosidad comenzó a surgir en su mente, pero rápidamente la apartó.
Seguramente sería información peligrosa.
En lugar de buscar detalles que solo pondrían en riesgo su vida, era mejor enfocarse en asegurarse de estar a salvo.
—¿Este lugar es seguro, verdad?
Tal vez porque ya había enfrentado una experiencia cercana a la muerte, proteger su vida se había convertido en su prioridad.
—Sí, por supuesto. Es más seguro que la mansión… o quizá no.
—…¿Perdón?
Un momento, espera.
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