⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—El Palacio Imperial puede ser peligroso, pero también es igual de seguro.
—¿Qué?
Por lo visto, el comentario de Roben no tenía mucho sentido, así que solo podían ser dos cosas:
O ella no estaba en condiciones normales, o Roben no estaba hablando como una persona normal.
—Ah, me faltó explicarlo mejor. Es decir… dentro del Palacio Imperial, los nobles no pueden tener guardias privados, salvo los miembros de la familia imperial, lo que deja una pequeña… una pequeñísima brecha en la seguridad.
—¿Una pequeñísima brecha? ¿Dónde y cómo exactamente?
Las puertas y murallas del Palacio Imperial son tan altas y robustas que no se tambalearían incluso si algún enemigo intentara invadir.
No hay asesinos capaces de atravesar esas puertas.
Sin embargo, si alguien dentro del Palacio Imperial se convirtiera en un asesino, no habría manera de detenerlo.
Y matar no siempre implica usar espadas o arcos.
Podrían estrangularte, envenenarte o empujarte a un estanque si fuera necesario.
—Por eso, es una advertencia para que estés alerta y lo manejes adecuadamente… más o menos.
—Ah, ya veo… Normalmente no sería algo que preocupe demasiado, ¿verdad?
—Sí, normalmente no.
Para la mayoría de las personas, no es algo de qué preocuparse.
No hay tantas ocasiones en la vida en las que provoques a alguien al punto de ser asesinado.
Incluso si se tratara de un asesinato político, nadie se atrevería a hacer algo tan escandaloso dentro del Palacio Imperial.
Sin embargo, Diarin y Ceres ya estaban muy lejos de lo que se consideraba ‘normal’.
—… ¿Crees que Ceres sea normal?
—… No, definitivamente no.
Con el comportamiento actual de Ceres, podía apostar 10 monedas de oro a que alguien, tarde o temprano, intentaría asesinarlo lleno de rabia.
—Podrían simplemente habernos mudado a otra mansión o habernos exiliado a alguna aldea remota…
—Fue decisión de Lady Charlotte traerlos al Palacio Imperial.
—… Ah.
De alguna manera, tenía la sensación de que así sería desde la primera vez que los vio.
Había llegado el momento de confirmar aquellas preguntas que no se atrevió a hacer antes, temerosa de ser eliminada después de que el proyecto terminara.
De cualquier forma, ahora estaba atrapada, ya no podía escapar.
Lo que significaba que aprender tanto como pudiera podría ser su única esperanza de sobrevivir.
—Entonces, ¿fue Lady Charlotte quien diseñó este proyecto?
—También fue deseo de Su Alteza el Tercer Príncipe.
Roben respondió sin rodeos.
—Y lo de enviar asesinos y eliminar a los miembros de la Octava División…
—… No es obvio.
Roben intentó evitar el tema con una sonrisa ligera.
Diarin ya sabía que el Segundo Príncipe intentaba contener al Tercer Príncipe, y que el Tercer Príncipe planeaba derrocar al Segundo.
Sin embargo, no iba a dejarlo pasar tan fácilmente.
Cuanto más ambiguo era el tema, más necesario era investigarlo a fondo.
—No es obvio, por eso lo pregunto. Dependiendo de si es Su Majestad el Emperador o Su Alteza el Segundo Príncipe, nuestras respuestas podrían cambiar.
—Hmm…
Roben apretó los labios y entrelazó sus dedos. Sus manos cruzadas se posaron sobre su rodilla, luego abrazaron su pierna, después tocaron su barbilla; no podían quedarse quietas.
Diarin permaneció inmóvil, imperturbable ante sus movimientos inquietos.
No puedo compadecerte; estoy demasiado ocupada sintiendo lástima por mí misma.
—Ah, vaya. Solo tienes que responder si es Su Majestad el Emperador o Su Alteza el Segundo Príncipe, pero lo alargas demasiado. Sea quien sea, estoy condenada de todas formas.
Diarin prácticamente se había transformado en una matona de barrio.
La elegancia y la sofisticación del sacerdote habían desaparecido junto con la mansión.
—Si comparto eso, ¿no sería un suicidio colectivo?
—¿Decirlo te mataría?
—Podría matarme. Es diferente deducir algo por cuenta propia que saberlo porque ‘alguien me lo dijo’.
Roben miró a Diarin con ojos llenos de tristeza y frustración.
—Yo también… soy solo un noble más. En realidad, me convertí en estratega porque pensé que, ya que nací con una buena cabeza, podría usarla para acumular méritos… tal vez incluso para convertirme en Marqués algún día…
—Ah, ya veo…
La respuesta de Diarin carecía de entusiasmo o sinceridad, pero Roben continuó con su tono lloroso, al borde del llanto.
—Sí… En cierto sentido, también soy una gran víctima. No entiendo por qué mi vida se enredó tanto… Honestamente, ni siquiera soy el responsable principal. La responsabilidad debería recaer en alguien de rango general, ¿no?
—Vaya, ¿y qué hace el general?
—El general está del lado del Segundo Príncipe…
—Ah, así que es del Segundo Príncipe.
—…
Cuando cerró la boca, ya era demasiado tarde; los labios de Diarin se curvaban en una sonrisa.
El rostro lloroso de Roben se endureció por completo.
—¿Yo dije algo?
—Dijiste que el general está del lado del Segundo Príncipe.
—Ah, jaja, claro. Bueno, eso es algo que todos saben.
Roben sudaba tratando desesperadamente de salir del apuro.
Pero Diarin, como un dios omnisciente, sonrió con compasión, bloqueándole cualquier salida.
—Roben, estás del lado del Tercer Príncipe y, por eso, te tocó sufrir todo esto, ¿verdad?
—… Yo no dije exactamente que estuviera del lado del Tercer Príncipe… aunque sí estoy sufriendo.
—Ah, entonces estás con el Tercer Príncipe por ahora, pero en cuanto las cosas se pongan feas, planeas traicionarlo, ¿no?
Roben simplemente cerró la boca.
Sentía que cualquier palabra que dijera lo perjudicaría más.
No era alguien que viviera con un sentido del deber o por los designios divinos.
Simplemente era un joven Conde, alguien que disfrutaba llenando su estómago y llevaba una vida común y corriente.
Roben también estaba siendo arrastrado a esta situación sin quererlo.
Y lo mismo le ocurría a Ceres.
—¿Qué clase de persona es Su Alteza el Segundo Príncipe?
Diarin recordó el rostro del Segundo Príncipe, que había visto brevemente durante el desfile.
Fue apenas ayer.
Aquel ser que parecía una figura celestial a la distancia ahora respiraba dentro de los mismos muros del Palacio Imperial.
Era una sensación extraña.
Ella seguía siendo la misma Diarin de siempre, pero el mundo en el que vivía había cambiado drásticamente en un instante.
Todo estaba sucediendo tan rápido que apenas podía seguirlo con la vista.
Sin embargo, aunque fuera lentamente, tenía que entenderlo.
No estaba aquí solo para tocar la superficie de este mundo y luego huir. Si quería preparar a Ceres para nadar en estas aguas, ella también debía aprender a nadar.
—Su Alteza el Segundo Príncipe es…
Roben se tomó su tiempo, buscando las palabras adecuadas.
—Es decir…
—Dilo de forma sencilla.
—Es un… ¡idiota, uf! No, no, eso no quise decir.
—… Ah…
Diarin rió suavemente.
Así que es un idiota, pensó.
Si esto llegara a oídos del Segundo Príncipe, seguramente las cosas se pondrían muy feas.
Pero Diarin no lo dijo en voz alta.
—Ja, ja, ja…
Sin embargo, esa risa contenía todas las amenazas necesarias.
Roben cerró los ojos con fuerza.
Otra vez estaba siendo arrastrado.
Al parecer, los sacerdotes eran peores que las personas comunes.
¿Compasión y amor? ¡Nada de eso! Solo explotación y amenazas.
—Ya que ha mostrado todas sus cartas, ¿por qué no habla claramente?
—… Muy bien…
El Palacio Imperial tiene pocos asesinos, pero muchas orejas.
Las palabras susurradas se expanden como rumores.
Generalmente, la gente ignora esas habladurías, pero hay una persona que no lo hace.
El Segundo Príncipe, Endin.
—¿Sabes que Su Alteza el Segundo Príncipe está haciendo todo lo posible para obtener el título de príncipe heredero, verdad?
—Sí, por eso fue al campo de batalla, ¿no?
Aunque nunca lo vio realmente en el frente de batalla.
Al parecer, había levantado una especie de fortaleza lejos del campo de guerra, donde acampó durante unos diez días antes de regresar a la capital.
Ah, pero cuando las tropas del Segundo Príncipe entraron en combate, él sí gritó ‘¡Adelante!’ una vez desde el frente.
Y al final, cuando el rey de Sorben se rindió, apareció para darle una bofetada.
—Si lo piensas bien, no sufrió nada, pero se quedó con todo el mérito.
—Exactamente. Hace que otros pasen las penurias y él se lleva los logros. Si eso es lo que se oye entre gente como nosotros, imagina cuántas cosas peores habrá hecho que no llegamos a escuchar.
—Ah…
Todo estaba claro.
Un príncipe desesperado por el título de heredero, criado con la creencia de que ese puesto era suyo por derecho.
Pero entonces apareció el Tercer Príncipe, comenzando a ganar poder.
El Emperador, por su parte, seguía retrasando la proclamación del heredero, dejando a todos en suspenso.
Nervios, ambición descontrolada.
—No debe ver nada más que su objetivo.
—Eso es exactamente. No ve a las personas como personas.
—¿Aun así, tiene gente a su alrededor?
—Es el candidato más fuerte para ser el príncipe heredero.
Diarin ladeó la cabeza y miró a Roben con curiosidad.
—Si es un candidato tan fuerte, ¿por qué estás sufriendo al lado del Tercer Príncipe?
—Porque Su Alteza el Tercer Príncipe paga de manera más justa por el trabajo.
—¡Ah! Eso tiene sentido.
Diarin lo comprendió de inmediato.
En ese caso, no había mucho que reprochar.
—En realidad, como noble, tenía que apoyar a alguno de los dos lados. Pero, al menos, no quería vivir haciendo cosas que van contra la dignidad humana.
—¿Cosas que van contra la dignidad humana?
Roben la miró directamente, con una sonrisa amarga.
—Como crear algo como la Octava División.
—¡…!
Finalmente, había salido el tema.
El origen de toda esta situación.
Diarin, después de escuchar el secreto detrás de todo… se tapó los oídos.
—¿Qué dijiste? No te escuché.
—La Octava División fue creada por Su Alteza el Segundo Príncipe…
—¿Qué? No escucho a los cobardes.
—La Octava División fue creada por Su Alteza el Segundo Príncipe…
—No se escucho nada…
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