⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
No era por sed.
Era por nerviosismo que Diarin tragó saliva seca.
Sin embargo, con la fiebre, su boca estaba tan seca que ni siquiera había saliva suficiente para tragar.
Un poco de saliva acumulada descendió por su garganta, pero terminó atragantándose.
—¡Ack! ¡Cof, cof!
Ceres, que la miraba fijamente mientras ella se doblaba por la cintura para toser, le frotó suavemente la espalda.
Aunque frotar la espalda no parecía ayudar mucho con la tos, sorprendentemente, el ataque de tos comenzó a disminuir.
Incluso su corazón, que había estado palpitando por el susto, empezó a calmarse.
Y aunque no sabía si el escalofrío podía detenerse debido al miedo, parecía que hasta los temblores se habían detenido.
—Si permaneces así, te mejorarás.
Ceres la abrazó más fuerte, acercándola por completo a su cuerpo.
El cuerpo de Diarin quedó completamente pegado al de él.
La escena era exactamente como aquella mañana en que despertó y lo vio al lado.
Sin embargo, ahora las cosas estaban un poco mejor que aquella vez.
Ambos estaban vestidos, por lo que al menos no había una alarma mental resonando en su cabeza.
Diarin tensó el cuerpo al principio, pero luego cedió y se relajó.
El abrazo de Ceres era cálido y reconfortante, como una manta para la espalda.
—…Supongo.
Realmente parecía que empezaba a sentirse mejor.
Diarin hundió su rostro en el pecho de Ceres sin decir más.
Aunque ya había dejado de toser, la mano de Ceres seguía acariciándole la espalda, sin detenerse.
Era similar a lo que ella misma solía hacer para calmarlo.
—¿Estás imitándome?
—Esto ayuda a que te sientas mejor.
Verlo imitar lo que hacía era encantador de alguna manera.
Además, confirmarle que sus gestos habían sido útiles para él hacía que se sintiera bien.
—Parece que nuestras posiciones siempre se invierten…
Diarin se quedaba cerca de Ceres para ayudarlo, pero últimamente parecía que era ella quien terminaba recibiendo la ayuda.
No debería ser así.
Aunque lo pensara, en ese momento no podía apartar la comodidad que sentía al estar en sus brazos.
Las personas son complicadas.
A pesar de entender sus deberes y responsabilidades, terminan cediendo a lo que más les conviene.
—Ugh…
Aun estando abrazada por Ceres, los escalofríos no desaparecían del todo.
Cada vez que temblaba, Ceres la abrazaba más fuerte, resistiendo junto a ella.
Era extraño.
Aunque la fiebre no era algo que otra persona pudiera curar, el simple hecho de que Ceres la abrazara con fuerza hacía que fuera un poco más soportable.
Hace mucho tiempo que no me sentía tan enferma.
Diarin rara vez se enfermaba, pero eso no significaba que nunca lo hubiera hecho.
Recordaba tres ocasiones en las que había estado realmente enferma: a los doce años, en casa; a los veinte, en el templo; y luego, en el frente de batalla.
Cuando estuvo enferma en casa, coincidió con el día en que toda su familia fue invitada a una fiesta en otra casa.
Aunque Diarin pudo haber ido, no tenía vestido ni forma de evitar el desprecio de los demás, pero quería ver cómo era una fiesta.
¿Una enferma en una fiesta? Ni pensarlo.
Le habían rechazado fríamente cuando insistió en ir a pesar de estar enferma.
Mirándolo en retrospectiva, llevar a alguien enfermo a una fiesta habría sido un problema.
Pero tampoco había nadie que pudiera quedarse con ella.
Su padre y su hermano no eran del tipo que cuidaban a los enfermos.
Y su madre priorizaba atender a los dos hombres en la fiesta.
Esa noche, sola en casa, Diarin luchó contra una fiebre alta, llorando desconsoladamente.
Ese día lloré mucho.
Probablemente porque era la primera vez que estaba tan enferma.
No sabía por qué se sentía tan triste, pero simplemente no podía dejar de llorar.
Normalmente, deseaba estar sola, pero esa noche comprendió lo que era sentirse sola.
La siguiente vez fue en el templo.
En esa ocasión, ni siquiera sabía que tenía que decirle a alguien que estaba enferma.
Aunque con su madre al menos podía mencionar que no se sentía bien, en el templo todo eran extraños.
Esa vez, enfermó en silencio durante la noche hasta que se desmayó.
No fue hasta el día siguiente, cuando no apareció, que un sacerdote vino a buscarla y se dio cuenta de su condición.
Después de recibir tratamiento tardío, apenas sobrevivió.
( Es deber de un sacerdote cuidar de su cuerpo para cumplir con la voluntad divina. )
Fue la primera vez que escuchó que estar enfermo podía considerarse una falta.
Aunque le pareció impactante, aceptó que, como sacerdote, debía cumplir con sus responsabilidades.
La ingenua Diarin reflexionó profundamente y decidió no volver a enfermar.
La última vez que estuvo gravemente enferma fue en el frente de batalla, debido al exceso de trabajo.
Esa vez, simplemente huyó y se escondió.
¿Por qué no? Si cuidar su cuerpo también era parte de la voluntad divina, no sentía culpa alguna.
Aunque dejó a otros lidiando con su ausencia por un día, respondió sin titubear:
( He cumplido con la voluntad divina al cuidar de mi cuerpo. )
Era algo que ellos mismos habían dicho, ¿qué podían objetar?
Fue entonces cuando aprendió que ser descarada te protege de las críticas.
Ya no se sentía triste por estar enferma y sola.
En cambio, se preguntaba por qué su cuerpo tenía que enfermarse justo en el peor momento.
…Aunque esto es agradable.
Nunca había tenido a alguien que la cuidara mientras estaba enferma, así que no sabía lo bien que podía sentirse.
Pero ahora que lo experimentaba, le gustaba.
Las extremidades de Ceres, que la envolvían como cuerdas, aseguraban que su alma debilitada por la fiebre no se alejara.
Era más reconfortante que sofocante.
A mí también me gusta.
…Eso no debería ser así.
No era bueno que Ceres la apreciara demasiado.
Como un polluelo que debe dejar a su madre para convertirse en un ave adulta, Ceres también debía valerse por sí mismo.
¿Cuándo terminaré de criarlo?
Diarin suspiró mientras murmuraba y abrazaba la espalda de Ceres.
Antes de dejarlo ir, le daría todo lo que pudiera.
Separar sus sentimientos sería algo para después.
Al abrazar a Ceres, podía escuchar los latidos de su corazón.
Thump… Thump… Thump… Thump…
¿El mundo que escucha Ceres siempre está lleno de este sonido de latidos?
Aunque la noche en el palacio imperial era tranquila, no estaba completamente en silencio.
De vez en cuando, se escuchaban risas, conversaciones, el tintineo de platos y otros sonidos que pasaban de manera fugaz.
Tal vez porque había pasado demasiado tiempo en un lugar completamente silencioso, el palacio imperial se sentía un poco ruidoso.
—Seguramente para ti, Ceres, esos sonidos se escuchan tan fuerte como los latidos de mi corazón, ¿verdad?
—…Sí.
—¿Te molesta?
—Me molesta.
—¿Por eso te desmayaste? Aunque en el festival era aún más ruidoso, y entonces estabas bien.
En términos de ruido, el festival había sido mucho más intenso.
En aquel entonces, las calles estaban llenas de gritos de personas, mezclados con el sonido de instrumentos, el traqueteo de los carros y el aroma de la comida que llenaba las calles por la noche.
Comparado con eso, ahora todo era más lejano y tenue.
—…No lo sé. Solo…
—¿Solo?
—…Ugh.
De repente, Ceres encorvó su cuerpo y comenzó a temblar, sus manos sacudían visiblemente.
El ritmo constante de sus latidos se aceleró.
Parecía que algo había sido perturbado con solo traer esos pensamientos a la mente.
—No importa, ya, no pienses en eso. Está bien.
—Ugh…
—Tranquilo, Ceres. No pienses en ello, mejor escucha.
Con urgencia, Diarin sacudió ligeramente los hombros de Ceres.
En ese instante, gotas de sudor frío comenzaron a formarse en la frente de Ceres, empapándolo rápidamente.
A través de las gotas de sudor que corrían por su rostro, Ceres abrió los ojos de manera borrosa.
—…Di… arin…
—Sí, sí, estoy aquí.
Para asegurarse de que Ceres sintiera su presencia, Diarin pegó su cuerpo al pecho de él.
El sonido de los latidos pasó de un pecho al otro.
Los latidos de Diarin también se aceleraron por la tensión.
Ella cerró la boca y escuchó en silencio los latidos de ambos.
Los latidos, que al principio estaban desordenados, poco a poco comenzaron a sincronizarse.
Qué extraño.
Cuando se escuchan mutuamente, los latidos del corazón tienden a alinearse de manera curiosa.
Los latidos frenéticos de ambos empezaron a unirse y luego a disminuir su ritmo.
Diarin, que había cerrado los ojos para concentrarse, los abrió y miró a Ceres.
Ceres la miraba fijamente.
El sudor en su frente ya se había enfriado.
—¿Estás bien?
—Sí.
Diarin, agotada, sonrió débilmente y dejó caer su cabeza sobre el brazo de Ceres.
El brazo de Ceres, firme y cálido, era más cómodo que cualquier almohada.
Diarin escuchó en silencio los latidos que se transmitían a través de ese brazo.
—Los latidos del corazón.
—Se escuchan.
—¿Qué más escuchas?
Ceres, como si aguzara el oído, dirigió su mirada hacia la ventana.
Diarin, que lo observaba, quedó sorprendida.
Sin duda, había mejorado mucho desde la primera vez que lo conoció.
El hecho de que pudiera ignorar los ruidos que antes lo abrumaban y concentrarse únicamente en lo que quería escuchar marcaba una gran diferencia.
Lo primero era una maldición; lo segundo, un talento.
—El sonido de copas chocando.
—Parece que están brindando en algún lugar.
—El tintineo de monedas cayendo.
—Quizás estén apostando.
Decían que en el palacio imperial todos los días eran una fiesta.
De día o de noche, siempre había alguien reuniéndose para beber o divertirse.
Para los nobles pobres, el palacio imperial era un mundo de sueños y fantasías.
Bueno, con lo caro que es vivir aquí, tienen que sacar provecho de alguna manera.
Sin embargo, ahora que formaba parte de ese mundo, Diarin solo podía pensar en ello con fría indiferencia.
No solo lo hacían para congraciarse con los miembros de la realeza, sino también para establecer lazos entre ellos y justificar el elevado costo de permanecer allí.
Pero divertirse todos los días se volvía monótono.
Además, si había un propósito detrás de la diversión, como hacer conexiones o ganarse el favor de alguien, entonces no era diferente de trabajar.
Tales actividades consumían energía mental, ya fuera por amistad o adulación.
¿De verdad les gusta vivir así? …¿Eh?
Mientras criticaba la vida de otros en su mente, Diarin se dio cuenta de algo.
Espera… Esto no es la vida de otros.
Este sería el mundo en el que Ceres tendría que vivir a partir de ahora.
Aunque tenía un cuerpo grande, en su interior seguía siendo un cachorro tierno y vulnerable.
Ese cachorro tendría que adentrarse en este mundo y sobrevivir toda su vida.
Ceres, que apenas sabía manejar su cuerpo, no tenía ni idea de cómo usar su mente.
Era como una hoja en blanco. Si entraba en ese entorno, lo destrozarían antes de que pudiera adaptarse.
Diarin se estremeció, pero no fue por el frío. La sola idea de un Ceres destrozado y sin fuerzas la horrorizaba.
¡No puede ser! ¿Cómo voy a dejar que eso pase después de todo lo que hice para criarlo?
Nadie más podía criticar a Ceres; solo ella, que lo había criado, tenía ese derecho.
No soportaría ver a alguien más menospreciar a su cachorro.
Los ojos de Diarin brillaron con determinación.
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