⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Pensar en la terrible lección del día siguiente no le dejó dormir.
Diarin pasó la mayor parte de la noche en vela.
Sin embargo, no podía simplemente ignorar lo que debía hacer.
Con los ojos cansados, Diarin se levantó y, apenas despertó, sentó a Ceres para comenzar inmediatamente la lección.
La noche anterior había estado pensando únicamente en la educación sexual, pero pronto se dio cuenta de que Ceres carecía de conocimientos básicos sobre las expresiones y formas de hablar comunes en la sociedad aristocrática.
( Claro que Diarin debe tener una fe profunda. Su vida gira exclusivamente alrededor de la devoción. Nosotros, en cambio, tenemos demasiadas distracciones para llegar a ser sacerdotes tan piadosos. ¿Qué le vamos a hacer? )
Esas palabras se las había dicho en una ocasión una sacerdotisa que provenía de una familia noble de alto rango.
En ese momento, Diarin creyó que simplemente estaba elogiando su devoción.
De hecho, como estaba en un periodo de fe elevada, había respondido con un largo discurso sobre cómo mantener una fe fuerte.
Oh, ¿en serio? Qué bueno sería si eso bastara.
La sacerdotisa había contestado con una sonrisa.
Fue solo tiempo después, al reflexionar, cuando Diarin entendió el verdadero significado detrás de esas palabras:
Eres de una familia insignificante y no tienes nada, así que sigue aferrándote al templo toda tu vida. Nosotros, que tenemos todo, no queremos juntarnos contigo.
El coraje que sintió al darse cuenta fue indescriptible.
Sin embargo, con el tiempo descubrió que entre las damas de familias nobles también era común comunicarse de esa manera.
Había una regla implícita en la que, si alguien se enfadaba o mostraba emociones, automáticamente perdía.
Fue entonces cuando Diarin entendió el peligroso arte de la sociedad aristocrática.
El templo, al menos, estaba lleno de hijos no deseados de familias nobles, lo que hacía el ambiente más tolerable.
Pero esto era el palacio imperial.
El lugar donde las personas más destacadas de las familias más prominentes se reunían.
Si en el templo era difícil, aquí sería mucho peor.
—Ceres. ¿Qué pasa si pierdes una pelea de espadas en el campo de batalla?
—Te mueres.
—En la sociedad no luchan con espadas, pero sí pelean con palabras.
—Entendido.
—Perder una discusión en la sociedad es lo mismo que morir.
Ante la solemne explicación de Diarin, Ceres asintió con seriedad.
Nadie entendía mejor que él la naturaleza implacable de las batallas.
—¿Y cómo se puede ganar?
—No debes ignorar nada.
Ceres asintió nuevamente.
En combate, la información es un escudo.
Cuanta más información tengas, más estrategias podrás desarrollar.
—Por eso, primero, no puedes permitirte no entender las palabras de los demás.
La noche anterior, Ceres no había sido capaz de comprender por completo ni una sola frase.
Pensar que una conversación así podría ocurrir frente a él era aterrador.
En la sociedad, incluso perderse una sola palabra podía convertirte en el blanco de las burlas.
—¿Todavía escuchas las voces de los demás?
—No las oigo.
—¿Qué?
Eso no era bueno.
Todo el plan educativo de Diarin se desmoronaba.
Había planeado escuchar las conversaciones de las personas, como la noche anterior, y explicarlas frase por frase.
—Entonces, ¿qué es lo que escuchas?
—Ronquidos.
—…¿Algo más?
—Dientes rechinando.
—…¿Algo más?
—Pedos.
—…
Ambos se habían levantado temprano.
El templo y la vida militar compartían esa característica: ambos requerían madrugar.
Aunque en la mansión se habían relajado un poco, seguían despertándose mucho antes que los nobles que, tras pasar la noche de fiesta, dormían hasta el amanecer.
—…Será mejor empezar más tarde.
—Se escuchan pasos acercándose.
—¿Eh?
De repente, Ceres aguzó los oídos ante un nuevo sonido.
—¿Un asesino?
¿Alguien vendría tan temprano?
Era demasiado pronto para que Roben o Charlotte visitaran.
Lo único que se le ocurría era un asesino.
Aunque la fiebre había bajado, las heridas aún dolían, probablemente por la falta de sueño.
—No lo es.
—¿Qué más escuchas?
—El ruido de algo como un carrito.
—Ah.
Debe de ser una sirvienta.
Diarin relajó el cuerpo, que se había tensado de repente, y miró hacia la puerta.
Sin embargo, pasaron varios minutos y no se escuchó ningún golpe en la puerta.
—¿…?
Esta habitación estaba al final del pasillo.
Si los pasos se dirigían hacia aquí, este era su destino.
Incluso si venían desde la entrada del palacio, ya deberían haber llegado.
—¿Por qué no entran? ¿Qué oyes?
—Están hablando.
¿Hablando frente a la puerta?
—¿De qué hablan?
—Están riendo.
—¿Qué más?
—Uno dice: ‘Es la primera vez que veo a un plebeyo trabajando en el palacio’.
—…¿¡Qué!?
Los ojos de Diarin se llenaron de ira.
Aunque técnicamente Ceres aún era un plebeyo, ella no lo era.
Como sacerdotisa, había renunciado a cualquier estatus en el mundo, pero su origen era noble.
Aunque no se trataba de su estatus.
—Nos están menospreciando, diciendo que parecemos pobres y sin valor.
—Es verdad.
—¡Aunque sea cierto, no debemos permitir que nos subestimen!
—Ah.
Ceres, al escuchar el grito exaltado de Diarin, se dio cuenta de su error.
En combate, ser subestimado era el comienzo del fin.
No solo la habilidad decidía la victoria, la fuerza mental también era clave.
Si te subestiman, no puedes mostrar tu verdadero potencial.
En el campo de batalla, ni el dinero ni la apariencia de nobleza importan, pero aquí, esas cosas parecen ser la medida del poder.
—¿Qué más dijeron?
—El hombre parece un inútil. Ni siquiera sale de la habitación, y cuando llegó lo llevaron cargado.
—Esos malditos…
Diarin apenas logró contener la respiración que amenazaba con explotar.
Primero debía escucharlo todo.
—¿No será que está demasiado asustado para salir de la habitación? Parece un completo tonto. ¿De qué familia es?
—No lo sé. Si fuera de una familia famosa, ya habríamos oído rumores.
—¿Cómo habrá llegado al palacio imperial?
—¿Será que alguien con poder lo trajo como un amante?
—¿Y la mujer que estaba con él?
—Debe ser una sirvienta.
—Pero parecía muy altiva para serlo.
—Las sirvientas de las familias nobles también se creen importantes. Si el hombre es un inútil, debe depender mucho de la mujer. Seguramente cree que es algo especial.
—Aunque estaba bien vestido.
—Eso dicen que es prestado.
—¿De verdad?
Diarin era la única de los dos que había interactuado con las sirvientas y, aunque era seria y cumplía con su deber frente a ellas, ese era el juicio que hacían a sus espaldas.
El título de sacerdotisa solía ayudar a disfrazar la pobreza como humildad, pero como no sabían que lo era, las críticas eran despiadadas.
—Ja, ja, ja.
Aunque se reía, sus puños temblaban de ira.
Ceres observó esos puños sin decir nada.
Era evidente: Diarin estaba furiosa.
Pero en lugar de salir por la puerta, destrozarla y enfrentarse a las sirvientas, Diarin cerró los ojos, respiró profundamente y calmó sus emociones.
Pronto, al menos en apariencia, recuperó su compostura.
Toc, toc.
Después de un momento, se escucharon golpes en la puerta, y las sirvientas entraron.
El tono ligero y la risa de su conversación anterior habían desaparecido, reemplazados por expresiones solemnes.
—Hemos traído el desayuno.
—Gracias. Veamos…
Diarin las recibió con naturalidad, como si no hubiera oído nada. Incluso sonrió.
Ceres, sin entender en absoluto su comportamiento, se limitó a observarla en silencio.
—¿Eh? ¿Qué es esto?
—Es sopa de legumbres, pan, huevos y ensalada.
Un desayuno típico.
Los nobles casi nunca madrugaban, así que no era común preparar desayunos. Solo por la insistencia de Roben de que debían comer bien, las sirvientas se habían ocupado de preparar algo.
Sin embargo, al no estar acostumbradas a preparar desayunos, hicieron algo simple, parecido a lo que ellas mismas comerían. Después de todo, la noche anterior habían aceptado todo sin quejas, así que asumieron que el desayuno también sería suficiente.
—¿Ni siquiera nos preguntaron qué queríamos desayunar?
—No es habitual que alguien solicite algo específico para el desayuno. Por eso preparamos una comida general.
La sirvienta respondió sin inmutarse.
—Ah, entiendo. Pero no podemos comer esto.
—Es lo que normalmente desayunan las personas aquí.
—Eso será para la gente ‘normal’.
Diarin, sonriente, cortó la conversación de forma sutil pero tajante.
—Mi joven maestro tiene muchos problemas de salud. No llega a ser un ‘inútil’, pero está enfermo y necesita comer bien.
La sirvienta se estremeció.
—Entendido. Entonces prepararemos algo especial para pacientes…
—¿Acaso el único que come aquí es él? Yo soy su amiga, ¿sabes? Es tan quisquilloso que no puede estar con nadie más, por eso me pidió que lo acompañara en el palacio. Pero venir aquí para comer esto… es decepcionante.
—Ah… sí… claro…
La sirvienta tragó saliva.
¿Lo había escuchado? ¿Había oído lo que dijeron y lo estaba devolviendo?
En el palacio, las puertas eran gruesas para evitar que las conversaciones salieran. Era un lugar donde había que tener cuidado con cada palabra.
¿Cómo pudo oírnos?
Otra posibilidad era que alguien más le hubiera transmitido la información, algo común en el palacio.
Las conversaciones que tenían en la puerta seguramente las habían compartido con otras sirvientas en sus recorridos, y así era como los rumores se esparcían en el palacio.
Si alguien le había contado, significaba que ya había establecido alianzas. Y si ya tenía contactos entre las altivas sirvientas del palacio, no era alguien común.
La sirvienta enderezó la espalda, nerviosa.
—El tercer príncipe y Lady Charlotte nos insistieron mucho en que viniéramos al palacio, diciendo que aquí nos tratarían bien. Pero si esta es la atención que recibimos, es decepcionante.
—Mis disculpas. ¿Qué le gustaría?
—¿De verdad tengo que decírtelo?
Ahora entiendo por qué aprendí a tratar con gente difícil.
La experiencia de Diarin lidiando con personas complicadas la había preparado perfectamente para este momento.
Se convirtió, sin esfuerzo, en una auténtica experta en el arte de exigir y dominar la situación.
Comments for chapter "69"
MANGA DISCUSSION