⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
En la alta sociedad había todo tipo de señoritas: desde aquellas tan hermosas que deslumbraban, hasta las que tenían una habilidad excepcional para la conversación. También había quienes estarían encantadas de comprarle a Ceres todo tipo de delicias, e incluso mujeres que lo cuidarían más que Diarin, viviendo con él como si fueran inseparables.
Seguramente, entre ellas habría alguien que encajara con los gustos de Ceres. Al menos, eso pensaba Diarin.
Era imposible que no existiera alguien así.
Sin embargo, lo que Ceres decía no dejaba de ser una simple hipótesis.
Un ¿y si…?
Pero incluso si eso llegara a suceder, Diarin no podría responder con un simple ‘sí’ tan fácilmente.
—No.
—…¿Por qué?
Ceres gruñó, frustrado.
Aun así, Diarin mantuvo su postura.
Quizás ahora le dolería más, pero era mejor cortar de raíz antes de que la obsesión de Ceres se intensificara.
Como con un hijo querido, a veces era necesario reprender y enseñar lo que estaba mal, aunque fuera a golpes.
Aunque Ceres no fuera su hijo, sino un cachorro, sentía la obligación de guiarlo por el camino correcto.
—Te lo dije antes, el matrimonio es algo que ocurre entre dos personas que se aman mutuamente.
Ceres dejó de gruñir y ladeó la cabeza, confundido.
Todavía le costaba conectar esos puntos.
Sin embargo, nuestro inteligente cachorrito pronto entendió lo que Diarin quería decir.
—¿Entonces Diarin no me ama?
Eso era justo lo que Diarin esperaba.
Tomando la afilada espada que había estado preparando, la blandió sin dudar.
—No.
—¡…!
Ceres fue derrotado miserablemente.
Más que eso, fue completamente aniquilado.
Un gran impacto.
No había otra forma de describir el torbellino de emociones que lo invadió.
⊱─━━━━⊱༻●༺⊰━━━━─⊰
—Diarin… no me ama…
—¿Ceres? Vamos, al menos come algo.
—No me ama…
—Vamos, come algo antes de seguir lamentándote.
Ceres, profundamente afectado, dejó de comer por completo.
Ni siquiera cuando Diarin se acercaba para tratar de meterle comida a la fuerza en la boca lograba convencerlo.
Era comprensible que estuviera en shock.
Había sido rechazado por la primera persona que le había mostrado afecto en su vida.
Era una experiencia tan dolorosa como haber sido abandonado por sus propios padres.
Diarin tampoco se sentía bien al respecto.
Sin embargo, creía que este era un paso necesario para que Ceres creciera y se convirtiera en alguien admirable.
—Ay, mi cachorro hermoso, vamos, come algo, ¿sí?
—Diarin… no me ama…
La mirada de Ceres, llena de resentimiento, apuñalaba el corazón de Diarin como agujas.
Si en ese momento cedía y decía algo como ‘Sí, claro, también te amo, casémonos algún día, mi querido cachorro’, todo el esfuerzo que había hecho hasta ahora se iría al traste.
Diarin no tenía intención alguna de hacer algo así.
Por mucho que la molestaran los reproches y las rabietas de Ceres, esas palabras no podían ser dichas a la ligera.
Además, ¿qué pasaría con las consecuencias después?
Ceres ya recordaba cada una de sus palabras con precisión.
Si Diarin llegaba a decir ‘Te amo, casémonos’, Ceres se aferraría a eso por el resto de su vida, sin siquiera considerar mirar a otra persona.
Era necesario conocer a más gente y vivir experiencias para encontrar el verdadero amor.
Si rechazaba a las personas desde el principio, encontrar una pareja adecuada sería imposible.
Este era un momento en el que debía mantenerse firme.
—Nadie muere por falta de amor. Estarás bien.
Con frialdad, Diarin le acercó un cuenco de sopa a la boca de Ceres.
Podía enfadarse o sentirse herido, pero tenía que comer.
—No quiero.
Sin embargo, incluso Ceres, que usualmente no resistía ante la comida, se mantuvo firme esta vez.
Realmente estaba molesto.
Pero Diarin no tenía intención de consentirlo ni de calmarlo.
Si cedía ahora, Ceres se aferraría aún más.
—Tch.
Frunciendo el ceño, Diarin volvió a insistir con la cuchara.
—Come. Si no lo haces, serás un cachorro malo.
—No quiero comer lo que me da alguien que no me ama.
—…
Vaya.
La frase había sido bastante impresionante.
Mi cachorro ya sabe cómo decir cosas así.
Aunque sintió una pequeña oleada de orgullo, Diarin se contuvo de mostrarlo.
En lugar de eso, dejó el cuenco de sopa sobre la mesita junto a la cama con un golpe.
—Los cachorros que no comen son aún menos queridos.
—¿Y si como, me amarás?
—No, aun así, no te amaré.
—¡…!
No importaba lo que hiciera, todo era demasiado cruel.
Ceres estaba a punto de romper a llorar.
Amaba tanto a Diarin, pero ella no lo amaba a él.
Y para colmo, Diarin le decía que no lo amaba y que no lo amaría nunca.
—¿Qué es el amor, entonces…?
¿Qué era el amor para que resultara algo tan complicado?
La mayor interrogante de la vida del cachorro acababa de comenzar.
Comprender palabras abstractas siempre era difícil. Pero si se esforzaba lo suficiente, tarde o temprano lograría captarlas.
Como, por ejemplo, el concepto de algo ‘dulce y suave’.
Había pasado mucho tiempo tratando de entenderlo. Aún le costaba distinguir entre un ‘Uf, esto está demasiado dulce’ y un ‘Oh, qué dulzura tan agradable’.
Sin embargo, al menos sabía que ‘demasiado dulce’ y ‘dulce y suave’ no eran lo mismo.
Pero el amor…
El amor era algo que no podía comprender en absoluto. Ni siquiera podía empezar a imaginarlo.
—Esto no es amor, aquello tampoco lo es… el amor no existe.
Con lágrimas en los ojos, Ceres se lamentaba con una sinceridad desgarradora.
Con esa apariencia, cualquiera que no fuera Diarin habría considerado darle todo: su amor, su casa, lo que pidiera.
—Vaya…
Pero Diarin solo negó con la cabeza.
A sus oídos, la profunda reflexión de Ceres sobre el amor no era más que ladridos sin sentido.
¿Qué es el amor?
El amor era simplemente amor.
Hay momentos en la vida que son así.
Esa etapa en la que uno empieza a darle significado a cosas innecesarias y triviales, volviéndose excesivamente serio.
Decidí llamarla adolescencia.
Parece que a mi cachorro le ha llegado su adolescencia.
—Amor…
—Aquí está mi cachorro con su obsesión por el amor. Yo voy a salir a comer.
—¡No puedes!
—¿Por qué no puedo?
—¡No puedes!
—Pero dime por qué.
—…No puedes…
Ceres insistió tercamente, pero cuando Diarin se mantuvo firme, su determinación empezó a flaquear.
Al final, la mejor manera de tratar con un cachorro adolescente que solo sabe hacer berrinches era ignorarlo.
Uno debía responder solo cuando el otro decía algo coherente.
Podría repetir ‘amor’ un millón de veces, pero eso no lo convertía en amor.
—Está prohibido hablar de amor.
—No quiero.
—Bien, pues a mí no me gustas, Ceres.
—¡Pero yo amo a Diarin!
—No, Ceres, tú no sabes lo que es el amor.
La conversación, cuyo nivel intelectual parecía haber bajado 20 años, continuó sin cesar.
Incluso Diarin, que al principio se limitaba a ignorarlo, empezó a sentirse irritada por el constante murmullo de amor, amor y más amor que la seguía por toda la habitación.
—Amor…
Incluso cuando salía un momento a la sala a beber agua, Ceres la seguía con su letanía de amor.
—Diarin, mi amor…
Cuando intentaba descansar en la cama, Ceres se acurrucaba a su lado para repetir lo mismo.
—Diarin, ¿qué tengo que hacer para que me ames…?
Incluso se atrevía a plantarse frente a la puerta del baño para hablar del amor.
—¡Basta!
Al final, Diarin explotó.
Alzó la voz, y Ceres la miró con ojos llenos de injusticia.
En su mirada había reproche, tristeza, y una mezcla de emociones que lo hacían parecer un perrito abandonado.
—A partir de ahora, queda prohibido decir la palabra ‘amor’.
—¡…!
Ceres se quedó congelado, como si lo hubieran alcanzado un rayo.
Diarin negó con la cabeza, decidida.
Era necesario arrancarle esa palabra de una vez. La palabra ‘amor’ estaba agotándola.
Había demasiadas cosas que enseñarle a Ceres, pero esta obsesión con el amor los mantenía estancados.
Los pensamientos siguen a las palabras.
Si le prohibía usar esa palabra, sus pensamientos también empezarían a desvanecerse.
—Am…
—¡Tch!
¿Creía que podría tantear los límites?
Mi cachorro, que hasta hacía poco no sabía hacer otra cosa que lamentarse, ahora estaba probando suerte.
Hoy, de verdad, Ceres había sorprendido a Diarin muchas veces.
Aunque no era un niño, este cachorro estaba creciendo rápido.
De repente, Diarin se sintió mayor.
Bueno, en parte era cierto: lidiar con Ceres la estaba envejeciendo.
—Vamos, come algo primero.
—…
—¿No vas a comer? Entonces, estudiemos.
—…
Al parecer, sin la palabra ‘amor’, no tenía nada más que decir.
Ceres ni siquiera respondió; simplemente giró la cabeza, ignorándola por completo.
—Bien, entonces hoy solo juguemos.
Diarin, sin darle más importancia, se dejó caer en el sofá.
Ya no le importaba si Ceres la miraba o no; había aprendido a sentirse cómoda sin restricciones.
La dignidad y el porte de sacerdotisa hacía tiempo que habían quedado atrás.
Primero debía sobrevivir como persona.
No podía pasarse la vida con el cuello apretado por el uniforme de sacerdotisa, siempre erguida y formal.
En la mansión había muchas miradas, por lo que no podía relajarse, pero aquí era diferente.
No había nadie vigilándola, y además estaba ocultando el hecho de que era sacerdotisa.
Así que decidió relajarse por completo.
—…
Aunque dijo que podían jugar, Ceres simplemente rondaba cerca de Diarin sin apartarse.
La miraba intensamente, como si estuviera cazando algo.
Ahora sabía lo que sentía una presa.
Diarin tuvo, sin querer, la oportunidad de experimentar la sensación de ser cazada.
Es bueno que tenga tanta concentración, pero… ¿cómo desvío su atención hacia otra cosa?
Quizás necesitaba algo nuevo que captara el interés de Ceres.
Los juguetes no le duraban mucho; pronto se aburría de ellos.
Al igual que con los niños, necesitaba encontrarle algo nuevo con lo que distraerse.
Dado que estaban en el Palacio Imperial, no sería difícil encontrar algo interesante.
En ese momento, Ceres giró la cabeza hacia el pasillo.
—¿Qué pasa?
Diarin también miró en esa dirección.
Se escuchaban sonidos bastante bulliciosos.
No necesitaba la aguda audición de Ceres para notarlo; incluso Diarin podía oírlos claramente.
Al identificar el ruido, la expresión de Diarin se tornó completamente seria.
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