⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Diarin contuvo el aliento.
Las palabras que salieron de la boca de Ceres eran mucho más contundentes de lo que esperaba.
—El color de cabello… moriré…
—…
Ceres repetía las mismas palabras una y otra vez.
Color de cabello, morir.
Estaba diciendo que si cambiaba el color de su cabello, moriría.
¿‘Moriré’?
No era una frase dicha a la ligera, como un ‘¡Me muero!’ o ‘¡Que me maten!’
En su voz se percibía el temor profundo hacia la muerte.
Ceres había sobrevivido en campos de batalla donde la muerte y el asesinato eran el pan de cada día.
Para él, alguien acostumbrado al peligro, la muerte debería haber sido una de las cosas menos aterradoras.
Sin embargo, ahora, Ceres le temía a la muerte.
¿Los recuerdos?
De repente, varias ideas se conectaron en la mente de Diarin.
Antes de unirse al Octavo Escuadrón, los recuerdos sellados de Ceres también estaban relacionados con magia.
La magia puede entrelazarse de manera inesperada.
En el caso de Ceres, estaba atrapado por dos tipos de magia: una relacionada con sus recuerdos y otra con su cabello.
Era evidente que había una conexión entre ambas.
Ceres mostraba un miedo instintivo hacia cualquier cosa relacionada con sus recuerdos.
Ahora estaba reaccionando de manera similar, incluso peor que en otras ocasiones.
Era una prueba de que el cabello de Ceres estaba profundamente ligado a sus recuerdos.
—¡Ugh…!
Sin embargo, este no era el momento para investigar más.
Ceres estaba sufriendo demasiado.
Diarin rápidamente lo abrazó y trató de consolarlo.
—Ya, ya. Todo está bien.
—Ugh…
—No tienes que hacerlo. Está bien. Lo siento.
—Ugh… huff…
Con la respiración agitada, Ceres enterró su rostro en el pecho de Diarin.
Fue entonces cuando Diarin comprendió lo doloroso y difícil que era para él recuperar sus recuerdos.
¿Por qué apresurarse? Podemos ir paso a paso.
Lo más importante era que Ceres no sufriera en el momento presente.
Diarin le dio palmaditas en la espalda mientras exhalaba profundamente.
—Suelta el aire, así… huff…
—Huff… huff… Huff…
Ceres imitó su respiración, poco a poco calmándose.
Su espalda, que subía y bajaba con fuerza, empezó a relajarse.
Diarin lo observó de reojo.
El rostro pálido de Ceres comenzaba a recuperar algo de color.
Debe haber sido muy duro para él.
Conmovida, Diarin acarició su cabello y espalda suavemente.
—No vamos a tocar el color de tu cabello, mi pequeño cachorro. ¿Está bien si hacemos otras cosas?
—…Sí…
Ceres respondió con dificultad.
Su cabello negro era hermoso. Nadie en la alta sociedad lo criticaría por ello.
¿Importaba siquiera el color de su cabello? Con un rostro como el de Ceres, ni siquiera era lo primero que notabas.
—Entonces, ¿vamos a bañarnos y ponernos guapos?
—¿Y tú, Diarin?
—Venga, vamos primero.
Diarin interrumpió sus quejas antes de que pudiera decir más, y lo llevó al baño.
Aunque Ceres protestó, se dejó arrastrar.
—¿Han llegado?
—Sí, hemos decidido dejar el cabello como está por ahora.
—Entendido.
Diarin pensó que necesitaría explicar la situación con más detalle.
Sin embargo, la respuesta fue breve y directa.
Ah, cierto. También soy una noble.
En ese momento, Diarin recordó su posición.
Había vivido como sacerdotisa tanto tiempo que la humildad y las disculpas eran una segunda naturaleza para ella.
Como sacerdotisa, la gente podía atenderla y tratarla con respeto, pero también debía mostrarse más humilde que nadie en ciertas situaciones.
Especialmente cuando sus acciones no cumplían con las expectativas de los demás, siempre debía justificar sus decisiones.
Pero ser noble era diferente.
Si querías hacerlo, lo hacías. Si no querías, no lo hacías.
Los nobles tenían el derecho de actuar como les placiera.
Como, por ejemplo, despertar al chef a las dos de la mañana para que les preparara un pastel y luego decidir no comerlo porque estaban cansados.
Debo empezar a adaptarme.
No bastaba con criar a Ceres como un caballero noble.
Ahora que vivía en el palacio, Diarin también tenía que comportarse como una dama noble, lo suficiente para no despertar sospechas.
—Bueno, Ceres, que te cuiden bien.
—¡Diarin!
Ceres la detuvo desesperado mientras ella se daba la vuelta.
—¿Eh? ¿Qué pasa?
—No quiero estar solo.
—Ah…
Diarin giró los ojos, pensativa.
En la mansión, cuando Ceres no estaba acostumbrado a recibir cuidados, ella lo había acompañado, sujetándole la mano.
Pero esto no era la mansión, era el palacio.
Las personas que lo atenderían no estaban encerradas en una habitación.
En la mansión, no había necesidad de preocuparse por miradas indiscretas ni rumores, por lo que podía quedarse a su lado sin problemas.
Pero ahora estaban rodeados de ojos y oídos en todas partes.
Ya era suficiente con que la vieran como ‘la amiga que lo consoló tras su desamor y ahora comparte habitación con él en el palacio’.
Eso se podía justificar diciendo que habían crecido juntos, como hermanos de crianza.
¿Pero acompañarlo al baño? Eso ya no tiene excusa.
Era imposible justificar que dos amigos, y de géneros distintos, compartieran el baño.
Incluso si fueran del mismo género, seguiría siendo extraño.
Diarin intentó soltar la mano de Ceres, que la sujetaba con fuerza.
—Te esperaré afuera.
—¡No quiero!
Sin embargo, Ceres no soltó la mano de Diarin.
La sujetó con más fuerza de lo habitual, tanto que ni siquiera ella pudo liberarse.
A Ceres no le importaba en absoluto lo que pensaran los demás.
La única que se sentía incómoda era Diarin.
Si las sirvientas malinterpretaban su relación, todo el plan para el exitoso debut de Ceres en la alta sociedad, su romántica historia de amor… ¡Todo quedaría arruinado!
¿Qué le pasa…? ¿Cuánto peor se ha puesto su ansiedad por separación?
Diarin rió nerviosamente y habló en voz alta, asegurándose de que las sirvientas escucharan.
—Está así por el dolor de una decepción amorosa. Por eso se aferra tanto a mí.
Rezaba para que las sirvientas lo vieran así.
—No te vayas. Diarin, quédate conmigo.
—Ah, ya dije que no quiero.
Al final, Diarin rechazó categóricamente su petición.
Hasta ahora, había sido demasiado condescendiente, aceptándolo todo.
Debería haberle enseñado a soportar cuando algo no le gustaba.
Aunque era tarde, pensó que ahora era el momento adecuado para empezar.
El rechazo firme de Diarin dejó a Ceres con los ojos muy abiertos, claramente impactado.
—¿No quieres…?
—Sí. No quiero. No voy a quedarme contigo en el baño.
—¿N-no quieres…?
Ceres parecía tan sorprendido que incluso tartamudeaba.
¿Decir ‘no quiero’ era tan impactante…?
Pensándolo bien, Diarin no recordaba haberle dicho ‘no quiero’ a Ceres antes.
Esa frase solía venir de él.
Ella solía usar ‘No está bien’ o ‘No hagas eso’.
—Diarin, ¿estar conmigo te disgusta tanto?
Ceres preguntó con una expresión vulnerable, como si estuviera a punto de tambalearse por el impacto.
Eso golpeó más fuerte que si hubiera hecho un berrinche.
Incluso llegó a sospechar racionalmente si había aprendido a manipularla.
Aunque cuando hacía berrinches ella terminaba calmándolo con cariño, su sinceridad y compasión eran más genuinas si lo veía lastimado.
Era como si Ceres lo supiera.
Pero, aunque fuera conmovedor, esto no dejaba de ser un capricho.
No le estaba pidiendo que cruzara nadando un océano; solo que se metiera al agua del baño.
Además, sabía que Ceres podía estar con extraños sin problemas ahora.
Diarin sonrió y negó con la cabeza.
—Sí, no quiero.
—…
Ceres quedó en un silencio grave, como si le hubieran caído piedras encima.
Lo único que se escuchaba era el goteo del vapor condensado en el baño.
Todo el mundo contuvo el aliento, en completo silencio.
Ni siquiera se escuchaba el ruido de ropa moviéndose.
Diarin también esperaba ansiosa cómo reaccionaría.
—Entonces, yo tampoco lo haré.
—Si estás sucio, no te dejaré acercarte a mí.
Esta era fácil de contrarrestar.
Ceres frunció el ceño profundamente y fulminó a Diarin con la mirada.
Pero Diarin, sabiendo que ese cachorro jamás le haría daño, no se inmutó ante su gruñido.
¿Otra vez? ¿Qué más dirás?
Con una expresión que lo retaba, Diarin alzó la barbilla.
—Tú también estás sucia.
¿Por qué, cuando él lo decía, daba la sensación de que era una acusación literal y no simplemente una réplica?
Por un momento, Diarin estuvo a punto de morder el anzuelo por frustración.
—Tú también estás sucia. Tú también necesitas bañarte.
Era una lógica rebuscada, pero lógica al fin.
Como Diarin también estaba ‘sucia’, según él, deberían bañarse juntos.
Sin embargo, Diarin no cedió.
—Primero cuidaré de ti, luego me ocuparé de mí misma.
Después de todo, ella también era una dama noble.
No tendría sentido que solo Ceres recibiera cuidados mientras ella se arreglaba apresuradamente sola.
Charlotte había prometido respaldarla sin escatimar recursos.
No se trataba solo de vestir un vestido lujoso; el verdadero refinamiento se reflejaba en los detalles.
Primero Ceres recibiría sus cuidados, luego sería su turno.
—Hagámoslo juntos.
—…Deja de decir tonterías.
Diarin rió incrédula.
Aunque Ceres tenía la mentalidad de un cachorro, su cuerpo era el de un joven robusto. No estábamos en una relación donde pudiéramos bañarnos juntos.
El mundo tenía normas, moral y etiqueta.
Había pensado que ya le había enseñado todo eso, pero aún quedaba camino por recorrer.
Sin embargo, era admirable que su cachorro hubiera llegado a idear un nuevo enfoque.
A pesar de la negativa de Diarin, Ceres miró a las personas presentes en busca de apoyo.
—¿No se puede?
—Sí se puede.
—¡¿…?!
¿Qué…? ¿¡Sí se puede!?
La sonrisa de Diarin desapareció.
¿Por qué sí?
La persona que había respondido se encontró con su mirada sin un ápice de humor.
—Si lo desea, se hará.
—…Ah…
Era como si estuvieran diciendo: No es gran cosa. Y aunque lo fuera, si lo desea, lo haremos.
Diarin quedó conmocionada nuevamente.
¿Por qué parecía no entender la vida de los nobles?
Incluso Ceres, que actuaba por instinto, parecía más noble que ella.
¡Un mundo que se adapta a tus deseos!
Ese era el verdadero estilo de vida noble.
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