⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Roben, al ver que el fuego se estabilizaba, habló con cautela.
—Pero para ser un desayuno, parece bastante pequeño.
—Es que Ceres atrapó este pájaro arrojándole un candelabro esta mañana… y no había más.
—Ah, así que lo atrapó él mismo. Hay mucha comida restante, entonces, ¿por qué?
Roben miró la comida que aún estaba amontonada en la cocina.
Diarin se encogió de hombros mirando las formas de los alimentos que parecían más bien veneno.
—La comida que se preparó ayer estaba envenenada.
—Vaya, eso debió ser un susto. ¿Está bien, no le pasó nada?
—Sí, afortunadamente, el señor Ceres la probó primero… ¿eh?
Roben no preguntó ‘¿De verdad?’. Parecía que lo consideraba algo completamente normal.
Era una reacción extraña.
—¿Actúa como si estuviera acostumbrado?
—Sí, es algo que ocurre con bastante frecuencia. Ah, se está quemando.
—Ah.
¿Por qué un lado se quemaba mientras el otro seguía crudo? Era algo inexplicable.
Incluso mientras rescataba al pájaro de convertirse en carbón, las palabras de Roben seguían resonando en su mente.
—¿Dices que es normal comer veneno?
—No es que lo comamos como arroz, pero es uno de los métodos de asesinato más comunes.
—Común…
Diarin sintió que el mundo giraba a su alrededor y se quedó sin palabras.
Este lugar era más peligroso que un campo de batalla.
Estaba en una situación extrema, con el riesgo de ser atacada por un loco en cualquier momento o de tener que comer veneno como si fuera comida.
La rabia contra el sumo sacerdote que la había enviado aquí comenzó a hervir de nuevo.
—¿Está bien?
—Tal vez… no tanto…
Diarin intentó calmar su mente repitiendo un mantra que le traía paz.
Compensación por riesgo, compensación por riesgo…
Ascenso, ascenso…
¡Pero si me muero, todo habrá acabado!
Aunque las promesas de ascenso y compensación por riesgo eran tentadoras, primero tenía que sobrevivir para poder recibirlas.
Diarin miró a Roben con una expresión de súplica.
—Esto es solo una pregunta hipotética, pero… si me envenenan o… si algo malo me pasa y no puedo completar mi misión, ¿qué pasaría entonces?
Preguntó con una expresión que mostraba su deseo de dar lo mejor de sí misma hasta el final, pero con una pizca de duda sobre qué hacer si realmente no pudiera evitarlo.
Roben respondió con una expresión genuinamente compasiva.
—Espero sinceramente que eso no suceda. Ya sabe por qué la información confidencial es tan delicada, ¿verdad?
—…
Aunque prefería no saberlo, la inquietante sensación en su tono ya lo decía todo.
¿Qué sería más fácil, vigilarla para asegurarse de que mantenía el secreto por el resto de su vida o simplemente eliminar a un sacerdote común y sin influencia?
Diarin sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—Pensándolo bien, creo que estoy bien.
—Qué alivio.
Ambos se miraron y sonrieron, aunque no podían sentirse más incómodos.
Era una dolorosa lección de supervivencia en el mundo laboral.
—Bueno, entonces voy a llevar el desayuno al señor Ceres. Podría ponerse aún más irritable si tiene el estómago vacío.
—Iré con usted.
Roben la siguió naturalmente.
Frente a ella estaban Ceres, la personificación de la irritabilidad, y Roben, que bien podría matarla con una sonrisa.
Diarin sintió que la presión la aplastaba mientras avanzaba.
Cuando llegó a la puerta, respiró profundamente y la abrió con cuidado.
De todas formas, ya sabría quién venía al oír los pasos, y olería la comida.
—Buenos días.
No hubo respuesta a su saludo, pero al menos no le lanzaron una silla.
Solo había un par de ojos cansados y penetrantes mirándola fijamente.
Diarin ignoró el temblor en su corazón y forzó una sonrisa tranquila.
Era la forma definitiva de un profesional enfrentándose a su jornada laboral.
—Vamos a desayunar. Gracias al pájaro que atrapó esta mañana, al menos tenemos algo que comer.
Diarin alabó la proeza mientras miraba la ventana rota.
Ceres solo la observaba con una expresión que no lograba descifrar.
—Vamos, coma.
Diarin bajó la comida al suelo, sintiéndose un poco nerviosa.
Los ojos cansados de Ceres no mostraban ningún apetito. Parecía alguien al que todo le molestaba y quería simplemente volcar el mundo.
Pensó que tal vez si comía, su actitud se suavizaría.
—Vamos, come.
Roben también lo ordenó.
Ceres obedeció tranquilamente.
Como el día anterior, se sentó en el suelo y comenzó a devorar el pájaro.
—¿Está… bien?
Con las experiencias del día anterior, Diarin no estaba segura de sí misma.
Ceres asintió mientras seguía comiendo el pájaro con entusiasmo.
Si no lo escupía, significaba que al menos no lo había envenenado.
Diarin discretamente tomó una pata del pájaro y se la llevó a la boca.
—Yo también voy a… comer un poco… ¡puaj!
En cuanto probó un bocado, un sabor horrible la hizo escupirlo de inmediato.
—¿Está envenenado? —preguntó Roben, alarmado.
—No, no es eso…
Era peor que el veneno.
Al menos el veneno tenía un sabor cuando lo comías.
Esto no estaba envenenado, pero sabía tan mal que podía matarte.
¿Cómo era posible que con solo un pájaro y algunos condimentos lograra crear algo tan espantoso?
¿Acaso ella era una diosa del mal gusto?
De lo contrario, no había explicación para cómo había logrado crear un sabor tan creativamente terrible.
—Ugh…
Diarin intentó volver a probar un bocado, pero finalmente bajó la mano.
No había manera de que pudiera tragar eso.
Sin embargo, Ceres seguía comiéndoselo con gusto.
¿Cómo podía tener un sentido tan agudo para detectar veneno pero un paladar tan insensible?
—¿Está envenenado?— Roben preguntó ahora a Ceres.
Ceres negó con la cabeza y se metió otro trozo en la boca.
Observando con atención, Diarin se dio cuenta de que Ceres no escupía los huesos, sino que los masticaba y los tragaba tal cual.
Debería estar agradecida de que se lo comiera con gusto, pero ¿por qué su corazón se sentía tan inquieto…?
Diarin, con cautela, decidió darle un consejo sobre cómo comer.
—Los huesos… debería escupirlos mientras come…—
Ceres se detuvo y miró a Diarin fijamente.
Había una mirada indescifrable en sus ojos. Diarin recordó la mirada intimidante de Ceres que había visto la noche anterior mientras dormía. Esa mirada era aterradora.
—… Bueno, si quiere comérselos, adelante…
Diarin, intimidada, rápidamente se retractó de su consejo.
Ceres reanudó su comida, que había detenido por un momento. Aunque seguía masticando el pájaro de la misma manera, después de un rato, escupió los huesos limpios, sin carne.
Así que sí escucha lo que se le dice.
Diarin suspiró aliviada al ver cómo se acumulaban los huesos, mitad asombrada y mitad agradecida.
—¿Dices que la comida que preparó el cocinero ayer estaba envenenada?
Roben, que observaba la escena, continuó con una pregunta.
Ceres asintió mientras seguía comiendo.
—¿Qué tipo de veneno?
—Chiranchu y Andasan.
—Hmm.
Roben asintió tranquilamente como si ya lo esperara.
La reacción de Roben despertó la curiosidad de Diarin.
—¿Incluso sabe distinguir los tipos de veneno?
—Oh, los miembros de la octava unidad reciben entrenamiento para detectar venenos y desarrollar resistencia. Son capaces de identificar la mayoría de los venenos.
—Vaya, qué entrenamiento tan completo.
De repente, recordó el extraño comportamiento de Ceres, que era capaz de escuchar incluso la respiración de una persona en una habitación lejana.
—¿Su sensibilidad al sonido también es resultado del entrenamiento?
—Probablemente, además del talento natural, se refuerza con el entrenamiento. Se seleccionan niños con la estructura ósea adecuada y se les somete a entrenamiento.
A pesar de la explicación de Roben, Diarin no podía entenderlo completamente.
Hay límites a lo que se puede desarrollar con entrenamiento. La sensibilidad de Ceres parecía estar más allá de lo que una persona normal podría lograr.
—¿Qué tipo de entrenamiento podría lograr eso?
—No lo sé con certeza, pero he escuchado que, además del entrenamiento, se realizaron varios procedimientos y rituales mágicos.
—¿Qué? ¿Rituales mágicos?
Diarin no podía creer lo que escuchaba.
Los poderes invisibles como la magia eran dominio exclusivo del templo. Cualquier otro uso era ilegal.
Y el poder sagrado, aparte de los sacerdotes de combate, debía utilizarse sólo para salvar vidas.
¿Utilizaron eso para convertir a niños en armas?
¿Estaba involucrado el templo?
Era difícil creer que el templo pudiera haber estado involucrado en convertir a los niños en armas mediante la magia.
Aunque el templo no estuviera directamente involucrado, también sería un problema.
Eso significaría que un grupo fuera del templo estaba utilizando magia abiertamente, incluso entrenando a soldados auspiciados por el reino.
Si tal grupo realmente existiera, el templo tendría la obligación de intervenir y eliminarlos.
Roben miró a Diarin.
—¿Tiene curiosidad?
Los ojos de Diarin vacilaron.
Oh, no.
—No —Diarin negó con la cabeza con todas sus fuerzas—. Para nada. No tengo curiosidad, y no lo estaré nunca, ni ahora ni en el futuro.
Después de todo, saber esto no le ayudaría en nada.
Si todo esto salía a la luz más tarde, sería problema del templo resolverlo.
Meterse en esto solo significaría ponerse en peligro.
Diarin decidió reprimir su curiosidad y cualquier sentido del deber.
Además, cuanto más sabes, más peligra tu vida.
Lo mejor era simplemente hacer lo que le pedían y nada más.
—Entonces, se puede decir que, con talento innato, entrenamiento y ciertos métodos ilegales, desarrollaron nervios y tiempos de reacción superiores a los de una persona común, ¿cierto?
Esa era información necesaria para el tratamiento.
Aunque pensaba escapar si las cosas se complicaban, intentaría al menos mejorar la situación hasta donde fuera posible.
Diarin de repente recordó algo que había pasado por alto.
—¿Y si el niño que traen no tiene talento o no puede seguir el entrenamiento?
—Pero en la octava unidad no hay desertores. Tampoco hay derrotas.
Roben sonrió con un aire enigmático.
Si alguien se quedaba atrás, moría.
Diarin sintió un escalofrío recorrer su cuerpo y su boca se secó de repente.
No era que nadie hubiera regresado después de fracasar, sino que quienes fracasaban o eran derrotados simplemente morían sin dejar rastro.
Y ella misma podría enfrentar el mismo destino si fallaba.
—¡Haré todo lo posible para tener éxito!
—Confío en usted.
Diarin se afirmó con determinación.
Incluso si parecía imposible, lograría salir adelante.
Roben asintió con la cabeza, dando a entender que confiaba en ella.
—Es probable que sigan ocurriendo intentos como este. Pero si sigue manejándolos como lo hizo esta vez, estará bien.
—Sí… ¿eh?
Roben había soltado esas palabras tan casualmente que Diarin se quedó un momento perpleja y lo miró fijamente.
—… ¿Intentos frecuentes?
¿Acababa de escuchar lo que no debería haber escuchado?
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