⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—…No, espera. Un momento. Detente.
Diarin detuvo apresuradamente a Ceres.
Tan pronto como lo había llevado al sofá, Ceres intentó acomodar su cabeza en las piernas de Diarin.
—¿Por qué?
Ceres preguntó con irritación.
Parecía que finalmente estaba perdiendo la paciencia, ya que no lograba salirse con la suya aunque se hiciera el lastimado.
Criar a este chico, equilibrando su confianza y su educación, siempre había sido complicado.
Si lo regañaba demasiado, podía parecer que lo aplastaba; si lo consentía, temía que se volviera demasiado arrogante.
Pero ahora es el momento de poner límites.
Diarin organizó sus prioridades.
Ceres podía mantener cierta estabilidad sin necesidad de estar constantemente pegado a ella.
Aunque no soportara estar demasiado lejos, mientras permaneciera dentro de su vista, no parecía afectado por su ausencia.
Si seguía aceptando todo lo que él pedía, nunca podrían mantener cierta distancia.
Hasta ahora, Diarin había actuado por inercia, aceptándolo todo. Pero ya no podía seguir así.
Además… Estar en contacto con Ceres le resultaba incómodo.
Era algo que no podía ignorar.
Sin embargo, decidió evitar esa última razón, incluso consigo misma.
—Estuve permitiendo que te acercaras porque pensé que te sentías mal, pero… ya no necesitas estar pegado a mí todo el tiempo, ¿verdad?
—No estoy de acuerdo…
—Pero ya no sientes que tu cabeza está a punto de estallar ni tienes ganas de discutir, ¿cierto?
Ceres no respondió.
Era evidente que Diarin había dado en el clavo.
Aunque Ceres podía ser un joven caprichoso, no era del tipo que mentía descaradamente solo para salirse con la suya.
Con los labios fruncidos, permaneció en silencio. Al verlo así, Diarin sonrió levemente y asintió.
Era cuestión de tiempo. Aunque al principio fuera difícil, Ceres también terminaría adaptándose.
Tú puedes, mi cachorro.
—Eso es. Por mucho que te sientas vacío, no está bien hacerle esto a un amigo. No voy a aceptarlo más.
—¿Amigo?
La palabra ‘amigo’ le resultaba extraña a Ceres.
Aunque la había leído en libros, no era algo que realmente entendiera.
Amor. Amigo.
Eran conceptos que rara vez escuchaba en la mansión, pero que parecían mencionarse a menudo desde que estaba en el palacio imperial.
Según los libros, un amigo era ‘alguien cercano y de edad similar con quien uno comparte afinidad’.
Cercano. Eso era cierto.
De edad similar. Probablemente también.
Humano. Definitivamente cierto.
Si todos los puntos coincidían, Diarin debía ser su amiga.
Sin embargo, a Ceres le costaba aceptar esa definición.
Los amigos, según los libros, parecían más lejanos y menos íntimos que Diarin.
—Sí, somos amigos.
—¿Y qué más aparte de amigos?
—¿Qué más? Bueno, está la familia…
Ceres también conocía esa palabra.
Familia: una relación de sangre o un vínculo que surge del cuidado mutuo.
—¿Familia…?
Diarin nunca había considerado esa posibilidad.
¿Familia?
Para ella, la palabra ‘familia’ evocaba recuerdos desagradables.
Una carga que, aunque quisiera deshacerse de ella, temía quedarse sola. Sin embargo, mantenerla cerca era como soportar una constante pestilencia.
Pero, según la definición más común, una familia era algo diferente.
Un vínculo eterno, donde ambas partes se priorizan mutuamente y comparten una conexión emocional.
—Bueno… Bajo esa perspectiva, podría ser…
—Si me has criado, entonces sí.
—…Espera. ¿Eso significa que soy tu cuidadora?
Eso haría de Ceres el receptor de cuidado, es decir, su hijo.
—Eso no tiene sentido.
Cuando pensaba en él como un cachorro loco, tal vez había considerado esa idea, pero ahora Ceres era un joven extraño, alejándose de su alcance.
Imaginarlo como un hijo la hacía estremecer de pies a cabeza.
—No, no, definitivamente no.
Diarin sacudió la cabeza con fuerza, estremeciéndose.
Ceres, que tampoco parecía inclinado hacia esa idea, negó con la cabeza junto a ella.
Así que su relación volvió al ‘amigos’.
Sin embargo, algo seguía sin encajar.
—¿Qué relación es más cercana que la de amigos, pero no es familia?
La pregunta de Ceres se complicaba cada vez más.
Diarin temía que pronto planteara preguntas filosóficas como ‘¿Cómo se prueba la existencia de Dios?’ o ‘¿De dónde surgió el universo?’
Sin embargo, las preguntas actuales también la inquietaban.
Podían fácilmente llevar a una respuesta peligrosa como ‘amor’.
Diarin se esforzó por encontrar una solución.
—Ah, ¡mejor amigo!
—¿Mejor amigo?
—Sí. Entre los amigos, es el más cercano. Comen juntos todos los días, se preocupan el uno por el otro cuando algo pasa, y están siempre cerca, como nosotros.
La respuesta, aunque improvisada, encajaba perfectamente.
Ceres murmuró para sí mismo, reflexionando.
—Creo que Diarin es, efectivamente, mi mejor amiga.
—Por fin, algo claro. Pero, ¿por qué dices ‘mi mejor amiga’?
—Porque yo no soy tu mejor amigo.
—…¿Qué…?
—Yo, para Diarin…
Ceres comenzó a hablar, pero de repente bajó la cabeza, luciendo serio.
—¿Ceres?
—…Yo…
Diarin se acercó instintivamente para examinar su rostro, alarmada por lo genuinamente preocupado que parecía.
Ceres parecía herido por sus propias palabras.
—…Yo, para Diarin, no soy nada…
Diarin contuvo el aliento, sorprendida.
Jamás pensó que Ceres llegaría a pensar algo así.
—¡No, no! ¡Eso no es cierto! Gracias a ti sigo viva. ¿No es verdad?
—…Sí.
—Cuando me puse mal por la fiebre, viniste a cuidarme. Te quedaste conmigo y me ayudaste a recuperarme rápido.
—…¿De verdad?
Diarin defendió su postura con todas sus fuerzas.
Poco a poco, la expresión de Ceres empezó a relajarse.
Podía ignorar su tristeza por una herida de amor, pero no soportaba verlo derrumbarse pensando que era inútil.
Ceres había sido un héroe que sacrificó su vida entera por el reino de Racklion.
No podía permitir que ese héroe bajara la cabeza.
—¡Levanta los hombros! ¡Mira hacia arriba!
—Sí.
Diarin apretó con fuerza los hombros de Ceres, como si quisiera infundirle energía.
Ceres, sintiendo el estímulo, levantó las comisuras de sus labios en una sonrisa.
Ah…
Esa sonrisa hizo que el corazón de Diarin se tambaleara una vez más.
Era la misma sonrisa del ‘joven maestro’ con la que había soñado: una curvatura ligera, elegante, irradiando una sutil pero genuina alegría.
Sin darse cuenta, Diarin tragó saliva.
Si Ceres hubiera desabrochado su camisa en ese momento, como antes, probablemente no habría sido saliva lo que tragaba.
Era una sonrisa peligrosa, en muchos sentidos.
—Así que… ¿Qué tal si eres mi mejor amigo?
Diarin sacudió la cabeza rápidamente, intentando recuperar el control.
Esperaba que pudieran terminar la conversación sobre sus ‘relaciones’ con esa propuesta.
Pero Ceres, algo insatisfecho, ladeó la cabeza en señal de duda.
—He oído que existe otra relación en la que ambos se cuidan mutuamente como prioridad.
—…¿Dónde has oído eso?
—En otra habitación.
No podía ser.
Un escalofrío recorrió a Diarin.
Aunque ambos solían dormir de noche, Ceres tenía la habilidad de captar conversaciones de las habitaciones cercanas, incluso mientras dormía.
Probablemente había escuchado palabras que luego trató de interpretar por su cuenta.
No había ninguna garantía de que las entendiera correctamente.
—La relación en la que uno es la prioridad del otro… ¿No se llama ‘pareja’?
—No puedes ser pareja de alguien solo. Eso requiere de dos personas.
Diarin negó rotundamente.
—…Ah. Entonces, Diarin, sé mi pareja.
—…Eso…
¿Por qué todas las conversaciones terminaban llevando a temas de amor o relaciones románticas?
Ceres parecía obsesionado con esas ideas, y todo lo que escuchaba a su alrededor reforzaba ese enfoque.
Pero no había forma de que Diarin aceptara una confesión de amor, ni de que se convirtieran en pareja.
¿Cómo podría desviar su atención de este asunto?
Estaba planeando ‘graduarse’ de cuidar a Ceres y separarse de él. Pensar en una relación romántica estaba fuera de lugar.
—Ceres. Ser pareja significa que ambos se aman.
Los hombros de Ceres se tensaron.
‘Amor’. Esa palabra prohibida había salido a la luz.
Ya había sido rechazado cuando le confesó su amor a Diarin. Pero hasta ahora, fingía que no había pasado nada.
Probablemente también lo ignoraría esta vez.
Diarin, sin embargo, se aseguró de remarcarlo.
—Yo no te amo, Ceres.
—…
Ceres, como era de esperar, frunció el ceño.
Esta vez, Diarin no intentó consolarlo.
Un incómodo silencio se extendió entre ambos.
Diarin se mantuvo firme. No podía ceder cada vez que Ceres actuaba como un niño encaprichado. Esta era una batalla que debía ganar.
—Entonces, ¿qué hay de otra relación?
Ceres cambió de estrategia al darse cuenta de que Diarin no iba a ceder.
—¿Otra relación?
—Una relación cercana, cotidiana, pero sin amor.
—…¿No sería eso una amistad o una mejor amistad?
—No. Es más íntima y se ajusta más a lo que siento.
—¿Qué es entonces?
Diarin no tenía idea de a qué se refería.
Si ella no lo sabía, no veía cómo Ceres podría tener una respuesta.
Cuando asintió con la cabeza, Ceres declaró con seguridad lo que había aprendido.
—¡Amante!
—…
Diarin sintió que su mente se nublaba.
No gritó, porque ni siquiera tenía fuerzas para hacerlo.
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