⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Diarin presionó su pecho suavemente.
De repente, sentía una opresión en el pecho, como si algo lo estuviera aplastando, mientras que, por otro lado, también sentía un dolor punzante como si alguien lo pinchara con la punta de una uña.
¿Qué me pasa? ¿Será que estoy enferma por exceso de trabajo?
No era resaca, pues apenas había bebido.
No había ninguna razón aparente para que le doliera así.
Sin embargo, el dolor era real.
—¿Es ese hombre, verdad? El del concurso de beber esta mañana.
—Todos decían que estaba acabado, pero míralo, está como si nada.
—Debe de ser fuerte.
—Un hombre fuerte… eso es atractivo.
Risas contenidas y murmullos llegaban a sus oídos.
Si Diarin podía escuchar esas palabras, era evidente que las estaban diciendo lo suficientemente alto como para que las oyera a propósito.
Estaban hablando de Ceres, eso estaba claro.
Diarin frunció el ceño.
No se trataba solo de comentarios sobre la resistencia al alcohol o las capacidades físicas de Ceres; había un tono de burla sutil en las palabras.
Definitivamente, no eran comentarios respetuosos.
Aunque podía intentar tomárselo con humor, le resultaba molesto.
¿Debería dejarlo pasar o no?
Desde que entró al palacio real, cada momento era un dilema constante.
¿Debería tomar esas palabras como un cumplido o como un insulto?
¿Debería tolerarlo o enfrentarlo?
Si se tratara de algo que le afectara directamente, podría juzgar hasta dónde trazar el límite y decidir qué hacer. Pero esto concernía a Ceres.
Además, no estaban en la mansión, donde todo recaía bajo la responsabilidad de Diarin.
Esta era una situación en la que Ceres, como joven noble, debía juzgar y actuar por su cuenta, así que Diarin no podía intervenir precipitadamente.
—¿Nos está mirando, verdad?
—¿Vamos a acercarnos?
—Esperemos a que venga él.
Los susurros volvieron a oírse, y Diarin dirigió nuevamente la mirada hacia Ceres.
Los ojos de Ceres seguían clavados en una mujer.
Era raro ver a Ceres mirar a alguien con tanta intensidad.
…Así que ese es su tipo.
Diarin empezó a observar disimuladamente a la mujer que había captado la atención de Ceres.
Entre la multitud de personas extravagantes, era alguien que destacaba.
Llevaba el cabello recogido en un moño alto, decorado con numerosas flores. Su rostro pálido estaba cubierto con un maquillaje colorido y llamativo.
Sus dedos, muñecas, cuello y lóbulos de las orejas estaban adornados con joyas. Cualquier lugar donde pudiera llevar accesorios estaba cargado de ellos, como si fuera un árbol lleno de adornos en lugar de una persona.
Es bonita, pero… ¡No! ¡Eso no importa!
Diarin se sorprendió al darse cuenta de que estaba buscando defectos de forma inconsciente.
Si es bonita, eso debería bastar. No se puede juzgar a alguien solo por su apariencia.
No se puede saber qué tipo de persona es alguien hasta que se le conoce y se interactúa con ella.
Aun así, solo por su apariencia ostentosa, Diarin ya estaba prejuzgándola, pensando que no era adecuada para Ceres.
—¿Por qué la miras?
Preguntó directamente, esperando respuestas como ‘es bonita’, ‘me llama la atención’ o ‘me gusta’.
—Me gustan sus pendientes.
—¿Pendientes?
—Quiero verte usándolos.
—…No.
Diarin evaluó rápidamente la situación y detuvo a Ceres antes de que hiciera algo.
Ya podía imaginar claramente lo que Ceres haría después: se acercaría a la mujer, le diría ‘me gustan tus pendientes’, ‘dámelos’ y ‘¿cómo puedo conseguirlos?’
En el mercado, tal vez eso podría tomarse como una broma, pero aquí las cosas eran diferentes.
Había que considerar el impacto de cada palabra.
—¿Por qué no puedo?
—No puedes pedírselos.
—No lo haré.
—¿Qué?
Ceres miró a Diarin con una expresión que parecía decir: ¿Crees que voy a decir algo tan absurdo?
Diarin empezó a sentirse como la rara por haberlo asumido.
Pero nunca hay que bajar la guardia.
—Los voy a comprar.
—…
—Tengo dinero.
—…Tampoco puedes hacer eso. No está bien.
Esto era grave.
Ahora parecía que su querido Ceres creía que todo podía resolverse con dinero.
Diarin trató de arrastrarlo hacia la sección de palcos para alejarlo de la mujer.
Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, la mujer, al darse cuenta de la atención de Ceres, decidió acercarse ella misma.
No podían huir ahora que ella ya estaba en camino.
Mientras Diarin estaba petrificado, la mujer se acercó, sonrió y lo saludó primero.
—Hola. Si no es solo mi imaginación… ¿me estabas mirando?
¿Desde cuándo alguien se acerca tan directamente solo porque la miraron?
Incluso si no fuera noble, esta actitud era inusual.
Y si era noble, la falta de orgullo era desconcertante.
—No.
Ceres no mostró interés alguno por respetar el orgullo de los demás.
Pero la mujer, con una actitud ligera como una pluma, no se dejó intimidar por la dura negación de Ceres y continuó la conversación con suavidad.
—Entonces debió de ser solo mi imaginación.
—Estaba mirando los pendientes.
—…Ah, así que no era yo, sino mis pendientes.
La mujer soltó una risa ligera y jugueteó con sus pendientes.
Era un gesto común.
Este tipo de comportamiento solía interpretarse como un intento de cortejo: un joven obstinado que no quería admitir su interés, o un joven demasiado orgulloso para expresar abiertamente su atracción.
De cualquier manera, implicaba interés.
—Soy Arien.
La mujer, que se presentó como Arien, extendió su mano hacia Ceres con naturalidad.
El beso en el dorso de la mano era una forma típica de saludo entre nobles, aunque, en la práctica, bastaba con una ligera inclinación de cabeza.
Ceres sabía qué era gracias a las lecciones de Diarin sobre etiqueta.
También sabía que si una dama ofrecía su mano primero, era educado corresponder.
—¿Qué pasa? ¿Vas a hacer que mi mano se sienta rechazada?
Sin embargo, aunque Arien insistía, Ceres simplemente miraba la mano extendida sin moverse.
—Un beso en el dorso de la mano es un saludo ligero. Significa respeto y consideración hacia una dama.
—Sí, es un gesto ligero. ¿No me lo concederá?
—No quiero.
—…¿Qué?
La brillante sonrisa de Arien tembló por primera vez. Por supuesto, también hubo un terremoto en las pupilas de Diarin.
—No quiero tratarla como a una dama.
—…Oh, cielos.
Los ojos de Arien se agrandaron por la sorpresa.
La voz de Ceres era grave y clara, lo suficiente para que las personas cercanas no pudieran evitar escucharla. Varios de los presentes contuvieron la respiración y se giraron para mirar.
Diarin tragó saliva y alzó la vista al cielo.
Oh, dioses. Mi cachorro. Mi joven maestro.
No sabía por dónde empezar a manejar esta situación ni cómo hacerlo.
Sin embargo, alguien con mucha experiencia en la alta sociedad reaccionó de manera muy distinta.
Arien pronto dejó de lado su expresión de sorpresa y emitió una risa dulce, como si se deshiciera en encanto.
—Entonces… ¿quiere tratarme de forma brusca?
…¡Ahhh!
Era fuerte. Demasiado fuerte.
El mundo era vasto, y había personas incluso más fuertes que Ceres. Y aquí estaba una de esas personas.
—No.
Pero Ceres también era fuerte.
Las personas sin segundas intenciones eran sorprendentemente resistentes.
—No la trataré como a una dama.
—Pero soy una mujer.
—Es una persona.
—Sí, claro, soy una persona. Una mujer-persona.
—La trataré como una persona.
—¡Ja! ¡Ahahahaha!
Finalmente, Arien estalló en carcajadas.
Nunca en su vida había recibido un trato como este.
Un hombre que actuaba como si concederle un trato humano fuera un gran favor.
¿Qué clase de persona es esta?
No solo Arien, sino también todos los presentes compartían este pensamiento.
No podían entender en absoluto las intenciones de Ceres, que no se ajustaban a las normas sociales.
—Preferiría que me tratara como una mujer, no solo como una persona.
—No quiero.
—¿Por qué? ¿Por qué no quiere tratar a una mujer como a una mujer?
El rostro de Ceres se torció, como si solo pensarlo le desagradara profundamente.
—No quiero besar a cualquiera.
—…Oh, cielos.
Incluso Arien, que parecía inmutable, parpadeó, sorprendida y desconcertada.
—¡Oh, cielos! ¡¿Quién ha dicho que quería un beso?!
—¿Es posible tratarla como a una dama sin besarla?
—Ehm…
Rechazar un beso en el dorso de la mano podía interpretarse como una negativa a reconocerla como dama. Incluso, dependiendo del contexto, podía implicar algo más denso, como un rechazo categórico a cualquier tipo de cercanía.
Arien no sabía cómo interpretar la situación.
No parecía que Ceres quisiera insultarla, pero estaba tan poco acostumbrada al rechazo que ni siquiera podía sonreír como lo haría normalmente.
—¡¿Cómo puede insultar así a una dama?!
En ese momento, un hombre que observaba la situación decidió intervenir por Arien.
Inevitablemente, se trataba de alguien que ni siquiera recibía trato humano por parte de Arien.
Los ojos de Arien brillaron con desagrado, pero enseguida ocultó su expresión.
El hombre se había adelantado por iniciativa propia. Si sabía aprovechar la situación, podría beneficiarse de ello.
—¡Oh, cielos…!
Arien fingió estar conmovida, llevándose la mano al pecho y adoptando una expresión afectada.
—Estoy bien, de verdad. Pero agradezco que haya levantado su voz por mí.
—¡No! Yo no estoy bien con esto. ¿Cómo puede decir algo tan insultante a la señorita Arien?
Aunque fingía intentar calmarlo, sus palabras en realidad avivaban el conflicto.
Con el apoyo de Arien, el hombre alzó más su voz. Sin embargo, no parecía demasiado intimidante.
Ceres le lanzó una mirada fugaz y luego simplemente lo ignoró.
—¡No puedo soportarlo más! ¡Disculparse de inmediato con la señorita Arien! Si no lo hace…
El hombre, casi saltando de la indignación, bloqueó el camino frente a Ceres.
Fue entonces cuando Ceres finalmente miró al hombre.
—¿Si no lo hago, qué?
No fue una simple mirada, sino que lo miró hacia abajo.
La diferencia de tamaño entre los dos era abrumadora.
Solo al estar tan cerca, el hombre se dio cuenta del impresionante físico de Ceres, y se estremeció.
Pero ya era demasiado tarde. Todos lo estaban mirando.
Si retrocedía ahora, sufriría una humillación tan grande que no podría volver a aparecer en la sociedad.
Tragó saliva con nerviosismo, pero reunió todo su coraje y trató de mantener su fachada.
—¡Por el honor de la señorita Arien, le reto a un duelo!
—¿Un duelo…?
Una palabra pesada había sido pronunciada.
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