⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Los templos solían tener una estructura similar en todas partes.
El templo dentro del palacio real no era muy grande, pero sí ostentoso.
Solo con vender las gemas incrustadas en ese techo, podríamos mantener todos los templos de Raklion por un año, pensó Diarin, mirando el techo adornado con joyas y chasqueando la lengua.
El contraste le resultaba irritante: mientras que los templos nadaban en riqueza, ella había pasado hambre y penurias en el frente de batalla.
Aunque la escala y el lujo variaran, era fácil orientarse en cualquier templo, incluso en uno que nunca había visitado antes.
Sin embargo, Diarin se quedó intencionadamente en la entrada, observando el entorno.
Ella buscaba algo que solo podía conseguir si esperaba.
—Parecen ser nuevos visitantes —dijo una voz.
Al notar que Diarin merodeaba por la entrada, un sacerdote rápidamente se le acercó como si hubiera encontrado a su presa.
Sabía que esto pasaría, pensó Diarin con satisfacción.
Tal como esperaba, un sacerdote había caído en la trampa.
Nuevos miembros… o mejor dicho, nuevos creyentes, siempre eran bienvenidos. Especialmente en un lugar como el templo del palacio real, donde había potencial para atraer a personas con mucho dinero.
Diarin lanzó una mirada a Ceres, quien estaba a su lado.
¿Es alguien conocido?, parecía preguntar con su gesto.
—No —respondió Ceres moviendo sutilmente la cabeza.
Aun así, por si acaso, Diarin le indicó con una señal que se apoyara en su hombro.
Con Ceres recostado parcialmente sobre ella, y su cabello cubriéndole uno de los ojos, su mirada intensa quedaba oculta, haciéndolo parecer un joven abatido y melancólico.
—Ah, hola… —saludó Diarin con voz insegura.
Intencionadamente evitó usar el saludo formal típico de los templos.
El sacerdote, notando su torpeza, mostró una sonrisa aún más cálida, una expresión que Diarin conocía bien.
—Bienvenidos, estimados clientes.
—Parece que no frecuentan mucho los templos, pero bienvenidos. La divinidad los recibirá con los brazos abiertos.
—Gracias…
—¿Acaso han venido buscando refugio en el abrazo de la divinidad?
—Ah, bueno…
Diarin comenzó a hablar con tono ingenuo, como si fuera una chica inmadura e inexperta.
—Es que… Mi amigo sufrió un desamor hace poco…
—¡Oh, no me digas! ¿Cómo es posible? Con lo apuesto y encantador que es.
—Eso digo yo. Pero el golpe fue tan fuerte que ahora está hecho un desastre… No duerme bien, dice cosas sin sentido, a veces incluso se pone muy enfermo. Está siendo un caos.
—¡Oh, qué pena! No hay herida que afecte tanto al alma como un desamor. No me sorprende que esté sufriendo así.
El sacerdote asentía con entusiasmo, siguiéndole el juego a Diarin.
Y tenía razones para hacerlo.
La gente nunca escatimaba en gastos cuando se trataba de amor.
Entre los sacerdotes, existía un término para describir a las personas que acudían a los templos en busca de consuelo por problemas amorosos.
Clientes fáciles.
No había motivo para no ser amable con ellos. Aunque ya estuvieran dispuestos a gastar, tratarlos con amabilidad podría motivarlos a gastar aún más.
—Quizás hubo alguna circunstancia particularmente dolorosa. Parece que los dioses me dejaron un hueco en mi agenda para ayudar a estas almas afligidas —dijo el sacerdote, interpretando el papel con dramatismo.
¡Qué talento para improvisar!, pensó Diarin con admiración.
Sin duda, para gestionar un templo en el palacio se necesitaba este nivel de ingenio.
Gracias a que el sacerdote tomó el desamor como algo serio, a Diarin se le facilitó continuar la historia.
—Está tan afectado que, si pudiera, borraría todos los recuerdos de esa mujer.
—Oh… Bueno, eso no es del todo imposible.
El sacerdote asintió con gravedad.
¿Qué?, pensó Diarin, sorprendida.
¿Un hechizo para borrar recuerdos era algo tan fácil de encontrar? Ni siquiera revisando todo el archivo de hechizos del templo donde había trabajado antes pudo encontrar algo así.
Y, sin embargo, este sacerdote común y corriente lo mencionaba con tal naturalidad. ¿Era posible que supiera más sobre hechizos de lo que parecía?
—¿De verdad es posible?
—Creo que para la suma sacerdotisa sería factible. Además, contamos con otros hechizos para aliviar el corazón, como ayudar a dormir mejor, calmar la mente o disipar la ansiedad.
—Oh…
Por supuesto, no era algo que un sacerdote común pudiera hacer.
Si la suma sacerdotisa estaba dispuesta a involucrarse, entonces quizá sí sería posible.
Incluso los sacerdotes principales, que gestionaban los templos, rara vez realizaban hechizos personalmente. Había muchas otras formas de ganarse la vida sin recurrir a ellos.
Pero siendo este el templo del palacio, parecía que la suma sacerdotisa se involucraba activamente en el ‘negocio de los hechizos’.
Para Diarin, era una oportunidad perfecta.
—¡No importa cuánto cueste! ¡Con tal de borrar los recuerdos de esa mujer!
—¿Acabas de decir ‘no importa cuánto cueste’? —preguntó el sacerdote, con una chispa de interés en los ojos.
El sacerdote, al oír hablar de dinero, pareció convencerse de que debía atender a estos visitantes con especial cuidado. Su actitud se volvió más decidida y profesional.
—En ese caso, ¿por qué no nos movemos a un lugar más privado para discutirlo con calma?
—Está bien.
Finalmente, habían sido ascendidos al estatus de invitados en la sala de recepción interior del templo.
Un sacerdote los condujo por un largo pasillo hasta la sala de recepción. Durante el trayecto, pasaron junto a varios otros sacerdotes.
Cada vez que esto ocurría, Ceres murmuraba un ‘Uf’ y escondía su rostro contra el hombro de Diarin.
Los sacerdotes no parecían extrañados por esto. Tal vez porque tenían la mente ocupada en asuntos económicos o porque entendían el dolor de un joven que deseaba borrar de su memoria el sufrimiento causado por un desamor.
—¿Podrían esperar aquí un momento?
—Sí.
El sacerdote abrió la puerta y salió.
Diarin, tensa como si estuviera entrando en la guarida de un tigre, endureció sus hombros.
Por otro lado, Ceres, que seguía frotando su rostro contra el hombro de Diarin, no mostraba el menor rastro de nerviosismo.
—Alguien desconocido se acerca.
—El hombro, el hombro.
Diarin lo tomó por la cabeza y hundió aún más su rostro contra su hombro.
En ese momento, la puerta se abrió, y una mujer de porte distinguido, vestida con un elaborado atuendo sacerdotal, entró en la sala.
—¡Huy!
Diarin reconoció inmediatamente aquel atuendo y sintió cómo su corazón daba un vuelco.
¡Es una Suma Sacerdotisa!
Incluso siendo ella misma una sacerdotisa, rara vez había visto ese tipo de vestimenta reservada para las Sumas Sacerdotisas.
Una Suma Sacerdotisa era la máxima autoridad encargada de supervisar y administrar un templo completo, y por encima de ellas solo estaban los ‘Siete Hijos de Dios’.
Los Siete Hijos de Dios eran figuras misteriosas cuya identidad y proceso de selección estaban completamente envueltos en secreto. Rara vez aparecían en público, y nunca en la historia se había revelado la identidad de los siete al mismo tiempo.
Por lo tanto, las Sumas Sacerdotisas eran las figuras de más alto rango en los templos.
En particular, la Suma Sacerdotisa encargada de la capital imperial tenía una enorme influencia.
Sin embargo, había una única excepción: la Suma Sacerdotisa responsable del templo dentro del Palacio Imperial, cuyo poder era equivalente al de la familia imperial misma.
Y la mujer que acababa de entrar no era otra que la Suma Sacerdotisa del templo del Palacio Imperial, Merian.
Diarin se puso tensa de manera instintiva.
Incluso encontrarse a solas con un Sumo Sacerdote ya era suficiente para poner rígido el cuello de cualquiera, y esta mujer no solo era una figura de enorme autoridad en el templo, sino también una de las aliadas más cercanas del Segundo Príncipe.
Si no fuera porque Ceres estaba a su lado, Diarin probablemente habría saltado de su asiento para hacer una reverencia profunda.
—¡Ay, cuánto tiempo les he hecho esperar! Me contaron de repente lo que ocurría, y tuve que venir a escucharlos.
—¿…?
¿Qué acabo de escuchar?
La voz alegre y animada de Merian rompió por completo la solemnidad del momento, desconcertando a Diarin.
—Me dijeron que este joven está muy afectado por el dolor de un desamor. ¡Ay, qué pena! Con lo buen mozo que es, ¿cómo puede haber una mujer que lo rechace? ¡Este mundo está lleno de gustos raros, ¿verdad?!
—¿…?
Merian, sentada frente a ellos, hablaba sin parar y reía con entusiasmo.
La mente de Diarin no podía procesar lo que estaba sucediendo.
Antes de que pudiera reaccionar, Merian continuó hablando con su tono brillante.
—Ah, sí, claro, claro. Me dijeron que incluso mencionaste que querías olvidar tus recuerdos por completo porque el dolor era demasiado.
Con una sonrisa radiante, Merian fue al grano sin rodeos.
—Ah, sí, bueno…
Definitivamente es aterradora.
Era evidente que pretendía desarmarlos con su actitud amigable para luego investigarlos a fondo.
Diarin estaba alerta, sospechando que quizá Merian ya conocía su verdadera identidad y estaba jugando con ellos.
—Pero, como saben, los hechizos de los sacerdotes no son algo que podamos usar tan fácilmente, como si fueran las cartas de un adivino callejero. Ah, por cierto, ¿han recibido algún otro hechizo antes?
En lugar de una interrogación fría y directa, como ‘¿Quiénes son ustedes?’ o ‘¿Cómo se atreven a intentar obtener información clasificada?’, Merian simplemente los cuestionó de manera relajada.
Esto dejó a Diarin aún más confundida.
—Ah, bueno… solo algo sencillo, como para recuperar energía.
—¿Ah, sí? ¿Han probado un hechizo de recuperación? ¡Qué bien! Claro, es totalmente diferente de esos charlatanes que hacen cosas básicas y las llaman milagros, ¿verdad? Esto es de otro nivel. Cuando alguien lo prueba, nunca se arrepiente de pagar por ello. ¿No es cierto?
—Ah… sí, sí, claro.
Diarin recordaba haber recibido una vez un hechizo de un compañero sacerdote, más como un gesto amistoso para animarla cuando estaba agotada.
Había asumido que era algo trivial, equivalente a un masaje en el hombro, pero ahora Merian lo estaba presentando como una habilidad grandiosa y valiosa.
¿Así que también se puede vender el poder sagrado de esta manera?
Aunque se trataba de una oponente, Diarin no podía evitar admirar la capacidad de Merian para adaptarse y acercarse a los demás con tanta naturalidad, a pesar de su alto rango.
—Bien, entonces…
De repente, Merian entrelazó sus manos y cambió su tono a uno más serio.
Diarin se enderezó instintivamente en su asiento.
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