⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Aunque hubo algunos inconvenientes, en la primavera de 1122, el compromiso entre la joven Rachel Von Neuschwanstein, que acababa de cumplir diecisiete años, y el futuro gobernante de Safavid, el príncipe Ali Pasha, se concretó rápidamente.
Por solicitud de la familia de la novia, se decidió que la boda se celebraría en la capital imperial antes de que terminara la primavera, siguiendo la tradición del imperio. Así, la ciudad de Wittelsbach se llenó de multitudes que venían de todo el país para presenciar este evento internacional, incluyendo la lujosa delegación de Safavid.
Era la primera gran boda nacional desde el incidente de la invasión de Sacrosanct y, literalmente, un espectáculo deslumbrante. Nadie dudaba de que esta no sería la última celebración del año. Ya corría el rumor entre las damas y caballeros que se acercaba otra boda de proporciones igualmente épicas.
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Viuda de hierro, viuda negra, cazadora de hombres, la bruja del castillo Neuschwanstein, la vergüenza de las damas…
Todos esos innumerables apodos que solían referirse a mí ahora parecen cosas del pasado, recuerdos que ya no son vívidos ni me atormentan por las noches.
De cualquier manera, bajo el brillante cielo azul de esta nueva era, el pasado ya no importaba. Lo que importaba era que había cumplido otra vez con la promesa que hice hace tiempo a mi difunto esposo, y al mismo tiempo, había encontrado mi propia felicidad.
—¿Quién hubiera pensado que Rachel sería la primera en casarse…?
—Sí, ¿qué le habrá visto el príncipe Ali a esa muchacha tan aterradora…?
—Pero tú también, hermano mayor, te has quedado ciego, ¿no?
—¡Oye, por qué me metes a mí en esto!
Aun sin la promesa a mi difunto esposo, no hay duda de que, sumando todas mis vidas pasadas y presentes, lo que nunca lamento es haber conocido a mis hijos. O más bien, el hecho de haberlos criado, el haber sido su madre.
—¡De verdad, por favor, compórtense! ¿Tenían que comportarse así hasta aquí?
—No tengo ni un poquito de ganas de ayudarte a parecer tan modesta, querida hermana. ¡Oye, príncipe Ali, ten cuidado! Si haces algo raro, ¡esa te golpeará con sus tacones en la cabeza!
—¡Oh, gracias por la advertencia, Sir Elias! Lo tendré en cuenta.
—¡Aaaah!
Hubo un pequeño altercado cuando Rachel tuvo que enfrentarse a sus hermanos mayores, que seguían burlándose de ella hasta el último momento.
Finalmente, nuestra bella novia se calmó después de que el encantador príncipe Ali interviniera. Ella me miró y me sonrió radiantemente.
—Iré a la celebración del aniversario de la fundación del reino. Después de eso, mamá, tendrás que venir a verme, ¿de acuerdo? Ahora soy la futura princesa heredera de Safavid, te prometo que te llevaré en el viaje más lujoso de tu vida.
—Rachel…
—Todo lo que soy es gracias a ti, mamá. Lo sabes, ¿verdad?
Las palabras de Rachel, dichas con una sonrisa brillante, trajeron un momento de silencio al muelle, que hasta entonces había estado lleno de un ambiente juguetón.
Mientras los hombres del imperio intercambiaban miradas confusas, el príncipe Ali envolvió a Rachel con un brazo y me miró a los ojos.
—Gracias por confiarme a su preciada hija. Prometo ser el mejor esposo del mundo.
—Eso me tranquiliza…
Me esforcé por sonreír mientras agarraba la mano de Rachel, que seguía sonriendo alegremente.
—De verdad te vas…
—Pero no es como si no fuéramos a vernos más. Iré a visitarte seguido, y tú tienes que venir a verme, mamá. Deja a mis hermanos aquí. ¿De acuerdo?
—No esperaba que te fueras tan pronto… No he hecho nada por ti todavía, no hemos hecho nada juntas, nada de lo que quería hacer…
De repente, mi voz se quebró y mi vista se nubló. Las lágrimas que llenaban mis ojos se reflejaban en los hermosos ojos esmeralda de Rachel. Un momento después, sentí sus brazos rodeando mi cuello, su estatura ya mucho más alta que la mía mientras me abrazaba con fuerza.
—Gracias por criarme, mamá. Estoy feliz de haberte tenido.
Mientras el gran barco zarpa, las olas azules del mar chocaban con fuerza, rompiéndose en espuma blanca. Las gaviotas graznaban mientras volaban sobre las velas desplegadas, y el viento fresco del mar despeinaba nuestros cabellos.
Seguí agitando la mano hacia Rachel, que hacía lo mismo desde la distancia, hasta que el barco se convirtió en un pequeño punto en el horizonte. Sentimientos de alegría, orgullo, felicidad, tristeza, y una inexplicable punzada de culpa se mezclaban en mi corazón.
Y cuando finalmente desapareció de mi vista, a pesar de haberme prometido no hacerlo, escondí mi rostro entre las manos y lloré. Mis tres hijos, desconcertados, comenzaron a consolarme con las palabras más disparatadas que jamás había escuchado.
—Shuri, no llores. ¡Ella vivirá una vida de lujo, seguro! ¡Y vendrá a visitarnos todo el tiempo para molestarnos! Te lo aseguro, soy tu hijo mayor.
—Sí, mamá, no llores. ¡Yo seguiré aquí! ¡Y me casaré aquí, en el país!
—¡Y yo también! ¡Me casaré aquí y viviré aquí! No, ¡ni siquiera me casaré!
—Sus padres deberían haber prohibido que se casen…
Nora, que había estado observando todo con una expresión incrédula, chasqueó la lengua. Y, como era de esperar, las miradas se volvieron hacia él.
—¡Deberían haberte prohibido eso a ti!
—¡¿Por qué el hermano mayor sigue siendo amigo de ese tipo?! ¡Te dijimos que rompieras con él hace mucho tiempo!
—Pequeño hermano, no creo que estés en posición de decir eso…
—¿¡Y tú por qué le haces la pelota a ese tipo?!
Uf. A pesar de las lágrimas, no pude evitar soltar una carcajada. ¿Cómo describir esta situación? Estos chicos…
Justo en ese momento, una mano me tendió de repente un pañuelo azul celeste. Lo tomé y levanté la mirada para encontrarme con unos ojos azules que me observaban desde arriba.
—Tu hija será muy feliz.
—¿De verdad lo crees?
—Por supuesto, ¿de quién es hija?
Eso era completamente cierto. ¿De quién más sería hija si no? ¡Por supuesto que será feliz! ¡Rachel, mi querida hija, la leona de Neuschwanstein! ¡Mi orgullo!
Con lágrimas en los ojos, le sonreí ampliamente y Nora también sonrió. Luego, se inclinó un poco y me besó en la frente, susurrando suavemente:
—Yo también tengo confianza en esa promesa de ser el mejor esposo del mundo.
En ese momento, me quedé sin palabras, haciendo una expresión completamente tonta, pero no pude evitarlo. Tratar de evitar su mirada azul, que brillaba de forma juguetona, era inútil.
Nora había esperado demasiado tiempo. Ahora era mi turno de responder. Después de haber postergado mi respuesta hasta que terminara la boda de Rachel, finalmente le debía una respuesta sincera a todo lo que él me había demostrado.
En mi vida pasada, Jeremy y O’Hara planeaban casarse a finales de este año.
Pero en esta vida, Rachel se había convertido en la futura princesa de Safavid, y yo también estaba a punto de tomar la mano de alguien por primera vez, completamente por decisión propia. Y en cuanto a Jeremy y O’Hara…
—Nora.
—¿Sí?
A veces todo esto parece una broma del destino. Que O’Hara fuera parte de los que salvaron mi vida, que Rachel se convirtiera en la futura reina de un reino extranjero, que Retlan se convirtiera en el príncipe heredero, que la autoridad religiosa colapsara.
El hecho de que alguien que antes consideraba un enemigo se haya convertido en un amigo, y que alguien que pensaba que era un compañero resultara ser un enemigo, también es parte de este destino.
Y también descubrí que mi muerte en aquella vida no fue un simple accidente, sino una conspiración bien planeada.
Los ‘bandidos’ que me atacaron eran en realidad mercenarios disfrazados. Acepté que las familias secundarias, como los Condes de Sebastian, tuvieran motivos para odiarme, pero ¿quién hubiera imaginado que el Duque Heinrich me odiaba tanto?
Sabía que era un hombre de poca nobleza, pero escuchar su confesión de que no podía soportar la humillación que le causé me dejó sin palabras. Tanto como descubrir que Albert, el que una vez fue un fiel comandante de caballería, me consideraba una vergüenza para los Neuschwanstein.
Ahora todos ellos están muertos. Como dijo mi ahora gran amiga, Elizabeth, simplemente ‘se aliaron con el lado equivocado’.
El día en que Sacrosanct fue envuelto en llamas, se dijo que el Cardenal Richelieu intentó suicidarse envenenándose, pero Jeremy lo detuvo. Estoy segura de que Jeremy siguió fielmente su lema habitual.
De cualquier manera, sus compañeros encontraron un destino similar, y los comandantes tuvieron problemas para detener las masacres. De morir en combate o tras un juicio, la diferencia no era mucha.
Puede parecer irónico, pero el día de las purgas, me escabullí en secreto de mis hijos y me mezclé entre los espectadores. Allí, presencié por última vez el final de aquellos que estaban detrás de mi muerte y de aquellos que se habían convertido en símbolos de la corrupción de la iglesia. Con ello, finalmente me despedí de los recuerdos del pasado.
Los recuerdos de vivir a la sombra de alguien, los recuerdos de ser una bruja encerrada en un muro de soledad donde nadie me entendía, y los recuerdos amargos de mi muerte… todos ellos.
—Me alegra haberte conocido.
Y si algo he hecho bien desde que empecé esta nueva vida, si ha habido un milagro, ese milagro es Nora.
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—Jamás pensé que me retiraría de esta manera…
—……
—De todos modos, felicidades, mi querido hijo mayor. Al fin eres el Marqués de Neuschwanstein. Aunque no sea exactamente como lo quería tu padre, supongo que lo aceptaría, ¿no?
¿De verdad estaba diciendo eso? No solo era suficiente, ¡era más de lo que cualquiera podría pedir! Además, su padre no tenía derecho a decir nada al respecto. Jeremy sonrió con esfuerzo, mirando a su madrastra, prefiriendo no expresar esos pensamientos. Con la caída del poder eclesiástico, muchas de las viejas tradiciones y costumbres habían perdido su significado. Afortunadamente, porque de lo contrario, las cosas se habrían complicado bastante.
De cualquier manera, el proceso en el que Shuri renunció oficialmente a su título, consolidándose como la persona más poderosa del imperio, fue rápido y sin problemas.
—Hoy no solo tú deberías recibir felicitaciones, tonto.
—¿Por qué dices algo tan cruel? Hoy también es un día en el que tú deberías ser felicitada, ¿no? Aunque según lo planeado, debería ser mi boda y no la tuya…
—No importa de quién sea la boda. Lo importante es que sea una boda, ¿no crees?
Ante su respuesta juguetona, ella abrió los ojos con sorpresa y luego soltó una gran sonrisa. Vestida con su deslumbrante vestido de novia blanco, Shuri parecía una diosa de la primavera.
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