⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¿Conoces la ley de los destinos de luna de miel, Conde?
—Por eso yo… ¿eh? ¿Qué es eso?
—La ley dice que cuando varias parejas en luna de miel están en el mismo destino, si una pareja se pelea, eso se contagia a las demás.
—Ah, ¿en serio existe una ley tan extraña…?
—Así que sería mejor que desaparezcas. Tengo miedo de que se nos contagie.
No hace falta decir que tanto Kyle como yo quedamos boquiabiertos ante la travesura de Nora, que agitaba sus manos como si las peleas de pareja fueran una especie de enfermedad contagiosa.
Pero, un momento después, Kyle, que había estado mirando a Nora, de repente sonrió con una expresión de comprensión y dijo:
—Ah, lo siento por molestar. Ja, ja, ja. Espero que tengan un viaje significativo. ¡Bueno, me retiro!
Con una ligera brisa, el joven conde desapareció en la distancia, mientras una voz extremadamente afectuosa llegaba a mis oídos.
—¿No tienes hambre?
…Por supuesto que tengo hambre. No podría ser de otra manera. Claro que sí. Pero, ¿cómo puede este tipo actuar con tanta normalidad? Solo de pensar en lo que pasó antes, ya me arde la cara.
—T-te-tengo hambre.
—¿Qué? ¿Qué dijiste? No te escuché bien.
Mientras intentaba fulminarlo con la mirada, odiando su actitud despreocupada y astuta, giré bruscamente la cabeza y respondí de manera casual.
—¿Qué harías si yo hiciera lo mismo?
—¿Lo mismo que qué?
—Ya sabes, como la Condesa… desaparecer y luego aparecer como si nada hubiera pasado. ¿Qué harías entonces?
Nora me miró con sus ojos azules parpadeando por un momento antes de cruzar los brazos y fingir que estaba pensando profundamente.
—Bueno, para empezar… eso no sucederá, ¿verdad?
—Pero las cosas son impredecibles. ¿Y si hago algo así?
—Ah, entonces, ¿me estás diciendo que me vas a dejar?
—No, no estoy diciendo eso…
—Mejor dejo de contenerme. Tendré que abrazarte todo el día para no perderte.
Mirando sus ojos azules que de repente brillaban de manera traviesa, sentí que mi rostro volvía a arder. ¡¿Por qué siempre lleva la conversación por ese lado?!
—No, lo que quiero decir es…
—Ah, no, espera. Me equivoqué. No es que yo te pierda, sino que tú me perderías a mí, ¿verdad?
¡¿Por qué saca a relucir lo que pasó hace 4 años ahora?!
No pude evitar sonreír al recordar aquella celebración del Día de la Fundación de hace cuatro años. Nora también se rió y, tomando mi mano, besó mis dedos.
—No te preocupes, no habrá forma de que te pierdas.
—…Sé sincero, antes de conocerme, ¿realmente no tuviste ninguna relación amorosa?
—¿Cómo puedes preguntarme algo tan doloroso? He sido como una flor inquebrantable que nunca se marchitó.
¿Una flor inquebrantable? Es una metáfora interesante. Pero, entonces…
—Pero, ¿cómo es que desde anoche…?
—¿Cómo qué?
—Bueno, ¿cómo es que eres tan bueno en eso…?
—¿En qué?
—Quiero decir, ¿cómo es que eres tan bueno?
Hubo un silencio.
Mientras la gente iba y venía por el lujoso vestíbulo iluminado por la brillante luz de la mañana, todos me miraban con desconcierto. Y yo solo quería cubrirme la cabeza y desplomarme. ¡Debo estar loca, es el viento del mar lo que me ha vuelto loca!
No sé cuántos segundos incómodos pasaron en ese embarazoso silencio. Pero entonces, Nora, que me había estado mirando con una expresión de asombro, de repente apretó mi mano, tiró de mí hacia él y, con una seriedad desconcertante, dijo:
—¿Te gustó tanto?
—…¿Qué? Bueno, claro, hum, no es que… no estuvo mal…
—¿No estuvo mal?
—No, no es que no estuvo mal. Quiero decir, para ser honesta…
—…
—Me gustó, por eso lo pregunto…
—¿Te gustó? Ah, espera un momento.
Nora, que me había estado mirando con una expresión indefinible entre enojo y contención de la risa, de repente soltó mi mano y se dio la vuelta, frotándose la cara. Yo me quedé mirándolo con los ojos abiertos, completamente perpleja, hasta que me di cuenta de que sus orejas estaban sonrojadas.
—¿Nora?
—…
—¿Nora? ¿Estás bien?
—…Sí. Estoy bien. Vamos a desayunar.
Mi esposo, que me estaba guiando de la mano, de repente aceleró el paso más de lo normal ese día. Así que lo seguí sin poder ver su rostro adecuadamente.
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—¿Así que crees que tu hijo será diferente? Si Nora no hubiera enviado esa clase de carta desde el principio…
—¿Sabes cuál es tu problema?
Albrecht retiró un poco la pipa de su boca y preguntó con un tono más serio. Ante la escalofriante presencia del Duque de Acero, Jeremy se quedó paralizado por un momento, parpadeando inocentemente.
—¿Cuál es?
—Estás aburrido.
—¿Qué?
—No tienes a tu padre con quien conversar interminablemente, y tu madre, que solía soportar tus quejas infantiles, tampoco está. Por eso te sientes vacío y aburrido, y en vez de afrontarlo, te desquitas con todos a tu alrededor, e incluso vienes a molestar a tu pobre abuelo.
Jeremy miró fijamente a Albrecht con una expresión aturdida y boquiabierta. Pero Albrecht, con una voz serena, casi compasiva, continuó hablando.
—Esta noche habrá una recepción en nuestra mansión. Ven con tus hermanos. O, mejor aún, ven solo. Tal vez allí encuentres a alguien que alivie tu aburrimiento y soledad.
—……
—Ah, y cuando regrese mi hijo, tendrás que disculparte.
—¿Disculparme? ¿Por qué tendría que hacerlo?
—Por esa carta. Ustedes comenzaron todo, y eso provocó que él respondiera de esa manera. Sea como sea, has molestado a mi hijo, así que debes disculparte.
—Pero, eso… ¡No es justo vivir sin un padre!
—¿Justo? Ya tienes un padre. Mi hijo, claro está.
—……
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—Esto no puede seguir así.
—Sí, definitivamente así no vamos a aguantar.
—Sí… Si seguimos así, pasaremos todo el viaje de esta manera.
—Todo es culpa mía… No sabía que iba a actuar de esta forma.
—No, es mi culpa también. Yo tampoco esperaba comportarme así.
—¡Hermana!
—¡Nora!
Nos gritamos al mismo tiempo, colgándonos el uno del otro con pasión, pero rápidamente nos separamos. ¡Si seguimos así, esto continuará eternamente! ¡No puede ser! Tenemos una lista interminable de cosas por hacer y comprar.
Nora tomó un vaso de agua de la mesa y, con una mano, ajustó la sábana sobre mis hombros mientras me lo ofrecía. Luego, murmuró con un rostro tan serio como el mío.
—Creo que necesitamos hacer algo especial.
—Se me ocurrió una buena idea.
—¿Qué es?
—Nos separamos todo el día. Tú te llevas a algunos guardias y haces tus compras, y yo me llevo al resto y hago lo mío.
—Pero eso…
—No hay otra opción. Tú tampoco tienes una mejor idea, ¿verdad?
Nora puso una cara de frustración, pero finalmente asintió con la cabeza.
—Es una solución efectiva, aunque no me guste.
—A mí tampoco me gusta, pero si seguimos así, no habrá otro modo.
Sí, hemos llegado al punto en que solo mirarnos hace que nos incendiemos. ¡Esto no puede seguir! Asentí con firmeza, mirando a Nora con decisión. Él también asintió, con una mirada igualmente resuelta.
—Entonces, acordamos…
—Nos reunimos a las 8 p.m. No antes.
—¿Ni siquiera para cenar?
—Bueno… que sea a las 7.
—¿6?
—No, 7.
—6:30.
—Está bien.
Así, hicimos nuestro solemne pacto y nos separamos. Los guardias, que nos habían visto juntos desde que llegamos, intercambiaron miradas preocupadas mientras cada uno se marchaba por su lado, pero decidí ignorarlo.
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Después de caminar todo el día, estaba agotada. Había caminado tanto a propósito para quedarme sin energías, pero creo que me excedí un poco. De cualquier manera, había seguido el plan con éxito. Explorar esta hermosa ciudad sola, viendo artistas callejeros, obras de teatro en la playa y visitando tiendas, resultó ser más entretenido de lo que esperaba.
Quizá fue porque hacía mucho tiempo que no caminaba sola, pero la verdad, las compras fueron bastante satisfactorias.
Ya había comprado la mayoría de los regalos para mis amigos y familiares. Mientras sostenía varias bolsas, vi a los guardias que me seguían cargando con aún más bolsas. Ofrecí una breve oración silenciosa por sus cansados brazos…
—Disculpe, ¿Lady Nuremberg?
Ya había anochecido. Mientras miraba las calles teñidas de rojo por el atardecer y salía de la última tienda de bufandas que había visitado, una joven de cabello castaño claro, de poco más de veinte años, me saludó emocionada.
—¿Oh? ¿La Señorita Halen?
—Ahora soy la Señora de Hattenstein. Qué gusto encontrarla aquí.
Ah, entonces ella es la mujer que se casó con Kyle, el que no conoce la vergüenza, después de un embarazo prematuro.
—Es un placer. ¿Ha salido de compras sola?
—Sí. ¿Y usted también?
—Así es.
—¿Acaso ustedes también han tenido una pelea?
Mmm, parece que la pelea de esta pareja aún no ha terminado. Incapaz de encontrar las palabras para explicarme, esbocé una sonrisa incómoda. Lady Hattenstein, comprendiendo la situación, suspiró levemente y murmuró con tristeza.
—Lo entiendo. Yo también me peleé con mi esposo y salí sola.
—Ah…
—¿Por qué son tan insoportables los hombres? Esta será la peor vacación de mi vida, seguro.
—¿Qué sucedió para que pelearan así?
—Bueno, déjeme contarle. Anoche…
Así fue como la Condesa de Hattenstein comenzó a desahogarse conmigo, exactamente de la misma manera que lo había hecho su suegra tiempo atrás.
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