⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Justo en el momento en que mis sentimientos de ira reciente se desvanecieron, siendo reemplazados por una profunda emoción, él inclinó la cabeza ligeramente mientras estudiaba mi expresión. Luego, como si recordara algo, comenzó a hurgar en su bolsillo interior y habló.
—Ah, y esto…
—¿Eh?
—Esto es… lo que estaba en juego en la apuesta. Era una edición limitada, así que lo compré. El que bajara último de la torre tenía que ceder, pero al final terminó en mis manos… Bueno, no sé si te gustará.
¿Que si me gustará? ¿Dice que no sabe si me gustará? Literalmente me quedé sin palabras. Lo que Nora sostenía en sus manos no era otra cosa que un collar. Una serie de perlas blancas unidas, con incrustaciones de nácar y adornos de zafiro en platino, un collar lujoso.
Parecía un conjunto perfecto para el anillo de zafiro que llevaba en mi dedo.
—Bueno, no será tan impresionante como el regalo de tu hijo mayor.
Parecía estar refiriéndose a aquel collar de peridoto de hace cuatro años.
¿Cómo puede decir algo así…? En fin… ¿De verdad esa era la razón de todo el alboroto? ¿Lo de los fuegos artificiales fue solo una excusa?
—Aun así, no deberías haber hecho algo tan…—
Intenté continuar, pero mi voz se quebró. Mientras rápidamente levantaba la mano para secar las lágrimas que empezaban a acumularse en mis ojos, Nora, que me observaba con los ojos bien abiertos, se acercó rápidamente a mi lado.
—Oye, hermana, no llores, lo siento, de verdad no lo volveré a hacer…
—¡No es eso! No es por eso…
—¿Eh?
—Ha… tú de verdad… eres…
Con la voz temblorosa y entrecortada, mi vista se volvió borrosa. Ni yo sabía por qué empezaban a salir las lágrimas de repente. ¿Era gratitud? ¿Porque era un tonto? ¿O tal vez ambas?
Nora, visiblemente desconcertado, parpadeaba sin saber cómo reaccionar, pero luego dejó el collar a un lado y me atrajo hacia él, abrazándome. Al sentir el calor de su cuerpo firme, un suspiro involuntario escapó de mí.
—Eres un verdadero idiota.
—Lo sé.
—Ahora veo que no eres el mejor caballero del imperio, sino un tonto.
—Si llegas a esa conclusión, estamos en problemas.
Murmuró con un tono abatido, mientras me alejaba ligeramente y secaba las lágrimas de mis mejillas con la mano, sonriéndome. Yo también le devolví la sonrisa.
—Gracias…
—Bueno, soy yo quien debería agradecerte. Gracias a ti, disfruté de una emocionante aventura… ¡De acuerdo, ya no lo haré!
Eso espero. No importa qué, me encantaría que no volviera a hacer algo tan peligroso. Si algo le sucediera a Nora, no sé cómo reaccionaría.
Cuando miré por la ventana, ya había anochecido por completo, y una oscuridad azulada teñía todo a nuestro alrededor. Nos quedamos en silencio por un momento, tomados de la mano, observando ese paisaje. Luego, ambos hablamos al mismo tiempo.
—Hermana.
—Nora.
—Tú primero.
—No, tú primero.
—No, por favor, empieza tú.
No había necesidad de ser tan considerado con algo como esto. Le sonreí mientras recostaba mi cabeza sobre su hombro.
Luego, mirando sus ojos azules brillantes, esos que mantenían vivo el amor que sentía por él, le dije:
—Te amo, Nora.
Quizás fue una ilusión, pero me pareció que sus ojos azules temblaron ligeramente. Poco después, sentí un beso suave como una pluma en mi párpado, seguido de una voz afectuosa como nunca antes.
—Yo también te amo.
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Después de una luna de miel de diez días, finalmente regresamos a la capital imperial, donde fuimos recibidos con un recibimiento muy, muy intenso. Como era de esperarse.
—¡Mi regalo! ¿Dónde está mi regalo? ¡Dame mi regalo! ¡Oye, lobo negro maldito, justo a tiempo! ¿Sabes qué cartas nos envió a escondidas este tipo, mamá?
—¡Eli, cuidado con lo que dices…!
—Mamá, desde que te fuiste, siento que la casa se está volviendo un desastre. ¡El abuelo mayordomo incluso dijo que tal vez debería jubilarse pronto! Además, ¡mi pluma de la suerte ha desaparecido otra vez y no tengo idea de dónde está! ¡Tu hijo mayor también ha perdido su guante hace unos días y no lo encuentra! ¡Eres la única que puede encontrar las cosas!
—Espera, escucha lo que tengo que decir, ¡ese tipo…!
—Y hermano mayor, creo que deberías evitar llamar ‘ese tipo’ al esposo de mamá de ahora en adelante.
—¿Qué, qué? ¿De dónde sacaste eso? ¿Cómo te atreves a interrumpir a tu hermano mayor tan celestial?
—¡Pues tú siempre interrumpes a mamá y le hablas de cualquier manera!
—¡Oye! ¿Qué tiene que ver eso con lo que estamos hablando?
Mientras mis hijos gritaban todos a la vez, mi primogénito, que parecía haberse vuelto más maduro en cuestión de días, se reencontraba con su padrastro de la manera más… sofisticada, claro.
—Esperaba sinceramente que te hubieras perdido en el mar, pero qué lástima.
—Qué bastardo.
—¿Esperas gratitud de un hijastro como yo? ¿Y qué es esto, un cuchillo?
—Sí, es tu regalo. Pensé que sería útil cuando decidas que esta vida no vale la pena.
—¿Eso es algo que debería decir un padre a su hijo?
—Dicen que hay que criar a los hijos con mano dura.
—¡Oh, madre mía, madre mía! ¡Este tipo me está sugiriendo que me suicide! ¡¿Cómo puede decirme algo tan cruel?!
Mientras Jeremy, con su enorme complexión, se colgaba de mí fingiendo llorar, Nora le lanzaba una mirada fulminante. Pero a Jeremy no parecía importarle en lo más mínimo, mientras seguía aferrado a mi brazo, mostrando una sonrisa maliciosa.
—Mamá, este malvado padrastro ya está intentando separarnos.
—¿Separarlos?
—Sí, porque me dijo que no escribiera cartas ni soñara con interrumpir tu luna de miel.
—Oh, ¿de verdad?
—Lo juro. ¿No es horrible?
—¡Tengo pruebas! ¡Ja ja ja! ¡Mira, esto es lo que escribió ese tipo…!
—Salgan de aquí.
Por un momento, todo quedó en silencio.
Mientras Jeremy estaba allí, colgándose de mí y riéndose, Elias, que exhibía un pedazo de papel arrugado con aire triunfante, y Leon, que agitaba su pluma junto a su oído, todos ellos alzaron las cejas y fingieron no haber escuchado bien. Mientras tanto, Nora, con una sonrisa escalofriante que pretendía parecer amable, repitió:
—Les dije que salieran de mi casa.
—…Oye, ¿de qué estás hablando de repente?
—Es lógico echar a los gatos que intentan provocar problemas entre mamá y papá. Fuera. No quiero enojarme frente a mi hermana.
En este punto, habría sido natural escuchar un grito de Elias del tipo ¿Por qué tú eres nuestro papá?, pero nuestro Elias estaba tan desconcertado o asustado por el lado amenazante de Nora que nunca había visto, o tal vez se dio cuenta de su error, que solo abrió y cerró la boca sin decir una palabra.
Así, los tres hermanos, rascándose la cabeza, fueron echados fuera de la puerta principal. Mientras yo intentaba contener mi risa, me acerqué a Nora y lo rodeé con los brazos alrededor de su cintura.
—Entonces, ¿qué clase de carta les escribiste?
—…Ellos fueron los que escribieron primero, yo solo respondí. Me decían cosas como que debía volver en tres días, que les trajera regalos, que les dijera que les escribieras de inmediato, cosas así. Les respondí con cortesía, pero no pensé que se iban a ofender tanto.
—Parece que te extrañaban. Estaban aburridos sin ti.
—¿Qué tiene que ver eso con que yo no estuviera?
—Tú eres el único que les aguanta esas cosas. Sinceramente, si fuera otro, se habrían enojado hace mucho tiempo.
—Vaya…
Nora murmuró en voz baja, mientras levantaba la mano para acariciarme el cabello. Luego, con una sonrisa resignada y un tanto misteriosa, añadió:
—Será interesante cuando tengan un hermanito, ¿no crees?
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—¿Todavía está enojado?
—No está enojado, Leon. Solo estaba jugando porque ustedes seguían bromeando.
—Pero se veía realmente molesto. ¿No te das cuenta de que el pequeño no pudo decir nada?
—¡Oye! ¡No fue que no pudiera, fue que no quise! Si me lo propusiera, podría dominar a ese tipo con una mano.
Leon, por supuesto, y Jeremy tampoco prestaron atención a esa afirmación. Tras un breve silencio incómodo, Elias, decidido a manejar la situación, cambió de tema.
—¿Entonces, cuánto tiempo más vamos a estar afuera?
—Bueno, eso depende de lo que tú hagas. ¿Quieres entrar?
—¿No puedes simplemente volver a nuestra casa?
—Eli…
—Bah.
Con un puchero, Elias se sentó en cuclillas frente a mí. Su cabello rojo, como la cola de un potro, se movía ligeramente con la brisa de la tarde.
—Ah, oye.
—¿Sí?
—Para ser honesto, prefería cuando eras solo nuestra mamá. Echo de menos esos tiempos.
—Yo también.
Leon, que miraba el cielo teñido de un suave color rosa con una expresión nostálgica, se unió a la conversación. Jeremy no dijo nada, pero me miró con una sonrisa cómplice que decía que estaba de acuerdo.
De repente, pensé que me habría gustado que Rachel estuviera allí también, y sonreí ampliamente. Luego, extendí mi mano y acaricié el cabello rojo de Elias mientras respondía:
—También prefería cuando ustedes eran más pequeños.
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