⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¡Alv, me voy a casar! ¡Por fin me caso con Max!
Una mujer gira con la ligereza de una niña caprichosa, mientras su vestido de muselina blanca ondea a su alrededor.
Ludovica parecía un hada traída por la brisa primaveral. A pesar de la escena de ensueño, Albrecht no sentía su corazón acelerarse, como solía ocurrir; al contrario, tuvo la sensación de caer en picada, sin fin, congelado en su lugar.
—¡Me voy a casar antes que tú, así que a partir de ahora me llamas hermana mayor! ¿Entendido?
Con un gran ramo de tulipanes amarillos abrazados contra su pecho, se acercaba saltando alegremente, con una brillante sonrisa en su rostro, y él no pudo pronunciar una sola palabra. Literalmente, por primera vez en su vida, se quedó sin habla.
⊱─━━━━⊱༻●༺⊰━━━━─⊰
La villa de Erfurt, ubicada en el Ducado de Nuremberg, en el sur, era el lugar de refugio que el joven noble utilizaba cada vez que tenía fricciones con su padre, el Duque, durante su agitada adolescencia.
Desde entonces, hasta ahora, se había convertido en el refugio de él y sus amigos cercanos. Sin embargo, ya no sería más el escondite de los cuatro.
—¿Por qué estás distraído desde hace rato? No te queda.
Con una risa burlona, su amigo, que hojeaba una revista, le dio una palmada en la rodilla sin motivo. Albrecht volvió en sí de inmediato. Soltó la pipa que había estado fumando y desvió la mirada del techo al rostro de su amigo.
—…Johannes, ¿Max no te ha dicho nada?
—¿De qué hablas?
Los ojos verde oscuro de Johannes parpadearon con curiosidad mientras inclinaba la cabeza apoyado en el respaldo de la silla. Al ver su desconcierto, Albrecht reprimió un suspiro. Aún no lo sabe, pensó. Si lo supiera, no estaría tan despreocupado.
Tres amigos inseparables desde que jugaban a las espadas con cañas en su niñez.
Uno de ellos, el recientemente coronado joven Emperador, Maximillian Von Baden Bismarck, el otro, el joven Marqués Johannes von Neuschwanstein, y el último, Albrecht, joven Duque de Nuremberg.
Los tres, que se conocían mejor que nadie, se enamoraron de la misma mujer hace unos años, una dama de nobleza menor, hija de un Barón. Era un cruel juego del destino.
Sin embargo, Ludovica era una mujer por la que cualquiera podría haberse enamorado. Su singular belleza, que había sacudido a la sociedad, era notable, pero lo que realmente la hacía encantadora era su personalidad audaz y aventurera. Que ella eligiera a Maximillian era algo que Albrecht aún no asimilaba del todo.
Maximillian había decidido hacerla su emperatriz, a pesar de las inevitables resistencias. Debía de estar igual de enamorado que ellos. Por otro lado, Johannes aún no sabía nada.
Pensando en el caos que se desataría una vez que el anuncio oficial de la boda saliera a la luz, Albrecht dejó su pipa y extendió sus largas piernas. Miró fijamente a su amigo, que seguía dándole golpecitos en la rodilla.
—Johannes.
—¿Qué pasa? ¿Por qué te pones tan serio?
—Escucha con calma. Max…
—¡Señorito! ¡Señorito, la señorita de Hamelín ha llegado!
¿Qué? Albrecht se levantó de un salto al escuchar el informe resonante del mayordomo de la villa. Johannes también lo hizo.
—¿Qué? ¿Luvi está aquí? ¿Te avisó antes? ¿Solo a ti?
La pregunta de Johannes tenía un tono envenenado, pero Albrecht no tenía respuesta. Tampoco esperaba la visita de Ludovica.
Ludovica solía visitar la villa cuando era el refugio de Albrecht y sus amigos, pero ahora era de noche y afuera caía una tormenta de nieve. Además, en la villa solo estaban Albrecht y Johannes; su prometido, el irritante Maximillian, no estaba allí, ni podía estarlo. Ahora era el Emperador y no tenía tiempo para escapadas.
¿Habrá ocurrido algo malo?
Preocupado, Albrecht bajó corriendo al vestíbulo del primer piso y, de repente, su visión se llenó de una cabellera plateada con un matiz violáceo.
La joven, trayendo consigo el aroma del bosque y la nieve, entró corriendo y gritó alegremente.
—¡Alv! ¿Te sorprendí? Llegué más tarde de lo planeado porque la nieve caía tan fuerte que tuve que detenerme varias veces… ¡Oh! ¿También está aquí Johannes? ¡Qué suerte!
Mientras la intrusa nocturna abrazaba emocionada a los dos hombres, Albrecht intentaba mantener la compostura.
Cálmate, esta mujer es la prometida de tu amigo. La futura Emperatriz de este país…
—Luvi… Luvi, ¿qué haces aquí sin avisar?
—¿Qué otra cosa? ¡Fui a ver a mi tía y, de camino de vuelta a la capital, pensé en pasar por aquí! Podría ser la última vez, así que me alegra que estén ambos.
—¿Última vez? ¿Qué significa eso de repente?
El desconcertado Johannes, que hasta entonces sonreía como un tonto encantado, parpadeó al escuchar la repentina declaración de Ludovica, llenando el aire de tensión.
Ludovica abrió sus brillantes ojos color limón y miró alternativamente a los dos hombres, mientras Albrecht perdía la oportunidad de intervenir. Fue porque Fuche, que se había acercado rápidamente a él, dijo:
—Y, joven amo, uh… Su Excelencia ha enviado un telegrama.
—¿Qué? ¿Qué ha dicho?
—Hum, que si no vuelve a casa de inmediato, esta vez le hará arrepentirse tanto que escupirá sangre… Uh, joven amo, ¿no sería mejor que regresara y hablara con Su Excelencia?
Esto es una locura. Albrecht se pasó una mano por su oscuro cabello con frustración. Maldita sea, ¿por qué justo ahora…?
Espera.
—¿Joven amo…?
—…Fuche. Prepara el carruaje de inmediato.
Hacerte arrepentir hasta escupir sangre. No era simplemente un ‘arrepentimiento’ común, ni una advertencia trivial como la de la última vez, en la que prometía romperle todos los huesos. El padre de Albrecht era un hombre que cumplía con lo que decía. Y que lo dijera en este momento solo podía significar una cosa…
—¿A dónde vas? —preguntó Johannes.
—¿Qué? ¿Te vas, Alv? ¡Acabo de llegar!
—…Surgió algo urgente. Volveré pronto, quédense ustedes dos.
Tras decir esto, Albrecht salió corriendo bajo la tormenta de nieve sin siquiera ponerse un abrigo.
⊱─━━━━⊱༻●༺⊰━━━━─⊰
¡PUM!
Al entrar en el despacho, era predecible que le lanzarían un cenicero.
Albrecht podría haberlo esquivado fácilmente, pero decidió no hacerlo. Su frente dolía intensamente tras el impacto del cenicero de cristal, pero eso no era lo más importante en ese momento.
—Siempre me recibe con tanto cariño, padre.
—¿Eso es todo lo que tienes que decir? ¿Hasta cuándo vas a comportarte como un niño malcriado? ¿A quién demonios te pareces para ser tan insolente…?
—Me parezco a usted, padre.
Hubo un momento de silencio. Mientras el furioso Duque lo fulminaba con la mirada en lugar de gritar cien improperios, Albrecht se secaba la sangre que le corría por la frente con el dorso de la mano, devolviéndole la mirada con calma. En una esquina del despacho, bajo la mirada lúgubre de una cabeza de lobo disecada, se encontraba su hermana, Elizabeth. Era evidente lo que habían discutido antes de su llegada, solo con ver los ojos enrojecidos, los labios fuertemente apretados y los hombros temblorosos de ella.
Sin apartar la vista de su padre, Albrecht se acercó a su hermana. En ese momento, el Duque habló:
—Parece que el Emperador planea casarse pronto.
—…
—Es obvio con quién, ¿no? Ya dicen que cada cual se junta con su igual, y Su Majestad parece decidido a hundir el imperio. Igual que tú y tus amigos.
La voz del Duque estaba cargada de ira y desprecio. No era para menos. Según el plan original, Elisabeth, la hermana de Albrecht, debía casarse con el Emperador Maximillian. No una dama insignificante de la baja nobleza.
Para el Duque de Nuremberg, que había criado a su única hija desde la infancia para ser la próxima Emperatriz, la situación era un agravio intolerable. Era inevitable que la ira y la humillación del Duque acabaran dirigidas a alguien.
A estas alturas, era claro hacia dónde se encaminaba esta conversación. La razón por la que Albrecht había corrido de vuelta a la capital tras recibir la ‘amenaza’ de su padre también era esa. Aunque en parte quería proteger a su hermana de la ira de su padre, que la culpaba por no haber logrado conquistar el corazón de Maximillian.
—Debes de estar sufriendo por dentro, ¿verdad? —preguntó el Duque con ironía.
—…¿Qué es lo que desea de mí?
Si esta vez Albrecht no cumplía con las órdenes de su padre…
—¿Qué quiero de ti? ¿Qué es lo que quiero de ti? ¡Debería ser yo quien te haga esa pregunta! ¿Qué es lo que tú quieres? ¿Qué te pasa por la cabeza? ¿Cómo es que el heredero de una familia como la nuestra está perdiendo el tiempo, hechizado por una mujer insignificante de una familia de Barones? ¡Y, para colmo, la misma mujer que ha humillado a tu hermana!
—…
—Ya tienes diecinueve años. Deja de jugar a los romances baratos y cumple con tu deber.
…Ludovica, ella… En cuanto se convierta en Emperatriz, su vida se convertirá en un infierno.
Quisiera o no, como heredero de la familia Nuremberg, un maestro en las intrigas políticas, Albrecht podía prever claramente las tormentas que se avecinaban sobre ella. La brillante sonrisa que había mostrado al anunciar su matrimonio con Max pronto desaparecería sin dejar rastro.
Mirando a su padre, que lo fulminaba con sus ojos azules llenos de furia, Albrecht tragó una amarga sonrisa.
Qué irónico, Luvi. Eres la única mujer que deseo, pero para proteger tu sonrisa, debo tomar la mano de otra.
Comments for chapter "140"
MANGA DISCUSSION