⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—Vaya, qué difícil es escuchar tu voz, ¿eh? ¿Cuánto tiempo más va a seguir enojado este tipo que se supone que es un caballero?
El mundo realmente ha mejorado mucho. Ahora, puedes hablar con alguien al otro lado del mar o la montaña como si estuviera justo frente a ti.
En esta era de grandes descubrimientos, Elias, sosteniendo el raro artículo importado llamado ‘esfera mensajera’ que solo se producía en Nueva, gritaba con una actitud orgullosa, como si la persona con la que estaba hablando estuviera justo a su lado. Aunque, en realidad, no era que el destinatario estuviera tan lejos como para tener que cruzar mares o montañas. De hecho, vivía bastante cerca, también dentro de la capital.
Aun así, la razón por la que Elias usaba la ‘esfera mensajera’ desde tan temprano era porque, hace poco, la otra persona le había prohibido acercarse. Esta era probablemente la quinta vez este invierno que recibía una orden de restricción. Le habían advertido, una vez más, que no se acercara a la ‘guarida del lobo’.
—Pronto tendremos que vernos, ¿cuándo tienes tiempo? Preferiblemente…
-¿Estás bromeando?
A diferencia de la enérgica voz de Elias, la voz que venía del otro lado estaba llena de somnolencia y molestia, lo que solo hizo que Elias se sintiera más triunfante.
—Vaya, parece que el gran Duque Lobo estuvo durmiendo cómodamente hasta esta hora, ¿eh? De cualquier manera, despiértate y escucha bien. Tengo algo serio que decirte. No es que realmente quiera hablar contigo o verte la cara, pero, bueno, en la vida a veces te encuentras con problemas inevitables y…
-¿Qué has hecho ahora?
—¡Oye, no soy ningún crío, maldito lobo! ¡No es eso!
-Entonces, ¿por qué demonios me molestas tan temprano?
—¿De verdad crees que llamé porque quería escuchar tu irritante voz? Solo te llamo porque, ejem, tenemos algo que resolver hoy. ¡Así que pasa por mi casa! ¡Si no vienes, juro que esta vez atacaré tu casa y convertiré a todos tus caballeros en erizos! Maldición, con tu estúpida orden de restricción. Es increíble que alguien tan descarado como tú, que secuestró a mi madre, se atreva a…
-Oye.
La voz del otro lado, que de repente se volvió grave y sombría, hizo que Elias, que hasta entonces había estado hablando con confianza, se detuviera.
—¿Qué? ¿Tienes algún problema?
Hubo un silencio momentáneo desde la ‘esfera mensajera’.
Mientras Elias esperaba con ansiedad, frunciendo los labios, la voz lenta y burlona de su interlocutor finalmente se hizo escuchar después de un breve silencio.
-Tu madre está acostada junto a mí ahora mismo.
Con eso, la ‘esfera mensajera’ se apagó, quedando en un gris oscuro. El gran salón del primer piso de la mansión Neuschwanstein, un lugar decorado con elegancia y estilo, cayó en un repentino silencio.
Y entonces…
—¡Ese maldito hijo de…! ¡Aaaaargh!
El grito lleno de ira y frustración de Elias resonó por toda la casa desde el amanecer, despertando no solo a los sirvientes, sino también a los caballeros, quienes, sobresaltados, intentaban empezar el día.
Pero Elias, conocido como el ‘león sangriento’ de Neuschwanstein, no pudo controlar la ira y el desconsuelo que él mismo había provocado y siguió gritando hasta que su hermano mayor, que escuchó el alboroto, salió y le dio un golpe para calmarlo.
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Últimamente, algo realmente raro estaba ocurriendo. Leon Von Neuschwanstein, reconocido como el único intelectual y estratega de la familia Neuschwanstein, y ahora un joven detective en ciernes, había comenzado a notar algo extraño: su hermano menor, Elias.
Por supuesto, el comportamiento excéntrico de Elias nunca había estado alineado con los estándares comunes de la sociedad, algo que había sido frecuente desde que eran niños, por lo que no era tan sorprendente. Sin embargo, incluso con eso en mente, el comportamiento reciente de Elias definitivamente parecía raro.
A veces se sentaba solo, en silencio, mirando al vacío, o de repente se agarraba la cabeza y murmuraba: —No, esto no es así. Peor aún, había dejado de asistir a los bailes y eventos sociales que tanto le gustaban y se quedaba encerrado en casa.
Leon estaba preocupado por el estado de Elias, aunque su hermano mayor, Jeremy, estaba encantado con su nuevo comportamiento y esperaba que siguiera así.
Aunque Leon también deseaba lo mismo en el fondo, no podía dejar de sentirse inquieto como un detective con talento que era.
Así que decidió acercarse a su hermano menor, que ahora llevaba una vida inusualmente tranquila, y ofrecerle su apoyo. Al menos, esa era su intención.
—¿Hermano, tomaste alguna medicina? ¿Por qué estás tan tranquilo últimamente?
—¡Lárgate, enano!
—¿Es porque el Duque te dio una orden de restricción? ¡Ves, por qué te pones celoso de un hermano que aún no ha nacido! Sabía que eras el más inmaduro de todos nosotros, pero…
¡Pum! ¡Pum!
Leon rápidamente esquivó los golpes y salió corriendo.
No importaba cuánto intentara preguntar qué le pasaba o si quería hablar de sus problemas, Elias solo respondía con enojo y violencia. Finalmente, cuando Leon comenzó a considerar la posibilidad de hablar con su madre sobre el comportamiento de su hermano, llegó una buena noticia desde Safavid.
Su hermana gemela, Rachel, que era la reina de Safavid y la única con una mente tan aguda como la suya, anunció que vendría a pasar la Navidad con ellos y a estar cerca de su madre, que estaba a punto de dar a luz.
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—¡Leon! ¡Mi gemelo! ¿Cómo es que no has cambiado nada?
—¿Y tú cómo es que has cambiado tanto? O, mejor dicho, ¿ahora debería dirigirme a ti como ‘Su Majestad’?
—No hagas tonterías. Uf, hacía tiempo que no venía por aquí y parece que nada ha cambiado. Ahora entiendo por qué la gente siempre habla de ‘volver a casa’. ¡Hace tanto frío aquí! No recuerdo la última vez que pasé tanto frío.
Rachel, quien compartió su impresión, tampoco había cambiado mucho desde la última vez que Leon la vio. Tal vez había crecido un poco más y ahora vestía la ropa y adornos tradicionales de Safavid, pero seguía teniendo el mismo cabello rizado y dorado que su hermano, junto con unos ojos verde esmeralda que brillaban con agudeza.
—Pero dijiste que vendrías sin llamar la atención, ¿quiénes son esas… bailarinas? —preguntó Leon.
—No son bailarinas, son mis guardaespaldas. En Safavid, los caballeros que protegen a la reina son todas mujeres —respondió Rachel.
¿De verdad? Tanto Leon como los caballeros que nunca habían visto guerreras antes, se quedaron mirando a las exóticas guardaespaldas con asombro. Pero la mano de Rachel golpeó sin piedad la parte trasera de la cabeza de Leon.
—¿Te estás volviendo como nuestro hermano menor?
—¡Agh! ¡No es eso! Solo me pareció curioso… —protestó Leon.
—Es un placer verte de nuevo, señorita Rachel. O debería decir, Vuestra Alteza. Te has vuelto aún más hermosa —intervino Robert, un sirviente.
—¡Oh, señor Robert! ¿Aún sigues aquí? ¡Me alegra verte! De hecho, traje un regalo especial para ti… —respondió Rachel con entusiasmo.
Después de un emotivo saludo con los sirvientes que la conocían desde que era una niña, Leon encontró la oportunidad de hablar con su hermana y compartirle las dificultades que había estado atravesando. Más específicamente, expresar sus sospechas como detective.
—Por cierto, parece que nuestros hermanos no están en casa. Primero quiero ir a ver a mamá. ¿Vienes conmigo? —preguntó Rachel.
—Claro, pero antes… ¿recibiste la carta que te envié? —preguntó Leon.
—¿Carta? Ah, sí, la recibí. ¿Qué pasó? ¿El hermano menor causó problemas otra vez?
—Me temo que sí. Algo no está bien con él —respondió Leon.
Afortunadamente, Jeremy y Elias estaban fuera. Los hermanos gemelos se sentaron juntos en las escaleras del patio trasero, desde donde se veía el jardín de invierno lleno de flores. Aparte de su tamaño, no había mucha diferencia entre su apariencia ahora y cuando eran niños.
Rachel fue la primera en hablar. Observando el invernadero, su voz adoptó un tono nostálgico.
—Es extraño estar de vuelta. Siento como si nunca me hubiera ido.
—A mí también me cuesta creer que ya no vivas aquí. Que ni tú ni mamá estén en casa ya… —añadió Leon.
—¿Tú has conocido a alguien últimamente? ¿Y el hermano mayor? —preguntó Rachel.
—Yo… no estoy seguro. En cuanto al mayor, parece que tiene a alguien, pero no ha dicho nada concreto —respondió Leon.
—¡Oh, entonces parece que finalmente está enamorado! Me pregunto quién será —dijo Rachel con curiosidad.
Leon no respondió. Ya sabía cuál sería la próxima pregunta.
—¿Y el hermano menor? ¿Sigue viendo a esa mujer?
—Me parece que sí, pero eso no es lo que me preocupa ahora —dijo Leon.
—Entonces, ¿qué es lo que te preocupa? —preguntó Rachel.
Incluso Leon no tenía una respuesta clara para esa pregunta. Cruzó los brazos y puso una expresión seria, convencido de que algo grave estaba sucediendo. Rachel también adoptó un aire serio.
—¿Qué pasa? ¿Qué ha hecho ahora? —preguntó Rachel.
—No lo sé exactamente, pero viendo cómo actúa, es evidente que ha hecho algo malo. Está claro que está preocupado porque si se descubre, habrá problemas. Y con el estado en el que está mamá ahora, no puedo evitar preocuparme aún más —explicó Leon.
—¿Y el hermano mayor? ¿Qué opina? —preguntó Rachel.
—Él no parece preocuparse mucho. Ya sabes cómo es, simple. Nos dejó todo el cerebro a nosotros dos —dijo Leon con una sonrisa.
—Es cierto —respondió Rachel con una pequeña sonrisa, mientras los dos gemelos asintieron con la cabeza.
—Tenemos que resolver esto lo antes posible. No sabemos cómo podría llegar a oídos de mamá —comentó Rachel.
—Tienes razón. Pero… ¿cómo lo solucionamos? —preguntó Leon.
—Primero, tenemos que enfrentarlo y hacerlo hablar. ¿Sabes dónde está ahora mismo? —preguntó Rachel.
Si Rachel lo confrontaba personalmente, era probable que hasta el terco de Elias terminara confesando. Leon asintió y negó con la cabeza al mismo tiempo.
—Creo que fue a ver a esa mujer —respondió Leon.
Contrario a las expectativas de Leon, Elias no estaba con Ohara, ni con nadie más. Se encontraba en el ‘Pub de Dorné’, un bar frecuentado por la nobleza, ubicado en una elegante calle. Allí, sentado en la mesa junto a la ventana, el segundo hijo de Neuschwanstein bebía en soledad, observando el atardecer.
Su mirada, perdida en la distancia, estaba cargada de una inquietante mezcla de angustia y melancolía, creando una imagen romántica de un joven aristócrata atormentado por el dolor de su primer amor. Pero el dueño del pub, que ya conocía a Elias, solo deseaba que siguiera así: en silencio.
No pasó mucho tiempo antes de que ese deseo se rompiera.
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