⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¿Por qué has cambiado tanto? Aunque dicen que todos cambian cuando llegan a la capital, tú no eras así antes.
—……
—Por favor, escúchame. He estado sin comer durante tres días. ¿Crees que eso tiene sentido? Soy un noble, ¡pero mírame, parezco un mendigo! Tienes de sobra, podrías ayudarme. O al menos déjame quedarme en tu casa por un tiempo.
—¿Crees que estoy loca para aceptar semejante tontería? ¡Vete con esas excusas de no haber comido en tres días! Desaparece antes de que llame a los guardias. No tengo tiempo para esto, así que, si no quieres que te ocurra algo peor, no vuelvas a buscarme. ¿Entendido?
No sé cómo describir la expresión de estúpida sorpresa que se reflejaba en la cara de Lucas. Así debería haber sido, desde el principio… Debería haber sido así… Mientras me daba la vuelta para regresar con los niños, él me agarró del hombro y me empujó contra la pared con fuerza. Mi espalda golpeó con un dolor sordo.
—¿Qué crees que estás haciendo…?
—¿Qué te crees, que porque ahora eres la esposa de un Marqués puedes hablarle así a tu hermano? ¿Quién te crees que eres para mirarme con esos ojos? ¿De verdad crees que vas a mantener tu posición por mucho tiempo? En cuanto te echen, ¿dónde crees que irás…?
—¡Oye!
¡Paf!
La frase vil de Lucas, cargada de furia, fue bruscamente interrumpida cuando alguien lo pateó. En un instante, la presión en mi hombro desapareció, y Lucas soltó un gemido lastimero, desplomándose en el suelo.
—Tch, eran botas nuevas… ¿Cómo puede alguien ser tan grosero? ¡Escucha, cobarde con cara de comadreja, esa chica no quiere saber nada de ti!
La voz, inusualmente aguda y chillona, parecía fuera de lugar para la figura que tenía enfrente. Era un chico, con un cuerpo alto pero evidentemente joven, quizá de la misma edad que Jeremy. Tenía el pelo negro alborotado y unos ojos azules gélidos que me resultaban extrañamente familiares.
Mientras trataba de recordar dónde lo había visto antes, el chico se acercó a Lucas, quien yacía en el suelo, lo agarró del cuello y le puso su espada nueva, de un tamaño sorprendente para él, cerca del rostro.
—Escucha, viejo.
—¡Aaaaah!
Lucas, aterrorizado, empezó a gritar. …Cabe mencionar que Lucas sólo tenía 21 años, lo cual hacía la situación aún más ridícula.
—Carajo, ¡cállate ya! Oye, te dije que te callaras antes de que te corte la lengua.
—¡Por favor, sálvame…!
—Te dije que te callaras, ¿no? Mira mis ojos. ¡Míralos!
—Por favor… ¿Quién te crees que eres, mocoso? ¡No sabes quién soy!
—Me importa un comino si eres el príncipe heredero. ¿Quieres que te arranque los dientes de cuajo?
—¿Po-por qué estás haciendo esto…?
—Ya basta. No vuelvas a molestar a esa chica. No la persigas, no te le acerques, ni siquiera pienses en ella. Si no quieres perder algo más que tus dientes, no te atrevas.
¡Dios mío! Sus palabras helaron hasta la médula. Y yo que pensaba que solo mis niños hablaban tan groseramente, parece que todos los chicos de hoy en día son iguales.
—¿Entendido? ¡Contesta, o no me hagas repetirlo!
—Sí, sí, entendido.
Lucas, pálido del miedo, asintió con desesperación, y sólo entonces el chico soltó su cuello. Mi hermano, derrotado y humillado, salió corriendo. Mientras tanto, el chico, tras chasquear la lengua, apoyó la espada en su hombro y se giró hacia mí.
—¿Estás bien? ¿Cómo acabaste metida con un tipo como ese?
—Buena pregunta.
—¿Eh?
—Es mi hermano. Pero gracias por ayudarme.
—¿Ese tipo es tu hermano? ¿Ese imbécil?
El chico me miró, incrédulo, mientras parpadeaba. Sus ojos, de un azul tan claro como el cielo otoñal, me observaban de arriba abajo, deteniéndose un momento en mi rostro y mi cabello.
Por mi parte, intentaba adivinar quién era este joven. Su cara me resultaba conocida, pero no lograba recordar de dónde.
—Tch, hermano o no, ese idiota se lo merecía. Pero, ¿no te meteré en problemas por lo que acabo de hacer?
Su actitud ruda había desaparecido, y ahora se rascaba la cabeza con cierta timidez. Algo en su inocencia me hizo sonreír sin darme cuenta.
—No te preocupes, no me causarás ningún problema. De hecho, esto me ha venido bien.
—Me alegra escuchar eso… Pero, ¿sabes que hablas de una forma muy peculiar? Me recuerdas a mi madre cuando hablas.
…No era para menos. Para este chico, seguramente no soy más que una dama de su misma edad. Sin darme cuenta, terminé hablándole como si fuera uno de mis pequeños leones en casa.
El chico, que me observaba con la cabeza inclinada, de repente me sonrió ampliamente. Viéndolo de cerca, era un joven con un rostro bastante agradable. Con su enorme espada apoyada en un hombro, me extendió la mano libre como si me estuviera haciendo un favor, y dijo:
—En todo caso, te llevaré hasta donde estén tus acompañantes. Por cierto, ¿de qué familia eres? No conozco a nadie como tú en mi entorno.
—¿Y tú? ¿De qué familia eres?
—¿Yo? De una familia importante.
No tenía mucho que decir a eso. La espada que llevaba, su ropa y sus botas eran sin duda de la más alta calidad, como cabría esperar de alguien de una familia noble. Y si se atrevía a hablar así, incluso frente a un príncipe… sus padres deben tener bastante trabajo con él.
Sintiéndome solidaria con los padres de este chico desconocido, tomé suavemente su mano callosa. A pesar de lo rudo de su piel, transmitía un inesperado calor.
El contacto de su mano, endurecida por los entrenamientos, me recordaba a mi propio hijo mayor, que también era un apasionado de la esgrima. Mientras me escoltaba, llegamos a la entrada de la tienda de ropa, donde lo primero que vi fue el cabello dorado de Jeremy, sentado en los escalones de la entrada. ¡Y en el momento en que nos vio, sus ojos verde oscuro se posaron sobre nosotros y se levantó de golpe, gritando de inmediato!
—¡Eh! ¿Eres tú, el maldito de antes…?
¿El de antes? Giré la cabeza con una expresión de desconcierto, solo para ver al chico de cabello negro sonriendo como si todo esto le pareciera muy divertido.
—¡Oh, vaya! ¿No eres tú el lento de antes? Con esa lentitud, ¿crees que alguna vez podrás ser un caballero?
—¡Este maldito ladrón! ¿Te estás riendo después de haber robado mi espada? ¿Te arde la boca o qué?
—Técnicamente era mi espada, ya que la pagué. Si quieres culpar a alguien, cúlpate a ti mismo por ser tan lento. De todos modos, no tengo tiempo para jugar contigo…
—¡Señorito! ¡Señorito! ¿Cuándo salió de nuevo? ¡Lo he estado buscando por todas partes! ¡¿A dónde cree que va?!
Justo en ese momento, apareció un hombre que parecía ser su caballero personal, gritando con desesperación. Afortunadamente, evitó que los dos chicos empezaran a pelear. O mejor dicho, el chico de cabello negro hizo un ruido de desdén con la lengua y, con una velocidad asombrosa, se escabulló, dejando atrás a su caballero que lo seguía furioso. Tuve que sujetar a Jeremy para que no saliera corriendo tras él.
—¡Tranquilízate! Puedes comprar otra espada, no es el fin del mundo.
—¡Maldita sea, ese estúpido vagabundo escapó! ¡Si lo vuelvo a ver…!
Jeremy rechinaba los dientes de rabia mientras me lanzaba una mirada seria.
—¿Cómo terminaste viniendo con ese tipo?
—Bueno… resulta que es el hijo de alguien conocido, y al saludarlo, terminamos caminando juntos.
—¿Ah, sí? No sé de qué familia es ese mocoso, pero deberían enseñarle buenos modales. ¡Maldita sea!
…Habla el menos indicado para dar lecciones.
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El banquete en honor a mi difunto esposo, Johannes Von Neuschwanstein, se celebraría pronto. Para preparar el evento, tuve que supervisar prácticamente toda la remodelación del primer piso de la mansión, incluyendo la sala de recepción.
Las invitaciones eran innumerables, y el presupuesto para este evento superaba incluso al de muchas fiestas en los palacios. Estarían presentes las personalidades más importantes de la capital, desde cardenales hasta miembros de la familia real. El príncipe heredero también asistiría, ya que había sido cercano a Jeremy desde la infancia, y el Duque de Nuremberg, quien me ayudó a planear el banquete, es cuñado de la emperatriz.
No es de extrañar que estuviera nerviosa desde temprano, revisando todo varias veces y dándole instrucciones al personal. Pero lo más agotador de todo fue…
—¿No puedes estar quieto ni por un momento?
Primero tuve que volver a vestir a los gemelos, que ya estaban impecablemente arreglados pero se ensuciaron jugando en el jardín. Luego, tuve que calmar a Elias, que se quejaba de los colores de su traje, y finalmente, me desgasté discutiendo con Jeremy, que insistía en llevar su espada al banquete. ¡Como si fuera a necesitar una espada en un evento así!
—¡Deja de ser terco! ¡Aún no has sido nombrado caballero!
—¡Lo seré pronto, el año que viene probablemente!
—Pero aún no lo eres, así que, por favor, solo por hoy, hazme caso.
—¡No soy un niño!
—¡Pues lo pareces cuando te comportas así!
Jeremy era terco, pero yo no me quedaba atrás. Después de una larga discusión, finalmente cedió. Aunque estaba agotada, no pude evitar sonreír de satisfacción al ver a los niños vestidos con los trajes que seleccioné personalmente de la boutique de Madame Melisha.
Rachel y Leon llevaban vestidos y trajes verde claro, Elias estaba elegante en su frac azul, y Jeremy llevaba un uniforme escarlata. Debo admitir que, al menos en apariencia, los niños eran impecables. Suspiré con alivio.
Tras asegurarme de que los niños estaban listos, me apresuré a vestirme. Mi vestido de un azul aguamarina, con un escote cuadrado y adornado con lazos en el corsé, era sin duda un diseño que marcaría tendencia hasta finales del próximo año.
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