⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Primero registraron minuciosamente el interior y los alrededores del palacio secundario donde Theo se alojaba, pero no obtuvieron ningún resultado. Ya había pasado medio día desde su desaparición, así que para ese momento, podía haberse escondido en cualquier rincón del palacio imperial.
Si al menos se estuviera escondiendo en silencio en algún lugar, sería un alivio. Pero si se aventuraba a deambular solo y era visto por algún noble, era imposible predecir qué tipo de situación inesperada podría desencadenarse.
Mientras reflexionaba sobre cómo tres generaciones seguidas parecían compartir la misma tendencia a causar problemas, Jeremy ordenó a sus guardias imperiales que registraran el palacio con minuciosidad.
—Es un niño de unos siete años, de cabello plateado. En cuanto lo encuentren, tráiganmelo de inmediato sin pasar por nadie más. Si alguien pregunta, solo digan que es un ejercicio de emergencia.
Si en medio de la tranquila tarde, los guardias imperiales comenzaban a moverse de manera inusualmente intensa y con ojos afilados como los de un halcón, era natural que llamaran la atención. Considerando eso, era fundamental encontrarlo lo antes posible.
¿Por qué tuvo que causar este alboroto cuando había estado tranquilo todo este tiempo? Y peor aún, justo el día antes de su regreso a casa.
¿Acaso Theobald, ese maniático de las pipas, le había dado alguna misión secreta? ¿Algo como robar un objeto del palacio? ¿O quizá desde el principio había dejado algo a propósito?
Jeremy intentó desechar esas sospechas cada vez más desagradables mientras, con un perro rastreador a su lado, comenzaba a inspeccionar el jardín del palacio principal, donde había encontrado por primera vez al niño. Aunque las probabilidades de hallarlo ahí eran escasas.
El hecho de que esas dudas persistieran en su mente, tan poco habituales en él, era simplemente cuestión de su estado de ánimo. O más bien, de la incomodidad que sentía hacia la persona a la que buscaba.
Leon había comentado antes que Shuri y Theo se parecían. Jeremy no entendía en qué, pero considerando quién era la abuela del niño, tampoco podía descartarlo por completo.
Sin embargo, si no era a su abuela a quien se parecía… sino a su madre…
Por supuesto, era ridículo pensar que en el mundo hubiera tantas personas parecidas entre sí. Pero a medida que esas suposiciones se sucedían en su cabeza, su estómago se revolvía cada vez más.
Al mismo tiempo, una sensación de tristeza inexplicable y una ira creciente lo invadieron. No sabía con certeza contra quién iba dirigida esa ira, pero allí estaba.
Tal vez, cuando una cadena se rompía, nunca podía volver a unirse. Y si ese era el caso, entonces él tampoco tenía salvación.
—¿El Emperador perdió un pollito o algo así?
—Más o menos.
—¿Qué están buscando con tanto alboroto? Nunca había visto a estos guardias brutos tan serios.
Leon, que estaba a punto de salir del palacio, parecía tener mucho resentimiento acumulado contra los guardias imperiales en los últimos días, pues sus palabras eran sorprendentemente mordaces.
Ignorando lo poco que le pegaba ese tono de Leon, Jeremy gruñó con fastidio.
—Cierta familia cuya sangre es sinónimo de problemas ha estado arruinándome la vida durante dos generaciones.
—¿Te refieres al niño? Pero si se va mañana, ¿desapareció de repente?
—Maldita sea, ¿no es obvio?
—¿Por qué te irritas tanto? Seguramente salió a dar un último vistazo antes de irse. Es lo típico de los niños.
A pesar del resentimiento que tenía acumulado, a Leon le preocupaba ver a su hermano mayor tan inusualmente irritable. Su tono se suavizó al continuar.
—¿Esa es la mejor suposición que puedes hacer como detective?
—¿Qué otra razón tendría un niño de siete años? No creo que haya ido a asesinar al príncipe Retlan.
Jeremy, finalmente, relajó un poco la expresión y se encogió de hombros ante la broma de Leon.
—Averigua a dónde pudo haber ido. Se supone que eres bueno en deducciones.
—Acabo de hacerlo, ¿no? Además, encontrar a un niño perdido dentro del palacio es claramente tarea de la guardia. Si me meto en asuntos de otro departamento, podría haber un conflicto de territorios…
—Te estoy dando la oportunidad de demostrarle tu utilidad al cabeza de la familia.
—¡No necesito esa clase de oportunidad!
—¡Capitán! ¡Lo hemos encontrado!
Gracias a la oportuna llegada de un guardia imperial, que se acercó corriendo con urgencia, Leon se libró de demostrar su valía en una situación bastante incómoda.
En contraste, las cejas doradas de Jeremy comenzaron a temblar de manera feroz. Sus ojos verde oscuro, llenos de fastidio, destellaron con una intensidad aterradora, como si ardieran en llamas.
El pobre guardia tragó saliva con nerviosismo. Incluso Leon sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—A ver… ¿qué fue lo que dije? Ah, sí. Dije que me lo trajeran en cuanto lo encontraran. ¿Estoy recordando mal?
—No, no es eso, señor. El problema es que… bueno…
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—¡Diga algo, madre! ¡Me estoy volviendo loco! Si padre no hizo esto, ¿quién demonios es ese niño? ¡Nunca en mi vida he escuchado que tenga un pariente así!
El príncipe Retlan, que rara vez elevaba la voz, estaba casi rugiendo dentro del palacio de la Emperatriz, prácticamente exigiendo respuestas de su madre.
Era una escena digna de ser registrada en los libros de historia.
Cuando el capitán de la guardia entró apresuradamente, Retlan acababa de gritar aquello.
La Emperatriz Elizabeth se masajeaba las sienes con una expresión de evidente incomodidad. Parecía no saber cómo explicarlo.
Dicen que la sangre reconoce a la sangre. O quizá era simplemente porque el pasado de Maximilian había sido demasiado caótico.
Por alguna razón, Retlan estaba completamente convencido de que el niño con el que se había encontrado por casualidad en el palacio era, sin duda, de linaje imperial.
—Su Majestad, príncipe heredero.
—Ah, Sir Jeremy. ¿Usted sabe quién es ese niño? Porque parece que soy el único en este palacio que no tiene idea.
Jeremy dirigió su mirada hacia el otro extremo de la habitación. Más precisamente, hacia el joven guardia novato que intentaba camuflarse torpemente detrás de él. Pero la verdadera atención de Jeremy se centró en el niño de cabello plateado que se escondía detrás del soldado con la expresión de alguien que querría ser una planta decorativa.
—¡Dios, esto me está volviendo loco! ¡¿Quién demonios es ese chico?!
—Es su sobrino, Alteza.
Pero no fue Jeremy quien respondió.
La voz que habló fue la de Leon, quien había entrado corriendo tras su hermano y, sin darse cuenta, dejó escapar la respuesta.
Retlan se quedó completamente pasmado, con la boca abierta.
Mientras tanto, Jeremy cruzó la habitación con pasos rápidos y firmes. Se acercó al niño, que se había quedado tan pálido como una figura de cera, y lo sujetó firmemente por los hombros.
—¿Tú quién eres?
—¿Eh? ¿Q-qué…?
—¿Qué estás haciendo aquí? ¿En qué estabas pensando…? ¡Maldita sea! ¡¿Quién te dijo que salieras sin permiso?! ¡¿Quién te dio permiso para entrar en el palacio del príncipe?!
Ahora era Leon quien tenía la boca abierta de incredulidad.
No solo él, sino también Retlan, la Emperatriz Elizabeth y los guardias presentes lo miraban con los ojos muy abiertos, conteniendo la respiración.
Theo, por su parte, no dijo nada.
O mejor dicho, parecía incapaz de hablar.
Temblaba tanto, completamente pálido, que daba la impresión de que iba a desmayarse en cualquier momento.
Finalmente, Leon reaccionó apresurado.
—H-hermano… ¿qué te pasa de repente?
—Sir Jeremy, no fue en el palacio donde nos encontramos. Yo salí a tomar aire y me topé con él. Por eso lo traje aquí.
Curiosamente, Retlan, que hasta hace un momento había estado exigiendo saber quién era el niño, fue el primero en corregir el malentendido.
La Emperatriz Elizabeth también recuperó la compostura y, con un tono más tranquilo, intervino.
—Parecía haber estado deambulando solo cuando el príncipe lo encontró. De todos modos, ya que está aquí, más vale que se aseguren de vigilarlo adecuadamente. Aunque, de verdad… ese temperamento suyo… tal para cual con su padre.
Sin embargo, llamarlo ‘tal para cual’ no era del todo exacto.
Si Shuri hubiera estado presente, lo más probable es que ya hubiera golpeado sin piedad la espalda de su hijo mayor.
Tal pensamiento cruzó la mente de Jeremy, quien finalmente comenzó a recuperar la compostura.
Fue entonces cuando escuchó un susurro tembloroso.
—… E-excusa…
—¿Qué?
Jeremy parpadeó con sus ojos verde oscuro.
El niño, con los ojos dorados llenos de lágrimas, luchaba por controlar su llanto mientras tartamudeaba.
—M-me fui sin despedirme bien de Michael y de la Duquesa…
Un silencio se hizo en la habitación.
—Q-quería verlos por última vez… pero no sabía cómo llegar allí… así que pensé que si hacía lo mismo que la última vez…
—¿Así que estabas vagando por ahí con la esperanza de encontrarnos como la última vez?
Leon, con una sonrisa amable, se apresuró a intervenir.
Theo asintió con fuerza. Casi parecía aferrarse desesperadamente a esa afirmación.
—L-lo siento mucho…
—Ahahaha, no pasa nada, no pasa nada. Pero podrías habérnoslo dicho antes. Aunque, bueno, tampoco te dimos oportunidad para hablar. ¿Oíste, hermano? Nos estaba buscando.
Mientras Leon sonreía con dulzura, sus ojos enviaban un claro reproche a Jeremy.
Jeremy, atrapado por una repentina y abrumadora sensación de vergüenza, no supo cómo reaccionar.
No tenía ni idea de qué se le había cruzado por la cabeza antes.
—Para ser exactos… no nos buscaba a nosotros, sino a nuestra madre y a nuestro molesto hermano menor.
—Da igual. El punto es que te comportaste como un villano de cuento. Ahora, ¿qué piensas hacer?
—¿Qué voy a hacer…?
Jeremy dudó, mirando primero a Theo y luego dirigiendo la vista a la Emperatriz.
Elizabeth observaba a Theo con una expresión compleja e inescrutable.
Finalmente, al notar la mirada de Jeremy, arqueó una ceja.
—¿Y ahora qué?
—…Lo llevaré a verlos.
—¿Desde cuándo me pides permiso para este tipo de cosas?
—Bueno, es que siempre le hemos pedido permiso a usted más que al Emperador…
—Un momento, un momento.
Retlan, aún sumido en la confusión, alzó la voz de nuevo.
—Entonces, si resumo la situación… ¿soy el único que no sabía de la existencia de este… mi sobrino?
Un incómodo silencio llenó la habitación.
Jeremy y Leon se miraron entre sí, mientras la Emperatriz Elizabeth se levantó con una leve sonrisa sarcástica.
—Será mejor que sean ustedes quienes le expliquen.
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Después de repetidas explicaciones y disculpas, lograron calmar a Retlan (lo cual no fue nada fácil).
Así, los dos hermanos emprendieron el camino hacia la ‘Guarida del Lobo’ con Theo a cuestas.
Sin embargo, la primera persona con la que se encontraron no fue otra que un individuo cuya existencia habían olvidado por completo en los últimos días.
—¡Vaya, miren quién llega! ¿Por qué traes puesto el uniforme de trabajo, hermano? Qué mal gusto. ¿Acaso vienes a presumir que ahora eres el capitán de la guardia? ¿Y tú, Leon? ¿Ya terminaste tu turno? Qué rápido te tomas libertades, novato…
El moño rojo del recién llegado se agitó con arrogancia.
Los dos hermanos rubios lo miraron fijamente en silencio, luego se giraron para verse el uno al otro.
—…¿Por qué demonios está de vuelta tan pronto este idiota?
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