⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
A medida que el cielo se teñía con los tonos de la puesta de sol, mezclando morado y rosa, la calle del festival también se iluminaba con faroles de colores.
Mientras pasaban junto a los interminables puestos de comida, los teatros al aire libre, los eventos de caridad y la multitud animada y bulliciosa, ninguno de los tres dijo una palabra.
Fue Jeremy, con la mirada impregnada de nostalgia mientras observaba el entorno, quien finalmente rompió el silencio.
—Ey, ¿se acuerdan de cuando éramos niños?
—….. Mmm.
—Los tres: tú, Shuri y yo, viniendo juntos a ver el festival.
Nora, que hasta ese momento tenía el rostro completamente inexpresivo, finalmente mostró un atisbo de humanidad.
—Por supuesto que me acuerdo. ¿Cómo olvidarlo?
—¿Y cuando compraste ese broche barato y se lo regalaste a Shuri? Ah, ahora que lo pienso, debí haber notado tus oscuras intenciones en ese momento…
—¿Eh? ¿De qué hablas? ¿Salieron con Shuri sin mí? ¿Me dejaron fuera?! ¡Vaya, hermano! Así que desde el principio se la querías entregar en bandeja a ese maldito lobo negro, ¿eh?
—Elias, en ese entonces estabas demasiado ocupado jugando a ser un futuro maestro del engaño.
—¿Maestro del engaño? Más bien era un idiota apostador de pacotilla.
Jeremy y Nora sacaban a relucir sin piedad los oscuros recuerdos del pasado, lo que llevó a Elias a morderse la lengua con frustración… aunque terminó rindiéndose.
—¡Como si ustedes hubieran sido modelos de conducta!
—Elias, ¿no deberías estar cuidando a tu hija?
—Las niñeras de lujo la están cuidando. Si me meto, solo estorbaría.
No hacía mucho tiempo, Elias desconfiaba por completo de las niñeras, causando molestias a todos con su comportamiento de padre sobreprotector. Sin embargo, en algún momento, su actitud cambió drásticamente y comenzó a confiar en ellas sin reservas. Al parecer, incluso para Elias, lidiar con los caprichos y berrinches de una niña en crecimiento era demasiado.
Inesperadamente, Nora sintió una especie de camaradería con él.
Mientras conversaban y disfrutaban de su inusual salida juntos, sus pasos los llevaron hasta la taberna de Dorné, el local favorito de Elias, ubicado en una zona exclusiva para la nobleza.
Nora no parecía muy convencido.
—Podríamos beber en casa…
—¡Eres un aburrido! ¿Qué gracia tendría eso?
Elias, que ya esperaba esa queja, lo interrumpió con una burla antes de empujar la puerta y entrar con aire triunfal.
Más allá de la puerta, el lugar era un completo caos.
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¡Chap! ¡Chap!
—Ugh…
—…… Yo…
¡Chap! ¡Chap!
—Ugh… esto se siente bien, cariño.
—¡Levántate ya!
¡PAF!
Una pequeña y fuerte mano golpeó con firmeza su pecho, haciendo que Elias abriera los ojos de golpe.
Lo primero que vio no fue a su hermosa esposa O’hara, iluminada por la luz del sol con una sonrisa resplandeciente… sino a su molesto y descarado hermano menor.
Gritando de horror, Elias rodó fuera del sofá.
¡BAM!
—¡AAAAAAAAH!
—¡¿Qué demonios?! ¿Es un ataque?!
Desde detrás del sofá, la cabeza despeinada de Jeremy emergió de repente.
Estaba tan maltrecho y desaliñado como Elias.
Por un momento, reinó el silencio.
Mientras los dos hermanos, aún medio dormidos, miraban desconcertados, Michael se movió con calma y recogió un cuaderno de bocetos que Elias había estado usando como almohada.
Luego caminó tranquilamente hacia la entrada del salón y se lo entregó a Annabella, que estaba de pie allí.
Elias, al observar la escena, sintió que algo no cuadraba.
Para empezar, Michael estaba allí. Y el lugar donde se encontraban, sin duda, era el salón de la mansión ducal de Nuremberg.
Eso significaba que, de algún modo, la noche anterior habían terminado en la guarida de los lobos y se habían quedado dormidos.
Pero lo que realmente lo confundía era… ¿cómo demonios había llegado allí su preciosa hija?
—…Mi… Michael, ¡tú, pequeño demonio! ¡¿Te atreviste a secuestrar a mi hija?!
Elias estaba a punto de soltar una amenaza del estilo ‘Te encontraré y…’ cuando fue detenido por Annabella.
Sin siquiera mirar a su padre, la niña abrió el cuaderno de bocetos junto a Michael y le respondió con calma.
—Papá me secuestró.
—¡Esta pequeña malcriada…! ¿Eh? ¿Qué? ¿Qué has dicho, hija? No estarás cubriendo a ese mocoso y echándome la culpa a mí, ¿verdad?
—Papá me trajo aquí anoche.
La confusión y el pánico se reflejaron en la cara agotada de Elias.
Mientras tanto, Jeremy, sosteniéndose la cabeza adolorida, se tambaleó en busca de agua.
—Ag… agua…
Pero el agua estaba en el suelo.
No estaba claro quién la había derramado mientras dormían, pero Jeremy pisó el charco y resbaló dramáticamente.
¡BAM! ¡PUM!
—¡AARGH!
—¡UGH!
Gracias al cojín humano, Jeremy logró evitar una conmoción cerebral, aunque se quedó un rato boqueando en el suelo.
Eso hasta que Nora, sintiendo el terror de ser aplastado hasta la muerte por semejante desastre, le propinó una patada sin dudarlo.
—¡Maldita sea! ¡Joder! ¡¿Qué demonios, maldito gato rabioso?! ¡¿Ahora qué?! ¡¿Qué problema tienes ahora desde la mañana?!
Nora, escupiendo maldiciones entre dientes por el dolor, se incorporó de golpe.
Por alguna razón, solo llevaba puestos los pantalones.
Para empeorar las cosas, tenía una sábana enrollada como si fuera una manta improvisada. Jeremy, intentando aclarar su mente, balbuceó torpemente.
—Oye, cuida tu lenguaje frente a los niños.
—¿Qué?
Nora, despeinando su ya revuelto cabello con una mano, giró la cabeza.
Solo entonces notó a Michael y Annabella, quienes los observaban en silencio.
Finalmente, Michael dejó escapar un profundo suspiro.
—Haré como si no hubiera visto nada.
Dicho eso, los dos niños se marcharon juntos, subiendo las escaleras sin decir nada más.
Los tres adultos solo pudieron quedarse allí, atónitos, mirando sin reaccionar. Finalmente, Jeremy murmuró con dificultad.
—Oye… ¿No era que a tu hijo le caías bien?
—… Eso creía.
—¿Por qué actúa así últimamente?
—Debe haberle llegado la adolescencia temprano.
Justo en ese momento, un aplauso seco y enérgico resonó en la habitación.
—¿Han recobrado el juicio, mis señores?
El hombre que apareció con una postura impecable y un porte refinado, completamente en contraste con los tres nobles desaliñados, no era otro que Eukratés, el mayordomo principal del Ducado.
Su rostro, marcado por arrugas, reflejaba claramente su descontento.
—Euk… ¿Qué está pasando aquí…?
—Espero que no pretenda decirme que no recuerda nada, mi señor. Aunque, considerando el estado en el que se encontraba anoche, no sería sorprendente.
—¿Cómo estaba anoche? No, espera, mejor dime… ¿por qué demonios estoy envuelto en esto y durmiendo aquí?
Nora tenía una expresión genuinamente confundida.
Jeremy y Elias no parecían entender mucho más.
Por ello, Eukratés, al igual que Michael antes, dejó escapar un profundo suspiro antes de relatar los eventos de la noche anterior.
—…Pasaba ya bastante de la medianoche. Como su excelencia rara vez regresa a casa tan tarde, empecé a preocuparme un poco. Sin embargo, al enterarme de que había visitado la casa del Marqués Neuschwanstein, supuse que la conversación se había extendido. Al fin y al cabo, el día de su boda se acerca. Mientras intentaba calmarme y enfocarme en la contabilidad pendiente, el escándalo estalló en el exterior. Salí apresuradamente, solo para encontrarme con los pobres caballeros de la casa, pálidos como fantasmas y sin saber qué hacer. Por un momento, el terror me invadió, pensando que algo les había sucedido a los jóvenes señores. Pero al verificar la situación, descubrí que, para mi absoluta consternación, ¡su excelencia estaba borracho intentando trepar la muralla de la residencia!
El tono de Eukratés era tan solemne y feroz que Nora ni siquiera pudo reunir fuerzas para preguntar ‘¿Yo hice eso?’
Elias y Jeremy, en cambio, estallaron en carcajadas sujetándose la cabeza adolorida.
—¡Pffft! ¡JAJAJAJA!
—¡WAJAJAJAJAJA!
—¡Ustedes dos tampoco tienen derecho a reírse!
Las carcajadas se apagaron de inmediato.
Eukratés ahora agitaba el puño en el aire, listo para denunciar con más vehemencia las travesuras de estos nobles irresponsables.
—¡Para colmo, el Marqués, en lugar de detener a su amigo, aplaudía y lo animaba a todo pulmón! ¡Su excelencia, encantado con la reacción, no dejó de reír mientras insistía en trepar la muralla, sin importarle los intentos desesperados de los caballeros por detenerlo! ¡Por poco y esta anciana alma se va con mi difunta esposa del susto!
Esta vez, Jeremy adoptó la misma expresión incrédula que Nora, y sus miradas avergonzadas se encontraron.
Elias, que estaba a punto de soltar otra carcajada de victoria, quedó instantáneamente mudo.
—¡Y el Conde, en medio de todo el caos, de alguna manera terminó abrumado por la emoción y comenzó a sollozar desconsoladamente, aferrándose a los caballeros e intentando abrazarlos por la fuerza! ¡Si hay un límite para los abusos, este lo sobrepasó! ¡Imagínese el horror de esos jóvenes caballeros, aún solteros y en la flor de la vida! ¡Mi pobre corazón no soportó verlo!
—Oye, espera… eso… yo…
—¡Y todo esto sucedió mientras la joven Annabella observaba! Afortunadamente, ha heredado la elegancia de su madre y mantuvo la compostura en todo momento, pero la pobre niñera estaba tan pálida que a este anciano se le llenaron los ojos de lágrimas. Cuando le pregunté por qué había llevado a la joven Annabella allí, ¡el Conde solo pudo responder con la ridícula excusa de que quería demostrar que la ternura de Annabella superaba la de la joven Leah!
Con esas últimas palabras, el mayordomo de la casa del lobo concluyó su relato con un hondo suspiro, como si hubiera cargado con una gran aflicción.
Los tres nobles, que hasta hacía un momento parecían tan despreocupados, ahora se miraban con preocupación, temiendo que Eukratés pudiera sufrir un colapso.
Por fortuna, la situación no llegó a esos extremos.
—Ejem… Bueno, Euk… parece que anoche estábamos tan borrachos que…
—¡Gracias a la ausencia de su esposa, se han librado de una catástrofe! ¡Si la señora hubiera presenciado semejantes actos, no quiero ni imaginar el desastre que habría provocado! ¡¿Qué demonios les pasó para hacer algo que ni siquiera en su adolescencia hicieron, mi señor?!
—…Lo siento.
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