⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Justo en ese momento, el dueño, el señor Dorne, salió con una escoba en la mano y comenzó a barrer la entrada. Elias agitó una mano y saludó con su habitual actitud despreocupada.
—¡Hey, Dorne!
¡Plaf!
El señor Dorne levantó la cabeza y miró en su dirección, pero de repente dejó caer la escoba que sostenía.
Mientras todos lo observaban, desconcertados, el rostro del dueño se volvió pálido en un instante, y al segundo siguiente, sin previo aviso, echó a correr a toda velocidad.
Ante una reacción tan sospechosa, los tres nobles respondieron al unísono de la siguiente manera:
—¡Atrápenlo!
—¡Ese desgraciado!
¡Tatatatatá!
La elegante y lujosa calle exclusiva para la nobleza, repleta de tiendas pulcras y refinadas, se transformó en un campo de caza mortal por un momento.
El señor Dorne, presa del pánico, corrió por su vida, pero los nobles, con los ojos brillando como bestias salvajes que han encontrado a su presa, lo persiguieron implacablemente. Sin embargo, un tabernero de mediana edad, poco amigo del ejercicio, no tenía ninguna posibilidad de escapar de dos caballeros con músculos hasta en el cerebro y un arquero ágil.
—¡Te atrapé, bastardo!
—¡Aaaaahhh!
—¡Oye, maldito, ¿dónde está mi anillo?! ¡¿Dónde lo vendiste?! ¿¡Acaso sabes lo que significa para mí?!
Jeremy, quien había saltado sobre él, lo agarró por el cuello con fuerza y lo sacudió con fiereza, rugiendo con furia. La intensidad con la que lo hacía parecía suficiente para destrozar al pobre tabernero en un abrir y cerrar de ojos.
El pobre Dorne, con los pies levantados en el aire, pataleó frenéticamente mientras soltaba un grito desesperado.
—¡P-Piedad, su excelencia! ¡Este humilde hombre está planeando tener un tercer hijo con su esposa! ¡Reconozco mi derrota, pero por favor, al menos déjeme conservar mis dos pelotas…!
—¡No me interesa en lo más mínimo tus malditas pelotas, imbécil!
—¡Aaaahhh! ¡Piedad, por favor! ¡Nunca volveré a hacer una apuesta así!
—¡¿Qué demonios estás diciendo ahora?! ¡Te pregunté dónde está mi anillo!
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—Beban esto. Su resaca desaparecerá de inmediato.
De la copa que contenía un líquido negro desconocido emanaba un olor desagradable. Aunque dudaron si se trataba realmente de un remedio para la resaca o de un veneno mortal, debido a lo ocurrido poco antes, todos tomaron obedientemente sus copas.
—Ugh… ¿qué demonios es este sabor…?
—Ughhh…
Jeremy y Elias, quienes fueron lo suficientemente valientes como para dar algunos sorbos, se estremecieron alternativamente. Nora, en cambio, en lugar de probar la sospechosa bebida, se dirigió con cautela al todavía malhumorado tabernero.
—Entonces, ¿ayer este idiota hizo una apuesta contigo?
—Así fue. Yo también estaba bastante animado en ese momento. Normalmente no bebo, pero insistía en que podía aguantar más alcohol que nadie, así que de alguna manera terminamos apostando…
—¿Y tú apostaste tus pelotas?
—…No lo hice porque quisiera. Él insistió en que, si yo perdía, se las quedaría… En lugares como este, apuestas así son bastante comunes, así que nadie lo tomó en serio. Pero cuando hace un momento ustedes tres vinieron corriendo de esa manera, me asusté y…
Elias dejó escapar una carcajada burlona, pero se atragantó en el proceso, tosiendo fuertemente. Jeremy tenía una expresión de profunda incomodidad.
—Lo siento. Supongo que era comprensible que huyeras.
—No pasa nada. Es natural que lo hayan encontrado sospechoso.
Como era de esperar de alguien que ha lidiado con todo tipo de nobles problemáticos a lo largo de los años, el señor Dorne reaccionó con generosidad y franqueza.
Los tres nobles se sintieron conmovidos, y Nora, en señal de respeto, se bebió de un solo trago el remedio para la resaca. Inmediatamente después, se sujetó la cabeza y tembló violentamente durante un buen rato.
El pub Nazla aún no había abierto, por lo que dentro solo estaban los cuatro. A pesar de ello, Jeremy echó un vistazo furtivo a su alrededor antes de adoptar una actitud más seria y hablar.
—No es que dudemos de ti, pero en realidad estamos buscando algo.
—Me lo imaginaba. ¿Por casualidad están buscando un anillo?
—¡¿Qué?! ¡Espera, cómo demonios…!
—¿Por qué esa reacción tan repentina? ¡Hace un momento me estabas estrangulando exigiéndome que te devolviera el anillo!
—…Ah, cierto. Es verdad. Lo siento.
Jeremy aún parecía bastante afectado. Tal vez era un efecto secundario de haberse golpeado la cabeza contra el suelo antes. Por lo tanto, Elias, como cliente habitual, intervino con un tono más amigable.
—No le hagas caso, mi hermano siempre ha sido así. De todos modos, los tres no recordamos nada de lo que pasó ayer. Así que queríamos preguntarte si podrías contarnos exactamente qué hicimos aquí.
—Sobre el anillo, nunca he oído nada al respecto.
—…Me lo imaginaba. Bueno, entonces solo cuéntanos qué hicimos y qué dijimos.
—¿De verdad no recuerdan nada?
—¡Maldita sea! ¿Por qué crees que estamos aquí desde la mañana revolviendo todo este desastre?
El señor Dorne los miró a los tres con incredulidad durante un momento, luego suspiró y comenzó a relatar lo que había presenciado la noche anterior.
Los tres nobles escuchaban con ojos brillantes y atentos, pero pronto sus rostros se desmoronaron, y sus mandíbulas se aflojaron con desesperación.
Según el testimonio del señor Dorne, lo que ocurrió en el lugar la noche anterior fue algo más o menos así:
Al principio, todos se comportaban con decoro y educación. Elias, siendo cliente habitual, pidió su bebida como siempre, mientras que los otros dos, claramente incómodos, solo intercambiaron saludos vacíos con los demás nobles presentes.
Pero en algún momento, Elias ordenó una bebida con un nombre grandioso y potente: ‘El Rugido del León’.
El señor Dorne nunca había oído hablar de tal bebida, por lo que se sintió un poco desconcertado. Sin embargo, improvisó con su experiencia y preparó un cóctel fuerte para servirles.
De alguna manera, todos los demás clientes se sintieron envidiosos y emocionados por ello, así que comenzaron a pedir bebidas con nombres de todo tipo de bestias y criaturas míticas.
Debido a esto, en poco tiempo, todos estaban completamente ebrios y comenzaron a celebrar como si fuera un festival.
Mientras todos los clientes abandonaban cualquier vestigio de nobleza y dignidad, cantando a todo pulmón y bailando sin control, Jeremy, quien también estaba completamente borracho, se puso de pie de un salto y comenzó a hacer un gran discurso sobre su inminente matrimonio y la vida en general. Luego, ordenó rondas de ‘El Rugido del León’ para todos en el pub.
Mientras tanto, Elias se subió a una mesa y comenzó a bailar de forma espectacular, recibiendo una lluvia de monedas de oro.
Por otro lado, Nora observaba el espectáculo de Elias junto con los otros clientes, lanzando monedas con entusiasmo, hasta que un hombre que afirmaba ser un caballero retirado comentó: ‘Los jóvenes de hoy en día parecen simples bufones’. Esto hizo que ella se enfureciera y lo atacara.
De alguna manera, la situación escaló hasta convertirse en un concurso de pulsos, y al final, Nora terminó desafiando a todos en el pub y ganando tanto en los enfrentamientos como en las apuestas de las bebidas.
—…Después de eso, siguieron divirtiéndose por un buen rato, hasta que, de repente, su excelencia el Marqués me agarró y propuso el desafío de beber que mencioné antes. Como saben, perdí. Yo mismo preparé la bebida llamada ‘Rugido del León’, pero era increíblemente fuerte…
—……..
—De todos modos, después de ganar, su excelencia se echó a reír con alegría y, de repente, tomó mis manos y comenzó a llorar. Luego me dijo que quería que yo fuera su padre, porque ni su padre biológico, que estaba en el infierno, ni su padrastro, que le había robado a su madre, le agradaban. Me pidió que lo acompañara en su boda, tomándole de la mano al entrar… Fue un sinfín de disparates sin sentido.
¡Crash!
Elias se cayó de la silla y comenzó a reírse sin poder respirar, sujetándose el abdomen.
—¡Mira a este hijo ingrato!
¡Bang!
Nora agarró la cabeza de Jeremy y la estrelló sin piedad contra la mesa de madera del bar. El golpe cayó justo en la herida que ya tenía, haciendo que Jeremy soltara un grito de dolor.
—¡Aaaaagh! ¿¡No sabes lo que es una broma de borracho!?
—¡Seguro que era la verdad oculta detrás del alcohol, bastardo desagradecido!
—¡Agh! ¡Se lo diré a Shuri! ¡Shuri me aprecia muchísimo, maldita cabeza de familia abusiva!
A los tres hombres, con su complicada relación familiar, les tomó un buen rato recuperar la compostura y sentarse correctamente.
El señor Dorne los observaba con una expresión cada vez más confusa, pero aún así, continuó su relato con calma.
—Después de todo eso, los tres salieron juntos del bar. Esa fue la última vez que los vi.
—Espera, ¿qué hora era en ese momento?
—Bueno… probablemente poco antes de las 7 de la noche. Justo cuando estaba a punto de servir la cena. Les ofrecí comida, pero su excelencia el Duque insistió en que debían ir a un festival y arrastró a los otros dos con él.
La mirada de desesperación de Jeremy se cruzó con la de Nora, quien estaba en estado de shock.
Las 7 de la noche… Según el testimonio de Lucian, ellos irrumpieron en la mansión del duque pasada la medianoche.
Incluso contando el tiempo que tomaron en recoger a Annabella en la casa de Elias, aún había un largo período sin explicación.
¿Qué demonios hicieron y dónde estuvieron durante todo ese tiempo?
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—Haa…
Jeremy salió tambaleándose del pub y se dejó caer pesadamente en un banco cercano. Sus ojos esmeralda se llenaron de lágrimas de desesperación y terror.
—Se acabó… Estoy acabado. No tengo más opción que exiliarme y vivir como un cerdo salvaje…
Nora y Elias intercambiaron miradas atónitas.
—Tú, que eres cliente habitual, dime la verdad. ¿Cuántas posibilidades hay de que el dueño esté mintiendo?
—El señor Dorne puede ser un poco brusco, pero no es el tipo de persona que jugaría con la nobleza de esa manera. Ah, pero ahora que lo mencionas…
—¿Qué? ¿Recordaste algo sospechoso?
—No, pero… ¿por qué hiciste eso anoche?
—¿Qué cosa? ¿Qué hice anoche?
—Dijeron que alguien te llamó bufón y tú te enojaste. ¿Por qué?
—…….
Nora desvió la mirada de Elias y se acercó a Jeremy.
El pobre León de Neuschwanstein había dejado de lado todo el orgullo de caballero y estaba al borde de romper en llanto en plena calle.
—Oye, gato salvaje, recupera el sentido.
—Estoy acabado… Todo está arruinado… Lo destruí todo…
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