⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Gruuuuu~.
Aun en medio de todo eso, el estómago de Jeremy cumplía puntualmente con su función.
Nora bloqueó la luz del sol otoñal que le pinchaba los ojos con una mano y habló con calma.
—Primero, comamos. Mientras tanto, podemos intentar recordar lo que pasó, comparando lo que cada uno recuerda.
—… ¿Cómo se supone que hagamos eso si aún no recuerdo nada…?
—El dueño del pub dijo que insistí en que tenía que ver el festival. Creo que probablemente deambulamos por la feria como en los viejos tiempos. Si comemos algo y luego damos otra vuelta, tal vez recordemos algo.
—¿Y qué va a cambiar con comer?
—Dicen que la ingesta de azúcar está estrechamente relacionada con la memoria.
Sonaba bastante convincente, así que Jeremy levantó la cabeza con los ojos llenos de lágrimas. Hoy, el cielo se veía especialmente despejado.
—¿Y después qué…?
Nora miró en silencio la cara llorosa de su amigo, demasiado lamentable para contemplarla por mucho tiempo. Luego, extendió la palma y le frotó la frente magullada.
—Primero, ocupémonos de tu frente.
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Jeremy declaró que no regresaría a casa hasta recuperar su anillo. No solo a su casa, sino tampoco a la de sus padres ni a la de su hermana.
Con esa actitud autodestructiva o lo que fuera, Nora y Elias también terminaron atrapados en esta miserable situación de tener que comer en la calle en lugar de disfrutar del banquete en la mansión.
—Esta sopa no está mal.
—Sí, y el jamón no huele tan mal…
Aun así, como dice el dicho, el hambre es el mejor condimento. El pequeño restaurante cerca del pub de Dorne tenía una comida sorprendentemente aceptable.
Después de llenar un poco el estómago y recuperar algo de lucidez, Jeremy, quien iba a la cabeza abriéndose paso por la bulliciosa plaza, habló con una voz mucho más clara.
—Todo esto es culpa de Elias.
—… ¿Por qué demonios me echas la culpa ahora? ¿Qué hice?
—Si no hubieras preparado esa estúpida ‘Rugido de León’ o lo que fuera, no habríamos terminado tan borrachos.
—¡Maldita sea, cómo iba a saber que pasaría esto! Yo tampoco recuerdo por qué lo hice y me está volviendo loco. ¡Además, fuiste tú quien empezó con la conversación sobre beber!
Eso era cierto. Sin más argumentos, Jeremy dirigió su frustración hacia Nora.
—Si tu padre no me hubiera enviado ese regalo extraño, no habría querido beber tanto.
—Este desgraciado malagradecido, ¿te quejas incluso cuando te hacen regalos?
—¡Es que esto es frustrante, muy frustrante!
—Si no lo hubieras llevado encima sin razón, ni siquiera lo habrías perdido. ¡Te juro que voy a dejarte aquí solo!
Sabiendo que no podría manejar esta situación desesperante solo, Jeremy hizo un mohín y se cruzó de brazos. Entonces, se encontró con la mirada de un comerciante ambulante que parecía haber estado observándolos por un rato.
Cuando sus ojos se encontraron, el comerciante le sonrió amablemente y le habló.
—¿Estás buscando algo?
—… ¿Cómo lo sabes?
—Dime qué buscas y te lo encontraré. Lo que sea.
¿No era un simple vendedor ambulante? Desesperado hasta el punto de perder la percepción de la realidad, Jeremy se acercó lentamente al puesto.
—¿Lo que sea…?
—Sí. Pide lo que quieras y lo encontraré para ti. Dímelo rápido.
El comerciante agitó la mano con impaciencia, confiado y relajado. Una chispa de esperanza brilló en los ojos apagados de Jeremy.
—Bueno… estoy buscando un anillo.
—Seguro es un regalo para tu amada, ¿verdad? ¿Cómo es el diseño?
¿Cómo lo supo? Definitivamente sabía algo. Tal vez había una especie de red de información entre los comerciantes ambulantes y los gremios del mercado.
Aferrado a esa esperanza, Jeremy comenzó a describir con detalle la apariencia del anillo perdido.
Mientras tanto, Nora y Elias, que lo habían seguido por curiosidad, intercambiaron miradas incrédulas.
—… Y tenía un diamante de 20 quilates incrustado en el centro…
—¡Ah, qué suerte! Justo me llegó algo así.
—¿Qué…? ¿E-Es en serio?!
—Sí. Espérame un momento, a ver…
El comerciante se inclinó y rebuscó en su caja debajo del mostrador, mientras Jeremy esperaba ansioso, con el corazón latiéndole desbocado.
Poco después.
—¡Aquí está! Una auténtica joya de la mejor calidad, recién llegada. Son 500 Ducats.
Hubo un breve silencio. Jeremy, incapaz de procesar lo que estaba pasando, se quedó petrificado. Elias, que había estado observando con la lengua chasqueando de impaciencia, finalmente estalló.
—¡¿Cómo te atreves a intentar estafar a un noble?! ¡Eso no vale ni 5 Ducats, es solo un trozo de vidrio chapado en oro! ¿Cómo duermes por las noches con semejantes engaños?
—… Tsk. Si no lo quieres, no lo compres.
El comerciante chasqueó la lengua sin mostrar el menor remordimiento y guardó de nuevo el anillo de vidrio. Jeremy solo pudo mirar a su hermano con la boca entreabierta.
—¿Qué demonios fue eso…?
—Ah, esto se llama un timo callejero. Durante el festival, los nobles ingenuos que salen a pasear caen en estas trampas con sorprendente facilidad. Este tipo nos tenía en la mira desde hace rato.
Finalmente dándose cuenta de que su desesperación lo había hecho actuar como un noble tonto e ingenuo, Jeremy comenzó a mirar al comerciante con el ceño fruncido y una expresión de puro enojo.
Pero el comerciante, con una desvergüenza descomunal, simplemente murmuró algo y siguió con su negocio sin inmutarse.
—De todos modos, los nobles son incomprensibles. Desprecian a los adivinos charlatanes como si fueran pura superstición, pero luego se escandalizan por cosas como esta… Qué exigentes…
Nora, que hasta entonces sólo se había estado riendo, de repente entrecerró los ojos con interés.
—Repite lo que acabas de decir.
—Ah, lo que quería decir es que todos hacemos lo que podemos para ganarnos la vida. Al final, escuchar los disparates de los adivinos es algo que se olvida, pero estos objetos al menos dejan algo tangible. Si insisten en condenarlos…
—Tu cuello no serviría ni de adorno, así que olvídalo. ¿Qué fue eso de los adivinos charlatanes?
—Oh, si esa expresión le ha ofendido, lo siento. Es un simple hábito de hablar de un humilde comerciante. Todo el mundo en este negocio sabe que esa gente son los peores estafadores. Anoche parecían haber disfrutado bastante, así que me pareció lamentable…
A pesar de sus palabras, su cara no reflejaba ni una pizca de lástima. Sin embargo, eso no era lo importante. Jeremy, que estaba bufando de indignación, y Elias, que mantenía su porte altivo, se pusieron la misma expresión que Nora y exclamaron con urgencia.
—¡¿Dónde?!
—¿Eh? ¿A qué se refieren…?
—¡Dónde está ese adivino o lo que sea!
⊱─━━━━⊱༻●༺⊰━━━━─⊰
—¿De verdad estuvimos aquí…?
Después de pagar una moneda de oro al comerciante avaro por la información, salieron de la plaza y pasaron por un callejón lleno de pequeños talleres hasta llegar a un edificio diminuto y desvencijado que, a simple vista, parecía de lo más sospechoso.
—Esto me resulta familiar.
—Sí, a mí también.
—Lo mismo digo.
Era natural sentir un déjà vu. Este callejón era el mismo en el que, años atrás, se encontraba el escondite de Elias, donde solía organizar partidas de apuestas durante las festividades.
Jeremy y Nora, quienes destruyeron aquel grupo de apuestas llamado ‘El Círculo de los Segundos Hijos’, quedaron momentáneamente nostálgicos.
—Nunca imaginé que volveríamos aquí.
—Debe ser que la borrachera nos hizo recordar el pasado.
A diferencia de ellos, Elias no veía esos días con nostalgia, así que entró de inmediato al edificio.
Al apartar la cortina roja tras la pequeña puerta de madera, un fuerte olor a aceite de ricino y a incienso desconocido los golpeó de inmediato.
—¿Qué es este lugar…?
El cuarto, de paredes rojas y sin una sola ventana, estaba tan mal ventilado que era difícil respirar. Los adornos de roedores disecados y calaveras dispersas por la habitación contribuían a la atmósfera tétrica y misteriosa.
—Han vuelto, viajeros solitarios. Siéntense.
De repente, un bulto cubierto con un saco raído habló, causando que los tres se sobresaltaran.
Justo cuando Nora iba a responder, Jeremy, ansioso, se sentó de golpe en el suelo. Nora y Elias, sin otra opción, lo siguieron y se sentaron con las piernas cruzadas.
El adivino, aún envuelto en su saco de harapos, se giró y encendió otra vara de incienso. El aroma era aún más intenso, hasta el punto de que su propia nariz ganchuda y verrugosa se crispó.
—Ejem, disculpe, pero nosotros…
—¡Shhh! Guarda silencio, joven apuesto. Podrías asustar a los espíritus.
El ‘joven apuesto’ frunció el ceño. Jeremy y Elias, igual de incrédulos, hicieron lo mismo.
—Debe estar ciego.
—Parece que sí.
—Veamos… El León Dorado ha perdido algo preciado.
Mientras rebuscaba entre sus cosas, el adivino soltó esa afirmación al azar. Jeremy se inclinó sin darse cuenta.
—¿Cómo lo sabe…?
—Lo lamentas con el alma, pero lo perdido no vuelve jamás. Así que, lleno de ira, quieres destruirlo todo, incluso a ti mismo.
El silencio envolvió la habitación. La voz hipnótica del adivino resonaba con una autoridad escalofriante.
—El arrepentimiento tras la pérdida es común, pero no puede hacer girar de nuevo los engranajes del destino. Sin embargo, otro caballero atrapado en la desesperación ofreció el mundo como sacrificio y, al entregar el Imperio en llamas a la tumba de los caídos, hizo retroceder el tiempo.
N/Nue: TF AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA.
—…¿Y quién era ese caballero?
—Los hilos del destino se entrelazaron para traer la nueva era de hoy… Ah, sí. Era usted, joven apuesto.
—¡Maldita sea, Jeremy! ¡¿Por qué le preguntas en serio?! ¡Este charlatán se está burlando de nosotros!
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