⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Hasta hacía poco, Jeremy parecía dispuesto a cavar un hoyo y meterse en él por la desesperación, pero en un abrir y cerrar de ojos, había recuperado su ánimo, su voluntad de vivir y su característico espíritu juguetón. En contraste, Elias seguía con su expresión de disgusto.
—¿Pero qué haces aquí? Si tuviste que hacer horas extra, deberías haberte ido a casa de una vez a dormir. ¿O viniste a que Michael te azote?
—¿Qué estás diciendo? ¿Crees que soy mi hermano? Solo vine para ver si podía consultar algo con el Duque. Pero como ustedes estaban aquí…
Nora, que estaba dándole unas palmadas en el hombro mientras reía a carcajadas, ladeó la cabeza con curiosidad.
—¿Consultar algo?
—Bueno, la verdad es que… lo de la misión de anoche… Empecé con mucha determinación, pero cada vez me cuesta más estar seguro de que este trabajo es para mí. No es que no supiera en qué me metía, pero no tengo la certeza de que pueda volverme tan implacable como mis superiores. Siento que soy demasiado blando… Pero, al mismo tiempo, si lo dejo tan fácil, me voy a decepcionar a mí mismo y también me sentiré mal con mamá…
Leon se rascó la cabeza mientras confesaba sus preocupaciones. Ya no era el niño pequeño que, en aquellos días, se había perdido en un balneario de Berchtesgaden y tuvo que ser rescatado por Nora. Ahora era un adulto hecho y derecho.
Nora lo miró con una mezcla de emoción y ternura, pero Jeremy y Elias, en cambio, tenían una expresión de absoluta incredulidad.
—¿Me estás diciendo que nos lo ocultaste a nosotros, pero fuiste a consultarlo con este tipo? ¿Nada menos que pedirle consejo? ¿Al Gran Capitán de la Guardia?
—¡Maldito enano desagradecido! ¿Quiénes son tus hermanos, eh? ¡Ese grandulón ni siquiera es parte de Strafe y a él sí le consultas!
—¡Es que si se los contaba a ustedes, solo se reirían de mí y me molestarían! Además, el hermano mayor es tan blando como yo, siendo sinceros.
—¿Qué estás diciendo? ¡Si soy de lo más despiadado! ¡A ver si aparece alguien tan frío y despiadado como yo!
Por supuesto, Jeremy no era precisamente una persona blanda, pero la organización a la que pertenecía Leon requería una disposición a ignorar por completo el código de caballería.
No solo tenían que tratar a sus enemigos con dureza, sino que, en ocasiones, también debían presionar sin piedad a personas completamente ajenas al conflicto. Era paradójico que cuanto más perfecto era un caballero, menos adecuado resultaba para este trabajo.
—De todas formas… ¿qué están haciendo aquí ustedes? ¿Y por qué tienen esas pintas?
La pregunta de Leon, hecha con la intención de cambiar el tema, hizo que Jeremy recordara de golpe el problema que aún tenían sin resolver. Inmediatamente volvió a poner cara de preocupación.
Nora, que los observaba divertida con los brazos cruzados, de pronto chasqueó la lengua y sus ojos azules brillaron.
—Creo que necesitaremos las habilidades analíticas de nuestro querido Strafe. Al parecer, tu hermano ha perdido su anillo de bodas.
—¿Perdió su anillo de bodas?
—Sí. Anoche nos emborrachamos y cometimos toda clase de idioteces de las que no nos acordamos, y en medio de todo eso, tu hermano perdió el anillo que siempre llevaba en el pecho.
—Pero ¿por qué demonios andaba con él en el pecho?
—Buena pregunta.
Justo en ese momento, Eukrates, el anciano mayordomo de la Casa del Lobo, reapareció en la sala. Con una voz tan serena y enigmática que casi sonaba mística, dijo:
—¿Han logrado resolver el problema, su excelencia? ¿Señor Marqués?
—…¿Por qué? ¿Quieres ofrecernos tu sabiduría?
—No, pero el mayordomo del Marqués me ha estado atormentando con preguntas. Parece que está muy preocupado. No quise preguntar los detalles sobre qué atrocidades cometieron ustedes antes de venir aquí anoche, pero creo que sería mejor si el Marqués…
Eukrates no terminó la frase.
O, mejor dicho, la dejó inconclusa porque la reacción de Jeremy fue demasiado escandalosa.
—¡¿De verdad?! ¡¿Es cierto?! ¿¡Fuimos a mi casa anoche!?
—…Sí, bueno, según el viejo Robert, parece que sí. Pero lo mejor sería que se lo preguntara directamente a él…
—¡Ahí es! ¡Ese es el lugar!
¡Crash! ¡Boom!
Con los ojos completamente desorbitados, Jeremy salió disparado como un rayo. Detrás de él, la ‘Compañía del Anillo’ corrió tras él a toda velocidad. Leon también se quedó perplejo un momento antes de salir corriendo para seguirlos.
La sala de recepción, que hasta hace un instante estaba sumida en el caos, quedó en completo silencio.
Solo se escuchó un suspiro resignado del viejo mayordomo.
—Ni un solo día de tranquilidad… ni uno solo…
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Tan pronto como la ‘Compañía del Anillo’ irrumpió en la guarida del león, comenzaron a registrar la residencia de Jeremy.
La deducción de Leon fue clave: Lo más probable es que mi hermano, borracho, simplemente lo haya dejado donde lo guarda normalmente.
Solo por si acaso, no se limitaron a su dormitorio. También revisaron la biblioteca, los pasillos, la sala de recepción e incluso el salón central.
—…¡No está!
—¡No está!
—¡Yo tampoco lo encontré!
Después de dividirse para buscar, los cuatro se reunieron nuevamente en el salón central, pero ninguno había encontrado rastro del anillo.
Jeremy comenzaba a perder la paciencia.
—¡Maldición! ¡Si no está aquí, ¿dónde demonios está?!
—Si no aparece, ¿por qué no simplemente compras otro?
—¡Di algo que tenga sentido, por favor! ¿Crees que es un anillo cualquiera? ¡Yo mismo supervisé cada detalle del diseño! ¡¿Cómo se supone que consiga otro igual en unos días?!
—De verdad, qué inútil eres como Strafe.
Aprovechando la situación, sus hermanos no perdieron la oportunidad de regañarlo sin piedad.
Leon, sintiéndose cada vez más pequeño, cerró la boca y decidió guardar silencio.
Mientras Nora trataba de pensar en algunas palabras de consuelo para Leon, de repente notó a alguien parado en la entrada del vestíbulo, observándolos fijamente. No tenían idea de cuánto tiempo llevaba allí.
—Parecen estar buscando algo.
El mayordomo de la familia Neuschwanstein, es decir, Robert, hablaba con una expresión enigmática.
Su rostro reflejaba algo entre burla, lástima y reproche, una expresión tan extraña y sabia que el equipo de búsqueda del anillo sintió un inexplicable mal presentimiento.
—Robert, esto es…
—El viejo Euk me lo contó todo hace un momento. Dicen que no recuerdan nada de lo ocurrido anoche.
—Ahaha, bueno, eso es porque…
—Al principio, me pareció absurdo, pero luego pensé que quizás es mejor que no lo recuerden.
—Eh, ¿qué? ¡Claro que no lo recordamos! ¡Es completamente cierto! Por eso queremos saber qué pasó anoche…
—Antes de discutir ese asunto, primero deberán pagar un bono especial a todos los caballeros y sirvientes.
—¿Qué? ¿Por qué…?
—Como compensación por la angustia mental que el marqués les causó anoche. De hecho, varios caballeros han solicitado baja médica. Dijeron que necesitan descansar por un tiempo.
Robert chasqueó la lengua con desaprobación. Jeremy, atrapado de nuevo en el caos y el miedo, comenzó a palidecer. Elias y Leon también parpadearon repetidamente, sin atreverse a preguntar qué había sucedido.
Al final, Nora, al darse cuenta de que seguir en la oscuridad sería inútil, decidió intervenir con cautela.
—Este tipo… ¿qué hicimos exactamente?
Robert curvó los labios en una sonrisa.
Era una sonrisa aterradora, como si preguntara si estaban preparados para soportar la verdad.
—Habla. ¿Qué hicimos? No me digas que lastimamos a algún sirviente o causamos destrozos…
—No, nada de eso. Aunque no se puede negar el daño psicológico.
—Entonces, ¿qué pasó…?
—Su excelencia, ¿realmente no lo recuerda? Anoche lo vio con sus propios ojos.
Nora negó con la cabeza, al principio sin pensar, pero luego reconsideró y eligió sus palabras con más cuidado.
—La verdad… tampoco sé qué fue lo que vi.
—Yo tampoco. Prefiero pensar que fue una alucinación.
—No sé cómo voy a explicárselo a mi esposa.
—Siento lo mismo. Una cosa es la embriaguez, pero que mi hijo mayor, a quien crié con tanto esmero, se aferrara a un regalo preciado y lo… cortejara, es algo que no puedo simplemente decirle a mi señora.
Hubo un breve silencio. Jeremy, que había estado mirando a Robert con una expresión atónita, finalmente murmuró con voz temblorosa.
—¿Qué… a qué regalo te refieres? ¿Y qué se supone que hice?
—Al regalo de bodas enviado por su abuelo. Lo abrazó, lloró y lo besó. Fue todo un escándalo. Y, para colmo, algún idiota tuvo la brillante idea de cubrirlo con una tela blanca…
Las cabezas de los cuatro hombres giraron lentamente.
Sus miradas se dirigieron a la estatua dorada, resplandeciente bajo un velo de tela blanca que ondeaba suavemente, asemejándose a un velo nupcial.
—Ah…
Fue entonces cuando los recuerdos de la noche anterior pasaron vívidamente ante los ojos de Jeremy.
Recordó cómo, completamente fuera de sí, había confundido algo con Diane, cómo Elias había enterrado el rostro en un pañuelo sollozando, y cómo Nora se reía mientras descorchaba una botella de champán…
—Espera, espera.
Leon, que aún no entendía nada, se acercó de repente y tiró de la tela blanca que cubría la estatua.
Un grito horrorizado se escuchó en el vestíbulo.
—¡No lo hagas…!
Pero ya era demasiado tarde.
Ante ellos apareció la gloriosa y deslumbrante novia dorada.
La estatua representaba a un caballero con la cabeza de un león rugiendo ferozmente, sosteniendo con poderosos brazos musculosos una espada alzada.
Era una pieza de arte extremadamente realista y majestuosa, casi intimidante. Pero había algo más, algo que hizo que la escena fuera aún más insoportable para los presentes.
Debajo del brazo izquierdo del caballero, en su mano, brillaba un objeto.
Un magnífico anillo de diamantes de 20 quilates, torpemente encajado en su grueso dedo anular.
—…Lo encontramos.
—…Sí, lo encontramos.
—…Ajá, ahí está.
Nadie se lo había imaginado, y nadie habría querido imaginarlo.
El silencio incómodo duró apenas un momento.
De repente, Jeremy corrió con una energía desbordante, arrebató el anillo de la estatua y, examinándolo con emoción, comenzó a llorar de alivio.
—¡Lo encontramos! ¡Al final, lo encontramos! ¡Lo logré!
—¡Ja, ja, ja! ¡Sabía que pasaría!
—¡Bien hecho, chico! ¿Ves? Te lo dije, la verdad siempre está más cerca de lo que creemos.
—¡Todo esto es gracias a ustedes! ¡Sin su ayuda, nunca lo habría logrado! ¡Gracias!
—¡Ven aquí, maldito! Sabía que en el momento clave, tu cabeza sería útil.
Emocionados y llenos de euforia por la victoria, los miembros de la expedición del anillo se abrazaron y giraron en círculos, celebrando su inesperado triunfo.
N/Nue: Me he cagado de risa mil con estos capítulos JAJAJAJJA.
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