⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—Entonces, con este rojo… ¡Kya!
Al sentir de repente unos brazos rodeándola por la espalda, Shuri se giró sobresaltada. Sus ojos verde esmeralda se abrieron de par en par como los de un conejo sorprendido, pero enseguida apareció una sonrisa en su rostro. Nora la levantó en el aire, por encima de sus hombros, y le dio un beso antes de volver a colocarla suavemente en el suelo.
—Qué lástima, señor. Esta doncella ya tiene un compromiso.
—Ja. Tendré que desafiar a ese hombre a un duelo. ¿Te divertiste en tu viaje?
—Sí, creo que por fin pude descansar bien. ¿Y tú?
—¿Lo preguntas en serio? Obviamente, estuve llorando desconsolado.
—¡Papá! ¡Papá!
Desde la distancia, Leah gritó con una risa alegre. En cambio, Michael miraba fijamente a Nora con una expresión triunfal, que por alguna razón le recordaba a la de Robert hace un momento.
—Te transformas rápido, papá.
—La transformación de un hombre es incuestionable, mi príncipe. ¿Encontraste el color que querías?
—¿Transformación?
—Explicarlo sería largo, pero hace un momento…
Finalmente, las campanas anunciando la hora resonaron por toda la ciudad y hasta la colina abierta.
Las linternas de colores brillantes comenzaron a elevarse una tras otra, y poco a poco se convirtieron en un mar de estrellas que iluminaban espléndidamente el cielo nocturno. De todas partes surgían exclamaciones de asombro, risas y aplausos, despertando la noche festiva sin importar la clase social.
Así terminó, sin problemas, la inesperada aventura de la compañía del anillo.
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La boda del Marqués de Neuschwanstein y la señorita Anemone.
Siendo la familia Neuschwanstein una de renombre, y la familia Anemone una rama de la casa ducal de Nuremberg, la ceremonia fue tan grandiosa como la boda de los actuales Duques de Nuremberg.
Después de un largo noviazgo, finalmente llegaba el día del juramento matrimonial. Jeremy estaba notablemente nervioso e inquieto. Desde hacía rato no se despegaba del espejo, caminando de un lado a otro con impaciencia, una imagen completamente distinta de la imponente y digna reputación que tenía en la sociedad.
—Ah… ¿De verdad me veo bien? ¿Seguro que estoy bien?
—No te preocupes, hermano. No importa cómo te arreglen, siempre pareces un tonto.
Elias, que estaba cómodamente sentado en una esquina de la sala de espera, mordisqueando una galleta con total tranquilidad, acabó corriendo de un lado a otro, huyendo de la persecución del furioso novio.
Por su parte, Leon, que estaba listo con un comentario ingenioso y sarcástico sobre los anillos de boda, decidió mejor mantenerse en silencio por hoy.
—¿Es momento de comportarse como niños? ¿Cuándo madurarán ustedes?
—…¿Y tú crees que puedes decir eso?
—¿Qué? ¿Yo qué? Yo soy el epítome de un noble caballero maduro y digno.
Con una sonrisa burlona, Nora se sentó despreocupadamente en el alféizar de la ventana, girando su boutonnière con los dedos en un gesto juguetón. Jeremy, con el ceño fruncido, se acercó gruñendo y le arrebató la flor de un tirón.
—¡Shuri debería ver tu verdadera naturaleza…!
—Yo siempre muestro mi verdadero yo frente a ella…
Pero justo cuando Nora iba a seguir bromeando, de repente dejó su frase inconclusa y saltó de la ventana.
En ese momento, una voz resonó desde la puerta entreabierta.
—Vaya, parece que todos están muy emocionados.
—Ah, no me lo digas. No sabes cuántas veces ha preguntado si se ve bien. Es como un niño.
—Jajaja, ¿de verdad? ¿Jeremy?
Shuri no había visto la actitud tan despreocupada y despreciativa que Nora mostraba hace un momento. Y él, con una expresión serena y solemne, chasqueó la lengua como si estuviera profundamente conmovido por el matrimonio de su querido amigo.
Ante tal descarado acto, los hermanos Neuschwanstein, por una vez en la vida, compartieron el mismo pensamiento y dejaron caer la mandíbula al unísono.
—…Pero, ¿por qué tienen la boca tan abierta?
—Debe ser que están demasiado emocionados de verte, hermana. Son como pajaritos pidiendo comida, con esos cuerpos enormes…
¡Tac!
Jeremy cerró la boca de golpe y fulminó a Nora con la mirada. Él, en respuesta, solo parpadeó con una expresión inocente.
—¿Aún estás nervioso?
—…¿Pueden dejarnos solos un momento? Tengo algo que hablar con mi querida madre Shuri.
Sorprendentemente, todos obedecieron de inmediato y salieron sin objeciones. Incluso Nora, que parecía el más propenso a bromear, se marchó sin decir nada. Jeremy se sintió un poco avergonzado.
—¿Estoy bien?
—Pareces más nervioso que Diane.
—¿E-En serio? ¿Y qué tal está Diane?
—¿Cómo va a estar? Parece sacada de un sueño.
Shuri respondió en tono burlón mientras se acercaba y le quitaba la boutonnière que él sujetaba sin cuidado, colocándosela en su lugar correcto. En sus ojos esmeralda brillaba una luz suave. Algo difícil de describir…
—Shuri…
—¿Sí?
—Esto… ejem… gracias.
—¿Hmm? ¿A qué viene eso de repente?
Decirlo en su cara era infinitamente más incómodo de lo que había imaginado. Jeremy se quedó un momento tambaleante, moviendo los ojos de un lado a otro, hasta que finalmente lo soltó sin pensar demasiado.
—Por haberme criado hasta este punto.
—…
—Lo que quiero decir es… si no fuera por ti, yo no sería quien soy hoy. Y tampoco habría logrado estar con Diane de esta manera. Seguro que habría crecido como un completo idiota. Tal vez mi vida habría sido completamente diferente.
Quizás habría terminado cayendo al mismo nivel que mi padre. O, peor aún, podría haber acabado como cierto pajarito despreciable.
Conteniendo esas palabras, Jeremy esbozó una amplia sonrisa, ligera y despreocupada.
—Por eso, gracias, madre.
Shuri lo miró en silencio durante un momento, observando su rostro sonriente. En su mente se superpusieron las imágenes del muchacho que recordaba de antaño y del hombre que tenía ahora delante. Aquellos recuerdos lejanos, a veces tan vívidos y otras tan confusos como un mal sueño.
Aquellos tiempos en que todo era torpeza, asperezas y caminos que se desviaban sin remedio. En aquellos años, ellos se habían distanciado de forma irreversible y ella no llegó a presenciar la boda de su hijo.
Ahora, demasiadas cosas habían cambiado. No sabía qué había sido real y qué había quedado oculto tras las sombras del pasado. Pero, tal vez por eso, este matrimonio le resultaba aún más especial.
No era un simple cumplimiento de una promesa al difunto emperador, ni un deber impuesto. Era una elección tomada libremente por sus propios hijos.
Y ella también formaba parte de ese cambio.
Había tomado la mano de Nora, Rachel se había convertido en la reina de Safavid, Elias había contraído matrimonio con O’hara, y Leon se esforzaba por encontrar su propia identidad mientras contribuía al orden del Imperio. Y ahora, Jeremy, que iba a casarse con Diane, parecía feliz.
Inmensamente más feliz y seguro de sí mismo que en el pasado. Con una sonrisa radiante de emoción y alegría, afrontaba su boda con una confianza deslumbrante, plena de bendiciones.
Por eso, Shuri se permitió sumergirse en la emoción y la satisfacción.
—Yo también te doy las gracias, mi precioso hijo mayor.
—¿De verdad sigo siendo tu precioso hijo mayor?
—¿Eh? Por supuesto.
—¿De verdad? ¿Más que Michael?
—… ¿De verdad estás comparándote con tu hermano de seis años? ¿En serio?
—No es que lo esté comparando, pero…
Ese pequeño también había heredado un carácter algo odioso.
Con los ojos húmedos, Jeremy se rió con torpeza.
Shuri, que hacía un momento le había lanzado una mirada fulminante, también acabó soltando una risita. En sus ojos verde brillante comenzaron a asomarse lágrimas.
—En cualquier caso, me alegra verte tan feliz. Gracias por hacerme sentir esto.
—¡Ah! ¿Eso significa que eres feliz por mí?
—No puedo negarlo. Diane es una chica maravillosa. Ustedes serán muy felices… Ay, qué tonta, aquí voy otra vez.
—No, no, ejem… Pero… ¿un poquito sí te da pena?
—¿Quieres que me sienta triste?
—No es eso, pero si lo tomas con demasiada ligereza, también me sentiré algo decepcionado.
—Bueno, considerando cómo lloraste como un niño en mi boda…
—¡¿Cu-cuándo hice eso?!
Justo en ese momento, un ruido estruendoso resonó fuera de la habitación.
Alguien que había estado escuchando a escondidas se había caído de bruces contra el suelo.
Shuri, que se estaba secando las lágrimas con una sonrisa, y Jeremy, que buscaba un pañuelo para negar su humillante recuerdo, se giraron al mismo tiempo.
—Ugh… ¡Oye, qué es esto! ¿Por qué no lloraste en mi boda pero sí en la de mi hermano? ¡Esto es favoritismo! ¡Es discriminación entre hijos!
Elias, al parecer, había olvidado por completo el escándalo y el caos que había rodeado su propia boda. Siempre había sido indulgente consigo mismo, así que no era sorprendente.
—¡Mamá, no estés triste! ¡Todavía me tienes a mí! ¡Falta mucho para que me case! ¡O quién sabe, tal vez ni siquiera lo haga!
—¡No es que no quieras, es que no puedes, enano cerebrito!
—¿¡Quién es un enano!? ¡Y tú qué dices!
—Chicos, ¿tenían que empezar justo hoy?
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Una boda rodeada de todas las personas queridas.
Un enlace lleno de bendiciones y travesuras, digno de cualquier sueño.
En un salón colmado de invitados distinguidos, entre ellos hasta la delegación de Safavid, resonaba una melodía animada y romántica.
Y entonces apareció la novia.
Diane, vestida con un deslumbrante vestido blanco, caminaba lentamente hacia adelante de la mano del Marqués Anemone.
Jeremy, que había estado tragando saliva nerviosamente, tuvo que esforzarse para evitar que una sonrisa enorme le partiera la cara.
—…Eres hermosa.
No pudo evitar susurrarlo cuando, por fin, recibió su mano.
A través del velo translúcido como una telaraña luminosa, Diane sonrió.
Y le susurró en respuesta:
—¿De verdad?
—Por supuesto…
—¿Más que la novia dorada?
Jeremy estuvo a punto de pisar el borde de su propio traje dorado y resbalar.
El antiguo capitán de la guardia imperial, que estaba oficiando la ceremonia, carraspeó suavemente y le lanzó una mirada de advertencia.
Con mucho esfuerzo, Jeremy logró recomponerse y echó una última mirada de reojo hacia los invitados.
Más precisamente, hacia donde estaban sentados los miembros de su familia.
Los gemelos, sentados juntos, con una sonrisa en sus rostros que no dejaba claro si era de burla o de satisfacción.
Elias, susurrándole algo a su esposa.
Shuri, con una expresión serena y sonriente, observándolo con ternura.
Y Nora, con un brazo sobre los hombros de Shuri, sonriendo con un aire de triunfo.
…Todavía no sabía exactamente de cuál de sus bocas había salido aquel comentario.
Pero lo averiguaría.
Sin duda alguna, lo descubriría y…
Con ese pensamiento firme en su corazón, Jeremy se giró por completo y miró de frente a su novia.
Diane.
La mujer que sería su compañera de vida.
Los rayos de sol que atravesaban los vitrales de la catedral iluminaban sus cabellos y bañaban a ambos en un resplandor cálido.
—Por supuesto, ni siquiera se puede comparar.
Diane sonrió de nuevo, con dulzura y un toque de picardía.
—Jeremy Von Neuschwanstein, ¿juras, en el nombre de la Santa Madre y el Santo Padre, amar y proteger a Diane Von Anemone por el resto de tu vida?
—Lo juro.
—Diane Von Anemone, ¿juras, en el nombre de la Santa Madre y el Santo Padre, amar y proteger a Jeremy Von Neuschwanstein por el resto de tu vida?
—Lo juro.
Con el final de ese voto sencillo pero lleno de amor sincero, un brillante anillo de diamantes se deslizó en el dedo de la novia.
Esta vez, encajó a la perfección.
[ FIN DE LOS SIDE STORIES ]
N/Nue: Ahora sí, fijo fijo se les dice adiós. Haaaaa, no sé que puedo decir, esta es una de las primeras novelas que quise traducir, esperé mucho trabajarla después de enamorarme del manhwa y cada vez que avancé pude amar la historia cada vez más. Para unos puede no ser la maravillosa historia y está bien, pero para mí cambió mi aspecto a la vida, me hizo reír, me hizo llorar y lo más importante, me hizo amar.
Gracias por compartir la experiencia conmigo, fue divertido tener en mi vida a los leones orgullosos y a los lobos fieles, siempre tendrán una parte de mi corazón.
¡Nos vemos en un próximo proyecto!
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