⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
No fue fácil observar a Jeremy, con manchas rojas que se extendían desde la nuca por todo su cuerpo, sufriendo fiebre alta. A pesar de saber que se recuperaría pronto, el miedo era inevitable. Incluso el futuro caballero más fuerte no puede escapar de la enfermedad, lo que resulta irónicamente cruel.
Mientras yo pasaba todo el día a su lado, Elias y los gemelos parecían estar igualmente asustados, desanimados por completo. Aunque finalmente había llegado la tan ansiada calma a la mansión, el ambiente estaba lleno de una inquietante tensión. Me preguntaba por qué deseé que los niños se comportaran con más tranquilidad. Extrañaba la energía que solía llenar la casa desde temprano en la mañana.
—…Shuri, ¿estás ahí?
—Sí, estoy aquí.
—¿Voy a morir…? Creo que me estoy muriendo.
—No digas tonterías. No vas a morir.
—Cierto, no puedo dejarte disfrutar eso…
Dicen que cuando estás enfermo, la mente se debilita. Jeremy, atrapado en una fiebre alta, pasaba el día despertándose y volviendo a dormir, murmurando frases entre sueños. En un momento, con los ojos verdes llenos de delirio, confesó algo que nunca diría normalmente, mencionando incluso cosas relacionadas con lo que sucedió antes de que mi esposo muriera.
—No es que realmente te odiara… Solo estaba celoso porque parecía que padre te quería más a ti que a nosotros.
—Ya no importa. Incluso si me odiabas, no pasa nada.
—Me molestaba que usaras la habitación de nuestra madre… Pero, en realidad, ni siquiera recuerdo bien su cara. ¿Cómo era nuestra madre…? Shuri, ¿tú lo sabes…?
Me arrodillé junto a la cama, sosteniendo su mano febrilmente caliente bajo las mantas. Pobre niño, en una edad donde más necesita a sus padres… Pero aquí solo estaba yo. Como en el pasado, acaricié su cabello dorado empapado en sudor frío y besé su frente pálida.
—Ahora soy tu madre. ¿No podrías recordar mi cara en su lugar…?
Jeremy me miró con ojos verdes desenfocados, y luego, rodeando mi cuello con sus brazos, susurró con voz ronca:
—Shuri, haz que la fiebre se vaya. Dile a la Virgen que deje de torturarme.
Cuánto deseaba poder hacerlo. Pero aunque pudiera viajar en el tiempo, reclamarle a Dios era algo imposible.
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En la vida real, las personas son más amables que los dioses. Mientras Jeremy estaba enfermo, recibimos cartas llenas de preocupación, recomendaciones con consejos útiles y medicinas de varios lugares. Entre ellas, la Duquesa de Nuremberg envió caramelos especiales de amapola junto con una breve nota, lo que resultó ser de gran ayuda para aliviar el sufrimiento del chico durante sus fiebres.
Otra persona a la que estaba agradecida fue el príncipe heredero Theobald. Cuando la tos incesante y las manchas rojas comenzaron a ceder, vino a visitarnos. Con una sonrisa, se disculpó por no haber podido venir antes.
—Yo también tuve sarampión, así que estará bien. Me gustaría ver a ese chico tan lleno de energía postrado e incapaz de moverse.
No tenía razón para rechazar su visita. Al final, su presencia aceleró la recuperación de Jeremy, devolviéndole poco a poco su carácter habitual.
—Vaya… ¿Qué hace Su Alteza aquí? Parece que ser príncipe heredero es un puesto bastante ocioso.
—¿Por qué? ¿Tienes envidia? Si es así, en tu próxima vida, ¡nace como príncipe, idiota!
—Está abusando de su rango. Parece que no conoce el concepto de *‘noblesse oblige’.
N/T: «Noblesse oblige» es una expresión francesa que significa «la nobleza obliga». Se refiere a la idea de que quienes tienen un estatus elevado o privilegios sociales tienen la responsabilidad de actuar de manera generosa y honorable hacia los demás, especialmente hacia los menos afortunados.
…Su tono sarcástico era una clara señal de que Jeremy estaba recuperando su energía habitual. Su actitud irritante no cambiaría.
—Levántate pronto. Vamos a una cacería de zorros. Mira las ojeras de tu madre, ingrato.
—Cualquier madre estaría agradecida de tener un hijo tan maravilloso como yo.
—Dios, ¿cuándo vas a aprender un poco de humildad?
—Tal vez cuando Su Alteza me derrote en un duelo. Shuri, tengo hambre.
A pesar de estar intercambiando bromas todo el día, Theobald visitó todos los días hasta que Jeremy se recuperó por completo. Gracias a esto, tuve tiempo para atender a los otros tres niños, que estaban completamente asustados y desanimados. Me di cuenta de que no había comprendido lo amable que era Theobald en el pasado, lo que me hizo sentir un poco culpable.
—Por cierto, ¿por qué pelearon ese día? Tengo mucha curiosidad.
Era la noche del décimo día desde que el sarampión comenzó. Después de confirmar que los otros niños ya habían terminado de cenar, observaba a Jeremy mientras comía sopa de pollo, cuando Theobald soltó esa pregunta. Había sido un incidente que yo casi había olvidado.
Jeremy, claramente molesto, raspaba el fondo de su plato como si desquitara su frustración por no haber comido bien durante días. Luego miró al príncipe con una expresión severa y finalmente dijo:
—¿Por qué no le preguntas a tu primo?
—Jeremy…
A pesar de estar renuente a regañar a un niño enfermo, no pude evitar suspirar. Sentía que había sido una tonta por ablandarme tanto en estos días. Mientras me lamentaba, el príncipe heredero, siempre tan amable, me sonrió con comprensión.
—Está bien, señora. Ja, ja. Si él y su primo guardan silencio, ¿a quién debería presionar?
—Parece que no es muy querido por su primo. ¿Por qué lo detesta tanto?
—Es triste que lo preguntes de manera tan directa. No diría que me odia necesariamente. Probablemente sea solo cosa de la adolescencia.
—Parece que prefiere evadir la realidad más de lo que pensaba.
—¡Argh! ¿Atacando con la verdad? ¡Qué cobarde!
—¡Agh! ¡Qué injusto, atacar a un paciente así!
Dejé que los dos siguieran forcejeando en la cama y me retiré con la bandeja. Después de entregar los platos vacíos y cubiertos a las criadas, pasé por el estudio para revisar rápidamente algunos documentos que no había podido atender, y cuando finalmente regresé, ambos estaban profundamente dormidos, tirados de cualquier manera.
De repente, noté el frasco de caramelos de amapola en el tocador con la tapa abierta. Había estado moliéndolos y añadiendo pequeñas cantidades a la leche, pero parece que pensaron que eran solo caramelos. Al ver a estos futuros prodigios dormir profundamente después de compartir los caramelos medicinales como si fueran dulces, no pude evitar suspirar. ¿No habían pasado ya la edad de comer caramelos?
Me quedé dudando si debería despertar al príncipe heredero, pero pronto cambié de opinión y acomodé los cuerpos de los dos jóvenes, que dormían profundamente con los brazos y piernas extendidos por todas partes. Luego, les cubrí con una manta.
Nunca en mi vida pensé que vería a mi hijo mayor durmiendo junto al príncipe heredero como si fueran amigos íntimos.
Les molestaré con esto por mucho tiempo, pensé mientras los observaba dormir plácidamente. De repente, me vino a la mente lo que ambos tenían en común. Recordé que tanto Theobald como Jeremy habían perdido a sus madres biológicas a una edad temprana y que ambos eran herederos, uno del imperio y el otro de una familia noble de renombre. No era sorprendente que se hubieran acercado tanto. Aunque el padre de Theobald seguía vivo, sabía que el Emperador no era particularmente cariñoso con sus hijos.
…Oh, me pregunto qué habrá sido del Duque de Nuremberg. Espero que esté bien. Parecía ser un hombre bastante estricto…
Mientras mis pensamientos vagaban sobre los niños, comencé a acariciar la suave manta de seda y a tararear una canción de cuna que solía cantarles a los gemelos en el pasado.
…Vaya, si alguien me viera, se reiría.
-Las flores ya rodean la cama,
y las ovejas están en el redil.
El búho nocturno canta suavemente, ya es hora de dormir.
Duerme bien, mi pequeño, mi querido niño.
Que los ángeles te protejan en tus sueños,
y que sueñes con el paraíso, duerme bien, mi pequeño…
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—…Qué alivio que se haya recuperado bien. Debe haber sido un periodo difícil para usted.
—Gracias por su preocupación. Realmente me fue de gran ayuda lo que nos envió.
Era una fresca mañana de principios de invierno cuando, por fin, la maldita enfermedad que había torturado tanto a mi hijo mayor se retiró. Yo me encontraba visitando la residencia del Duque de Nuremberg, sentada en una elegante sala de estar con la Duquesa frente a mí. Justamente, tenía pensado visitarla para agradecerle, pero ella se había adelantado invitándome a tomar el té.
…Sinceramente, me sorprendió un poco.
El emblema de la casa imperial de Bismarck es un águila blanca con las fauces de un depredador. Entre los seis linajes nobles más poderosos que sirven al águila, la familia más destacada es sin duda la de los lobos de ojos azules, una familia cercana a la realeza por su sangre. Mientras que mi familia, los Neuschwanstein, ha sido responsable del apoyo material de la corte, la familia Nuremberg ha garantizado la estabilidad del poder imperial y la gestión política. En las esferas sociales, donde la jerarquía está determinada por la posición familiar, la Duquesa de Nuremberg, cuñada de la Emperatriz actual, debía ocupar un lugar destacado. Sin embargo, la mujer que yo recordaba no era muy aficionada a los eventos sociales. Era una persona enfermiza y algo introvertida, que siempre mantenía una postura neutral y evitaba involucrarse en cualquier facción.
Todavía no sé por qué siempre tenía una expresión tan triste, pero lo que realmente me intrigaba era por qué, en este momento, la Duquesa me había invitado y ahora estaba sentada frente a mí con un gesto de incertidumbre, como si dudara en decir lo que tenía en mente.
Con su delicado cabello color azul cielo y su cuerpo frágil y pálido, Heidera parecía una muñeca de cera a punto de romperse. Al observar su figura frágil, no pude evitar sentir una oleada de compasión por todo lo que debía haber soportado entre esos dos lobos, padre e hijo. Su voz, tímida y vacilante, correspondía perfectamente a su apariencia.
—Lady Neuschwanstein… En realidad, hay algo que me gustaría pedirle.
—¿Una petición? Haré todo lo que esté en mi mano.
Cualquiera que fuera su solicitud, me convenía aprovechar la oportunidad de aliarme con ella. Era raro que la Duquesa, siempre neutral, extendiera la mano primero. No esperaba tener la oportunidad de ganarme su favor tan pronto.
—Se trata… de un asunto relacionado con mi hijo.
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