⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¿Estás en tu sano juicio? ¿Estás completamente loco? ¿En qué demonios estabas pensando al hacer algo así?
—Ah, es que, de verdad, ¡había una buena razón para hacerlo!
—¿Qué razón podría justificar eso? ¡¿Qué podría haber sido tan grave como para que te atrevieras a darle un puñetazo a su alteza real el príncipe?! Si algo hubiera salido mal, ¡ya te habrían cortado la mano derecha!
—¡Pero no me la cortaron! ¡No es tu mano la que habrían cortado, así que, ¿por qué te importa?!
—¡¿Qué dices?!
Las voces que venían del piso de arriba eran tan fuertes que se escuchaban perfectamente desde la entrada del jardín donde él estaba parado. Jeremy se quedó quieto por un momento, escuchando, luego les hizo un gesto a los caballeros con el rostro serio y comenzó a caminar lentamente.
En una esquina del jardín trasero, bajo la lluvia, Rachel estaba acurrucada, sola. No podía distinguir si lo que corría por su pequeño rostro era lluvia o lágrimas, pero Jeremy sospechaba que estaba llorando. Cuando él se acercó, ella levantó la cabeza. Empapada, parecía un pollito mojado.
—¿Estás tratando de resfriarte?
—…S-snif.
—El que causó problemas fue Elias, ¿por qué estás así? ¿Acaso tú también lo golpeaste?
Rachel solo sollozaba sin decir nada. En lugar de decirle algo como ‘Vamos adentro, de verdad te vas a enfermar’, Jeremy se quedó observando a su hermana, mientras se limpiaba el agua que goteaba de su cabello mojado con el dorso de la mano.
—…Snif. Hermano mayor.
—¿Qué?
—Sniff. ¿Verdad que eres el caballero más fuerte del imperio? ¿Verdad que eres más fuerte que el príncipe o el príncipe heredero?
—¿Eso es una pregunta? Tú siempre me subestimas.
Ignorando el pensamiento fugaz de cierto noble molesto, Jeremy respondió. Rachel levantó sus ojos húmedos, que rara vez parecían tan desesperados.
—Sniff, entonces, entonces, hermano…
—…
—Si alguien intenta hacerle daño a la falsa mamá en el futuro, elimínalo.
Debido al agua de lluvia que entraba en sus ojos, Jeremy parpadeó por un momento. De repente, un relámpago iluminó el cielo y luego un fuerte trueno sacudió la tierra.
—Lo haré.
—Tienes que eliminarlo de verdad, jura como caballero.
—Sí, lo juro.
Jeremy tenía diecisiete años en ese entonces, y Rachel tenía trece. Su madre legal no tenía más que diecinueve.
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La atmósfera en la residencia del Marqués de Neuschwanstein no podía ser más desoladora. Incluso cuando la señora de la casa trajo a unos novios callejeros y alborotadores unos años atrás, el aire no había estado tan enrarecido y tenso como lo estaba ahora. Y Elias Von Neuschwanstein era muy consciente de que ellos eran la causa de todo esto.
—¿Cómo está?
—Quizás debería ir a comprobarlo usted mismo.
—Ah, bueno…
—Se quedó dormida después de llorar hasta el cansancio. ¿Está satisfecho?
El joven, que llevaba el cabello largo y rojo recogido en una coleta, reprimió un quejido ante la frialdad implacable de la anciana doncella. Aunque no lo había esperado, él también se sentía tan sorprendido y desconcertado como la misma afectada. ¿Cómo podría expresar esa sensación?
La causa de todo este desastre había sido la visita de la princesa Heinrich esta mañana. Nadie sabía de qué habían hablado, pero después de que la princesa se marchara, Shuri, con el rostro pálido como un cadáver, los llamó a todos para pedir explicaciones. Elias estaba desconcertado, pero respondió de manera casual como siempre. Sí, probablemente ahí estuvo el problema.
Aunque fue algo que nunca había escuchado, y en parte quería bromear al respecto, no pensó que lo tomarían tan en serio.
—Sé que no tengo cerebro, yo también lo sé…
Elias murmuró con sarcasmo, mientras se agarraba la cabeza. Sentado a su lado, Leon, con una expresión más seria que nunca, abrió la boca lentamente.
—Hermano… ¿crees que el hermano mayor realmente le dijo a la falsa madre que no fuera a la boda?
Elias pensó que era gracioso que siguieran llamándola ‘falsa madre’ con tanta determinación. Aunque, en cierto modo, él tampoco podía sentirse del todo orgulloso de sí mismo.
—¿Cómo voy a saberlo? ¡Esto me está volviendo loco…!
—No lo creo. Aunque el hermano mayor sea un tonto, igual que tú, no es tan estúpido como para hacer algo tan grave. Incluso si lo hiciera, no sería tan cobarde como para informarlo a través de su prometida.
La que interrumpió fue Rachel. La señorita Neuschwanstein, que había cumplido diecisiete esa primavera, lanzó su rizado cabello dorado sobre un hombro con molestia mientras alternaba su mirada entre sus dos hermanos.
—Estás siendo un poco dura.
—El que fue duro fue el hermano menor. ¿Por qué dijiste eso en primer lugar?
—Es verdad. Aunque parecías querer hacer una broma, no fue gracioso en absoluto.
Justo antes, cuando no había dicho nada, en cuanto su hermana gemela habló, Leon intervino como si hubiera estado esperando su turno, lo que hizo que Elias chasquease la lengua de forma irritada.
—Ah, entonces, ¿por qué no hablaron ustedes? ¡Maldita sea! El culpable se escapa y soy yo quien se lleva todas las consecuencias.
—Entonces, ¿qué piensas hacer? ¿Vamos a quedarnos todos así sin hacer nada?
—¿Qué quieres hacer tú, Rachel?
—Debemos ir a ver al hermano mayor, ya sea para golpearlo o enfrentarlo. Tenemos que saber qué está pensando ese idiota ahora mismo.
—Me pregunto desde cuándo te volviste tan decidida a actuar.
Aunque Elias refunfuñaba, en el fondo estaba de acuerdo con la opinión de su hermana. Después de todo, su hermano mayor no era alguien que evitara los problemas. Si hubiera querido dar esa noticia, seguramente lo habría hecho él mismo.
—Está bien, querida hermana. Entonces, vamos a ver al tonto ese con la apariencia elegante.
En ese momento, Jeremy estaba trabajando en el palacio imperial. A pesar de que el príncipe heredero le había dado días libres, Elias pensaba que era increíblemente inflexible al seguir trabajando hasta la noche antes de la boda. Realmente, la gente tonta siempre acaba trabajando más duro… y su hermano no era la excepción.
—Oh, ¿no son los jóvenes señores de Neuschwanstein? Buenas noches. ¿Vinieron a ver al caballero Jeremy?
Uno de los oficiales administrativos que pasaba rápidamente por el pasillo del palacio principal los saludó alegremente con esa pregunta, y Elias se sumió en una breve reflexión. Habían venido sin pensarlo mucho, pero ¿y si justo ahora su feroz hermano mayor estaba de mal humor?
… ¡Que sea lo que sea!
—Escuchen bien, hermanos. Entraré primero para ver cómo están las cosas, así que ustedes quédense aquí esperando afuera.
Los gemelos asintieron rápidamente, aparentemente preocupados por lo mismo. Mientras pensaba en cómo ninguno de ellos parecía preocuparse por las consecuencias, Elias se dio cuenta de que realmente compartían la misma sangre. Con determinación, entró en la oficina.
—¡Hey, gran capitán de la guardia! ¿Estás muy ocupado?
El joven, que había dejado su diario de capitán desordenado sobre el escritorio, estaba sentado de espaldas mirando por la ventana. Lentamente, giró la cabeza.
Un caballero joven, alto, con una llamativa cabellera dorada rizada que le cubría las orejas, ojos verde oscuro brillantes como si estuvieran ardiendo y un rostro esculpido.
Era Jeremy Von Neuschwanstein, el caballero más fuerte del imperio y la espada del príncipe heredero, a solo un día de su boda.
Los ojos del joven estaban apagados al principio, sin reconocer al visitante, pero poco a poco recobraron el foco.
—¿Qué haces aquí?
—Vine a ver cómo estaba mi único hermano.
—¿Y por qué no estaría bien?
Jeremy respondió bruscamente, volviendo a mirar por la ventana. Claramente no estaba de buen humor. Y no era de extrañar. Elias reprimió una amarga sonrisa y arrastró una silla cercana para sentarse.
—Mañana es tu boda, hermano. Después de cuatro años de retraso, por fin has tomado una decisión, ¿eh?
Un silencio incómodo llenó la habitación. Elias sintió una fuerte tentación de agarrar a su hermano por el cuello y sacudirlo violentamente, pero se contuvo con dificultad.
Aguanta, pensó. Él también debe estar pasando un mal momento. No lo hago por miedo… no, para nada.
—Entiendo cómo te sientes, hermano.
—…
—A veces me pregunto qué habría pasado si ella simplemente se hubiera ido.
—¿Por qué imaginas cosas que no han pasado?
—¿Tú no lo has pensado nunca?
—Antes lo pensaba de vez en cuando. Para controlarme cuando me enfadaba.
—No sabía que tu autocontrol era tan impresionante.
Normalmente, a estas alturas, algo habría volado por los aires, pero sorprendentemente Jeremy no reaccionó. Esa actitud inesperada hizo que Elias reprimiera otra sonrisa amarga, mientras se acomodaba en la silla, cruzando sus largas piernas.
—¿Recuerdas cuando la conocimos por primera vez? Todo el mundo se volvió loco. Los parientes murmuraban que si tenía un hijo, nosotros quedaríamos relegados, y papá estaba pegado a ella todo el tiempo. Fue un caos. Ahora ni siquiera recuerdo por qué estábamos tan asustados.
—Éramos jóvenes y estúpidos, hermano.
—…Sí, lo éramos.
Elias murmuró las últimas palabras, siguiendo la mirada de su hermano hacia la ventana. Había empezado a nevar. La escena de las cúpulas irregulares del palacio, cubiertas de nieve y brillando bajo la oscuridad, le pareció extrañamente hermosa.
Cuando se dieron cuenta de que ella también era solo una niña, ya era demasiado tarde. Su entorno había cambiado rápidamente, la responsabilidad sobre sus hombros era pesada, y una barrera sólida y firme se había levantado entre ella y ellos.
—Entiendo por qué te demoraste tanto en decidirte.
Mientras Elias seguía murmurando, Jeremy bajó la mirada, amarga. Sabía que su hermano menor entendía. No estaba seguro de si Shuri lo hacía.
Si alguien preguntara qué significaba Shuri para ellos, no sabrían cómo responder. ¿Cómo podrían poner en palabras una relación tan compleja? Llamarla hermana no capturaba la profundidad de sus sentimientos, pero llamarla madre tampoco lo hacía. Su relación era tan anormal como complicada.
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