⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Parecía que había algún tipo de acuerdo entre ellos, ya que, a diferencia de Theobald, quien sonreía despreocupadamente, el Cardenal del Silencio nos observaba fijamente con su habitual mirada oscura antes de asentir lentamente.
—Es cierto, pero… parece que será mejor buscarlo en otro momento.
—Así hágalo. Después de todo, siendo una fiesta de Navidad, Su Eminencia también debería disfrutar del día.
A pesar de las palabras alegres de Theobald, el cardenal me lanzó una mirada desaprobadora antes de retirarse de la biblioteca con calma. Aunque era algo a lo que ya estaba acostumbrada, esta vez no podía evitar sentirme un poco incómoda. Especialmente después de esa extraña pregunta la ultima vez. ¿Será que cree que estoy tratando de manipular al príncipe heredero?
—Por poco tenemos un intruso.
—…Alteza, parece que usted y él son bastante cercanos.
—Bueno, más que cercanos… es una persona muy competente, pero es difícil saber lo que piensa. Apenas habla.
En eso estaba completamente de acuerdo. ¿Cómo se supone que uno entienda qué le molesta si no dice nada?
—Por cierto, mi señora.
—¿Sí?
—Mi primo, el príncipe de Nuremberg. La ultima vez fue a su mansión. ¿Por qué fue? No parecía haber ido a ver a Jeremy o a Elias.
No esperaba en absoluto que Theobald me hiciera esta pregunta. Mientras lo miraba fijamente, sin saber qué responder, él, sin dejar de observarme, intentó alcanzar un libro en un estante alto y rápidamente añadió:
—Ah, claro, sé que no es asunto mío, pero la verdad, no creo que ganarías mucho acercándote a él… ¡Ah!
—¡Ah!
Todo sucedió en un instante. Theobald, que estaba peligrosamente apoyado en un pie sobre la mesa mientras intentaba alcanzar un libro, perdió el equilibrio y cayó al suelo, llevándome consigo en el proceso. Ambos terminamos en el suelo con un golpe, y por un momento sentí que las lágrimas se acumulaban en mis ojos.
—¡Dios mío, señora! ¿Está bien?
—Sí, esto… estoy bien…
—¿Quiere que le traiga agua?
¿Por qué necesitaría agua después de caerme al suelo? Mientras me quejaba, sosteniendo mi codo magullado, Theobald se apartó rápidamente de mí, claramente avergonzado, sin saber qué hacer. Fue entonces cuando…
—¿Qué están haciendo aquí…?
Esa voz tan familiar resonó, pero sonaba algo apagada. No podía creer lo que veía. ¿Cómo había llegado Jeremy hasta aquí? ¿Cómo sabía que estábamos aquí?
Sin embargo, cómo lo supo no era lo importante. Lo verdaderamente sorprendente fue la rapidez con la que los ojos verde oscuro de Jeremy, que nos observaban a ambos con una expresión de desconcierto, se llenaron de frío y dureza.
Sus ojos alternaban entre mi figura, aún en el suelo con lágrimas en los ojos, y la postura incómoda de Theobald, que apenas se había apartado de mí. Era evidente que había malinterpretado la situación, y una sensación helada recorrió mi espalda.
—Jeremy, esto no es lo que parece…
Ni Theobald ni yo tuvimos tiempo de explicar. En un abrir y cerrar de ojos, Jeremy, que parecía congelado en su lugar, lanzó un puñetazo directo al príncipe heredero.
¡Pum!
—¡Jeremy!
Era obvio que intentar detenerlo sería inutil. A pesar de que sólo tenía catorce años, Jeremy tenía una fuerza increíble, y por mucho que intentara separarlos, él seguía golpeando a Theobald sin dudar ni un segundo. Theobald, sorprendido y confundido, no hizo nada para defenderse, limitándose a recibir los golpes. No fue hasta que los guardias irrumpieron, alertados por el ruido, que lograron separarlos.
La situación era realmente grave. Incluso peor que aquel terrible día en que Elias había golpeado al segundo príncipe.
En esa ocasión, al menos, Elias solo había lanzado un golpe, y la víctima era un príncipe que ni siquiera su propia madre, la Emperatriz, parecía querer. Aun así, tuve que arrodillarme ante el Emperador y la Emperatriz y ofrecer tres años de presupuesto para los banquetes de la corte para que el asunto se resolviera.
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Nunca habría imaginado que Jeremy, de todas las personas, causaría un problema tan grande.
—Me temo que no podremos evitar el juicio.
El Duque de Nuremberg, quien había venido personalmente junto al príncipe heredero, me habló mientras yo me sostenía la cabeza entre las manos. Theobald, todavía cubierto de moretones por los golpes de Jeremy, también habló, claramente nervioso:
—Mis disculpas, señora. Mi tío y yo hemos intentado convencer a Su Majestad, pero está demasiado firme en su decisión. No parece que vaya a suspender el juicio.
—…No, alteza. La que no tiene cara soy yo.
Por supuesto, Theobald no tenía nada por lo que disculparse conmigo. Al fin y al cabo, él sólo era la víctima de una agresión derivada de un malentendido. Debería estar agradecida, de rodillas, por lo amable que seguía siendo, a pesar de haber perdido un diente.
La reacción de la Emperatriz Isabel fue mucho más violenta y extrema de lo que esperaba. El hecho de que un noble joven hubiera levantado la mano contra un miembro de la familia real podía considerarse un intento de regicidio y traición, crímenes que podían conllevar una ejecución inmediata. El castigo, considerando la posición de nuestra familia, fue que a Jeremy le cortarían el brazo derecho.
Ese sería el tema del juicio que se celebraría mañana. La Emperatriz estaba decidida a cortar la mano derecha de mi hijastro, que había golpeado a su hijastro. Tenía la sensación de que en su actitud también había un toque de resentimiento personal hacia mí. Si Jochen aun estuviera vivo, las cosas no habrían llegado tan lejos…
—Estamos intentando emitir una declaración de oposición en el Consejo, pero como la decisión se toma por mayoría, no puedo garantizar el resultado. La otra parte está bastante decidida.
La grave voz del Duque de Nuremberg resonaba en mis oídos. Era obvio quiénes aprovecharían la oportunidad para alinearse con la Emperatriz.
Jeremy ya era reconocido como un joven prodigio y el heredero legítimo. Si destruían su futuro con esta oportunidad, la familia Neuschwanstein se desplomaría rápidamente, con una joven jefa temporal y un heredero mutilado, convirtiéndose en presa fácil para todos.
Sobre todo, aquellos que estaban ansiosos por apoderarse de la casa principal, ignorando sus rencores hacia mí, verían esto como una oportunidad dorada.
Ahora me preguntaba si tal vez hubiera sido mejor no haber seguido al pie de la letra los deseos de mi difunto esposo, y haber cedido el título de jefe de la familia a Jeremy, a pesar de su juventud. Si él estuviera en esa posición, podría haber solicitado un juicio por duelo de honor, según las leyes de la familia.
Sin embargo, renunciar al título de jefa de familia ahora tampoco era una solución. El testamento de mi difunto esposo requería un largo proceso, que incluía la aprobación del Emperador, la Emperatriz, todos los miembros del Consejo, las familias colaterales y el papado. Incluso si en el pasado habrían aprobado con gusto, en la situación actual, no lo harían.
No permitiría que las cosas se desarrollaran según sus deseos. Si había algo que podía hacer, sería solo…
—Duque, Alteza. Agradezco profundamente que hayan venido en persona a pesar de este desafortunado incidente. No sé cómo expresar mi gratitud y siento no estar a la altura… pero si no podemos evitar el juicio, quiero pedirles un favor. Solo ustedes pueden hacerlo.
Quizás fue el tono en mi voz lo que hizo que el Duque, que me observaba con sus ojos azules llenos de compasión, y el joven príncipe, que estaba inquieto, me miraran ahora con ojos tensos.
—¿Mi señora…?
—Antes de que comience el juicio, necesito convocar a un testigo. Para ello, necesito la ayuda de ambos.
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—¿Hermano… de verdad le van a cortar la mano a nuestro hermano mayor? Entonces, ¿no podrá ser caballero?
—No digas tonterías. Eso no va a pasar.
—Pero nuestro hermano mayor golpeó al príncipe heredero…
—¿De qué te preocupas? Todo estará bien. Shuri se encargará de todo.
Mientras Jeremy estaba encerrado en la Torre de Wittenberg hasta el día del juicio, Elias y los gemelos susurraban nerviosos entre ellos, comportándose de una manera inusualmente tranquila. Incluso durante las comidas, estaban extrañamente silenciosos.
Aunque Elias intentaba tranquilizar a sus hermanos, él también estaba preocupado. En lugar de hacerme preguntas sobre lo sucedido, me miraba de reojo, claramente inquieto.
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Los sirvientes y los caballeros también andaban tensos, caminando por la mansión en completo silencio, como si fuera la calma antes de la tormenta.
—Mi señora… este… tiene una visita.
Robert llegó con la noticia mientras yo me cambiaba después de que el Duque de Nuremberg y el príncipe heredero Theobald se marcharan.
Era ya el anochecer. No esperaba ninguna visita a esa hora, pero, en lugar de preguntar, seguí a mi fiel mayordomo al patio delantero donde esperaba el visitante.
El jardín estaba completamente cubierto de blanco, gracias a la nieve que había caído durante la noche. En días normales, los niños estarían haciendo muñecos de nieve y peleando con bolas de nieve, pero hoy el lugar estaba desoladoramente tranquilo.
Si no fuera por la situación actual, los tres niños rubios y uno pelirrojo estarían corriendo por el patio cubierto de nieve. Sin embargo, lo que me sorprendió fue la inesperada figura de un joven de cabello negro que apareció en medio del paisaje nevado. Sentí que el aliento se me cortaba. No sabía cuánto tiempo llevaba allí, pero sus orejas, cubiertas por su pelo desordenado, estaban rojas por el frío.
—¿Nora?
El joven, que estaba sentado junto a un arbusto de camelias, levantó la cabeza y me miró. Saludó con una mano y me sonrió con ojos brillantes, transmitiendo una alegría inesperada, a pesar de las circunstancias.
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