⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Mientras de varias partes se oían toses disimuladas y risitas, el rostro blanco como una escultura de Lucretia se sonrojó de inmediato. Al ver su reacción, no pude evitar sentir una extraña curiosidad. ¿Cuándo había pasado de actuar como una tía tan compasiva a estar tan desesperada por cortar el brazo de su sobrino mayor?
Aunque se diga que, incluso entre familiares, la nobleza es capaz de devorarse mutuamente, no pude evitar sentir un sabor amargo ante esa realidad.
—¡De cualquier manera, no tiene sentido que hayas vivido bajo el mismo techo con una mujer así y que no hayas compartido lecho ni una sola vez!
—Lo tomaré como un cumplido, Lady Sebastian. En cuanto a ese asunto, mi testigo presente lo confirmará.
Volví mi mirada hacia el Emperador. No sabría cómo describir la expresión con la que me miraba. Era como si no me estuviera viendo a mí, sino a alguien más que estaba detrás de mí.
—Lady Neuschwanstein… ¿crees que el difunto aprobaría lo que estás haciendo ahora?
Lo siento, Johannes. Pero seguro que lo entenderías… Entenderías que ahora tus hijos son más importantes para mí que cualquier recuerdo cálido que tenga de ti.
Haa. Jamás imaginé que las cosas acabarían así. Si bajo del lugar en el que estoy ahora, ¿qué sucederá? Hay más de una persona que me odia lo suficiente como para querer hacerme daño. ¿Lograré sobrevivir?
—Nadie podría dudar de la prueba de la Sacerdotisa Pura. Por lo tanto, Su Majestad, en cuanto la prueba se confirme, ya no seré la Marquesa Shuri von Neuschwanstein, sino que volveré a ser Lady Shuri von Ighefer. Por consiguiente, el derecho de cabeza de la familia Neuschwanstein será transferido a Jeremy von Neuschwanstein, quien está sentado en el banquillo de los acusados, y podrá solicitar un juicio por combate bajo el amparo del decreto de honor de la familia.
Cualquier caballero de la casa Neuschwanstein estaría dispuesto a salir en su defensa. Después de observarlos durante casi diez años, sé con certeza que estarían dispuestos a dar su vida por su joven señor.
Eché un vistazo de reojo a la Sacerdotisa Pura, que estaba de pie a mi lado en silencio, y luego volví mi mirada hacia la audiencia, que se había sumido en un remolino de silencio.
Ya no era un lugar para presenciar la caída de una familia como si fuera una comedia.
El decreto del honor de la familia es una ley fundamental para todos los nobles. Como fue diseñado para proteger a los líderes de la nobleza de los abusos del poder real y eclesiástico, nadie se atrevería a cuestionar su legitimidad. Eventualmente, se crearía una división entre la nobleza y la familia imperial.
Cualquiera que fuera la razón por la que Jeremy golpeó al príncipe heredero, ya no importaba para los nobles, quienes se movían solo por sus propios intereses. Lo importante era que este joven, lo suficientemente temerario como para golpear al príncipe heredero, se convertiría en el Marqués de Neuschwanstein. Tendrían que moverse rápidamente y de manera astuta…
—Como ven, señoras y señores. La fiesta ha terminado.
Finalmente, dirigí mi mirada hacia la Emperatriz Elizabeth. Pensé que, como Lucretia, me miraría con ganas de destrozarme, pero sorprendentemente me observaba con una expresión completamente inesperada. Era una mirada extraña, como si estuviera viendo algo desconocido por primera vez, medio ausente.
Curiosamente, sentí un repentino sentimiento de compasión hacia ella. No me extrañaba que hubiera reaccionado de forma tan agresiva. Había vivido toda su vida a la sombra de la ex Emperatriz, la mujer a la que el Emperador amaba tanto, cuidando más a su hijastro que a su propio hijo. Todo eso mientras soportaba la escandalosa vida privada del Emperador.
No sé cuánto tiempo pasó en este silencio tan largo y firme, hasta que, finalmente, la persona que rompió esta barrera de silencio fue la Emperatriz Elizabeth. Se levantó con elegancia, con su vestido rojo oscuro ondeando tan majestuoso como su cabello del mismo tono, recogido en lo alto. Luego, se dirigió al Emperador, que seguía sentado como petrificado, mirándome.
—Su Majestad.
—¿…Qué pasa ahora?
—Solicito que se retire el juicio.
Incluso ante una petición tan inesperada, la corte seguía en completo silencio, como si nada hubiera sucedido.
…Me resulta difícil decir algo en este momento, pero bueno. Mientras yo observaba con los ojos bien abiertos, la Emperatriz Elizabeth, que se había girado, me lanzó una última frase antes de marcharse.
—Lady Neuschwanstein. No creo que sea necesario que anules tu matrimonio. Pareces estar ya en el lugar que te corresponde.
—…
No sabía qué pensar. Mientras tanto, el Emperador, que hasta ese momento no había hecho más que mirarme en silencio, se volvió finalmente hacia su hijo mayor. Bueno, en realidad, alternó su mirada entre Theobald y el banquillo de los acusados, y luego hizo un sonido de desprecio con la lengua antes de hablar.
—¿Te sientes orgulloso de haber sido golpeado por un niño inmaduro?
—…
Sea lo que sea que el pobre príncipe heredero hubiera querido decir, fue interrumpido por el fuerte golpeteo del bastón del Emperador, quien proclamó con voz imponente:
—Ordeno que se retire el juicio. La fiesta ha terminado, así que todos regresen a disfrutar de sus vacaciones de fin de año.
…Eso suena muy parecido a lo que yo dije hace un momento. Y la referencia a las vacaciones de fin de año en medio de todo esto, es sin duda algo que solo un Emperador haría.
Fueron los imperiales quienes organizaron todo el juicio, y ahora de repente quieren retirarlo. No faltarán los nobles que aprovechen esta oportunidad para protestar indignados, algo como ¡Nos están subestimando!. Podía imaginarme que no serían pocos. Mientras el Emperador, tras anunciar que pospondría este problema hasta el Año Nuevo, se retiraba apresuradamente, no pude evitar sentir lástima por él.
—Lady Neuschwanstein.
—Lady Neuschwanstein…
Mientras escuchaba los saludos corteses y el sonido de sillas arrastrándose y pasos que se alejaban, me encontré mirando en dirección al grupo de cardenales.
Allí estaban, con su habitual mirada oscura y silenciosa, fija en mí como la de una bestia agazapada, brillando tranquilamente.
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—Tengo una petición sincera que hacerle… Por favor, si planea algo como esto de nuevo, al menos avíseme con antelación. ¿Sabe lo preocupado que estaba?
Vaya, parece que incluso el tranquilo Duque de Nuremberg quedó bastante sorprendido, a juzgar por su tono explosivo.
—Lo siento, pero si se lo hubiera contado antes…
—Está bien, lo entiendo. Supongo que sería difícil compartir todos los detalles conmigo. Desde que me pidió que trajera a la Sacerdotisa Pura, sospeché que algo estaba ocurriendo… De cualquier modo, debo disculparme en nombre de mi hermana por haberla llevado hasta este extremo.
No era necesario que el Duque se disculpara. Lo más inesperado fue que la Emperatriz volteara la situación de manera tan repentina al final. Debía saber que su intervención destruiría la legitimidad del imperio. Aunque claro, no era tan peligroso como el hecho de que mi cancelación de matrimonio también involucraba la sucesión de la familia…
Sea cual sea la verdad, el prestigio del imperio sufriría considerablemente por un tiempo. El príncipe heredero que acosó al líder interino de Neuschwanstein, y la Emperatriz que expuso su vida privada como dama noble frente a todos. Y, para colmo, retiraron el juicio de manera imprudente, dejándonos toda la legitimidad. Los grandes nobles, encabezados por Neuschwanstein, no tardarían en unirse y rugir, y no habría forma de justificarse.
Qué irónico, haber unido a los nobles de mi lado de manera no intencionada. Aunque he viajado en el tiempo, la realidad se desarrolla en direcciones completamente imprevisibles…
—Su Majestad el Emperador tendrá mucho de qué preocuparse.
—Seguro que sí. Se lo merece. De todas formas, espero que nunca más solicite algo tan aterrador como una anulación de matrimonio. ¿A quién beneficiaba esa decisión…?
Miré al Duque mientras suspiraba y se frotaba el rostro con frustración. Le sonreí. Sin la ayuda de este hombre, no habría sido capaz de ejecutar mi plan hoy. Me sentía más agradecida con él de lo que lo estuve durante el juicio, incluso más que con el Emperador.
Dicho esto, no había tomado esta decisión confiando solo en quienes me favorecían, como si dejara todo al azar. Aunque según la ley imperial una mujer no puede solicitar el divorcio, si puede probar que no ha habido relaciones conyugales durante más de 500 días, puede exigir la anulación inmediata del matrimonio. El truco estaba en que ni el Emperador ni el papa podían forzar una elección, lo que hacía que esa ley fuera una excelente carta a mi favor. Por eso arriesgué tanto.
—Le agradezco que haya cumplido con nuestro acuerdo. Pero, Duque…
—¿Sí?
Miré los ojos azules que me observaban con curiosidad. Dudé por un momento, pero luego sacudí la cabeza.
—Nada. Le deseo unas fiestas de fin de año significativas.
Por ahora, dejaré de lado mis dudas sobre la misteriosa tensión entre la Emperatriz y yo. Me sentía demasiado culpable para seguir reteniendo al Duque. Además…
—¡Señora…!
Apenas llegué a la carreta, me sentí tan abrumada que casi me desmoroné. No sabía cómo interpretar las expresiones de los caballeros que rápidamente se apresuraron a sostenerme.
Ya había enviado a Jeremy a casa, y el rumor sobre lo ocurrido en la corte debía haberse difundido ampliamente. Era una sensación extraña. Hace solo un rato no creía que volvería a subir a este carruaje. Mientras sentía las miradas curiosas de los caballeros sobre mí, solo dije una cosa.
—A casa.
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