⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
De todos modos, era un raro momento de tranquilidad. Gracias a la chimenea que ardía con fuerza, el ambiente en la terraza era cálido. Rachel empezó a cabecear, posiblemente porque ya era hora de su siesta, así que la llevé a la cama y volví sola a la terraza, donde me quedé leyendo una revista. Me sentía como si estuviera disfrutando de un lujo increíble.
Me preguntaba si todo estaría funcionando bien en nuestra casa de la capital mientras yo estaba aquí. Claro, si algo ocurriera, recibiría un mensaje de inmediato, pero… ¡Dios, cómo me convertí en una adicta al trabajo que no puede relajarse!
—¡Mamá!
¡Ay, qué susto! La voz que llegó inesperadamente desde abajo me hizo levantarme un poco del largo banco donde estaba sentada, y miré hacia la parte inferior de la terraza.
A diferencia de nosotras, que habíamos tenido un día tranquilo, Leon parecía haberlo pasado en grande. Su cara redonda y blanca estaba enrojecida, y venía corriendo con energía hacia la entrada de la villa, agitando la mano. Elias, que venía detrás de él, aún con las mejillas hinchadas, caminaba visiblemente molesto.
Y Jeremy… bueno, parecía haber hecho un nuevo amigo. Espera, ¿qué?
—¡Hey, mi querida madre Shuri! ¿Podemos cenar con él esta noche?
¿Se han hecho amigos peleando? No encontré palabras por un momento y solo parpadeé. Y es que, el chico que caminaba junto a Jeremy, con su cabello dorado aún un poco húmedo, era alguien a quien conocía muy bien. Teniendo en cuenta lo que ocurrió esta mañana, no era raro verlo aquí, pero aun así…
—Buenas tardes, Lady Neuschwanstein.
—Es un gusto verte aquí, joven maestro. ¿Te gustaría cenar con nosotros esta noche?
No sé por qué mi voz sonaba tan incómoda. No es como si hubiéramos terminado en malos términos la última vez que lo vi, entonces, ¿por qué me sentía tan rara?
Al parecer, Jeremy y Nora, quienes solían pelear desde la primera vez que se conocieron como rivales del destino, habían dejado de lado sus diferencias. Nora, que ahora miraba hacia donde estábamos, no había cambiado mucho. Su cabello negro aún era puntiagudo como el de su padre, y su piel ligeramente bronceada de tanto estar al aire libre seguía igual. Si algo había cambiado, quizás era que había crecido un poco y que sus fríos ojos azules ahora tenían una sombra que antes no estaba allí.
—Te lo dije, ¿no? Mi encantadora madre estaría feliz de aceptarlo.
—No es como si dudara tanto, idiota lento.
—¡Jajaja! Estás nervioso, perrito. ¿Quieres pelear?
—Después de cenar. Nos vemos luego, señora.
Nora se inclinó cortésmente y se fue rápidamente, mientras Jeremy también entraba rápidamente con sus hermanos, subiendo ruidosamente las escaleras. El fuerte ruido que se escuchó después fue probablemente Elias cerrando la puerta de un golpe.
Qué extraño… ¿Por qué sigue tan enfadado?
—¿Te divertiste?
—¡Sí, fue muy divertido! Estaba compitiendo con mis hermanos para ver quién podía aguantar más tiempo bajo el agua, y justo cuando el hermano mayor estaba por ganar, ese chico de cabello negro saltó, ¡y entonces gané yo! Mis hermanos se molestaron mucho.
Leon describía la escena a toda velocidad, sin respirar, mientras tomaba una galleta de jengibre de la mesa y se dirigía hacia la cama, donde su hermana gemela dormía profundamente. Se sentó a su lado, mordisqueando la galleta con una mirada protectora, como si quisiera vigilarla mientras dormía. Qué escena más adorable. Con sus brillantes ojos esmeralda y su cabello dorado rizado, los gemelos juntos eran realmente encantadores.
—¿Y por qué han vuelto tan pronto? ¿Se aburrieron antes de lo esperado?
Jeremy, que luchaba por alisar su cabello mojado y rizado, se acercó y se dejó caer junto a mí con un fuerte suspiro. Y yo no pude evitar sentirme un poco decepcionada. Pensé que Rachel y yo disfrutaríamos del día, pero parece que ha sido todo lo contrario.
—Rachel dijo que los baños termales son absurdos.
—¿Qué? ¿De verdad?
Con una sonrisa irónica, arrojé la revista que tenía sobre mis rodillas sobre la mesa. Jeremy bostezó, parpadeando con sueño, y en el siguiente momento, se tumbó en el largo banco, usando mis piernas como almohada. Me congelé por un instante, pero luego me recobré y hablé con calma.
—Te estás volviendo más mimoso, como alguien que conozco.
—Por favor, dame un respiro. He cumplido con mi deber de manera impecable.
—¿Deber?
—Me dijiste que cuidara de mis hermanos, ¿no? Ninguno de ellos murió, así que cumplí con mi tarea. Ugh, de repente me siento muy cansado.
Bueno, tenía sentido. No había mucho que discutir. Así que decidí dejar que mi hijo mayor, que era bastante grandote, siguiera usando mis rodillas como almohada mientras dormía. No estaba tan mal después de todo. Algo en esta situación me hacía sentir tranquila y serena…
—Oye.
—¿Sí?
—Ese chico de antes, ya sabes. El que cree que es un lobo, pero en realidad es solo un cachorro.
—¿Te refieres al joven maestro de Nuremberg?
Un cachorro que piensa que es un lobo, un apodo muy apropiado para un rival del destino. Mientras sonreía ante ese pensamiento, miré hacia abajo, y Jeremy, con los ojos medio cerrados, continuó hablando con una expresión seria.
—Creo que su padre es muy aterrador.
—¿Por qué?
—Lo vi en el baño. Su espalda estaba llena de moretones, como cuando el tío golpeó a Elias la vez pasada.
—¿De verdad?
—Sí, y en la fiesta que tuvimos en nuestra casa hace poco… ya sabes, era bastante obvio.
—¿Y por qué… lo habrán golpeado así?
—Yo qué sé. ¿Crees que me lo diría si le preguntara?
De repente recordé la conversación que tuve con la Duquesa esta mañana. Dudé por un momento, pero finalmente decidí mencionar una de las preguntas que me rondaban la cabeza, con cautela.
—Pero… ¿por qué el príncipe se lleva tan mal con el heredero?
Aunque no esperaba mucho de la pregunta, me sorprendió que Jeremy, en lugar de replicar algo como ‘¡No menciones a ese tipo!’, frunciera el ceño con seriedad y luego soltara una risita traviesa antes de responder.
—Bueno, desde mi punto de vista, creo que es porque Theo es un tipo muy irritante.
—¿Irritante?
—Sí, cuando estás cerca de él no te das cuenta, pero después de un rato te das cuenta de que tiene algo que te molesta. Como si quisiera aparentar ser el mejor tipo de todos. Es difícil de explicar… Es como si no soportara que alguien más recibiera más atención que él. Es como una especie de obsesión, ¿sabes?
No dejaba de sorprenderme que alguien como Jeremy, normalmente tan despreocupado por los asuntos ajenos, mostrara un análisis tan profundo. Pero claro, ha estado cerca del príncipe heredero desde pequeño, así que es natural que lo conozca mejor que la mayoría. Aun así, era inesperado.
—Jeremy, ¿recuerdas al cardenal que dijiste que encontraste ese día?
—Sí, ¿por qué?
—¿Estás seguro de que no viste su rostro?
—Te lo dije antes, llevaba la capucha puesta, así que no pude verlo bien. Quizás podría reconocer su voz si la escucho de nuevo…
¡Bum! Unos pasos ruidosos interrumpieron nuestra conversación. Elias, con cara de querer decir algo importante, se acercó al balcón donde estábamos sentados, pero se detuvo en seco con una expresión irritada.
—¿Qué están haciendo? Parecen madre e hijo.
Pero antes de que pudiera sentirse orgulloso por su comentario mordaz, Jeremy simplemente respondió con un bostezo enorme, sin inmutarse.
—Vaya, ¿desde cuándo te volviste tan sabio, hermano mío?
—¡¿Qué demonios?! ¡¿Qué pasa con ustedes dos y por qué se llevan tan bien de repente?! ¡¿Qué están tramando a mis espaldas?!
—¿Tramando algo? ¿De verdad crees que todo en la vida está lleno de conspiraciones sombrías?
—¡Sí! ¡Exactamente! ¡Y tú eres el más sospechoso de todos, con tus estúpidos nombres raros y tus aires de adulto de repente!
—¡Vaya, ahora sí que estás ladrando! ¿No crees que sería una tragedia que un hombre no pueda llamar ‘madre’ a su madre?
—¡¿Madre de qué hablas?! ¡Nuestra madre murió hace siete años! ¡¿Por qué la llamas ‘madre’ a ella?!
Elias, en un arranque de furia, lanzó un grito de rabia y luego se quedó en silencio, parpadeando confuso. El balcón, que minutos antes había estado lleno de vida, quedó sumido en un incómodo silencio.
¡Bum!
Jeremy, quien había estado tumbado en la silla, se levantó de un salto y golpeó el brazo del asiento con el puño, su expresión ahora sombría y peligrosa.
—¿Cómo dijiste?
—Yo… yo…
Elias retrocedió un poco, temblando, pero luego volvió a gritar:
—¡¿Qué?! ¡¿Acaso mentí?!
—¡Este mocoso de verdad…!
—¡Jeremy!
¡Crash!
En ese momento, Elias decidió huir, y yo logré detener a Jeremy, que ya se lanzaba tras él, agarrándolo del brazo. Él se detuvo, mirándome con una furia que hacía que el ambiente se volviera tenso. Intentando calmarlo, le dije con suavidad:
—Déjalo.
—¿Qué? Pero…
—Está bien. De verdad, creo que lo mejor ahora es dejarlo ir.
Ya estaba acostumbrada, e incluso cansada, de los comentarios hirientes de Elias. Al fin y al cabo, estos chicos no eran más que niños, sin los recuerdos del pasado que yo tenía. Incluso Jeremy, que a pesar de sus recientes actitudes, seguía siendo un muchacho.
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