⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—Ah, yo también terminé de comer.
—Yo también, mamá.
—Yo igual.
Parecía que todos estaban bastante sorprendidos por la actitud feroz que había mostrado, algo inusual en mí. Así, con un sabor amargo en la boca, salimos del restaurante, repleto de delicias, y regresamos a la villa.
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Tan pronto como llegamos al alojamiento, sin darme cuenta, me quedé dormida. Algo que sonaba como objetos afilados chocando entre sí me despertó levemente en medio de la noche. Cuando abrí los ojos, aún era de madrugada. Me quedé un momento mirando el techo, sin pensar, hasta que de repente me levanté. Estaba segura de que había escuchado algo…
No era una alucinación. El sonido provenía de muy cerca, justo fuera de mi habitación. Medio adormilada, me tambaleé hacia la ventana y aparté bruscamente las cortinas. Lo que vi fue la imagen de dos chicos en el oscuro campo nevado, riendo mientras cruzaban espadas. Era un espectáculo curioso, considerando que se suponía que eran rivales.
¿Pero de verdad tenían que hacer esto en plena noche?
Sus cabellos, uno negro y el otro dorado, brillaban pálidamente bajo la luz de la luna. Las espadas que empuñaban eran las que les había regalado: a Jeremy una espada larga con hoja blanca y empuñadura dorada, y a Nora una espada bastarda con hoja negra y empuñadura de platino.
Con una extraña sensación de desconcierto, me quedé mirando esa escena por un momento antes de tambalearme para comprobar si los otros niños seguían durmiendo. Entonces, me sorprendí. La habitación de Rachel, con sus cortinas rosas, estaba vacía. Lo mismo ocurría con las otras habitaciones. ¡Leon y Elias tampoco estaban!
Corrí escaleras abajo, hacia el patio trasero donde los dos chicos seguían entrenando con entusiasmo. Mi alocada aparición, vistiendo solo una camisola de invierno, los detuvo de inmediato.
—Nosotros no queríamos…
—Jeremy, ¿dónde están tus hermanos?
Jeremy, que respiraba con dificultad mientras se secaba el sudor a pesar del frío, me miró sorprendido como si no entendiera de qué hablaba. Mi corazón dio un vuelco.
—Estaban durmiendo hasta hace un momento.
—¿No los viste salir? ¡No hay nadie dentro!
—¿Qué?
El caos estalló. Los caballeros que estaban dentro de la casa, tomando vino de melaza y disfrutando de la tranquila noche extranjera, tampoco habían notado nada. Parecía que los niños se habían escapado a propósito. Efectivamente, una de las ventanas de la cocina en la planta baja estaba abierta. ¿Qué demonios les hizo salir en medio de esta fría noche? ¿Y por qué se llevaron a los gemelos también?
—No se preocupe demasiado, señora. Esta zona está bien vigilada, no debería haber ningún problema.
Aunque sabía que esta área estaba bajo estricta vigilancia, no podía evitar sentirme invadida por el pánico. Incluso en un lugar con buena seguridad, siempre hay ladrones rondando. ¿Y si los niños se topaban con algún ladrón? ¿Y si resbalaban por un acantilado? Además, ¡Elias tenía miedo a las alturas! Con toda la nieve acumulada, todo a su alrededor era peligrosísimo. ¿Adónde habían ido?
—Relájate y espera un poco. Seguramente fueron a curiosear algo sin importancia. Si no quieren que les rompa las piernas, aparecerán pronto.
Jeremy, manteniendo la calma, me agarró por los hombros mientras yo, presa del pánico, daba vueltas. Luego, se giró hacia Nora, quien también mostraba una expresión de preocupación, y ella asintió.
—Nuestros caballeros también ayudarán a buscar. No deben haber ido muy lejos.
A pesar de estar causando una molestia, no pude hacer otra cosa más que asentir con la cabeza. Mientras los dos chicos y los caballeros salían a buscar a los tres niños, mi mente se llenaba de todo tipo de pensamientos. ¿Acaso Elias había huido porque le grité antes? Y si así era, ¿por qué llevarse a los gemelos? ¿Por qué estaba haciendo cosas que nunca antes había hecho?
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—Lady Neuschwanstein.
El tiempo, que parecía pasar lentamente, se desvaneció mientras me sentaba inquieta en la entrada de la villa, cuando el Duque de Nuremberg apareció. Claro, Nora había movilizado a los caballeros de su familia para ayudar en la búsqueda, así que era de esperarse que el Duque también viniera.
—Señor Duque.
—¿Qué está ocurriendo aquí? Afuera parece bastante agitado. ¿Acaso mi hijo causó algún problema?
—No, no es eso…
Mientras tartamudeaba, tratando de explicarle lo ocurrido con la desaparición de Elias y los gemelos, el Duque de Hierro mantuvo su rostro tranquilo, escuchando en silencio. Al final, mostró una sonrisa de comprensión.
—Vaya, es justo el tipo de cosas que hacen los chicos de esa edad. No se preocupe demasiado, volverán sanos y salvos.
¿Será por quién lo dice? A pesar de lo obvio de sus palabras, viniendo de un hombre de la edad de mi padre, mi ansiedad disminuyó un poco. Aunque haya retrocedido en el tiempo, aún me falta mucho para alcanzar la madurez de esta persona…
—¿De verdad cree eso?
—Lo aseguro, pronto volverán llorando. Así que mejor esperemos adentro, el viento es frío.
El Duque, con un tono que reflejaba una ligera lástima, se quitó su abrigo y lo colocó sobre mis hombros. En ese momento, el frío que no había sentido antes me golpeó de repente, y me sentí un poco avergonzada, como si me hubiera comportado como una niña por algo insignificante.
—Pero, señor Duque, ¿también estaba despierto…?
—No, mi esposa se durmió antes, pero yo tenía muchas cosas en las que pensar. Como sabrá, todos nosotros comenzaremos a sufrir cuando termine esta vacación.
El Duque frunció levemente el ceño mientras sonreía, como si ya le doliera la cabeza. Me costaba creer que una persona tan noble y elegante pudiera ser tan duro con su único hijo.
—Sabe, su hijo… es realmente un buen chico.
Las palabras salieron de mí sin pensar. El Duque inclinó un poco la cabeza, me miró y soltó una leve risa.
—Si lo ha visto así, se lo agradezco. Por cierto, parece que mi esposa le hizo una petición extraña sobre mi hijo la última vez. Creo que debería disculparme por eso.
—No, no necesita disculparse… no fue una petición tan incómoda.
—Ya tiene bastante con cuidar a los jóvenes de su edad, ¿no es cierto? Como ahora.
Tenía razón. Mientras perdía las palabras y parpadeaba con torpeza, el amable Duque me observaba con unos ojos profundamente azules, idénticos a los de Nora, pero con una mezcla de compasión o tal vez amargura. Una mirada que había encontrado antes. No era una mirada malintencionada ni cargada de emociones fútiles. Solo…
—¡Mi señora!
Justo cuando el entorno se iluminaba, escuché las voces de varios caballeros al mismo tiempo. Me levanté de un salto. Y ¡Dios mío! Delante de nosotros, avanzando con los caballeros que portaban antorchas, estaba mi hijo mayor, mientras Jeremy sujetaba a Elias por la nuca. ¿Y los gemelos…?
—¡Elias! ¿Tú… tú dónde demonios has estado?!
—¡Waaahhhh!
—¿Qué haces llorando como si hubieras hecho algo bien? ¿Dónde están tus hermanos?
Ignorando mi grito furioso, Elias se dejó caer al suelo y comenzó a llorar desconsoladamente, balbuceando cosas incomprensibles. Jeremy, quien se encontraba al lado, chasqueó la lengua con desdén y comenzó a explicar, claramente irritado.
—Subió a la cima de la colina a recoger flores bajo la luna y, cuando su miedo a las alturas lo golpeó, lo encontramos temblando de miedo. ¡Qué idiota!
¿A recoger qué…? Finalmente, noté el montón de flores blancas que Elias sostenía en una mano. Eran lotos de nieve, una planta rara que solo crece en las montañas nevadas. Ver esas flores brillando en el medio de todo este caos me dejó sin palabras.
—¿Qué te hizo querer recoger flores en medio de la noche? ¿Y dónde están los gemelos?
—¡Me duele! ¡Aaahhh!
—¿Ahora intentas cambiar de tema?
—¡No, de verdad me lastimé el brazo! ¡Waaahh! Los gemelos, León, el loto de nieve… ¡Waaahhh!
Me tomó un buen rato comprender lo que Elias intentaba decir. Después de juntar los balbuceos entre sollozos, la historia fue más o menos así: los gemelos habían estado molestando a Elias por lo ocurrido en la cena, y Leon, buscando reconciliarse conmigo, mencionó las flores raras que había leído en un libro. Así, los tres decidieron embarcarse en una aventura para recolectar lotos de nieve. Sin embargo, mientras subían la montaña, Elias fue presa del pánico debido a su miedo a las alturas, y los gemelos decidieron ir en busca de Jeremy.
Mientras me quedaba ahí, sin saber qué decir, con la boca abierta, el Duque de Nuremberg, que parecía contener una sonrisa, le preguntó a Jeremy:
—¿Y el resto del grupo de búsqueda?
—Nos separamos del joven maestro para buscar por distintos lugares. No sé dónde estarán ahora, pero debería ir a buscarlos…
—¡Mamá!
En ese momento, justo cuando Jeremy hablaba, una voz alegre y familiar resonó a la distancia. Todos, incluyendo el Duque, los caballeros y yo, nos giramos al mismo tiempo.
—¡Leon! ¡Rachel!
¡Gracias, Dios! Las lágrimas de alivio llenaron mis ojos al ver a Leon, quien aparecía a lo lejos. Nora llevaba a Rachel en sus hombros, sosteniendo una espada en una mano y sujetando a Leon con la otra.
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