⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Por todas partes se extendía el exuberante verdor, y sobre nuestras cabezas, las cigarras cantaban desde los álamos.
—Faltan solo cinco días para el torneo de esgrima.
Jeremy, tumbado descuidadamente sobre el césped, murmuró esas palabras. Nora, por el contrario, apoyado contra un árbol, asintió con la cabeza mientras respondía.
—El día en que por fin te arrodilles ante mí.
—Qué chistoso, serás tú el que se arrodille ante mí.
—Solo no te caigas antes de tiempo.
—Te veré en la final, entonces.
Como sabía que probablemente terminarían empatando, no pude evitar sonreír ante su conversación.
Abrí la cesta y, mientras quitaba el papel que envolvía un sándwich de carne, hablé tranquilamente.
—No importa quién gane, solo el hecho de que lleguen a la final ya es algo importante.
—Oh, nuestra siempre compasiva madre Shuri. Pero yo te aseguro que te entregaré el trofeo de ganador.
—Qué envidia. ¿A quién debería darle yo mi trofeo cuando gane?
—Obviamente a tus padres.
—No estoy tan seguro de querer hacer eso.
Las palabras de Nora, pronunciadas con una calma total, crearon un breve silencio. Mientras yo detenía momentáneamente mi mano dentro de la cesta, Jeremy se incorporó lentamente, girándose hacia su amigo, lanzándole una pregunta inesperada.
—Oye, ¿qué era eso que mencionó Theo ayer? ¿Algo sobre cuando eras pequeño?
—No lo sé, hay tantas cosas que no sé a qué se refería.
—Seguro hay algo que recuerdes.
—¿Y qué te importa a ti?
—No es que me importe demasiado, solo que normalmente ustedes dos deberían ser los más cercanos…
—Tú no eres diferente.
—Mira quién habla, tratando de desviar el tema. Eso no es muy caballeroso.
Si dejaba que siguieran, la conversación se convertiría en una charla sin sentido. Así que tosí ligeramente y me atreví a intervenir con cuidado.
—Yo también tengo curiosidad.
Jeremy, con una sonrisa triunfante al ver que contaba con mi apoyo, cruzó los brazos, mientras Nora mordía en silencio una hoja de sauce que había cogido, mirando al horizonte sin decir nada.
El tenso y significativo silencio se prolongó por un rato, hasta que la paciencia de Jeremy se agotó. Justo cuando se levantaba, dispuesto a agarrar a su amigo por el cuello, hablé de nuevo.
—Nora, ¿acaso al príncipe le gustan las pipas?
¡Swoosh! Esta vez, la reacción fue inmediata. Jeremy me miró con asombro, sin entender de qué estaba hablando, mientras que Nora, que hasta entonces había observado el festival en silencio, también se giró hacia mí con una intensidad sorprendente.
—¿De qué hablas con lo de las pipas?
—¿Cómo es que sabes de eso? ¿Qué te dijo exactamente?
—¿Que qué pasa con la pipa? ¿Por qué siento que soy el único que no sabe de esto?
Ignorando las miradas de ambos, que parecían dispuestos a interrogarme ferozmente, les entregué la comida envuelta en papel. Jeremy, aunque seguía mirándome fijamente, tomó el sándwich sin protestar y le dio un gran mordisco, mientras Nora, con una expresión de frustración, agarraba el suyo como si fuera a destrozarlo. ¡Pobre comida, no tenía la culpa!
—No es que lo haya escuchado a propósito, pero el príncipe me mencionó de pasada…
—¿Te lo mencionó a ti? ¿Qué te dijo exactamente?
—¿Qué te contó? ¿Cuándo hablaste con él? ¿Cuándo fue a verte?
—… Fue cuando fui a visitar a la Emperatriz, me lo encontré por casualidad. De lo que recuerdo, dijo algo sobre un incidente cuando jugabas con una especie de pipa en tu casa cuando eras niño…
Al pronunciar esto, observé a Nora, que ahora tenía una expresión bastante peculiar. Su rostro, que al principio mostraba incredulidad, poco a poco se descompuso hasta esbozar una amarga sonrisa, como si todo hubiera resultado tal como esperaba. Jeremy, por su parte, tenía una expresión completamente desconcertada.
—¿Qué es eso? ¿Me estás diciendo que tuvieron una charla profunda sobre tabaco en ese corto encuentro?
—Jeremy.
—Perdón, es que no tiene sentido…
—No sé por qué el príncipe me contó eso, pero me dejó intranquila, así que quería preguntártelo directamente, Nora.
Nora chasqueó la lengua con frustración. Golpeó con fuerza sus rodillas y, con una mirada oscura, me fulminó antes de gruñir finalmente.
—Lo que escuchaste es exactamente lo contrario.
—¿Lo contrario?
—Sí. Para empezar, ni siquiera sabía qué era esa maldita pipa. Tendría unos ocho años. Mi primo idiota intentó hacerse el adulto jugando con ella, sin saber que era un regalo que mi padre había recibido de un diplomático safaví. O quizá lo sabía y no le importaba, pero de cualquier forma, esa pipa tuvo una muerte honorable. Al fin y al cabo, fue destruida por la mano del príncipe heredero.
Aunque era pleno verano, el aire helado parecía invadir el ambiente. Jeremy también lo notó, al parecer. Mientras nos mirábamos con una mezcla de asombro y desconcierto, Nora bajó la mirada y continuó con una voz notablemente más tranquila.
—Si eres un pariente de la familia real, cubrir los errores de un miembro de la realeza es lo que corresponde, pero tal vez era demasiado joven para entenderlo. Fue bastante sorprendente ver a mi noble primo mayor echarme la culpa sin pestañear. Lo que pasa es que lo que más detesta mi padre es la mentira. Y pensar que el príncipe heredero, que dice respetar a mi padre, cometió esa falta con semejante descaro…
Nora hablaba sin mostrar resentimiento, como si fuera un comandante que sentenciaba a muerte a un prisionero, con un tono lleno de ironía.
—¿Y qué pasó después? —preguntó Jeremy.
—¿Qué iba a pasar? Si tú hubieras estado ahí, ¿quién de los dos te habría parecido el culpable? Evidentemente, me dieron una buena paliza a mí.
—Nora… solo por curiosidad, ¿esa fue la primera y última vez que te pasó algo así?
Hubo un breve silencio incómodo después de mi lenta pregunta. Mientras Jeremy, con una expresión inusualmente seria, reflexionaba, Nora tomó un gran mordisco de su sándwich con carne picada. El sol de pleno verano iluminaba el cabello de ambos jóvenes.
No pude evitar soltar una risa amarga. Sentía que finalmente comenzaba a comprender todo lo extraño que había notado en la familia de Nuremberg. Así que eso era lo que había estado pasando…
En ese momento, Jeremy, como si sintiera un escalofrío, comenzó a frotarse los brazos.
—¡Vaya, ya me parecía que todo era raro…! Entonces, ¿por qué Theo le contó esa versión cambiada a Shuri? ¿Qué le pasa a ese tipo? ¿Qué clase de hombre es para hacer algo así?
—¿Cómo se supone que yo voy a saberlo? ¿Por qué me preguntas a mí por qué ese hombre es así? —respondió Nora, irritado, mientras me lanzaba una mirada de reojo.
Jeremy también se rascaba la cabeza, mirándome con curiosidad. Ante sus miradas inquisitivas, suspiré y dije:
—El príncipe me ha traído mala suerte, y el Duque también.
—Sí, tienes razón. Tu padre nunca me dio esa impresión, pero parece que su percepción está bastante fuera de lugar, ¿no?
Jeremy asintió con energía, riendo mientras daba un ligero golpe en el hombro de su amigo.
—¿Pero por qué no nos habías contado esto antes? Al menos como advertencia.
—Tú tienes la mejor protectora del mundo, así que, ¿qué te preocupaba?
—Eso es cierto, pero conocer los detalles me ayudaría a estar preparado para lo que pueda pasar. Tch, al final resulta que tú también has tenido una vida difícil.
—Si sientes tanta lástima por mí, ¿por qué no me das a tu madre?
—Déjate de tonterías. Pero, ¿no te sientes mejor ahora que lo has contado?
Nora no respondió.
Miró en silencio al cielo, y una pequeña sonrisa se formó en sus labios.
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En el tercer día del festival de la Fundación del Reino.
En las primeras horas de la mañana, habiendo dado el día libre a nuestros leales Gwen y Robert para que disfrutaran del festival, me encontraba sola en la biblioteca, examinando un regalo que había llegado anónimamente la noche anterior.
El regalo era tan fastuoso que apenas podía llamarlo así: un collar de platino adornado con doce enormes diamantes del tamaño de avellanas, mucho más extravagante incluso que el collar de peridoto que Jeremy me había dado.
No había nombre ni sello en la tarjeta que acompañaba el regalo. Si no hubiera sido por el pequeño adorno en forma de águila blanca colgando del cierre del collar, nunca habría sabido de dónde provenía.
Te entregaré el regalo para la celebración de la Fundación del Reino, había dicho en su momento.
Así que a eso se refería. Aunque hacía mucho que había pasado mi cumpleaños, este regalo era excesivo.
Incluso para los estándares de mi familia, que tiene más dinero del que podría gastar, este accesorio era increíblemente lujoso. Además, solo los miembros de la familia real pueden llevar el emblema del águila imperial. Este era el tipo de regalo que recibiría la prometida del príncipe heredero, no yo.
¿Qué tenía en mente Theobald al enviarme algo así? Aunque la joya era deslumbrante, me producía una inquietud abrumadora. Su enamoramiento pasajero por mí debió haberse extinguido hace años, entonces, ¿por qué…?
Toc, toc, toc.
—Shuri, ¿estás ocupada?
Al escuchar la voz animada de Jeremy desde el otro lado de la puerta, rápidamente escondí el collar de diamantes en el cajón. Justo a tiempo, Jeremy, vestido con su uniforme de caballero, abrió la puerta y entró. Fue un momento verdaderamente ajustado.
—¿Qué estabas haciendo?
—Solo revisando algunos documentos. ¿Qué pasa? —respondí, esforzándome por parecer tranquila. Jeremy, con una mirada sospechosa, entrecerró los ojos y me miró fijamente antes de preguntar:
—¿Nos vemos solo cuando hay algo que pasa?
—…
—Hum, no pongas esa cara tan desanimada.
—¿Vas a salir temprano?
—Vamos, Lady Neuschwanstein. ¿Has olvidado que hoy es la fiesta al aire libre?
Ah… es verdad. Por un momento lo había olvidado. Hoy, poco antes del torneo de esgrima, se celebraría una fiesta al aire libre en la orilla del lago Alp. Aunque, en realidad, era más bien una fiesta de caza.
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