⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
La cantidad de la apuesta era astronómica, por lo que apostar tan poco resultaría ridículo. El problema es que, debido a lo que ocurrió hace unos días con Shuri, no podía reunir más dinero.
Pero había algo más que podía apostar, por supuesto.
Sus ojos verde oscuro se posaron brevemente en la ballesta colgada en el respaldo de la silla, mostrando una sombra de duda. La había recibido como regalo de Navidad cuando tenía trece años. Quien se la había dado terminó llorando por su causa hace solo unos días. Al recordar esa imagen, le dolía la cabeza. No fue su intención…
De cualquier manera, lo único que le consolaba era que no era el único aquí preocupado por ser descubierto en cualquier momento. Los que estaban alrededor de la mesa redonda, absortos en sus hojas de apuestas, eran todos chicos de su edad o un poco más jóvenes. Algunos de ellos incluso eran de linajes nobles, incluido un príncipe de cabellos plateados.
—…Preferiría darle una oportunidad a un guerrero que se ha hecho a sí mismo.
—¿Y no apuestas por tu hermano?
Elias tragó las palabras ‘¿estás loco?’ y colocó la bolsa de monedas de oro sobre la mesa. Luego, tomó la lujosa ballesta colgada en su silla. Era doloroso desprenderse de ella. ¿Qué probabilidades tenía de recuperarla…?
—Qué decepción.
Alguien soltó esas palabras inesperadamente, y por un momento, Elias quedó desorientado, sin comprender bien lo que pasaba. No era para menos, la voz que había escuchado era de alguien cuya presencia en ese lugar era completamente imposible.
Cuando Elias finalmente volvió a la realidad, la ruidosa mesa de apuestas se había quedado en silencio. Incluso las bailarinas, que antes reían mientras pasaban las copas con sus baratos vestidos de peticote, se quedaron petrificadas como si algo las hubiera hechizado. Los cinco jóvenes, con los ojos bien abiertos, miraban boquiabiertos al alto joven que había aparecido sin que nadie notara cómo o cuándo había entrado.
En cambio, el intruso nocturno se mantenía tranquilo, con los brazos cruzados, observando las hojas de apuestas esparcidas sobre la mesa. Sus ojos esmeralda, brillantes y misteriosos, destellaron brevemente, como si algo le resultara interesante.
—Oh, no te preocupes por mí. Continúen, por favor.
⊱─━━━━⊱༻●༺⊰━━━━─⊰
Mientras tanto, en el piso superior, el dueño del casino, un lugar relativamente discreto y bien protegido, se encontraba en una situación de peligro similar, pero no por culpa de los clientes de abajo, sino por una especie de león salvaje que había irrumpido.
¡Bang!
¿Qué probabilidad había de que, en la víspera del torneo de esgrima, cuando todos los casinos de la capital estaban más activos que nunca, un loco destrozara la puerta cerrada de su oficina sin siquiera molestarse en golpear primero? Y no solo eso, sino que el intruso llevaba una espada cubierta de sangre.
—Tú, tú… ¿quién…?
Antes de que pudiera completar la frase ‘¿quién eres, maldito loco?’, Seth, o más bien Lucas, se dio cuenta de que el loco lo había agarrado por el cuello con una sola mano.
La mano del hombre se sentía como una cadena de hierro, apretando su garganta. Su visión se nubló de inmediato, y luego, como si estuviera soñando, Lucas comenzó a ver un hermoso río fluyendo, y al otro lado, vio a sus ancestros haciéndole señas. Su rostro se puso rojo, luego morado, y finalmente casi azul, cuando el hombre lo soltó… o más bien, lo arrojó.
¡Crash!
—¡Ack! ¡Cof, cof! ¿Quién… quién eres, maldito loco? ¿Sabes quién soy? ¿Sabes quién está detrás de mí? ¡Te arrepentirás de esto cuando…!
Mientras tomaba aire desesperadamente y gritaba lleno de rabia, la voz de Lucas se desvaneció repentinamente. El loco, que ahora estaba sentado tranquilamente en su escritorio, limpiando la sangre de su espada con un pañuelo, como si nunca hubiera irrumpido en su oficina con violencia, parecía completamente indiferente.
Y Lucas, siendo un hombre inteligente, pronto se dio cuenta de que la sangre pertenecía a los matones a sueldo que debería haber tenido fuera. Si este tipo había acabado con todos ellos solo, definitivamente no era alguien ordinario.
—¿Por qué… por qué está haciendo esto? No sé qué malentendido hubo, pero yo no hice nada malo. Si hay algo que quiera, se lo daré.
El tono de Lucas cambió rápidamente a uno de súplica. Pero el hombre, quien seguía limpiando su espada sin siquiera voltear a mirarlo, respondió en un tono relajado.
—Sigue hablando.
—¿Qué…?
—Háblame sobre la persona que está detrás de ti.
Su voz era tranquila, pero los ojos azul profundo del hombre brillaban con una frialdad estremecedora.
En ese momento, Lucas sintió una extraña sensación de déjà vu, aunque no podía entender por qué. Algo no encajaba. Estaba seguro de haber visto a este loco en algún lugar antes, pero no podía recordar dónde. ¿Dónde había sido?
Mientras Lucas se debatía en su confusión, algo que no auguraba nada bueno para él, el hombre finalmente terminó de limpiar su espada. Dejó el pañuelo ensangrentado en una esquina del escritorio con delicadeza, luego, sin previo aviso, levantó una pierna larga y pateó a Lucas en el estómago.
¡Thud!
Con un dolor tan intenso que parecía que sus órganos se revolvían dentro de su cuerpo, Lucas finalmente recordó dónde había visto antes a ese hombre que se asemejaba a un leopardo negro. Un grito de agonía, casi un alarido, brotó de su boca.
—¡Aaaaah! ¡Tú… tú eres ese maldito…!
—Juraría que te dije que no pensaras en mí ni siquiera en sueños. ¿Qué fue lo que te dije que haría si volvías a cruzarte en mi camino?
Un silencio incómodo cayó sobre el lugar. Mientras Lucas permanecía paralizado, recordando aquella pesadilla de hace aproximadamente tres años, el hombre, que ya no podía ser llamado un ‘chico’, se quedó de pie, con su brillante espada descansando sobre su hombro, mirándolo fijamente.
Bajo la fría mirada azul del hombre, Lucas sintió un sudor frío recorrer su espalda. Estaba inmóvil, como una presa paralizada ante un depredador, consciente de que el loco frente a él podría quitarle la vida con la misma facilidad con la que un niño arranca las alas de una libélula.
—Te dije que continuaras. ¿Por qué sigues titubeando?
El joven habló con una calma escalofriante.
⊱─━━━━⊱༻●༺⊰━━━━─⊰
Lo que minutos antes había sido un casino lleno de bullicio y risas, con cinco chicos y bailarinas emocionadas, ahora era un lugar tan solemne como un confesionario de la catedral central. El único sonido que rompía el silencio era el tragar en seco de alguien que intentaba calmar los nervios.
Elias, con sus pupilas temblando, solo pudo mirar boquiabierto a su hermano, mientras pensaba en lo mucho que odiaba que los miembros de la guilda lo miraran con esa expresión.
Por el contrario, Jeremy lo miraba fijamente con una mirada más fría que el hielo.
—No ibas a apostar eso, ¿verdad? Esa ballesta me resulta familiar.
—¿Ella se lo contó a ti?
Después de un tenso silencio que duró unos segundos, Elias hizo la pregunta más tonta e ingenua que se le ocurrió, lo que provocó que Jeremy, sin mediar palabra, levantara la mano y le diera un golpe directo en la cabeza.
¡Pum! ¡Crash!
El sonido de la caída de Elias desde la silla provocó que las reprimidas exclamaciones de terror finalmente escaparan de los presentes. Las bailarinas gritaron y huyeron, mientras los otros chicos se levantaron rápidamente y se apartaron hacia una pared, temblando.
Con el dolor intenso que lo hizo pensar que su cráneo se había roto, Elias se levantó tambaleante con lágrimas en los ojos. O, al menos, intentó levantarse. Si Jeremy no hubiera avanzado hacia él y lo hubiera pateado nuevamente sin previo aviso, podría haberlo logrado.
¡Pum, pum! ¡Crash!
Elias terminó rodando por el suelo, atrapado en un dolor tan intenso que apenas podía expresarlo con palabras. Un gemido débil, casi sin vida, escapó de su boca entreabierta.
—Te dije que te levantaras. Si inicias un juego, tienes que verlo hasta el final.
A pesar de haberlo pateado brutalmente como si fuera un perro, Jeremy habló con una suavidad perturbadora.
Elias sabía muy bien que cuando su hermano adoptaba ese tono contradictorio, era cuando más peligroso se volvía. Si las cosas seguían así, quizá no viviría para ver el amanecer.
Fue entonces cuando la puerta, que estaba entreabierta, se abrió de golpe, y alguien más entró. El príncipe Retlan, que se había retirado nervioso hacia una esquina, levantó la cabeza con la esperanza de que un salvador hubiera llegado, solo para ver a otra figura que lo dejó boquiabierto de asombro.
—¿Hermano Nora? ¿Qué haces aquí…?
Nora no respondió a la pregunta ridícula de su primo, por supuesto. En lugar de eso, le hizo un gesto a los tres chicos que estaban pálidos y acorralados en la esquina, indicándoles que se largaran si querían salvarse.
Los tres jóvenes nobles, al ver la determinación en la orden de Nora, corrieron hacia la puerta como si les hubieran prendido fuego en los pantalones. Les dolía dejar atrás las pilas de monedas de oro y joyas sobre la mesa, pero, dado lo que estaba en juego, consideraron que estaban obteniendo una ganga por salvar sus vidas. Después de todo, enfrentarse a dos bestias furiosas no era lo más sensato.
El príncipe Retlan intentó seguirlos, creyendo que él también estaba incluido en la orden de marcharse, pero al ver la siniestra mirada de su primo, decidió quedarse quieto.
Mientras tanto, Jeremy, ignorando a su hermano que seguía tirado en el suelo, recogió la ballesta de la mesa.
—Explícame.
Su tono era tan amenazante que parecía que podría usar a los dos chicos como blancos de práctica si no obtenía una respuesta. Elias, con respiración agitada por el dolor, y el príncipe Retlan, que estaba paralizado del miedo, intercambiaron miradas aturdidas.
No importaba cuánto se culparan mutuamente por su imprudencia, la situación no cambiaría. Uno de los intrusos que había irrumpido y arruinado el juego era el hermano de Elias, y el otro, el primo del príncipe Retlan.
Y ninguno de los dos era conocido por tener un carácter precisamente amable.
N/Nue: Los amores de mi vida…
Comments for chapter "66"
MANGA DISCUSSION