⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—Así que, por favor, ayúdame a mantener mi código de caballería.
—¿Eh…?
—Seguramente necesitas a alguien que te cuide. Llámame cuando quieras, como cuando esos pequeños gatos de tu casa te hagan pasar malos ratos o resulten completamente inútiles.
Aunque lo dijo en tono de broma, la seriedad en sus profundos ojos azules era evidente. Y no pude decir que no. Quizás no quería parecer ridícula tomando demasiado en serio sus palabras juguetonas. Así que le respondí con la misma sonrisa.
—Desde que te conocí, has sido mi caballero. ¿Lo olvidaste?
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Cuando finalmente terminó el largo y agitado festival, el calor comenzó a disminuir y el otoño empezó a acercarse. Era esa época en la que despedíamos el verano bullicioso y comenzábamos a contemplar la caída de las hojas, dejando que la melancolía nos envolviera.
—¡Señora! ¡Señora!
Hacía mucho tiempo que no dormía tan profundamente sin soñar. De no ser por Gwen, que me despertó desesperada desde temprano, podría haber dormido hasta tarde.
Gwen rara vez me despertaba de esa manera. Y tampoco era común ver a Robert esperando con impaciencia fuera de mi habitación tan temprano por la mañana.
—¿Qué pasa? ¿Ha ocurrido algo con los niños?—
Me envolví rápidamente en mi bata, alarmada por la creciente sensación de inquietud, y pregunté. Robert negó con la cabeza. Suspiré de alivio al saber que no se trataba de eso.
—Señora, el Duque de Nuremberg ha venido a verla. Dice que es un asunto urgente.
¿Quién ha venido…? Sentí como si me hubieran echado un cubo de agua fría. Miré por la ventana y vi que el sol apenas comenzaba a salir. Si el Duque había venido a estas horas, debía ser algo realmente importante. ¿Qué podría ser?
Con la bata puesta sobre mi camisón, salí corriendo de la habitación y me dirigí rápidamente al salón. El Duque de Nuremberg, sentado, visiblemente nervioso mientras fumaba su pipa, se levantó de inmediato al verme entrar.
—Lady Neuschwanstein.
—¿Duque? ¿Qué lo trae aquí tan temprano? ¿Ha ocurrido algo en su familia?
—No, no es eso. Lo que pasa es que… no sé cómo decirle esto…
El Duque, normalmente tan elocuente, ahora hablaba desordenadamente mientras me tomaba la mano. Sus ojos azules ardían con una intensidad que me puso en alerta. Mi corazón comenzó a latir descontroladamente.
—Señora, escuche con calma. Hace un momento, el Vaticano anunció un juicio sagrado.
—¿Qué?
El juicio sagrado es una especie de audiencia pública organizada por la Iglesia, independiente de la realeza. Aunque es similar a una audiencia, al estar organizado por la Iglesia, tiene un tono más autoritario y moralmente superior. Sabía que el último juicio de este tipo había tenido lugar hace más de 70 años, entonces, ¿por qué convocar uno ahora, de repente?
—¿Por qué… por qué están haciendo esto?
El Duque suspiró, como si no quisiera ni pronunciar las palabras, y me entregó un papel con el sello de un cuervo. Intentando controlar mi respiración temblorosa, lo leí.
Entre las palabras impresas en letra diminuta, solo dos frases me saltaron a la vista: <La idoneidad y el peligro del actual líder de la Casa Neuschwanstein> y <Posibilidad de incesto.>
Me sentí como si hubiera sido arrojada al mar, completamente sola.
En mi vida pasada, cuando todo el mundo era mi enemigo, ellos eran mis enemigos, no de la Casa Neuschwanstein. Ni los parientes exiliados ni los muchos nobles que no tenían nada que ver conmigo se atrevieron a oponerse abiertamente al león dorado.
Incluso el juicio de hace tres años fue instigado por la Emperatriz Elizabeth, debido a su enemistad personal hacia mí, no por un intento de la realeza de dañar a Neuschwanstein.
Pero ahora… nunca imaginé que la Iglesia también intentaría estrangularme de esta manera. Jamás hubiera pensado que podrían acusarme de algo tan grotesco.
La acusación era absurda: sospecha de incesto y cuestionamiento de mi capacidad como líder de la casa. No importaba si el incesto había ocurrido o no; querían debatir la posibilidad futura. Era una farsa completamente montada.
Me sentía aislada, rodeada de enemigos. Sentí más que nunca mi posición vulnerable.
Si mi familia hubiera estado unida con las ramas colaterales, si no me hubiera distanciado de ellas, tal vez esta absurda y escandalosa acusación no habría ocurrido.
No podía entender quién estaba detrás de todo esto ni qué querían. Nunca había tenido contacto directo con el Papa, y los únicos miembros de la Iglesia con los que había tratado eran los cardenales del Consejo. El nombre del cardenal Richelieu me vino a la mente, pero incluso en ese caso, no podía imaginar qué podría ganar haciendo esto. ¿Tan problemática les resultaba mi posición? ¿Por qué ahora, después de todo este tiempo, cuando antes no les molestaba…?
Decir que la influencia de los nobles, liderados por Neuschwanstein, ha crecido, sería incorrecto, ya que cuanto más intentan los nobles controlar el poder real, más se beneficia la Iglesia. Si se ha llegado al extremo de convocar un juicio sagrado después de casi 70 años sin ninguna ganancia aparente, solo hay una razón: han decidido marcarme con una cruz.
El hecho de que hayan orquestado un plan tan grande significa que tienen algo en lo que confían, aunque no tengo idea de qué podría ser. Si hasta el Duque de Nuremberg, que normalmente es tan perspicaz, no puede descifrarlo, no hay mucho más que decir. No nos dieron ni un respiro para reaccionar; atacaron de inmediato en cuanto terminó el festival.
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El juicio sagrado, que se celebra en la Santa Sede oficial del Sacrosanto en el Reich, es supervisado por el Emperador y el papa, y los cardenales están a cargo de la audiencia.
Solo los miembros nobles del consejo pueden participar como testigos voluntarios, pero deben aceptar las posibles consecuencias de deshonra si el veredicto no les es favorable. Es decir, si un testigo testifica en contra de las acusaciones y el veredicto resulta ser culpable, quedará en una posición vergonzosa. Lo mismo aplica al revés.
¿Qué noble estaría dispuesto a arriesgar su reputación, algo que valoran más que su propia vida, para enfrentarse a la Iglesia? No importa cuán influyentes sean, nadie quiere desafiar las profundas raíces religiosas del Imperio. Aunque los clérigos recientes puedan estar corrompidos, para el pueblo sigue siendo difícil ir en contra de la autoridad religiosa que sus antepasados han seguido durante generaciones.
En ese sentido, este juicio era completamente diferente de la audiencia que experimenté en mi vida pasada. Este juicio sagrado, celebrado por primera vez en casi 70 años, tenía una intensidad mucho mayor. La reacción de la gente también era distinta.
—Es una acusación insultante que ni siquiera merece ser escuchada. ¿Cuántas mujeres en el Imperio no han asumido el papel de madrastras? Si seguimos usando acusaciones tan ridículas, la Emperatriz misma podría terminar en este tribunal pronto.
—Con el debido respeto, Su Majestad, nadie aquí tiene la más mínima intención de insultar a la familia real. La situación de Su Majestad la Emperatriz y la de Lady Neuschwanstein son cualitativamente muy diferentes. Además, el hecho de que haya tantos rumores sobre Lady Neuschwanstein ya levanta sospechas sobre su idoneidad.
—¡Ah, ¿qué diferencia hay?! Y si vamos a juzgar la idoneidad basándonos solo en rumores, nadie en esta sala saldría sin ser señalado.
—La Emperatriz ha cuidado al príncipe heredero desde que era un bebé. Además, tiene el honor de ser la esposa de Su Majestad, el Emperador del Imperio. Pero la Marquesa Neuschwanstein no puede ser vista en igualdad con las madrastras comunes, incluso considerando su edad…
—¿Cómo pueden aquellos que dedican su vida al Padre y a la Madre Santísimos atreverse a debatir la idoneidad de una madre ajena?
El Emperador, revelando una ira implacable, reprendió sin vacilar a los cardenales, mientras que el rostro del papa, con su tiara triple, permanecía completamente sereno. Una calma inquietante lo envolvía. No parecía la misma figura envuelta en rumores de cambiar de gobierno y engendrar numerosos hijos ilegítimos.
A diferencia del juicio de hace tres años o de la audiencia en mi vida pasada, que estaban llenos de curiosidad y de cálculos políticos, la atmósfera dentro de esta sala era terriblemente solemne. Incluso las familias nobles más poderosas, como los condes Waller, los marqueses Ludwig, y los condes Sebastien, estaban tensos, con un aire de expectativa inquietante.
Si la Iglesia marca a la familia principal con el estigma del incesto, no le beneficiará a las ramas colaterales que ya se habían distanciado de nosotros. Esto no era simplemente una lucha de poder sobre quién controlaría la casa principal; se trataba de una mancha que perduraría por generaciones. Si me destronan, les convendría, pero tendrán que lidiar con las consecuencias, incluidas posibles confiscaciones de propiedades.
Incluso los caballeros sagrados con uniformes azules permanecían inmóviles, sin mover un solo músculo.
Los cardenales, que parecían convencidos de estar representando el juicio divino, se sentaban con autoridad. Sin embargo, el cardenal Richelieu no estaba a la vista. No podía decir si había decidido ausentarse a propósito o si estaba escondido, observando todo desde las sombras.
El cardenal Richelieu me había mencionado una vez una historia relacionada con el bastón del cisne. No podía creer que no tuviera nada que ver con este asunto.
Si el juicio sagrado fallaba en mi contra, probablemente sería despojada de mi puesto como líder y confinada en un convento de penitencia para purgar mis pecados.
¿Es eso lo que Richelieu desea realmente? ¿Derribarme de mi posición y encerrarme en un convento? Pero ¿por qué? ¿Qué le hice para que me odie tanto? ¿Acaso mi mera presencia en el consejo le molestaba tanto?
El Duque de Nuremberg, sentado en el consejo, se levantó. A diferencia de su cuñado, el Emperador, mantenía una fría y sarcástica sonrisa mientras hablaba sin rodeos.
—Todos aquí recordarán el juicio de hace tres años por el incidente de la agresión al príncipe heredero por parte de Sir Jeremy Von Neuschwanstein. Y también recordarán cómo la marquesa Schury Von Neuschwanstein logró revertir ese veredicto. Santidad, creo que acusar a una noble dama, que mostró una devoción maternal tan noble para proteger a su hijastro, de este tipo de crímenes va en contra de los principios de la Santísima Virgen.
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