⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—De todas formas, ya que todos están haciendo tanto alboroto por algo que ni siquiera hicimos, ya empiezo a pensar que no estaría mal hacer lo que dicen.
—¿Ese es el aprendizaje que sacaste de todo esto?
Jeremy no respondió a la pregunta indiferente de su amigo. En lugar de eso, lanzó una mirada irritada a su amigo y rival, que estaba sentado despreocupadamente en la pared, una postura muy poco digna para alguien de una Casa Ducal.
Maldito desgraciado.
La incomodidad que había surgido entre los dos tras el torneo de esgrima hacía tiempo que había desaparecido.
—Yo debí ser el juez del duelo. Nunca pensé que llegaría a envidiar tu situación.
Aunque sus palabras eran juguetonas, por dentro no estaba nada bien. ¿Alguna vez se había sentido tan impotente? ¿Alguna vez había sentido tanta frustración por su relación legal con Shuri? Estaba terriblemente celoso de su amigo, que había intervenido en su lugar, pero, paradójicamente, también se sentía agradecido.
—¿Y estás seguro de que vas a ganar?
Nora no respondió a la sarcástica pregunta de Jeremy. En lugar de eso, se encogió de hombros y cambió de tema.
—Más bien, hablemos de ese tipo que de repente se ofreció como testigo. ¿Qué pasa con el collar?
—Te digo que ese imbécil le envió a Shuri un collar de diamantes con un adorno de águila. Si no hubiera sido por el cambio en la decisión del duelo ayer, planeaba presentarse como su amante secreto y proclamarse el caballero oscuro…
La expresión de Jeremy mientras murmuraba era sorprendentemente calmada, pero sus ojos verde oscuro, clavados en el suelo, ardían con un fuego difícil de contener.
—…Si ese tipo está de alguna manera involucrado en esto…
—Lo dudo. Ese cabeza hueca no tiene el poder para involucrarse en los asuntos del clero de esa manera. A mi parecer, simplemente notó algo sospechoso y decidió actuar por su cuenta. Ya le advertí que no se metiera, pero parece que no escucha.
—Eso es ridículamente divertido. Debe estar arrepentido ahora.
—Sí, es absurdo. Todos parecen pensar que mi hermana se dejaría llevar tan fácilmente.
Era un buen punto. Los que estaban detrás del juicio sagrado, los que habían planeado utilizar esta situación para su propio beneficio y aquellos que observaban tranquilamente, pensando en cómo manipular el resultado a su favor, todos estaban cometiendo el mismo gran error.
¿Qué pensarían esos que creían controlar el tablero de ajedrez cuando se dieran cuenta de que ellos también eran solo piezas?
—Maldita sea, se atrevieron a subestimar a nuestra Shuri. Cuando todo esto termine, tanto el clero como la nobleza sentirán el sabor amargo de la derrota. Haré que los demás nobles parásitos también lo sufran.
—Ah, qué generoso de tu parte. Entonces, para eso, supongo que tendré que resolverlo todo mañana.
—Hablando de eso, ¿tu familia está bien con todo esto?
Gracias a la declaración impulsiva de Nora, la Casa Ducal de Nuremberg, sin haberlo previsto, se vio envuelta en el conflicto junto a la Casa Marquesal de Neuschwanstein, haciendo enemigos del clero. Si Nora perdía el duelo de mañana contra el caballero del clero, sería un problema, pero si ganaba, la situación sería aún más irreversible.
—¿Qué, ahora te sientes culpable?
Ante la pregunta sarcástica, Jeremy respondió con la actitud de un caballero leal que valoraba la amistad.
—¿Por qué debería sentirme culpable si fuiste tú quien se involucró por su cuenta? Solo me pregunto si tu familia te ha presionado de alguna manera…
—Hubo algo de revuelo, pero una vez que la situación ya está en marcha, ¿qué se puede hacer? Solo queda jugar en equipo.
—Bueno, la cara de tu padre fue todo un espectáculo. ¿Seguro que no lo hiciste solo para fastidiarlo?
—Bueno, en parte sí. Fue una vista deliciosa.
El clero se encontraría en un buen lío, habiendo tratado de llevar a cabo una caza de brujas contra una joven viuda solo para terminar viendo cómo un león y un lobo se unían en una danza. Lo mismo podría decirse de los otros nobles.
Aunque Jeremy y Nora eran vistos como las jóvenes promesas del bando nobiliario anti-imperialista, nunca habían liderado ninguna iniciativa importante. Para muchos, su influencia era solo un juego de amigos. Además, la debilidad del Imperio tras el incidente de hace tres años había contribuido a que no se les tomara en serio.
Sin embargo, si las dos casas formaban una verdadera alianza, la situación cambiaría radicalmente. Si las cosas se torcían, todo el equilibrio actual podría derrumbarse, y muchos desearían la derrota de Nora en el duelo de mañana. Con esos pensamientos en mente, Jeremy se apoyó en la pared y miró directamente a los ojos azules de su amigo y rival.
—Cuando esto termine, tengo algo que hacer.
—Hablas como si estuvieras seguro de que voy a ganar.
—¿Qué tonterías dices? ¿Cómo va a perder el único tipo que ha logrado empatar conmigo? Si llegas a hacer el ridículo, no te lo perdonaré.
Nora solo esbozó una sonrisa irónica ante el comentario descarado de Jeremy, quien, al mismo tiempo que lo elogiaba, se ponía aún más en alto. Y Jeremy, haciendo un esfuerzo por ignorar esa mirada burlona, continuó hablando.
—En fin, lo que quiero decir es…
—¿Que te ayude a acabar con ese idiota? ¿O que vayamos tras los que están detrás? Bueno, con gusto lo haré…
—Sí, ambas cosas. Pero hay otro asunto que es más importante.
Jeremy, que normalmente no vacilaba, habló con una inusual timidez mientras bajaba las pestañas doradas. Ante esto, Nora arqueó una ceja.
—¿Qué te pasa ahora? ¿Te pones tímido justo cuando pensabas aprovechar esta oportunidad para confesarle todo a tu hermana? Si es eso, aquí mismo…
—Lo que dijo la Vizcondesa Ighefer.
Sorprendentemente, Jeremy no se ofendió. En cambio, continuó hablando con calma, aunque con una mirada algo inquieta.
—¿Crees que ese testimonio es confiable?
Nora observó a su amigo por un momento antes de negar con la cabeza.
—No lo sé. Tú deberías saberlo mejor. ¿No había sirvientes presentes en ese momento? Como el mayordomo, por ejemplo.
—Parecía que no sabía nada con certeza. Pero quiero investigar más a fondo. Tengo la sensación de que hay algo, pero no sé exactamente qué.
—…
—La otra vez, cuando Shuri estaba vagando de nuevo por su sonambulismo, tenía ese collar de diamantes. Cuando le pregunté de dónde lo había sacado, su reacción fue extraña.
—¿Extraña?
—Sí, era como si estuviera viendo a otra persona, no a mí… Nunca la había visto tan nerviosa, balbuceando excusas como si la hubieran pillado engañando a su marido.
Jeremy apretó el puño con fuerza al final de su frase. Nora también comenzó a mostrar una expresión de preocupación.
—Parece que Shuri no está fingiendo que no pasó, sino que de verdad no recuerda nada de lo que la Vizcondesa mencionó. Por eso quiero averiguarlo.
—¿Incluso cuando se trata de algo sobre tu padre?
La corta pregunta de Nora llevaba mucho significado, y Jeremy asintió profundamente.
—Por eso quiero saberlo… Quiero saber si mi padre era realmente el hombre que yo creía.
—Podrías arrepentirte.
—No importa. Por eso tú…
La mirada desesperada del león se cruzó con los ojos del lobo mientras Jeremy murmuraba con determinación.
—Mañana tienes que ganar.
—Aunque no me lo repitas, ya me encargaré de asegurarme de ello.
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El duelo de honor contra el clero se llevaría a cabo en la arena de los Caballeros Sagrados de Sacrosanct. Como se trataba de un enfrentamiento que definiría el futuro, la tensión y solemnidad en el ambiente eran de un nivel completamente diferente al del torneo de esgrima. El público que llenaba las gradas lo percibía claramente.
El Papa, el Emperador, el Colegio Cardenalicio, y otros espectadores, junto con los Caballeros Sagrados que rodeaban el lugar, mostraban la misma expresión. Trataban de ocultar su agitación.
Desde la mañana, había estado sintiéndome aturdida, como si estuviera en un sueño, incapaz de sacudirme esa sensación. Lo único tangible era el calor que sentía en la mano de Jeremy, que me escoltaba.
No importaba cómo nos miraran los demás; al contrario, cuanto más sabíamos que nos estaban observando, más nos manteníamos juntos. Nuestra actitud era clara: no nos importaba lo que pensaran ni las historias que inventaran.
De cualquier manera, yo debía presenciar este duelo. No solo porque estaba en la posición de acusada, sino porque era lo correcto para Nora, quien se había puesto de pie por mí.
—Lady Neuschwanstein.
Nuestros asientos asignados estaban en la primera fila del público, justo al lado de donde se encontraba la familia del Duque de Nuremberg. La Duquesa no se veía por ninguna parte, tal vez incapaz de soportar ver lo que estaba por suceder.
Esperaba recibir miradas de resentimiento, pero todos mantenían sus ojos azulados fijos hacia adelante, como si se forzaran a no mirar a los lados. Después de todo, aunque se habían visto arrastrados involuntariamente a esta situación, ahora que todo estaba en marcha, no podían expresar abiertamente sus verdaderos sentimientos.
El Duque me devolvió el saludo cortésmente, pero sus ojos reflejaban una complejidad abrumadora. ¿Tal vez estaba pensando en la posibilidad de que su único hijo muriera hoy? Yo también compartía ese miedo. Si algo le pasaba a Nora hoy… si eso sucedía…
Miré fijamente los ojos, tan parecidos a los de Nora, y, sin saber por qué, le entregué un pequeño objeto que había traído conmigo. Jeremy me miró con curiosidad, pero no me preguntó qué era en ese momento. El Duque inclinó la cabeza, desconcertado.
—¿Mi señora…?
—Por favor, guárdelo. Para cuando lo necesite.
Eso fue todo lo que pude decir. No estaba segura de si lo que había hecho era correcto, pero sabía que no habría otro momento para dárselo.
—Quién hubiera pensado que presenciaría algo así antes de marcharme. Esto es lo que llaman el espíritu del continente.
El príncipe Ali Pasha, sentado justo detrás de nuestra familia, expresó su comentario con ligereza, aunque de una manera que no resultaba irrespetuosa. El príncipe extranjero, que había venido a disfrutar del festival del aniversario del Imperio, veía todo el juicio sagrado como un espectáculo más que como un asunto serio.
Por un lado, me sentía agradecida por su actitud, pero también sabía que solo era posible debido a que él era del reino de Safavid. Aunque compartíamos la misma religión, su país insular, apasionado y más libre, era muy diferente de nuestro Imperio, situado justo frente al Vaticano.
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