⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
El pasillo del palacio del príncipe heredero no era muy diferente de los pasillos de otras casas nobles. Si acaso, destacaba por la riqueza de las hornacinas y los marcos de los cuadros, y por el estatus de las personas en esos retratos.
De cualquier manera, no había necesidad de observar cada retrato de los miembros de la familia real. Solo uno llamaba la atención, una pintura de una mujer cuya presencia era única entre tantas imágenes llamativas.
En el momento en que Jeremy fijó su mirada en la mujer sonriente del retrato, lo primero que pensó fue por qué estaba ahí el retrato de su madrastra. Luego, se dio cuenta de que había estado equivocado.
La mujer del retrato se parecía mucho a alguien que probablemente estaba en su casa en ese momento, pero había diferencias claras.
Cabello plateado con un matiz violeta, ojos de color limón, mejillas ligeramente más llenas, y, sobre todo, la expresión en la sonrisa era distinta. Su madrastra no era alguien que sonriera con una expresión tan triste.
—Esto es…
—La difunta Emperatriz Ludovica. Es mi madre biológica —dijo Theobald mientras se acercaba con una copa en la mano y se paraba junto a Jeremy, mirando el retrato.
Quizás por la luz del candelabro, sus ojos dorados parecían, por un instante, similares a los ojos de color limón de la mujer en la pintura.
—Ella fue la mujer de la que mi venerado padre, el padre de tu mejor amigo, y tu difunto padre estuvieron profundamente enamorados. Probablemente aún lo están —comentó Theobald con una sonrisa burlona.
Jeremy, con los ojos verdes completamente ausentes, no pudo dejar de mirar el retrato, su rostro mostraba que estaba en estado de shock.
—Es sorprendente, ¿no? Lo entiendo. Yo también quedé muy impresionado la primera vez que lo vi. Después de todo, ahora entiendo por qué tu difunto padre se volvió a casar con tu madrastra.
—…
—En cuanto a mi actual madre, como era de esperar, siente un profundo odio hacia esta mujer. Mi tía también… debe sentir algo similar. Aunque no es sorprendente, a veces es una pena que esta mujer, que también fue una víctima, sea tan odiada.
—¿Víctima? —murmuró Jeremy, apenas logrando articular las palabras.
Theobald, como si estuviera esperando esa pregunta, asintió con la cabeza.
—Imagina que los tres hombres más poderosos del imperio se sintieran atraídos por la misma mujer. ¿Te imaginas el caos que eso causó? Al final, el ganador fue mi padre, pero, según lo veo, no creo que mi madre realmente lo quisiera a él. Tal vez era tu padre, o tal vez mi tío…
Alargando sus palabras, Theobald giró su cabeza para mirar directamente a Jeremy.
—Solo entre nosotros, ¿no crees que somos muy parecidos a nuestros padres? A veces, me pregunto si el destino realmente existe.
—…
—No sé cuánto sabe tu mejor amigo de todo esto. Probablemente, mi tío también espera que esta vez su hijo gane. Quién sabe, tal vez ambos desean lo mismo. Siendo honesto, es increíble lo mucho que se parecen.
Jeremy lentamente, muy lentamente, desvió la mirada.
Al final de esa mirada ardiente estaba la elegante sonrisa de Theobald.
—¿Qué está tratando de decirme exactamente? —preguntó Jeremy, conteniendo la tensión en su voz.
—No lo sé, solo estoy considerando todas las posibilidades. Si no fuera por las restricciones de mi padre, ya habría hecho lo imposible por tener a tu madrastra como amante —dijo Theobald con una expresión tranquila.
—…
—Dicho esto, aunque realmente tuvieras sentimientos por tu madrastra, no te juzgaría. En todo caso, tus sentimientos son más puros. Yo no afirmo que mis sentimientos sean puros, pero al menos no soy como esos que solo hacen tonterías a cierta edad.
—No creo que Su Majestad ni el Duque vean a mi madre de esa manera tan… irrespetuosa —dijo Jeremy con frialdad.
—¿En serio lo crees? ¿Incluso después de ver esto? El caso de tu padre es la respuesta más obvia, ¿no?
—…
—Si algo hubiera salido mal en el último juicio divino, quién sabe en manos de quién habría terminado tu madrastra. De hecho, fue curioso que Nora interviniera justo en ese momento, como si lo estuviera esperando. Todo fue demasiado conveniente, casi como si estuviera planeado.
—…
—Sabes bien que no puedo involucrarme directamente en los asuntos de la iglesia. Solo quiero que, si te parece bien, podamos ser buenos rivales. Hemos sido cercanos desde que éramos niños.
Por un rato, Jeremy miró al príncipe heredero en silencio. Luego, de repente, levantó una mano y agarró con fuerza el cuello de Theobald, empujándolo violentamente hacia la pared.
Para ser más precisos, casi lo lanzó contra ella. La pared de tapicería gruesa amortiguó el sonido, pero el impacto fue fuerte.
Theobald, literalmente empujado contra la pared, apenas logró ponerse de pie.
Jeremy, sin darle tiempo para recuperarse, avanzó y, con una expresión en la que ardían sus ojos, le mostró una sonrisa aterradora.
—Su Alteza. No sé de dónde ha sacado todas esas tonterías, pero mi madre es mi madre. No importa que sea el príncipe heredero; si se atreve a hablar irrespetuosamente de mi madre otra vez, no puedo garantizar qué locura podría cometer.
—Y-yo, yo…
—Si Su Alteza pensó que este tipo de artimaña funcionaría conmigo, está muy equivocado. Esa estúpida frase de ‘tal padre, tal hijo’ parece aplicarse sólo a usted y al Emperador, quien ni siquiera le presta atención. Debe estar tan desesperado que ha decidido insultar al Duque, quien le ha tolerado hasta ahora, con estas manipulaciones tan patéticas. Lamento informarle que, aunque sea un tonto, tengo buen juicio para evaluar a las personas.
La voz de Jeremy era baja, pero el peligro latente en ella era abrumador. Parecía que, si se lo proponía, podría literalmente partir al príncipe heredero de la cabeza a los pies en ese mismo instante. Theobald sintió un sudor frío recorriendo su cuello y tragó saliva con dificultad.
—Solo quería…
—Y está completamente equivocado en otra cosa. Su madre y la mía no se parecen en absoluto. ¿Cómo se atreve a compararlas? Si vuelve a faltarle el respeto a mi madre, le arrancaré esa lengua engreída para siempre. ¿Entendido? Esto no es una advertencia, es una amenaza.
Theobald parecía haberse quedado congelado en ese lugar, incapaz de pronunciar una palabra. Podría haber llamado a los guardias en cualquier momento, pero el caballero frente a él emanaba una energía tan aterradora que daba la impresión de que los haría pedazos también, sin dudarlo.
Era como una bestia salvaje furiosa, capaz de desmoronar a cualquiera solo con su mirada.
Tan pronto como Theobald hizo un leve gesto de asentimiento con la cabeza, Jeremy se giró bruscamente y abandonó ese odioso lugar. Sabía que, de quedarse, podría terminar lo que no pudo tres años atrás: arrancarle los dientes al príncipe heredero.
Sentía que su corazón estaba hecho pedazos, devastado por la ira y la tristeza que lo abrumaban.
Estaba seguro de que su amigo no conocía aún toda la verdad. ¿Cómo reaccionaría cuando lo supiera?
No podía descartar por completo las palabras de Theobald. ‘Tal padre, tal hijo’, decía. Pero Jeremy rechazaba con todas sus fuerzas esa comparación superficial.
Shuri no era la difunta Emperatriz, así como ellos no eran sus padres. Todos eran seres completamente distintos.
Tenían que serlo.
Cuando él no sabía qué hacer con su culpa y remordimiento, Shuri lo abrazó y le dijo que todo estaría bien. Cuando la culpa por los pecados de su padre lo aplastaba, Shuri lo consoló diciéndole que eso no tenía nada que ver con él.
Pasara lo que pasara, ocurriera lo que ocurriera, él tenía que seguir siendo parte de la familia, por ella. Incluso si la existencia de Shuri le impedía anhelar a otra persona, mientras su vínculo con ella siguiera siendo eterno, él se sentiría satisfecho.
Ella, sin importar con quién estuviera en el futuro, tenía que ser feliz, amada y brillar.
Por eso, él se mantendría en su lugar para asegurarse de que así fuera.
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—¡Padre, padre!
—¡Tú… tú… yo a ti…!
Fuera lo que fuera lo que mi padre intentaba decirme, no pudo terminar sus palabras.
Cuando el médico llegó, ya era demasiado tarde, mucho tiempo tarde. La cabeza de mi padre había chocado contra una estructura de hierro, dejando marcas en forma de dientes de sierra.
Y así, se fue del mundo con una simplicidad aplastante, empapando por completo las sábanas de la cama con su sangre. Sus ojos estaban abiertos de par en par, y su rostro, con las venas reventadas y rojas, era más aterrador que en vida. Mis brazos estaban cubiertos de sangre.
No recuerdo lo que dije cuando envié a todos los sirvientes y al médico fuera de la habitación.
De alguna manera, me encontré sentada, en estado de shock, junto al cadáver de mi padre.
Mi hermano murió. Mi padre murió. Y mi madre estaba desaparecida, su paradero desconocido. Aquellos que alguna vez fueron mis parientes más cercanos sufrieron terribles destinos por intentar acercarse a mí. Y hacía tiempo que ya no los consideraba mi familia.
Hace mucho que entendí cuán insignificante es la palabra ‘familia’. No siento pena ni tristeza por sus tragedias… pero, ¿por qué entonces estoy llorando?
Personas que nunca fueron verdaderamente mi familia, que fueron menos que extraños… ¿por qué siento esta abrumadora confusión?
El olor a sangre llenaba mis fosas nasales. De repente, todos los eventos que habían ocurrido desde que regresé a este momento me invadieron a la vez, pasando rápidamente ante mis ojos.
Todas esas tragedias y comedias, alternándose en mi mente, me dejaban sin aliento.
A pesar de todo, seguía viva. Y lo único que quedaba de mi verdadera familia eran los hijos que Johannes había dejado atrás. Pero aún así…
—¡Hermana!
La voz desesperada de Nora atravesó mis sentidos. El joven de cabello negro que había irrumpido en la habitación me sostuvo, cubierto de la sangre de mi padre, revisando mi rostro con urgencia.
—Hermana… ha sido culpa mía. Todo es culpa mía. No lo hice a propósito, pero eso no cambia el hecho de que maté a tu padre… igual que a tu hermano…
—…
—Yo, yo maté a tu familia. Maté a tu hermano y a tu padre, y envié a tu madre lejos. No sé cómo podré pedirte perdón, pero yo…
—No.
—¿Qué?
Sacudí lentamente la cabeza mientras levantaba la mirada hacia sus ojos azules y agitados.
Mi voz, seca y quebrada, salió de mis labios entreabiertos.
—…Tal vez, en el fondo, deseaba que las cosas terminaran así… Entonces, es como si yo misma lo hubiera matado. Solo que…
—…
—Solo lamento no haber podido preguntarle una última cosa… Por qué me hizo esto.
Sabía perfectamente qué respuesta recibiría si preguntara por qué no me amó, por qué mis propios padres no me amaron.
Quizás el miedo profundo que llevo en mi interior nunca desaparezca del todo. El miedo de ser abandonada en cualquier momento.
Desde que mis propios padres me abandonaron, siempre he temido que todos a mi alrededor me dejen. Mi esposo, mis hijos…
Y aún guardo el recuerdo de haber sido rechazada por mis hijos antes de volver a este momento.
Sí, ese recuerdo es el más fuerte. Tal vez es por eso que, aunque trato de no pensar en ello, me sigo perdiendo en sueños del pasado cada noche.
Quizás no soy tan maternal como los demás piensan.
Todo lo que he hecho por mis hijos, todo el cariño que les he dado desde que regresé, podría deberse simplemente a un miedo egoísta. Porque sin ellos, yo no sería nada. No tendría a dónde volver.
Mi esposo era una persona amable, pero la razón por la que me apreciaba era porque me parecía a su primer amor. Siempre tuve el temor de que, si dejaba de parecerme a alguien que él amaba o de ser la madrastra amorosa, él dejaría de fijarse en mí.
Esa inseguridad se disipó, irónicamente, el día del juicio divino. En ese momento, el hombre que ahora está frente a mí se convirtió en mi caballero defensor. Alguien que, sin tener nada que ver conmigo, estaba dispuesto a arriesgar su vida por mí, y que por mi causa ha ensuciado sus manos de sangre hasta el día de hoy.
Nora sostuvo mi rostro con ambas manos y, después de mirarme un momento, se sentó en una silla cercana y me levantó, colocándome en su regazo. Con un brazo me sostuvo y con la otra mano comenzó a limpiar con un pañuelo las manchas de sangre en mi cuerpo. Yo no opuse resistencia.
—…Ni siquiera puedo disculparme contigo ahora.
—¿Disculparte?
—Mis acciones han cubierto tus manos de sangre.
—Soy tu caballero. Fue mi decisión.
Su toque era suave, como si manejara una pieza de cristal delicada. Esa ternura hizo que se me formara un nudo en la garganta.
—…Si sigues a mi lado, es probable que situaciones como esta se repitan.
—Que se repitan, no importa. Que vengan todos, sean de la familia real o de la iglesia… No me importa si acaban convertidos en polvo.
—¿Y yo? ¿Qué puedo hacer por ti?
—Tú solo quédate así. Quédate… a salvo, hermosa, y-
Su mano se detuvo por un momento. Sus ojos azules, que me miraban de cerca, brillaron de repente con una luz oscura y deseosa que nunca antes había visto.
En el siguiente instante, sentí su aliento cálido en mi oído cuando su cabello negro cubrió mi visión.
—…Mírame mientras lo haces.
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