⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
Me retorcí de placer, arañando con las uñas el cuerpo duro que me presionaba. Eso dolió bastante, pero el hombre encima de mí no se movió. En cambio, mantuvo su glande firmemente presionado contra mi cuello uterino, frotándolo insistentemente.
Mis dedos de los pies temblaron. El dolor y el placer se mezclaron simultáneamente desde mi útero aplastado.
Su aliento cayó sobre mi mejilla. Un aliento cálido y húmedo. Pronto, cubrió mis labios con sus labios calientes, algo que solo hacía en momentos como este.
—Ah, ah… ah…
Cada vez que su grueso pene empujaba profundamente, escapaban gemidos como si estuviera sufriendo. En esos momentos, Danel devoraba mi aliento y gemidos, como si no fuera suficiente llenarme con su miembro. Casi todo lo que salía de mí desaparecía en su boca.
Mientras tanto, me derrumbé. Cada vez que su pene rozaba mis paredes internas, sentía que mi mente se derretía. El calor que sentía en mi cuerpo era como si mi mente se estuviera derritiendo como una vela. Las lágrimas, la saliva y los fluidos se derramaban por la cama.
Finalmente, Danel separó sus labios. A través de mis ojos llenos de lágrimas, vi sus ojos púrpura. La lengua que había sido chupada con insistencia estaba entumecida.
Mientras yo sollozaba, la lengua de Danel lamió la saliva y las lágrimas que corrían por mi barbilla. Cada vez que hacía esto, sentía una oleada de vergüenza. Era extraño ver a un hombre tan devoto tragar todos mis fluidos corporales.
Pero Danel no parecía afectado y volvió a empujar con fuerza, aplastando mi útero con su pene. Si su lengua estuviera allí abajo, habría lamido todos los fluidos que salían de mí con cada embestida.
—Ah, ah… ah…
El líquido brotó como si algo se hubiera roto. El calor y la sensación de cosquilleo se elevaron hasta la punta de mi cabeza, resonando como un rugido. Era un placer tan intenso que me dejó sin sentido.
Al final, nada había cambiado. Todo era igual que esa noche, excepto que ahora estaba despierta. Pero cuando estaba llena de él, no podía pensar en nada más.
Volví al punto de partida y abracé la espalda del hombre. Bajo su ropa sencilla y modesta, sentí sus músculos firmes. Él respiraba con fuerza.
—Ah, ah…
Danel sacó su miembro. Raspó todos mis puntos débiles antes de volver a empujar con fuerza. Era una embestida brutal y ruda.
Mi visión parpadeaba entre blanco y negro. A través de la niebla, vi al hombre que aún no me resultaba familiar.
El hombre que accedió a mi petición de acompañarlo al castillo pero ignoró mi pregunta sobre qué deseaba.
Danel me agarró por la cintura con ambas manos. Inmovilizada en la cama, fui penetrada una y otra vez por su miembro. Cada vez que gemía y mis hombros temblaban, su aliento caliente caía sobre mi mejilla.
…Tal vez esté bien.
Me rendí ante el placer abrumador. Aunque esto no resolvía nada y pronto volvería a estar llena de dudas, tal vez, solo tal vez…
Si me miraba con ojos tan intensos, tal vez estaría bien.
✦ . * ˚ ✦ . * ˚ ✦
Tan pronto como llegamos al Castillo de Lampry, el Barón Rodio vino a recibirnos. Como esperaba, Danel tenía otros asuntos que atender. Mientras tanto, la Baronesa Rodio me acompañó. Recorrimos el orfanato y el patio de juegos para los niños.
La Baronesa era una mujer elocuente. Mantuvo una conversación fluida y rechazó cortésmente mi solicitud de ver el nuevo hospital, diciendo que la enfermedad que había azotado el invierno pasado aún no había desaparecido completamente y que podría contagiarme.
Pensé que era una excusa pobre. Soy una de las mujeres nobles más saludables de mi edad. De hecho, nunca me contagié de ninguna enfermedad a pesar de vivir con Petios, quien siempre estaba enfermo.
Sin embargo, la impotencia que había aprendido en los últimos seis meses me mantuvo en silencio. Tenía una idea de quién le había dado esas instrucciones a la Baronesa.
Mientras la Baronesa hablaba sobre el banquete pasado, observé los alrededores. Las actividades de caridad son una de las tareas más fáciles para una noble y una buena manera de mostrar generosidad. Incluso yo podía ver claramente la situación aquí.
El orfanato, aunque viejo, era un edificio sólido, mientras que el hospital parecía haber sido construido apresuradamente. Los niños jugando en el patio vacío también parecían fuera de lugar. No importaba cómo lo mirara, algo no encajaba. El orfanato de Lampry necesitaba una guardería, no un hospital.
Estaba segura. La razón por la que Danel me dejó aquí tenía que ver con esta sensación de incongruencia.
Mientras regresábamos después de la visita, vi una estructura familiar al otro lado del patio. Era una serie de cobertizos y un campo de entrenamiento tosco. Aunque era pequeño, claramente era un campo de entrenamiento para caballeros en formación.
Al darse cuenta de dónde estaba mi mirada, la Baronesa sonrió suavemente.
—Incluso un caballero común puede ir a cualquier parte. Muchos de los niños aquí son desesperados —dijo.
Tenía razón. Los niños que blandían espadas de madera tenían rostros desesperados.
—No hay un entrenador adecuado, solo algunos caballeros que vienen a supervisar de vez en cuando… Pero aún así, unos cinco niños al año pasan el examen y dejan este lugar.
En lugar de responder a la explicación de la Baronesa, miré a los niños que llenaban el campo de entrenamiento.
Así que eso es. Algunos pueden pasar fácilmente el examen solo por haber nacido nobles, mientras que otros tienen que luchar desesperadamente para pasar el mismo examen. Y algunos, como Petios, ni siquiera pueden pasar el examen fácil.
La perspicaz Baronesa me llevó al campo de entrenamiento. Desde cerca, era evidente que no había instructor. Todos parecían esforzarse, pero sus posturas y fundamentos eran un completo desastre.
Recordé el método que pensé cuando Petios falló por primera vez en el examen de caballero. Aquel método no había sido lo mejor para Petios, pero… ¿y si para ellos fuera diferente?
Finalmente, recogí una lanza del suelo y, adoptando la postura más precisa que pude, la lancé. Whoosh. La lanza atravesó el aire y se clavó exactamente en el centro del blanco.
Repetí el proceso varias veces. Pronto, algunos de los chicos más observadores comenzaron a imitar mi postura. Al moverme un poco más despacio, los lanzamientos de lanza que alcanzaban el blanco se hicieron más frecuentes. Tal y como había previsto.
Mientras tomaba otra lanza, encontré unos ojos violeta observándome por encima del hombro. Era Danel.
Con razón sentía que todo se había quedado en silencio, pensé.
Seguramente había venido hasta aquí al verme lanzar las lanzas.
Dejé la vieja lanza en el suelo y me acerqué a él. Ahora sabía que no tenía que preocuparme por el olor a sudor.
—¿Ya terminaste con tus asuntos?
—He resuelto lo urgente.
La mirada de Danel se deslizaba por el sudor que corría por mi frente. Antes de que intentara lamerlo, pasé mi manga por la frente para limpiarla.
—Parece que aún te queda bastante. ¿Está bien que estés aquí?
—Solo estoy dando un paseo por ahora.
Danel extendió su mano hacia mí, dejando claro que quería que lo acompañara en su paseo.
Tomé su mano sin resistirme. Caminamos juntos hacia la muralla, sin que nadie nos siguiera.
—No esperaba que les enseñaras personalmente.
—Es difícil hacerlo bien si no aprenden correctamente.
Había pensado algo similar cuando Petios falló el examen por primera vez. Si no entendía solo con dibujos, sería mejor que aprendiera con un manual más detallado. Y si había alguien con una postura casi perfecta, ¿por qué no aprovecharlo?
Naturalmente, no podía aplicar esa idea a Petios. A menos que tuviera talento para explicar, pedirle que simplemente observara e imitara solo habría herido su orgullo.
—Si contratar a un instructor es complicado, ¿qué tal conseguir un par de caballos viejos? Si pueden montar, serían mucho más competitivos.
—¿Caballos, dices…?
Danel fijó su mirada en mi perfil.
—Ahora que lo pienso, aún no les has mostrado lo que haces mejor.
—¿Qué cosa?
—La justa ecuestre.
Danel esbozó una leve sonrisa.
—No hay muchas personas que puedan mantenerse erguidas sobre un caballo mientras manejan una lanza. Los chicos se habrían quedado boquiabiertos.
Lo miré atónita. A pesar de los años que llevábamos conociéndonos, era la primera vez que lo veía sonreír así. Era como un pequeño destello dorado enterrado entre guijarros: tenue a la distancia, pero deslumbrante cuando lo tenías frente a ti.
Sin embargo, había algo que me inquietaba.
—¿Y tú cómo sabes eso?
Solo había mostrado mi habilidad para la justa ecuestre una vez, después de que Danel se fuera al monasterio, hace al menos cinco años. Además, aquel incidente quedó en secreto para proteger el honor de las dos partes involucradas.
—Tú estabas en el monasterio en ese entonces.
Danel cerró la boca tras escucharme, y apretó mi mano con fuerza.
—Aquel día nada más… —susurró en voz baja—. No fue la única vez que lo hiciste, ¿verdad?
—… ¿Lo has visto? ¿Cuándo?
—Fue hace mucho tiempo.
Mientras Danel respondía tranquilamente, yo solo podía sentirme más confundida.
Después de mi compromiso con Petios, pasaba una o dos veces al año largas temporadas en la mansión del Conde Veloce. Aunque Petios estaba frecuentemente enfermo y apenas tenía compañía, yo disfrutaba de ese tiempo. Podía tener la pista de equitación solo para mí.
Nadie más la usaba. Uno estaba enfermo y el otro ocupado. En esa soledad, podía hacer lo que quisiera: practicar con las lanzas y arcos que Petios había usado un par de veces, o montar el que seguramente había sido el caballo de Danel. Aunque los arreos no se adaptaban a mi cuerpo, prefería practicar en aquella pista limpia a ensuciarme en el lodoso campo de entrenamiento de mis hermanos.
Así empecé a combinar ambas cosas: cabalgar y usar la lanza. Como era buena en ambas, no tardé en destacar en la justa ecuestre. Quizá no tenía utilidad, pero me divertía, y a menudo practicaba sola.
Hasta que tuve que participar en una justa en nombre de Petios.
Recordaba con claridad cuándo empecé y por qué dejé de practicar. Durante ese tiempo, estaba completamente sola. No había sirvientes, y Danel se encerraba en su habitación tan a menudo que apenas lo veía.
Bajo el cielo teñido por el atardecer, lo miré fijamente. Sus ojos violeta reflejaban todo de mí, claros y penetrantes. Aquella mirada reavivó la duda que había estado rondando mi mente.
¿Qué me ocultaba? ¿Hasta dónde llegaban sus secretos?
—Recuerdas más de lo que pensaba. Creí que no recordarías nada de cuando eras pequeño.
En lugar de seguir interrogándolo, opté por hablar con naturalidad, mientras pensaba en otra cosa. Tal vez, la próxima vez que Danel saliera de la mansión, podría explorar la biblioteca. Allí, en alguna habitación secreta, seguramente encontraría respuestas a mis preguntas.
Perdida en mis pensamientos, pisé mal una piedra y tropecé.
Intenté soltarme de su mano para recuperar el equilibrio, pero Danel la sostuvo con fuerza, sin dejarme ir.
Mi equilibrio tambaleante se desmoronó, y caí directamente en sus brazos. Su firme pecho atrapó por completo mi cuerpo.
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