⋆˚ʚɞ Traducción: / Corrección: Nue
No estaba segura porque el dibujo estaba incompleto. Las líneas, meticulosas y delicadas, dibujaban el cabello desordenado sobre la frente, los párpados cerrados y la nariz que continuaba desde las cejas, pero se detenían abruptamente. La parte inferior del rostro, donde deberían estar los labios y la mandíbula, estaba vacía.
Mientras miraba mi imagen en el cuaderno de bocetos, un hecho incómodo me vino a la mente.
Danel, que había estado tan cerca de mí mientras dormía, lo suficiente como para dibujar hasta el vello de mi frente, sin Petios a mi lado. ¿Qué habría hecho en ese momento? ¿Qué ocurrió para que dejara el dibujo incompleto?
De repente, recordé todas las noches que había dormido profundamente. También pensé en lo que Danel podría haber hecho durante ese tiempo.
Cerré el cuaderno apresuradamente con manos nerviosas. Lo empujé de nuevo al fondo del cajón y recogí los dibujos que estaban esparcidos por el suelo. Sin apenas respirar, devolví todo a su lugar original. Sentía como si algo me apretara el pecho.
No respiré con normalidad hasta que cerré el último cerrojo, como si no hubiera pasado nada. Mi corazón latía descontrolado. No sabía si era por la emoción o por el miedo. Me esforcé por no pensar en la verdad que acababa de descubrir.
Tomé el alambre y lo introduje en otra cerradura. Esta vez, en un cajón largo debajo del tablero que no había revisado antes.
Intenté concentrarme en abrir el cajón, pero no pude. Las manos me temblaban y el alambre resbalaba constantemente.
¡Clonk!
Golpeé el cajón cerrado con la cabeza. Sentí cómo el dolor llenaba mi mente, ya de por sí revuelta.
…Diecisiete años. La primavera y el verano del año en que me convertí en adulta.
Ese año ocurrió realmente de todo. Petios y yo tuvimos relaciones por primera vez, y quedé completamente atrapada en el placer que él me daba. Era fascinante que pudiera sentirse tan bien solo con que nuestros cuerpos se unieran. En aquel entonces, en el mundo de Petios y mío, realmente no existía nadie más.
Incluso cuando la casa del Conde quedó patas arriba por culpa de Danel. La Condesa se desmayó, y tuve que traer a la médica a caballo yo misma, pero incluso eso parecía algo que ocurría en otro mundo. Al menos para mí…
—…Ah.
Sí.
Aquel verano también fue cuando Danel se fue al monasterio.
✦ . * ˚ ✦ . * ˚ ✦
Un día, de repente, Danel anunció que se iría al monasterio.
Era común que un segundo hijo, que no heredaría el título, se convirtiera en monje, pero eso solo ocurría en circunstancias normales. Esta estratagema, destinada a proteger al heredero deshaciéndose del hermano menor más cercano en edad, no era algo que pudiera suceder en la familia Veloce. Petios y Danel se llevaban ocho años.
Desde el principio, Danel era demasiado joven para ser una amenaza para Petios. Todos esperaban que, debido a su profunda fe, eventualmente se iría al monasterio, pero nadie imaginó que lo haría ese verano, justo después de cumplir trece años.
Cuando la Condesa escuchó el anuncio de Danel, cayó de espaldas. Danel era el segundo hijo que ella tuvo con mucho esfuerzo, después de sufrir varios abortos debido a su delicada salud. Probablemente se habría desmayado incluso si Danel hubiera decidido convertirse en monje a los veintitrés años en lugar de a los trece.
Por supuesto, si él hubiera tenido veintitrés años, tal vez el consuelo de ‘dejemos que Danel tome sus propias decisiones’ habría ayudado a calmar los ánimos.
En medio del caos, con las sirvientas llorando como si gritaran, el Conde vino a buscarme. La Condesa consideraba vergonzoso ser atendida por un médico varón, y solo había una médica en el territorio de Veloce. Para traerla, se necesitaba preparar un carruaje o ir directamente a caballo, asumiendo la falta de cortesía.
Ambas opciones eran complicadas. El carruaje era demasiado lento, y enviar a un caballero a recogerla podría ofenderla hasta el punto de que se negara a atender a la condesa.
Pero, por suerte, yo estaba allí.
En medio de la conmoción de que su hijo de trece años se iría al monasterio y de que su esposa había perdido el sentido, el Conde Veloce pensó en su futura nuera, a quien le gustaba montar a caballo. También sabía que esa chica podía cabalgar tan rápido como cualquier caballero. En el futuro, incluso cuando su hijo huyó justo antes de la boda, el Conde fue una de las pocas personas que no perdió la compostura.
Monté el mejor caballo y corrí hacia el pueblo. No recuerdo exactamente en qué pensaba en aquel momento. Solo sé que en esa época yo siempre actuaba como si flotara sobre las nubes, así que probablemente ese día no fue diferente.
Quizás pensé que era un poco triste que Danel se fuera al monasterio. En ese entonces lo veía más a menudo y lo sentía más cercano.
Lo que sí recuerdo con claridad es que, mientras cabalgaba por el camino oscuro, explicaba la situación a la médica y regresaba al castillo con ella en el mismo caballo, nunca me pregunté por qué Danel tomó esa decisión en ese momento.
Desde antes de nuestro compromiso oficial, yo me quedaba en la mansión de los Veloce de forma irregular. En aquellos tiempos, Danel siempre se encerraba en su habitación. Más adelante, murmuraba oraciones como si dependiera de ellas, y leía las escrituras compulsivamente.
Por eso, me pareció que encajaba con él que se fuera al monasterio a una edad más temprana que los demás. Tampoco me preocupé mucho cuando dejó de salir de su habitación después de aquel día.
En cambio, Petios quedó devastado. Estaba tan triste por la partida de su hermano que incluso enfermó. Consolarlo era parte de mis tareas.
( Debe temer que una cena suntuosa durante el banquete le haga tambalear su decisión. No te preocupes, solo debemos despedirlo el día de su partida. ¿Que si puedo ir a saludarlo por ti? Hmm… no somos tan cercanos como para visitarlo en su habitación… )
Sin embargo, Danel se fue de la casa tan pronto como terminó de prepararse.
Cuando me informaron de su partida, sentí algo de pesar. Pensé que debería haberlo saludado, aprovechando que estaba en la mansión. Después de todo, algún día seríamos familia, aunque no fuera en ese momento.
Pero, ¿y si no fue una coincidencia que Danel se fuera mientras yo estaba en la mansión, sino que se fue porque yo estaba allí?
✦ . * ˚ ✦ . * ˚ ✦
Abrir el cajón superior me tomó más tiempo que antes. El temblor en mis manos no cesaba, y mi capacidad de concentración estaba completamente agotada.
Sin embargo, antes de que las velas se consumieran por completo, logré abrir la cerradura. Dentro del cajón, poco profundo y ancho, había una gran cantidad de sobres. Todos ellos estaban sellados con cera negra, como si alguien los hubiera vuelto a sellar para evitar que fueran abiertos sin permiso.
Pasé la mirada rápidamente por el contenido del cajón. Sobres. Un contenido ordinario, más común de lo que esperaba. Seguramente la mayoría de los cajones con cerradura contenían cosas similares. En este mundo, hay secretos que deben quedar registrados, y muchos de ellos se almacenan así, para revelarse en algún momento futuro.
Sin embargo, todo cambió en el instante en que encontré una postal entre el montón de sobres apilados.
—……
El alambre se deslizó de mis dedos. Con manos temblorosas, aparté las cartas y saqué la postal. Reconocí la caligrafía al instante. Aunque estaba escrita apresuradamente, con letras torcidas y en un idioma extranjero para evitar que alguien más pudiera identificarla, había ciertos detalles que me resultaban familiares.
—Ja… ja, ja… ja…
Solté una risa nerviosa sin darme cuenta. El nombre del remitente no estaba escrito, pero sabía que era la letra de Petios. El simple hecho de que esta postal estuviera aquí era una prueba contundente. Danel también conocía al remitente.
Del mismo modo que yo había reconocido la letra de Petios.
Mi pecho se hundió con fuerza, pero al girar la postal y ver el sello estampado en la parte trasera, sentí cómo el frío me invadía. Grabados con un hierro caliente, había unos números en la parte posterior de la postal: la fecha de envío. Era una precaución para evitar confusiones en las entregas.
Esa fecha me era dolorosamente familiar. Quince días después de la boda. Una semana desde que… no, desde que yo me había refugiado en el castillo de Lapezia.
Con manos temblorosas, comencé a revisar el contenido del cajón. No era solo una carta de Petios; había muchas. Las fechas marcadas en los sellos se extendían a lo largo de un período considerable. Por lo menos hasta el momento en que Danel había salido del monasterio para asistir a la boda.
En mi mente, no podía pensar en otra cosa:
¿Danel… sabías lo que Petios estaba tramando?
La postal tenía solo cuatro líneas. Todas en un idioma extranjero que yo no podía leer.
Aun así, reconocí de inmediato la última línea. Fue inevitable, después de observar a Petios durante tanto tiempo. Viéndolo acostado en la cama con un libro, recitando poesía en un idioma que yo no entendía, o sumergiéndose en el mundo académico después de haber renunciado a sus aspiraciones como caballero.
Gracias.
Sentí cómo mi sangre se enfriaba. Una traición tan fuerte que me daban ganas de vomitar.
Todo había sido extraño desde el principio. Petios no era alguien que pudiera escaparse a medianoche, mucho menos embarcarse en un viaje largo. No tenía la resistencia física para ello. Desde el principio, nunca había tenido sentido que el Conde de Veloce no pudiera encontrarlo.
Pero si Danel lo había ayudado a escapar, todo encajaba. Los monjes solían viajar a pie en lugar de usar caballos o carruajes. También conocían senderos secretos que no eran conocidos por la gente común.
Pero… si ese fuera el caso, entonces aquel dibujo extraño…
Miré el cajón que hasta ese momento había evitado conscientemente.
De todas las emociones entremezcladas en esas líneas desordenadas, la más clara y abrumadora era el odio. Una furia pura que se había acumulado durante todos los años que me había observado.
Y sin embargo, Petios había agradecido a Danel. Había expresado su gratitud hacia su hermano menor, que había tomado su lugar en el castillo de Lapezia… hacia quien se había hecho cargo de una prometida demasiado inconveniente.
Tomé una de las cartas de Petios y la acerqué a la luz de la vela. Quería leerla, entender qué tipo de conversación habían tenido. Qué palabras habían intercambiado para que alguien accediera a abandonar una herencia, un título, e incluso un compromiso de más de 20 años.
Pero antes de que pudiera descifrar las palabras, la cera derretida del extremo de la vela cayó, y la llama se apagó. En un instante, la biblioteca quedó sumida en la oscuridad.
Busqué a tientas una nueva vela, pero mientras lo hacía, vi que afuera la luz se hacía más brillante. No era el amanecer, sino una luz proveniente de la distancia. Un carruaje se acercaba, y cuatro caballeros portaban antorchas para iluminar el camino. Era evidente que alguien importante viajaba en ese carruaje.
Al darme cuenta de quién podría ser, comencé a ordenar rápidamente las cartas. Por suerte, la cerradura del cajón superior se cerraba automáticamente. Haber empezado por el cajón inferior fue un alivio.
Silenciosamente, pero con la mayor rapidez posible, cerré la puerta de la biblioteca. Ya se podía sentir el suelo temblando.
Corrí descalza por los pasillos. El mareo constante hacía que mis piernas se doblaran bajo mi peso.
Poco después, escuché cómo el carruaje se detenía. Para entonces, ya había regresado a mi habitación y estaba colocando el candelabro en su lugar. Gracias a que el cochero de Danel había cabalgado a un ritmo pausado, preocupado por su seguridad, logré regresar sin ser descubierta.
Cerré la puerta con cuidado y me metí en la cama.
Me preocupaba que mi cuerpo se hubiera enfriado, pero en cambio, sentí un ligero calor subiendo por mi piel.
Había descubierto demasiadas cosas en una sola noche. Mi cabeza estaba llena de pensamientos, pero no podía hacer otra cosa que cerrar los ojos. Estaba completamente destrozada por las traiciones consecutivas.
Danel subió a su habitación inmediatamente después de bajar del carruaje. Sin siquiera cambiarse de ropa, me abrazó. A través del fino camisón, sentí el roce áspero de su abrigo.
—Ha…
Danel enterró su rostro en mi nuca y enredó su cara en mi cabello, respirando profundamente. Sentí cómo su miembro se endurecía. La dureza de su erección presionó contra mi muslo.
Pensé que haría lo mismo de siempre: que comenzaría a tocar mi cuerpo, tal como había descubierto en aquellas noches en que no tomaba somníferos, o como en aquellas madrugadas en las que lo hacía sin más. Que me acariciaría, que me quitaría la ropa interior y hundiría sus labios entre mis piernas antes de masturbarse.
Pero Danel no hizo nada. Permaneció abrazándome mientras yacía a mi lado. No estaba dormido. Su corazón, que latía con fuerza, me lo demostraba cada vez que rozaba mi espalda.
Desesperadamente, mi cuerpo comenzó a calentarse. Había sido entrenada por Danel para reaccionar, y lo hacía incluso con un simple abrazo. Sentía un cosquilleo en cada parte de mí, tanto en los lugares que conocía como en los que no.
Intenté seguir simulando que dormía. Si abría los ojos en esta situación, tendría que enfrentar demasiadas cosas. Seguramente Danel huiría antes de preguntarle por qué me había dado el somnífero, y yo tendría que lidiar con una batalla de poder durante varios días. Solo pensarlo me agotaba.
Afortunadamente, Danel se quedó dormido en esa posición. Hasta el momento de quedarse dormido, estuvo oliendo mi fragancia y se había excitado, pero solo me abrazó con fuerza, como si eso fuera lo único que deseaba hacer… como si fuera lo que más necesitaba.
—Fuu…
Respiré lenta y profundamente, para seguir fingiendo que dormía y para no gritarle al hombre que me abrazaba mientras dormía.
Mi corazón latía con fuerza.
¿Qué está pasando? ¿Por qué hace esto conmigo?
La ansiedad, la decepción y el miedo se mezclaban en mi sangre, haciéndome sentir que este hombre, que nunca me decía nada, en realidad estaba ocultando mucho más de lo que podía manejar.
Estaba a punto de gritar, el impulso de hacerlo me dominaba. Me dolía. Quería desgarrarme el pecho con este corazón que latía con tanta fuerza.
Pero justo en ese momento, un pequeño y delicado sonido, como un leve suspiro, se escuchó en la habitación.
Pum.
Olvidé todas mis preocupaciones, todo el tormento que me había invadido, y presté atención al sonido que acababa de oír. Sin embargo, no volvió a escucharse. Solo el latido de nuestros corazones llenaba el aire.
¿Sería una alucinación?
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