⋆˚ʚɞ Traducción Nue / Corrección: Sunny
Al día siguiente, no salí de la cama hasta que Danel se fue de la mansión. Durante ese tiempo, una criada joven se quedó a mi lado.
La criada me rogaba que comiera aunque fuera un trozo de pan. Su tono era bastante insistente, considerando que era un trabajo que le había sido asignado. Aparentemente, incluso para ella era obvio que mi falta de apetito no se debía solo a las náuseas del embarazo.
Enroscada en las sábanas, revisaba mi plan una vez más.
Antes de que comenzara la jornada de la tarde, daría la orden de que me trajeran algunas frutas, comería, luego les informaría a todos que daría un paseo, tendría una pequeña discusión con la criada, y cuando finalmente ella se rindiera tras vagar entre el horario y mi capricho, saldría al patio trasero…
Así podré entrar al establo justo en el momento más ajetreado del día.
A partir de ahí, todo sería sencillo. Sobornaría al encargado del establo y a los guardias de las puertas del castillo, y luego podría tomar el estrecho camino que no era accesible en carruaje.
Instintivamente, me rodeé el vientre con las manos. Si quería ir al castillo de Lampry antes de que Danel regresara, tendría que forzar al caballo a un ritmo frenético. No sabía si eso sería seguro para mí, pero definitivamente sería peligroso para el niño. Si la suerte no estaba de mi lado, incluso podría perderlo.
Sí, si la suerte no estaba de mi lado.
Definitivamente parece que quiero tenerlo.
Me reí suavemente.
Pensaba que aún no había decidido qué hacer con el niño, pero al pensar que podría perderlo, sentí miedo. Era un pensamiento que solo alguien que ya había tomado la decisión de tenerlo podría tener.
Con calma, acaricié mi vientre como si intentara calmar al bebé.
Pero… si voy a tenerlo, también necesito saber algo sobre tu padre. Claro, después de saber todo, podría cambiar de idea, pero…
Lo que descubriera, o lo que no descubriera, no importaba. Hoy terminaría todo. Si podía soportar los secretos que encontrara en el castillo de Lampry, lo tendría; si no, no lo tendría. Eso era todo.
Mi corazón latía con fuerza. Escuchaba otro latido, como un eco, un sonido como un susurro en mis oídos. ¿Lo oiría esta noche también? Si lo hacía, planeaba ponerme un vestido delgado y esperar a Danel, para finalmente contarle sobre mi embarazo. Y así liberarme del compromiso que había decidido mi vida.
O, tal vez, tomaría toda la medicina que me dio Janna y terminaría con todo, incluso con él.
Miraba nerviosamente el carruaje de Danel mientras salía del castillo.
。。+゜゜。。+゜゜。。+゜゜。。
¿Será la desesperación lo que sacó fuerzas de lo más profundo de mi ser? De alguna forma, logré llegar al castillo de Lampry a una velocidad increíble, casi sin darme cuenta. Claro que el recorrido había sido mucho más brusco de lo que imaginaba.
El caballo, agotado, se quejaba, así que solo lo llevé hasta el límite del bosque. Lo dejé atado a un árbol y me cubrí la cabeza con la capucha. No había señales de hemorragia ni dolores extraños. Parecía que tanto el bebé como yo estábamos bien, fuertes y saludables.
Con cuidado, me dirigí sola por el sendero de montaña. Una vez en la clínica, traté de caminar por allí como si fuera una mensajera cualquiera. Afortunadamente, no vi a los barones Rodio por ninguna parte.
Aprovechando que no había nadie, entré por una puerta hacia el patio trasero. Desde allí, el recorrido se volvió casi una exploración. Aunque suelo recordar bien los caminos, me demoraba cada vez que encontraba una bifurcación. Repetía los puntos de referencia que un pequeño aventurero me había enseñado como un mantra. Mi ansiedad no disminuía, pero al menos, gracias a eso, no me perdí por completo.
Poco después, llegué a la habitación de Petios. Una habitación vacía, desolada. En el centro, el hombre que conocía bien descansaba. Era como si hubiera entrado en la tumba de Petios Veloce.
Tras calmarme, apagué la llama que ardía sin cesar en la olla de hierbas. El cuidador me había dicho que esas hierbas eran para aliviar el dolor del paciente. Sin embargo, siempre había sentido una repulsión por el aroma de esas hierbas, pues me recordaba al olor que mi hermano menor dejaba después de ser expulsado al monasterio por su vida desordenada.
Después de dar una vuelta por la habitación, comencé la búsqueda. Lo que estaba buscando eran cartas. Específicamente, cartas que Danel hubiera enviado a Petios.
Si Danel tenía razones para guardar las cartas de Petios, lo mismo debía ser cierto para Petios. Probablemente él también tendría cartas de Danel. Y yo necesitaba verlas.
No tengo otra manera de saber qué le dijo Danel a Petios.
Mientras Petios no recuperara la conciencia, las cartas que había recibido serían la única pista sobre lo que había sucedido entre ellos. Tenía que saber su contenido.
Pero… no había nada. Busqué en todos los estantes llenos de hierbas y debajo de la cama, pero no encontré ninguna carta, ni siquiera las pertenencias de Petios. Algo no cuadraba.
A ese punto, ya no se trataba de las cartas. Si Petios había venido aquí por su propia voluntad, sus pertenencias deberían estar en la habitación. Incluso si solo fuera un par de pantuflas que hubiera usado mientras caminaba por allí.
Pero en la habitación no había ni siquiera un libro que pudiera haber leído. Era como si no estuviera destinado a despertar para leer ningún libro.
Finalmente, después de revisar la mesa de noche junto a la cama, me derrumbé en el suelo.
—Ugh…
Apoyé mi frente contra la cama y cerré los ojos por un momento. Ya había agotado gran parte de mi energía para llegar hasta aquí y, además, había estado tan atenta durante toda la búsqueda, esperando que alguien llegara, que me sentía completamente exhausta.
Justo cuando mi cuerpo se relajaba, escuché el sonido de una respiración dificultosa sobre mi cabeza. Era el sonido de Petios, que apenas podía respirar. El sentimiento complejo que siempre experimentaba cuando lo veía volvió a llenar mi pecho.
Era la primera vez que venía sola a buscar a Petios. Hacía mucho tiempo que no estaba tan cerca de él. Hasta ahora, siempre lo había observado desde la distancia que los cuidadores establecían.
Metí la mano debajo de las mantas y acaricié el hombro de Petios. No sentí ninguna emoción especial. En realidad, no había emociones que pudieran haber sido despertadas.
Había estado esforzándome mucho durante mucho tiempo para amar a este hombre, pero no había tenido éxito. Hubo muchos momentos en los que incluso perdí todo interés. En realidad, la relación había continuado porque él respetaba mis deseos carnales y respondía a ellos lo mejor que podía. Si solo se tratara de los intereses entre familias, ya habría roto el compromiso mucho antes. Después de todo, retrasamos la boda durante años debido a los exámenes de caballería.
A pesar de todo, me gustaba tener sexo con Petios. Había tocado su piel desnuda miles de veces.
Así que… no me costó mucho darme cuenta de eso.
En cuanto toqué el codo de Petios, me di cuenta de que su antebrazo estaba hinchado. Podía sentir la hinchazón incluso a través de las vendas que lo envolvían cuidadosamente.
El lugar más afectado era uno que conocía bien: la muñeca. Precisamente esa misma muñeca que se había roto en un accidente ecuestre hace mucho tiempo.
Era el accidente por el que terminé tomando su lugar en el duelo.
En ese entonces, Petios había caído hacia la derecha. Como resultado, su muñeca y pierna, que fueron las primeras en tocar el suelo, se rompieron, y las costillas también se agrietaron por la patada del caballo. Cuando lo revisé más tarde, descubrí que incluso un dedo del pie estaba roto.
—…
De repente, mi mente se despejó. Me levanté de la cama y quité por completo la manta que cubría el cuerpo de Petios.
Parece que llevaba ropa sencilla, fácil de poner y quitar, tal vez para facilitar el tratamiento. Bajo esa ropa modesta, su cuerpo extremadamente delgado estaba completamente expuesto.
Recordando con dificultad, comencé a acariciar su cuerpo. Mientras levantaba la ropa en varios lugares, encontré muchas heridas. La mayoría eran cicatrices hechas por algo afilado, marcas provocadas deliberadamente para extraer mala sangre.
Pero había áreas que no podían explicarse solo por eso. Por ejemplo, el dedo gordo del pie derecho, que estaba completamente negro como si hubiera sido quemado, la pierna derecha cubierta de manchas rojas, la muñeca torcida como si estuviera mal soldada… todo eso me era familiar.
¿De verdad…?
Sin darme cuenta, una voz de dolor salió de mi boca.
Si pensara que era parte del tratamiento, no sería tan extraño. El cuidador había dicho que Petios tenía una piel muy enferma, por lo que no se debía acercar demasiado a él. Envolver las heridas con vendas era una forma común de tratar las enfermedades cutáneas. Lo mismo sucedía con su dedo. Estas partes del cuerpo se pudren fácilmente. Si ya había comenzado a supurar, era común tratarlas con quemaduras.
Su muñeca… La muñeca también había sido tratada así. La muñeca es una de las partes más propensas a lesionarse por caídas. Cuando una persona cae, suele poner las manos para evitar el impacto. Para un paciente que a veces actúa como un loco debido a los medicamentos, esto era aún más probable.
Pero… Petios no era así.
Miré a Petios sin poder pensar claramente.
Lo que más lo había atormentado hasta el final era la lesión en la muñeca. La parte que tardó más tiempo en sanar, la razón por la que tuve que sustituirlo en el duelo, era precisamente esa. Incluso después de que se curó, la muñeca seguía atormentándolo.
Cada vez que alguien le agarraba la muñeca con fuerza, se aterraba.
Incluso cuando caía por las escaleras, se protegía la muñeca primero.
—…
La sensación de incomodidad que había empezado a percibir se volvió completamente clara de repente. Esto no era… un tratamiento. Era una tortura cuidadosamente oculta. Solo yo, como la prometida de Petios Veloce desde su nacimiento, alguien que lo había cuidado durante décadas, podía darme cuenta de estas señales.
Con las manos temblorosas, volví a cubrirlo con las mantas. La frase de Danel resonó en mi mente.
( ¿Por qué no duda en todo lo que hago, pero lo que yo hago lo cuestiona y lo quiere descubrir? ¿Por qué con nadie más lo hace? )
Danel me conocía mucho mejor de lo que imaginaba. Debía estar completamente convencido de que no me interesaría, de que no sería curiosa, aunque él escondiera algo.
Por eso, había montado una mentira en la que nadie sospecharía de nada, salvo yo.
Recogí la capucha que había dejado y me la puse. Tenía que salir de allí de inmediato. Tenía que salir y pedir ayuda a alguien.
Pero no a nadie de aquí. Alguien que no tenga una gran conexión con la familia Veloce… ¿Janna? ¿Debería ir a Janna?
Imaginé el mapa en mi mente. Si fuera al castillo de Ancona, podría llegar incluso cuando se oscureciera un poco. Además, Janna sería de gran ayuda. Podría hacer un tratamiento adecuado.
Entonces… entonces al menos podría poner fin a todo aquí.
Colocando las manos temblorosas sobre mi pecho, respiré lentamente. Pensamientos ominosos seguían invadiendo mi mente.
Petios, cuyo fallecimiento había sido anunciado oficialmente, las personas que respetaban su voluntad y mantenían su existencia en secreto, y esa habitación de hospital a la que no podía salir sola. Si Danel había orquestado todo esto, ¿sería posible que Petios saliera vivo de allí? Estaba segura de que no sería posible.
…Pero ahora aún está bien. Aún podemos salvarlo.
Todavía no era tarde. Aunque las acciones de Danel no parecían ser algo trivial, Petios seguía vivo.
Pero si realmente Danel mataba a su hermano con sus propias manos, sería demasiado tarde para hacer algo.
Me apresuré a ajustar la capucha y abrí la puerta de la habitación. Recité en mi cabeza las señales para no perderme, no tanto por temor a perderme, sino para calmarme a mí misma.
Pero en cuanto salí al pasillo, todo eso perdió sentido. Frente a la única puerta que llevaba al pasillo, había alguien que conocía muy bien.
—…Danel.
Danel Veloce. Mi esposo.
Surgió lentamente de la sombra. Su cabello rubio, perfectamente ordenado, y sus ojos morados fijos en los míos. Su gran cuerpo estaba envuelto en un traje negro impecable. Era mi esposo tal como siempre lo había conocido.
En el fondo, me había preparado para esto. Últimamente, Danel tenía suficientes recursos como para enviarme a alguien para que me vigilara.
Miré a Danel a los ojos. No le pregunté ‘¿Por qué estás aquí?’ ni ‘¿Cómo sabías que estaba aquí?’ Me limité a preguntar lo que más quería saber.
—¿Qué… diablos has hecho?
Todas las dudas que no pude resolver cuando pensé que Danel había ayudado a Petios, ahora quedaban completamente claras si pensaba que había encerrado a Petios.
Las palabras absurdas de la esposa del Barón Rodio y el cuidador, y el Conde Veloce, quien tuvo que cederle el castillo de Lapezia en lugar de a Petios… Todo tenía sentido ahora que pensaba que todo era solo una táctica de Danel.
—¿Qué… qué has hecho?
Danel inclinó lentamente la cabeza. Su rostro, inexpresivo, era escalofriante en su calma.
Mientras él acortaba la distancia, la manija de la puerta que sostenía en mi mano se abrió con un fuerte ruido. Inconscientemente, apreté la manija con fuerza.
No… no era eso. Estaba temblando. La manija que sostenía temblaba de tal manera que producía un ruido inquietante.
—¿No lo dije yo?
—….
—Te dije que caería al infierno.
Su frase me hizo soltar una risa vacía.
No, te has equivocado, Danel. Si sigues así, incluso el infierno te escupirá.
Pensé en el cuidador que había estado al cuidado de Petios y en la esposa del Barón Rodio. Aquellas personas que decían cosas que nadie que conociera a Petios habría creído.
Ellos se preocupaban sinceramente por mí y por Petios. La razón por la cual Petios había escondido tan completamente su condición hasta que yo llegué aquí era precisamente por eso. Querían evitar que tanto él, el hombre que había huido de la boda por una enfermedad incurable, como yo, la mujer que finalmente lo había encontrado, sufriéramos más.
Y todo esto, sin saber que estaban colaborando en mantener a Petios cautivo.
Danel dio otro paso hacia mí. Hoy, el hombre que bloqueaba el pasillo se sentía especialmente imponente.
Me di cuenta de que Danel me estaba acorralando. A pesar de saberlo, no podía hacer otra cosa que retroceder hacia la habitación de Petios. Su susurro, que parecía tan indiferente, era tan desconcertante como siempre.
—¿Está satisfecha? ¿Has llegado hasta aquí para encontrar lo que había escondido con tanto cuidado?
—…¿Y tú qué opinas?
—No me importa.
—¿Qué?
Con el mismo rostro de siempre, Danel habló con firmeza.
—No ha cambiado nada, ni cambiará. Así que no me importa.
Finalmente, Danel entró en la habitación. Fue solo cuando escuché la puerta cerrándose completamente que comprendí la verdadera fuente de mi miedo.
Una persona que ha hecho esto no debería poder tocarme.
Ya había pasado un año desde que nos casamos. Durante ese año, probablemente llegué a conocer a Danel más que en toda mi vida anterior.
Miré hacia la cama. La evidencia más desgarradora de lo que Danel Veloce podía hacer, de hasta dónde podía llegar, estaba tendida allí, aparentemente muerta, como si durmiera.
Si alguien me preguntara si Danel Veloce sería capaz de arrebatarle la vida a alguien si fuera necesario, ahora podría responder sin dudar: ‘Sí’. Tristemente, así era. Danel era capaz de eso.
Al notar hacia dónde iba mi mirada, Danel habló.
—¿Estás decepcionada de mí?
—…¿De verdad me preguntas eso?
—Sí. Me interesa saberlo. ¿Estás decepcionada? ¿Por qué le haya hecho esto a tu prometido?
Un pequeño suspiro escapó de mis labios. Fue entonces cuando me di cuenta de que no había emitido juicio alguno sobre la verdad que se había revelado.
¿Realmente estaba decepcionada? ¿Como cuando Petios huyó de la boda, como cuando me di cuenta de que la presa que había atrapado no tenía ningún valor? ¿Estaba yo decepcionada?
Nunca me detuve a pensar si era algo que podía o no soportar. Lo único que había pensado era que debía sacar a Petios de allí. Si no lo hacía, temía que en algún momento Danel lo mataría. Sentía que él podría cometer un pecado irreversible.
Pero antes de que pudiera dar una respuesta, Danel continuó hablando.
—Sin embargo, no cambiará nada para ti.
Danel dio un paso más hacia mí. Sin querer, retrocedí. El hombre frente a mí se sentía tan ajeno, tan escalofriante. Era completamente diferente al hombre que había conocido o incluso al que pensaba haber llegado a conocer un poco.
—¿Qué ibas a hacer si salías de aquí? ¿Ibas a buscar al médico que escondiste en el castillo de Ancona y pedirle que viera a tu hermano?
Él me miró como si pudiera ver dentro de mí. Aunque me había tocado un punto sensible, no sentí desesperación. Era algo que, de alguna manera, sabía que Danel esperaba.
—¿Y después? ¿Qué pensabas hacer? Incluso si este hombre llegara a sobrevivir, nada cambiaría.
—Petios no moriría a manos tuyas, al menos.
—Pero eso no cambia nada.
Mi espalda chocó contra el muro. Quedé atrapada entre sus brazos, incapaz de moverme, mientras lo observaba a él.
Con la misma voz tranquila y seductora de siempre, susurró cerca de mi oído.
—Todo será igual que ahora. Incluso si mi hermano pudiera salir de esta habitación ahora mismo, nada cambiaría. No cambiaría nada. Incluso si quisieras revertirlo, nunca podrás.
¿Será que su espalda me bloqueaba completamente la luz? A pesar de que estábamos tan cerca, no podía ver el rostro de Danel.
Solo sentí que su voz sonaba desesperada. Como si estuviera buscando algo para aferrarse, como una persona que, sin tierra bajo sus pies, se agarra a Dios en busca de ayuda…
Y entonces me surgió la curiosidad.
—…¿Qué es lo que no cambiará?
Lo que él esperaba, lo que quería desesperadamente, lo que había logrado hacerme llegar hasta aquí.
De hecho, todo era muy claro.
—Que soy tu esposo.
Yo.
Todo esto era para tenerme a mí, solo a mí.
Mis hombros temblaron ligeramente. La diferencia entre mis sospechas y la confirmación directa de Danel fue abismal. Ahora entendía en qué situación me encontraba, por qué había hecho todo eso… Al confirmarlo, todo se volvió mucho más pesado. El peso de la verdad me aplastaba, me quitaba el aliento.
Desde el principio, parecía que mi reacción no le importaba en absoluto. Danel habló con calma.
—Aunque todo el mundo se entere de que mi hermano está vivo, y aunque él revele todo lo que ha pasado hasta ahora y me lleven a la hoguera, el hombre con quien te casaste soy yo. Y seguirás siendo mi esposa, y seguirás siendo la señora de la casa Veloce.
Danel puso su mano sobre mi vientre.
Instintivamente, me encogí. La mano de Danel estaba fría, algo inusual. Siempre que me tocaba, sus manos eran ardientes.
Sin embargo, Danel actuó como si no se diera cuenta y acarició mi vientre hinchado con su habitual elegancia y reverencia.
—Aquí también está la prueba adecuada —dijo.
De repente, me di cuenta de algo.
Desde que mi vientre se hinchó visiblemente, la gente parecía pensar que estaba mentalmente inestable. Creían que estaba enferma y no aceptaba el embarazo. Susurraban que debía tener cuidado y no mencionar el embarazo para evitar problemas.
Pero Danel no era así. Él sabía desde el principio que no estaba loca ni ocultaba el embarazo. Probablemente, él mismo había inducido a los demás a pensar de esa manera.
Entonces, ¿qué pensaba Danel sobre por qué ocultaba el embarazo?
—Así que nada cambia. Tendrás a mi hijo y serás mi esposa para siempre. Aunque quieras deshacerlo, aunque ese hombre regrese. Ya no se puede deshacer.
—¿De qué estás hablando…? Espera, un momento…
¿Qué quiero deshacer? ¿Qué no se puede deshacer?
Me di cuenta de que el enfoque de la conversación estaba en un lugar extraño, pero ya era demasiado tarde. Danel tiró bruscamente de mi ropa y, en un instante, la costura se rompió con un sonido fuerte, dejando mi piel al descubierto.
Luego, los labios de Danel devoraron mi protesta. Su piel áspera y sin rastro de calma bloqueó mi mucosa. También me quitó todo el aliento que quedaba en mi boca.
Después de un beso intenso, sus primeras palabras fueron inesperadas.
—¿El medicamento escondido en el armario… lo hizo ese doctor?
—…
Hice una mueca. No podía creer que supiera que había preparado el medicamento y que había estado aguantando todo este tiempo. Pensé que actuaría de manera más imprudente al saber que podía deshacerme del bebé en cualquier momento.
—Esta sorprendentemente bien mezclado. Con ingredientes conocidos, es posible hacer un medicamento que actúe de esa manera. ¿Es algo natural? Después de todo, las mujeres conocen mejor sus propios cuerpos.
—…No es así.
Sabía lo que estaba pensando, así que lo negué de inmediato.
—¡No es así! ¡Nunca tuve esa intención!
Una esposa que no le informa sobre el embarazo, un medicamento que puede matar al bebé en cualquier momento, una visita secreta al ex prometido sin decírselo a nadie.
Aunque era absurdo para mí, desde la perspectiva de Danel, parecía la conclusión más lógica.
Es cierto que dudé sobre tener al bebé. Pensé en deshacerme de él si era necesario, y también consideré ocultar el embarazo para vengarme de Danel, quien siempre hacía como si nada hubiera pasado.
Pero… Petios no tenía nada que ver con esto. Solo Danel Veloce me importaba.
Comments for chapter "Capítulo 21"
MANGA DISCUSSION