Traducción / Corrección: Azumi
La pareja salió de la mansión, subió a un carruaje con Clint guiando alegremente el camino, y se dirigió al centro de la capital. Hacia el centro se alineaban las tiendas de marcas de lujo. Diseñadores de renombre con sueños grandiosos de todo el país viajaban a la capital con la esperanza de hacerse ricos.
Ailea miró la calle principal a través de la pequeña ventanilla del carruaje. Sus labios se separaron ligeramente, sorprendida por lo que había visto. No parecía el tipo de gente que visitaba a menudo el centro de la capital.
A Clint le dolió el corazón al ver su expresión. Estaba satisfecha y feliz incluso con las interacciones más pequeñas. La sencillez no era algo malo, pero ver su falta de experiencia mundana le dolía mucho.
La luna llena se colaba maravillosamente por la ventana abierta del carruaje cuando se detuvieron en una de las tiendas de diseño más reputadas de los alrededores.
Ailea se bajó del carruaje con gran expectación, pero dudó inmediatamente cuando vio a alguien.
Eran Rita y Lawrence. Debían de estar pasándoselo en grande mientras ella daba vueltas con el vestido y él sonreía tan cariñosamente. Rita negó con la cabeza. No le gustaba demasiado el vestido y desapareció para cambiarse de nuevo.
Lawrence se sentó en una silla y se cruzó de brazos. Miró por encima de la pared de cristal y su mirada se encontró con la de Ailea. No reaccionó. Se mostró indiferente.
El corazón de Ailea cayó al suelo.
Clint había visto lo que había pasado.
Ailea se dio la vuelta y sujetó con fuerza el brazo de su marido.
Frunciendo los labios, Clint se inclinó hacia delante y le susurró suavemente al oído:
—¿Quieres ponerle celoso? Sólo tienes que decirlo y te ayudaré a que eso ocurra.
—…
Sus inocentes ojos azules se encontraron con su caballero de brillante armadura. El movimiento de sus gruesas pestañas había sido de otro mundo y extraño.
De pie bajo la luz de la luna, parecía que las sombras de las hojas se proyectaban sobre su rostro.
Clint le rodeó lentamente la nuca con los dedos después de pasarle los mechones por detrás de la oreja, sobresaltándola.
En una noche oscura y estrellada, unos ojos dorados que no tenían ningún otro parecido en este mundo, la miraban. Sólo a ella.
Ailea se había estremecido un poco. Sus ojos eran fríos cuando ella los miraba de cerca, la figura de Lawrence desapareció de su mente.
Clint era extraño. Le hacía sentir algo que no podía describir. Era como si alguien le agarrara el corazón, lo apretara con dolor y lo obligara a latir rápido.
Apoyó la cabeza en su hombro y dijo.
—Si quieres hacerlo, hagámoslo bien.
Estaba cerca. Muy cerca. Ella podía sentir su aliento. Ailea se dio la vuelta, con las mejillas sonrojadas. Vio a Lawrence, con el rostro aún indiferente.
Era como si Clint estuviera perdiendo la cabeza. Si quería poner celoso a Lawrence, ¿no significaría que Lawrence ocupaba un lugar en su corazón?
—…¿Nos besamos? —preguntó Clint en voz baja.
Ailea entró en pánico. Lo que sentía por Lawrence era complicado. Había sido traicionada, engañándose a sí misma al pensar que él la amaba y la echaba de menos.
El vestido de novia que le envió era una prueba de ello. En el fondo, ella sabía que nunca le había importado, pero seguía engañándose a sí misma. Y entonces se enfrentó a la verdad.
Preferiría ignorar a Lawrence por completo si pudiera hacerlo, pero no era fácil.
Apartó la mirada de Lawrence y susurró suavemente:
—N-no… no tienes que hacer eso.
La cara de Clint cambió al ver las múltiples emociones llenas de angustia que cruzaban su rostro. Sostuvo a Ailea en su brazo y caminó de regreso al carruaje.
—… ¿Clint?
—Vamos a otra tienda.
Ailea se sobresaltó por su aspereza.
—Me duele, Clint…
Si estuviera cuerdo ahora mismo, la habría dejado ir de inmediato, pero hoy no tenía intención de hacerlo. No podía pensar en otra cosa. Sólo esperaba que Ailea no tuviera otros sentimientos hacia Lawrence Theresia de Calise.
El cabrón no había hecho más que herirla.
Así que rezó y deseó que la imagen de ese hombre desapareciera de su mente para siempre.
El comportamiento de Clint la dejó confundida. Desde el exterior, representaba el papel de un hombre coqueto con un toque de jugueteo, pero su cuerpo era robusto como una roca.
Le resultaba difícil creer que ese hombre piadoso hubiera recuperado Excalibur del Imperio Khanna. Lo mismo ocurría con la Orden de los Caballeros. Aunque lo que más la sorprendió fue el vínculo y la confianza absoluta que había entre ellos. El capitán confiaba en sus subordinados, y sus hombres depositaban su total confianza en él.
—Hay otro diseñador con una mano rápida justo al final del camino. Le gusta cumplir los plazos y necesitamos ese vestido rápidamente. —dijo Clint en voz baja, sacando a Ailea de sus pensamientos.
Ella asintió, sonriendo.
Clint había vuelto a su comportamiento habitual, juguetón y cariñoso. Tuvo tiempo de recapacitar y se disculpó después. El comportamiento que había mostrado antes no había sido el mejor. Aunque todavía estaba algo molesto con el bastardo que se pegó a Ailea y le dio unas palmaditas en la cabeza para reconfortarse.
El carruaje no tardó en detenerse y Clint llamó a la puerta.
La diseñadora Beige abrió la puerta bostezando. Hacía del segundo piso del edificio su residencia, mientras que en el primero llevaba a cabo sus negocios.
—¿Qué es esto… a esta hora tan tardía…? — bostezó refunfuñando, pero una vez que se dio cuenta de que era Clint quien estaba frente a ella, cerró inmediatamente la boca y cambió de postura. —¡Oh, mi señor! ¿Has cambiado de mujer? ¿Has conocido a alguien nuevo?
—Cállate y déjanos entrar. —dijo Clint, con los ojos disparando dagas.
—Ah, sí, sí… por supuesto.
Beige echó un vistazo al acompañante de Clint. Adivinó que esta vez su acompañante era una mujer mayor, de unos tres o cuatro años más que él. La mujer tenía un aire de madurez.
Beige había oído la noticia de que Clint había recuperado el castillo de Excalibur y que iba a señorear el territorio, pero nada de su matrimonio. Aunque poco sabía ella que después del baile, la noticia de su matrimonio con Ailea se extendería por toda la capital como un reguero de pólvora.
—Por cierto, la última vez dijiste que no volverías nunca más. ¿Qué fue lo que dijiste? ¿Poca calidad? ¿Cómo pudiste insultar así a mi alma artística? —Beige refunfuñó.
—En cierto sentido tienes razón. Tu rapidez no tiene parangón. Además, sabías que volvería de un modo u otro. ¿Por qué tanto alboroto?
—Es mi arte, incluida la capacidad de crear bajo estrictos plazos. Por culpa de tus críticas, casi pierdo mi trabajo y me muero de hambre.
Beige encendió las luces en un arrebato. Varios vestidos estaban colgados en la tienda.
—He venido a elegir un vestido para mi mujer.
—Estás bromeando, ¿verdad?
Sorprendida, Beige miró a Ailea. Su piel negra y moteada la dejó perpleja.
Inmediatamente pensó en formas de rechazar la propuesta. Una mujer como ella sin duda empeoraría su reputación. Pero, por otro lado, no podía resistirse a un hombre de reputación como Clint Risher.
Este maldito bastardo realmente hizo su vida peor de lo que ya es. Es su culpa que ella tuviera muy pocos clientes. Por otro lado, ¿hasta qué punto su reputación puede irse por las alcantarillas? Además, ella era de las que prefería sufrir pérdidas antes que rechazar a una persona con problemas como Ailea.
—¿Y el azul cielo? Como sus ojos. —dijo Beige.
—¡Ah! El azul cielo… Tengo curiosidad. Nunca me he puesto uno. —respondió Ailea con torpeza, nerviosa porque Beige se negara a venderle un vestido.
Había sido difícil encontrar un diseñador dispuesto a venderle un vestido. Decían que su reputación se resentiría si una mujer fea marcada con una enfermedad fea llevaba sus diseños. No le quedó más remedio que coser su propia ropa.
Como estaba acomplejada, fue ella misma al probador para probárselo.
Mientras Ailea estaba en el probador, Beige le preguntó a Clint con la cara dura
—Oh, ¿matrimonio dices? ¿Sabes lo que es el matrimonio? Tendrás que llevar una vida opuesta a la que has estado haciendo.
—Me voy a casar por orden de Su Majestad. Puedo vivir como siempre.
—¿Pero su esposa estaría de acuerdo con eso? ¿Dijo «Sí» a regañadientes?
Clint nunca había tenido una relación seria. Era el tipo de hombre que jugaba con los corazones de las mujeres, seduciéndolas con dulces palabras, pero nunca entregándoles verdaderamente su corazón. A Beige le preocupaba si la joven e inocente dama sería capaz de soportar sus coqueteos.
Mientras tanto, Ailea abrió la puerta con el vestido puesto.
Al ver su figura, Beige se rascó la cabeza y dijo:
—Me va a costar trabajo.
—¿Es así?
—¿Cuándo es la fecha límite?
—En dos días…
—Eso es suficiente para mí…
—Enviaré flores y adornos aquí, así que asegúrate de adjuntarlo al vestido —añadió Clint.
Los ojos de Beige se abrieron de par en par.
—¿Perdón? ¿En dos días?
—Simplemente declina todos los demás proyectos que tengas durante dos días. Te daré un dinero que vale tu tiempo. —sonrió Clint y le entregó un cheque.
Los ojos de Beige se abrieron de par en par. Dio gracias al cielo por no haber rechazado la oferta.
Dos días después, Ailea se probó el vestido, dejándola aturdida. Nunca se había puesto un vestido elegante. Llevaba una enagua redonda y sobre ella una deslumbrante mezcla de vestido blanco y azul celeste. Era un vestido que resaltaba sus delgados brazos y su cintura.
Clint miró a Ailea por un momento. Su rubio platino estaba entretejido con flores rojas como una diadema. Se veía hermosa.
—Es la primera vez que me visto así. ¿No es elegante?
Al caballero le dolía el corazón por su esposa. ¿Estar tan alterada por llevar un simple vestido? La vida ha sido difícil para ella.
Se guardó sus opiniones para sí mismo. Le gustaba lo feliz que parecía y no tenía intención de romper eso.
A sus ojos, Ailea era una mujer hermosa. Las marcas negras no habían arruinado su elegante belleza, sino que la acentuaban. Era hermosa. Los adornos de flores en las manos y el cuello le sentaban bien.
—¿No te aprieta la cintura? —murmuró Clint, mirando hacia abajo.
Ailea siguió su mirada y negó con la cabeza.
—Está bien.
—Eres muy… hermosa. Te queda bien ese vestido. Por favor, créeme, ¿de acuerdo?
Clint se sorprendió. Le costaba hacer un cumplido. ¿Las palabras que solían salir con facilidad ahora lo avergonzaban? ¿Estaba cambiando?
Ailea sonrió ligeramente.
—De acuerdo. Te creo.
Comments for chapter "15"
MANGA DISCUSSION