⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¿Dónde está la niña? ¿Dónde está la niña? —El Duque Evald, olvidando toda compostura, saltó rápidamente del carruaje y preguntó.
Alpheus Evald Asterian, el Duque que nunca olvidaba su dignidad, no tenía tiempo para pensar en eso en este momento.
Se suponía que debía cenar con el Emperador, pero al escuchar las palabras de Farden, no dudó en cancelar la cena. Su nieta, a quien creía muerta, estaba viva. No era momento para cenar tranquilamente.
Afortunadamente, el Emperador, siendo un amigo cercano de Alpheus Evald Asterian, lo dejó ir sin problemas.
El Duque, apurado, se dirigió a una sirvienta.
—Primero tráeme a la niña… No, no, primero trae a Karthus.
A su gesto, una sirvienta fue a buscar a Karthus. El Duque, mientras esperaba que regresara, ni siquiera pensó en quitarse la chaqueta ni en ir a su oficina, y permaneció en el vestíbulo central.
No mucho después, vio a lo lejos a Karthus caminando hacia él.
El rostro de su hijo, a quien no había visto en mucho tiempo, parecía tener un poco más de color. Antes de que Karthus pudiera saludarlo, el Duque preguntó apresuradamente:
—Entonces, ¿dónde está la niña? ¿Es seguro que es la hija de Lena?
—Por el momento, la he acostado en la habitación que usaba Olivier. Hemos solicitado una prueba de parentesco, pero… estoy casi seguro, padre. La niña es una felina blanca y sus ojos son dorados —respondió Karthus señalando sus propios ojos—. Como los del leopardo negro.
Ante estas palabras, el Duque dejó escapar un suspiro de alivio.
—Tengo que ver a la niña de inmediato.
—Está dormida ahora. Es mejor que solo la mire y salga —dijo Karthus con firmeza.
El Duque asintió. Junto con Karthus y el mayordomo Farden, se dirigió a la habitación donde la niña estaba dormida.
Cuando llegaron frente a la puerta, Karthus la abrió con cuidado. Afortunadamente, la niña aún dormía profundamente.
—Solo mírala y sal —dijo Karthus nuevamente.
—Ya lo dije, lo haré. Pero este chico… —murmuró el Duque con irritación mientras abría la puerta sólo lo suficiente para echar un vistazo a la cara de su nieta.
Una niña con rizos blancos como la nieve dormía tranquilamente en el centro de la cama. El Duque entró en la habitación con cuidado. Farden y Karthus esperaban afuera, temiendo despertar a la niña.
Era la primera vez que veía a su nieta. Ni siquiera sabía que existía.
Una oleada de emociones difíciles de describir brotó desde lo más profundo de su pecho, y sus ojos se humedecieron. Extendió su mano arrugada hacia el rostro de su nieta, pero la retiró rápidamente.
En su lugar, susurró en voz baja:
—Mi pequeña…
Su voz se quebró y no pudo continuar hablando. Preocupado de que pudiera tener frío, subió la manta hasta el cuello de la niña.
Después de mirar una vez más a la niña dormida, el Duque salió de la habitación. Afuera, Karthus y Farden lo esperaban.
—¿Cómo está…? ¿Cómo está…? —preguntó Farden con la voz temblorosa.
—¿Por qué preguntas eso? ¿No la viste antes? —respondió el Duque con molestia.
—¡Por supuesto que la vi! Pero estaba tan apurado por informarlo que no pude observarla bien. ¿Está bien la señorita? —insistió Farden.
El Duque hizo un gesto de desdén.
—No lo sé. Estaba apurado por verla. Pero Karthus, ¿qué ocurrió exactamente?
Finalmente, el Duque preguntó a Karthus sobre lo sucedido. Karthus, que había estado mirando fijamente el rostro de Thiel a través de la puerta entreabierta, levantó la cabeza.
—Parecía que la estaban ocultando en Nesstian. Siendo la hija de Lena… no quisieron entregarla —explicó Karthus, relatando al Duque la historia que le había contado Iandros.
El rostro del Duque se sonrojó de rabia mientras escuchaba la historia. Furioso, gritó:
—¡Ese maldito Zender! ¡Voy a matarlo ahora mismo…!
—Shh, va a despertar la niña —susurró Karthus, llevándose un dedo a los labios.
El Duque, instintivamente, cerró la boca.
Después de cerrar la puerta por completo, Karthus sugirió:
—Es mejor que continuemos esta conversación en otro lugar.
El Duque, Karthus y Farden se dirigieron al despacho del Duque.
Pero había algo que los tres ignoraban.
Había alguien más escuchando su conversación.
✦ . * ˚ ✦ . * ˚ ✦
( ¡Inútil! ¡Eres la vergüenza de Nesstian! )
La voz severa de su abuelo Zender resonaba en sus oídos como un zumbido.
Los rostros de Zender, Rowen y los demás sirvientes aparecían brevemente en el aire antes de desvanecerse como polvo.
En su sueño, Thiel veía cómo su abuelo la regañaba.
La reprendía por no poder manifestar su poder, por más que lo intentara. Recordaba cómo Rowen presumía de su burdo poder de hielo, burlándose de ella.
Su madre había sido una poderosa usuaria del hielo. Tan poderosa que estaba destinada a ser la próxima cabeza de la familia Nesstian.
Se suponía que Thiel, habiendo nacido tras la muerte de su madre, debía tener un poder aún mayor que el de ella.
Entonces, ¿por qué…?, pensaba Thiel mientras miraba su palma, incapaz de conjurar ni un pequeño rayo de luz azul.
¿Por qué no tenía poderes?
Si hubiera tenido poderes, también habría podido ser amada.
También yo…
Como cuando miraba a su abuelo y a Rowen alejándose a través de la ventana, Thiel se observaba a sí misma fijamente.
Y deseaba con todas sus fuerzas.
—También quiero ser amada.
Para lograrlo, necesitaba un poder fuerte.
Solo si tenía un gran poder, todos podrían amarla…
En ese momento, sintió como si una mano enorme se acercara a su rostro, una sensación aterradora, como si estuviera a punto de asfixiarla.
De repente, Thiel inhaló bruscamente y abrió los ojos.
Ante ella apareció un techo desconocido. Entonces, Thiel se dio cuenta de que no estaba en Nesstian, sino en Asterian, y sintió alivio.
… ¿Por qué todavía me dejaron aquí?
En una situación en la que debía comportarse de la manera más discreta posible, había comido tanto pastel que hasta vomitó.
Pero la sirvienta la había bañado y le había puesto un pijama antes de acostarla en la cama.
…¿No me echarán?, pensaba Thiel mientras miraba las dos campanillas colgando de su pecho.
En ese momento, se escucharon voces conversando a través de la puerta entreabierta.
Thiel, inconscientemente, se levantó de la cama y se dirigió hacia donde provenían los sonidos. Mirando con cautela por la rendija de la puerta, vio a Karthus, un anciano que nunca había visto antes, y el mayordomo Farden, a quien había visto antes.
Fue entonces cuando el Duque, lleno de furia, exclamó:
—…¡Voy a matarlo ahora mismo…!
¡Hup!
Al escuchar esas palabras, los ojos de Thiel se abrieron de par en par y retrocedió con miedo.
¿Matar?
Parecía que hablaban de ella. La forma en que Karthus había echado un vistazo a la habitación donde estaba Thiel lo confirmaba.
Con el cuerpo temblando de miedo, Thiel se escondió detrás de la puerta. Por suerte, Karthus cerró la puerta y se alejó por el pasillo.
—…¿Matarme?
Era cierto, la familia Asterian la odiaba. Los sirvientes solo la habían tratado con amabilidad porque no sabían quién era realmente.
Zender tenía razón cuando decía que a nadie le gustaría Thiel.
Su mente se quedó en blanco, y la palabra ‘matar’ resonaba incesantemente en su cabeza.
—Te-tengo que escapar.
Debía huir.
Había llegado hasta Asterian para salvar su vida, no podía morir aquí.
Thiel comenzó a morderse las uñas, luego abrió ligeramente la puerta y dio un giro sobre sí misma. Se transformó en una pequeña cría de leopardo de las nieves, temblando mientras miraba por el pasillo.
Por suerte, no había nadie.
Afortunadamente para Thiel, era el momento del cambio de guardia.
La pequeña cría de leopardo salió de la habitación.
No pasó mucho tiempo antes de que Ria se diera cuenta de que Thiel había desaparecido.
✦ . * ˚ ✦ . * ˚ ✦
—¡La señorita ha desaparecido!
El grito de Ria resonó por toda la mansión. Los guardias de la casa, con antorchas en mano, comenzaron a buscar en cada rincón del lugar.
La mansión, que había caído en la oscuridad con la puesta del sol mientras Thiel dormía, se iluminó como si fuera de día.
Karthus, el Duque Evald, Farden y Ria también buscaron a Thiel con antorchas en mano.
—¡Señorita!
—¡Señorita! ¿Me escucha?
—¡Señorita! ¿Dónde está?
—¡Thiel!
La búsqueda no era fácil debido al tamaño de la mansión de los Asterian, por lo que se necesitó a muchas personas.
El Duque Evald extendió su mano. Con un destello, una llama surgió de su mano arrugada.
Pronto, media docena de pequeñas salamandras aparecieron y cayeron al suelo.
—Busquen a la niña. Pelo blanco y ojos dorados, es una cría de leopardo de las nieves.
Obedeciendo la orden del Duque, las salamandras se dispersaron rápidamente por toda la mansión.
—¿Dónde está la niña?
Karthus, quien también soltó sus propias salamandras, reflexionó. A diferencia de las salamandras del Duque, las suyas tenían un tono más amarillento.
—¿Dónde…?
¿Por qué habría salido, a pesar de su estado de salud?
No había forma de que alguien se la hubiera llevado. Solo la familia conocía el hecho de que la nieta más joven de Asterian seguía con vida.
En ese momento,
«La encontramos. La niña. En el sótano.»
«La niña. Llora… Llora.»
«Consolar. En el sótano. La niña de pelo blanco.»
Las salamandras enviaron señales al mismo tiempo. Karthus, sin pensarlo dos veces, corrió hacia el sótano.
El sótano de la mansión Asterian era muy amplio y laberíntico, tanto que incluso los sirvientes solían perderse allí.
¿Cómo había llegado hasta allí?
Karthus siguió a las salamandras, guiado solo por la necesidad de verificar que la niña estuviera bien.
Fue entonces cuando,
—… Pequeña.
En lo más profundo del sótano, en un lugar tan oscuro que apenas llegaba la luz, vio a una pequeña niña sentada sola.
La pequeña, que había estado llorando en silencio, giró la cabeza para mirar a Karthus.
Las mejillas de la niña estaban cubiertas de lágrimas secas.
Verla llorando sola hizo que el corazón de Karthus se rompiera.
—Ven aquí, pequeña.
Dijo Karthus amablemente. Pero la niña solo lo miraba, sin reaccionar.
—Pequeña…
Karthus pronto se dio cuenta del estado en el que se encontraba la niña y cerró la boca.
No estaba en su sano juicio.
Tal vez por haber estado sola en la oscuridad, la niña murmuraba constantemente, como si estuviera atrapada en un sueño.
—Abu-elo… no… no tengo poderes, no tengo poderes…
La niña susurraba con ojos vacíos. Karthus, apretando los dientes con ira hacia Nesstian, se arrodilló frente a la niña y abrió los brazos.
—Ven aquí, pequeña.
—Pe-pero abuelo…
La niña balbuceaba mientras juntaba las palmas de sus manos.
—En su lugar, esto apareció.
Sobre las manos de la niña, una luz brillante titilaba claramente.
Esa luz tomaba la forma de un pez, luego de un leopardo, luego se transformaba en una ráfaga de viento, y finalmente se expandía como si fuera a devorar a Thiel.
Karthus abrió los ojos de par en par al presenciarlo.
—¡Esto es…!
Una luz cegadora llenó la habitación, como si fuera a devorarlo todo.
Era la manifestación del poder de Thiel.
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