⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
—¿Partir esta misma noche? Parece que estamos apresurándonos demasiado —comentó Iandros, que había estado escuchando en silencio.
—Ya hemos preparado todo con anticipación, así que no habrá ningún problema para partir —respondió el interlocutor.
—Hmm… ¿Qué piensas tú, Ferdian?
—Deberíamos seguir el consejo del señor de la casa. No hay nadie que conozca esas tierras mejor que los de Arne. De hecho, yo mismo acabo de enterarme que solo hay dos formas de cruzar ese río.
—Yo también estoy de acuerdo con mi hermano Ferdian. Lo mejor es seguir el consejo del señor de la casa, ya que vinimos a pedirle su ayuda —dijo Thiel, y Rudian asintió.
Clemence y Olivier se miraron un momento antes de asentir también. Finalmente, Iandros accedió a regañadientes.
—Partiremos esta noche. Descansen hasta entonces… —concluyó Iris mientras salía de la habitación con paso ligero.
Los niños, que estaban reunidos en el dormitorio de Thiel, comenzaron a hablar con preocupación.
—¿Será realmente seguro irnos así? Clemence… —preguntó uno.
—Si mamá dice que es lo correcto, entonces lo es… Además, los caballeros de Arne siempre están observando los cambios en el río Oshian. Si el capitán lo dijo, no puede estar equivocado.
—Tengo una pregunta —intervino Iandros, mirando a Clemence, quien asintió para que preguntara lo que quisiera.
Iandros, con sus ojos esmeralda, miró alternativamente a Clemence y Thiel.
—¿Qué pasa si el paso se cierra mientras estamos en esas tierras?
—Debemos salir antes de que eso ocurra —respondió Clemence.
—Sí, pero no sabemos cuándo se cerrará el río, y por eso nos están apresurando. ¿Qué pasa si se cierra mientras estamos allí? —insistió Iandros.
El comentario dejó a los demás en silencio. Ninguno había considerado esa posibilidad. Sabían que cruzar el río Oshian era difícil, pero no habían pensado en los ciclos en los que el paso se abría y cerraba.
Si lo hubieran sabido de antemano, tal vez habrían reconsiderado el viaje, pensando en el peligro que podría suponer. Tras una breve pausa, Ferdian señaló a Iandros.
—¿No puedes usar tu habilidad? La creación de espacios dimensionales. Podrías abrir uno que nos lleve a otro lugar.
—No es posible. No puedo crear un espacio en un lugar exacto sin arriesgarme a caer en medio del río —respondió Iandros.
—Hmm, ¿quizás deberíamos volver? No me gusta el peligro —dijo Olivier mientras abrazaba fuertemente a Thiel.
Thiel, con cuidado, tomó los brazos de Olivier que la rodeaban.
—Pero si nos están enviando, debe ser seguro… Además… —Thiel miró de reojo a Clemence sin darse cuenta.
Clemence de Arne, la heredera que algún día ocuparía el lugar de Iris como jefe de la casa Arne.
Clemence de Arne acompañaría esta expedición, lo que significaba que Iris Arne no pondría en peligro a tantos herederos. Al comprender el mensaje de Thiel, Rudian asintió.
—Tiene sentido. Arne ha estado observando el río Oshian durante mucho tiempo. Si nos están enviando, es porque están seguros de que estaremos bien hasta que regresemos.
—El río Oshian muestra señales antes de cerrarse. Algunos caballeros se quedarán vigilando mientras cruzamos. El río no se cierra de inmediato, así que, aunque ocurra, podremos escapar a tiempo —explicó Clemence.
Iandros, todavía insatisfecho, miró a Clemence por un momento antes de girarse bruscamente y marcharse de la habitación.
—Espera —Ferdian fue tras él.
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—Ian, ¿qué te pasa? —preguntó Ferdian, agarrando la muñeca de Iandros.
Iandros levantó y bajó las cejas antes de apartar la mirada. Agitó el brazo que Ferdian le había sujetado.
—¿Qué me pasa? Suéltame y hablamos —respondió Iandros.
—No es que estés equivocado, pero te noto especialmente sensible. Desde hace tiempo pareces más irritable. ¿Es solo cosa mía? —insistió Ferdian.
—Te lo imaginas, Ferdian. No es nada —replicó Iandros.
Ferdian soltó una pequeña risa antes de responder.
—Iandros, ¿crees que no te conozco? Si hay algo que te preocupa, deberías decirlo. Así podremos pensar juntos en cómo resolverlo.
Ferdian lo miró con seriedad. Iandros, molesto, suspiró profundamente antes de recostarse contra una pared.
—¿Por qué tenemos que partir de noche?
—¿De repente?
—Según lo que dijeron, el río no se cerrará en una sola noche. Entonces, ¿por qué irnos de noche? —preguntó Iandros.
Ferdian inclinó la cabeza, pensativo, y luego respondió.
—Tal vez sea porque si partimos de noche, llegaremos durante el día. Es mejor cruzar el río de día que de noche.
—Yo… lo que quiero decir es… —Iandros entrecerró los ojos, mirando a lo lejos.
Recordaba la primera vez que acamparon.
El camino que estaba en el mapa había desaparecido cuando llegamos.
Y los niños se encontraban con ese tipo de situación una y otra vez. El problema era que todo sucedía siempre la noche antes de entrar al pueblo.
Como si alguien, a propósito, quisiera que los niños durmieran afuera. Como si hubiera una razón para que pasaran la noche al aire libre.
Aunque, por suerte, nunca pasó nada, Iandros seguía sin poder deshacerse de esa sensación inquietante. ¿Sería todo esto solo una falsa alarma?
—Es extraño, Ferdian. La verdad es que, al venir hasta aquí, el camino que íbamos a tomar desapareció —dijo Iandros.
—Me di cuenta. No era algo que representara una amenaza directa, por eso no mencioné nada —respondió Ferdian.
—Después de pasar por eso unas cinco o seis veces, ya empiezo a sospechar de todo… ¿Qué piensas tú? ¿Iris Hilde Arne es realmente alguien en quien se pueda confiar?
—Yo no confío en Iris, confío en mí, en ti, en Olivier, Rudian y Thiel —respondió Ferdian, señalándose a sí mismo y a Iandros con una sonrisa—. No vamos a quedar atrapados ahí. Clemence Arne y los mejores caballeros de Arne vienen con nosotros. Como dijo Thiel, Iris Arne no pondría a su hija en peligro —añadió Ferdian.
—Es cierto —murmuró Iandros.
—Así que no deberíamos preocuparnos por el río… Supongo que lo que más te inquieta es que piensas que alguien nos está acechando. Pero, ¿quién podría atreverse a hacer algo así? —preguntó Ferdian.
—Hmm —fue lo único que respondió Iandros.
—Ni el abuelo ni papá son tontos. Si hubiera algún peligro, no nos habrían enviado aquí en primer lugar —afirmó Ferdian con seguridad.
Sus palabras, aunque pronunciadas por un niño de once años, sonaban bastante arrogantes, insinuando que ningún jefe de otra casa podía compararse con ellos.
Y, en realidad, a menos que alguna casa se tomara el riesgo de enfrentarse seriamente a ellos con todas sus fuerzas, en todo el Imperio de Cracion no había nadie capaz de derrotar a Ferdian, Rudian, Olivier o Iandros, exceptuando a los herederos de Asterian y Wolfgang.
Ferdian dio unas palmaditas en el hombro de Rudian.
—Así que no te preocupes y descansa un poco. Pronto tendremos que partir. Iandros—lo llamó de repente.
Iandros miró a Ferdian. Los ojos esmeralda de Iandros se encontraron con los ardientes ojos dorados de Ferdian en el aire.
—No me preocupa ni tú, ni yo, ni Olivier o Rudian —dijo Iandros con firmeza.
—¿Oh? —respondió Ferdian, curioso.
—Lo que me preocupa es Thiel. No importa lo bien que veamos de noche, si nos atacan mientras dormimos, puede que no podamos protegerla. Es mucho más difícil luchar protegiendo a alguien que luchar solo para defenderte a ti mismo.
Esas palabras se las habían dicho Alpheus y Karthus a Ferdian. Por un instante, Ferdian vio a Alpheus y a Karthus reflejados en Iandros.
Iandros no tenía el rostro de un amigo, sino el de un protector.
—Iandros, te preocupas demasiado. Thiel tiene el poder de la luz. La oscuridad no puede vencer a la luz —dijo Ferdian con una sonrisa, soltando la mano de Iandros. Sin embargo, Iandros seguía con expresión pensativa—. Y aunque ocurriera algo así… tú y yo no dejaríamos que Thiel estuviera en peligro —añadió Ferdian con total confianza antes de darse la vuelta y regresar a la habitación de donde habían salido.
Aun así, Iandros no podía aceptar tan fácilmente las palabras de Ferdian. Con los dedos, palpó la marca que tenía cerca del cuello.
Iandros Cracion ya había fallado una vez en proteger a Thiel Asterian.
Esa espina estaba clavada en su garganta, y cada vez que tragaba saliva, sentía como si algo le pinchara constantemente, recordándole su fracaso.
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