⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
El barco cruzó el río sin problemas.
Contrario a sus preocupaciones, la corriente no era fuerte, por lo que no hubo ningún incidente en el que el barco se volcara de repente.
Thiel sintió un poco de mareo, pero como el río no era muy ancho, llegaron rápidamente al otro lado sin causarle ningún inconveniente a Olivier.
Es mi primera vez en un barco, pero no es tan divertido como pensaba…
El balanceo constante hacía que no se sintiera bien. Además, si hubieran cruzado de día, tal vez habría podido ver el hermoso río, pero al ser de noche, las tranquilas aguas bajo el barco solo le parecían aterradoras.
¡Thump!
El barco llegó a tierra firme. Tan pronto como los caballeros bajaron las escaleras, Thiel saltó del barco. Los otros niños la siguieron y pisaron el suelo.
—¿Es aquí? —preguntó Rudian con indiferencia.
Clemence, la última en bajar suavemente del barco, asintió con la cabeza.
—Este es… el lugar que buscaban.
—No lo buscábamos nosotros, ¡fue Zender quien lo encontró! Si ese anciano no hubiera dicho esas cosas, no estaríamos aquí ahora —se quejó Olivier, acercándose un poco más a Rudian.
Gracias a los poderes de Rudian y Ferdian, los alrededores de los dos chicos estaban cálidos y no fríos, por lo que, a excepción de Iandros, los niños estaban pegados como pingüinos.
—Cuando volvamos, voy a ir a las tierras de Nesstian a desquitarme —murmuró Ferdian, que al igual que Thiel, había sufrido mareos, con un tono poco favorable.
Todos estaban de acuerdo en que el sufrimiento que habían pasado hasta ahora era culpa de Zender Buchanan Nesstian, por lo que nadie lo contradijo ni intentó detenerlo.
—Primero… debemos ir a un lugar que aparece en las leyendas. Una vez allí, podremos hacer algo —dijo Clemence.
—¿Un lugar de leyenda? —preguntó Rudian.
—Sí, es mi primera vez aquí, pero así lo decía en los registros.
—¿Y a dónde tenemos que ir? —preguntó Iandros.
Clemence, tratando de recordar, hizo un sonido de reflexión y luego señaló hacia la distancia.
—¿Al lugar más alto?
—¿…?
—¿?
—¿?
—…
Ferdian, Olivier, Rudian y Thiel miraron a Clemence confundidos. Iandros, con los brazos cruzados, preguntó nuevamente.
—¿El lugar más alto?
—Sí, eso decía en los registros. Y también decía que la luz sabría el camino…
Las miradas de los niños se dirigieron a Thiel. Thiel, incómoda por las miradas de sus hermanos y hermanas mayores, inclinó la cabeza confundida.
—Eh… bueno…
—Sí, Thiel.
—…No sé el camino.
Thiel respondió con voz preocupada.
Todos habían asumido que Arne, su habilidad, conocería el camino, pero se habían equivocado. Aunque Arne sabía más sobre esta tierra que los demás, no era posible que tuviera información tan detallada.
Después de reflexionar un momento, Thiel juntó sus pequeñas manos con cautela y dijo:
—Bueno… ¿Debería preguntarle?
Thiel tenía la capacidad de comunicarse en cierta medida con su habilidad.
Normalmente, los otros seres mágicos usaban sus habilidades dando órdenes, no comunicándose, lo que hacía la habilidad de Thiel aún más impresionante.
Sin embargo, Thiel no solía contarle a los demás que podía comunicarse con su habilidad.
La primera razón era que todos asumían que era normal poder comunicarse con sus habilidades, y la segunda era… que para Thiel, su habilidad era su pequeño ‘amigo secreto’.
Cuando Thiel usó su habilidad, un pequeño pez brillante apareció flotando sobre su palma.
Cada vez que movía sus delicadas aletas, pequeñas partículas doradas se esparcían en el aire. Thiel acercó su nariz al pequeño pez, y el pez tocó la nariz de Thiel con la suya. Era el saludo especial entre ‘amigos secretos’.
—Hola, mi pequeño pez. Tengo algo que preguntarte…
Thiel susurró con delicadeza. El pez movió sus aletas brevemente como si respondiera.
—He oído que la luz sabe el camino. ¿Tú sabes por dónde debo ir? Si lo sabes, ¿me lo puedes mostrar?
Tan pronto como Thiel terminó de hablar, el pez nadó lentamente en el aire, alejándose, y luego se giró como si preguntara por qué no lo seguían, dando vueltas en su lugar.
—¡Parece que lo sabe! —exclamó Thiel con una sonrisa radiante, volviéndose hacia los demás.
Pero Thiel se detuvo al notar las expresiones atónitas de sus hermanos y hermanas mayores.
—¿Eh?
¿Por qué tenían todos esa expresión tan aturdida? La chica se acercó a Iandros y tiró de su manga.
—¿Ian?
Incluso Iandros, que normalmente no mostraba una expresión aturdida, la miraba de esa manera.
—Thiel, tú…
—¿Sí?
—¿Puedes hablar con tu pez?
—Hmm…
Thiel pensó en la pregunta de Iandros. A veces oía una voz en su mente, ¿sería la voz del pez?
Después de pensarlo un momento, Thiel llegó a la conclusión de que no.
Si fuera la voz del pez, no la escucharía solo de vez en cuando, sino que seguramente la escucharía con más frecuencia…
—No, no hablo con él. Pero parece que entiende lo que digo. ¡Miren! Nos está pidiendo que lo sigamos.
Thiel señaló al pez. El pez seguía en el mismo lugar, esperando que los niños lo siguieran.
En la oscura noche sin siquiera luz de luna, la luz del pez brillaba con más intensidad y claridad. Era como si supiera con certeza hacia dónde dirigirse.
—Eres… increíble —murmuró Iandros con admiración.
Thiel ladeó la cabeza levemente, emitiendo un suave sonido.
—¿Me lo dices todos los días…? ¿Por qué de repente…?
—¿Dónde aprendiste esa palabra? Y no importa cuántas veces lo diga, sigue siendo cierto.
—Mis hermanos me lo enseñaron… ¿De verdad soy increíble? ¿Ya soy una leoparda un poco más impresionante?
—Lo has sido desde el principio…
Iandros, que estaba a punto de acariciar la cabeza de Thiel mientras le respondía, recordó al pequeño leopardo sucio y despeinado que apenas se distinguía si era blanco o gris, y cerró la boca.
—…Eras adorable desde el principio.
—¿Por qué no me dices que soy impresionante?
—Vamos, no hay tiempo que perder.
Iandros levantó a Thiel en sus brazos. Thiel, sin decir una palabra, se dejó cargar por él. Tampoco parecía tener una expresión de descontento.
Ferdian, Rudian, Olivier y Clemence, que los observaban en silencio, siguieron caminando detrás de ellos.
Rudian le dio un leve codazo a Ferdian.
—Oye, ¿es normal que pueda hablar así con su habilidad?
—¿Tú crees? Si fuera posible, ya lo habríamos hecho tú y yo desde hace tiempo.
—Pero Thiel acaba de hablar con su habilidad, ¿no? ¡Le dijo ‘mi pequeño pez’! ¿La habilidad de Thiel está viva? ¿Las habilidades legendarias siempre son así? —preguntó Olivier distraídamente.
Sin embargo, nadie le respondió. Ninguno de ellos sabía lo suficiente sobre las ‘habilidades legendarias’ como para dar una respuesta…
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La luz que emitía el pez era tan brillante que incluso los caballeros que seguían a los niños podían evitar las piedras y raíces en el suelo mientras caminaban.
El pez los guiaba por un sendero de montaña. Iandros, mientras observaba los árboles muertos y resecos, comentó:
—Cuidado con dónde pisan, hay muchas ramas rotas en el suelo y podrían tropezar.
Esta era la tierra que alguna vez fue llamada el paraíso, pero ahora no tenía nada que la hiciera parecer un paraíso.
Los árboles y las flores estaban en su mayoría muertos y marchitos, y no había rastro de animales salvajes. El bosque emanaba un olor desagradable y repulsivo, como el de un cadáver de animal abandonado por mucho tiempo.
¿Será este el olor de la muerte?
Thiel, desde los brazos de Iandros, levantó la cabeza para observar los árboles muertos.
Según lo que Clemence les había contado, desde que el sol dejó de salir en esta tierra, la mayoría de los seres vivos se marchitaron y murieron. Si eso era cierto, estos árboles habrían muerto al menos cien años atrás…
Pero parecen haber muerto ayer.
¿Por qué? Si hubieran muerto hace un siglo, deberían haberse desintegrado y convertido en polvo, pero aunque todo el bosque estaba muerto, seguía manteniendo su forma.
Era una escena inquietante. Thiel abrazó con más fuerza el cuello de Iandros, y él la sostuvo con más firmeza contra su pecho.
Fue entonces cuando sucedió.
¡Rrrrr!
Se escuchó un ruido proveniente de algún lugar entre la maleza. Los niños, tensos, giraron la cabeza al unísono hacia donde provenía el sonido.
¡Había alguien ahí!
Thiel abrió los ojos de par en par y miró en la dirección del ruido. Uno de los caballeros señaló la maleza y gritó:
—¡Ah! ¡Allí!
Donde el caballero apuntaba, había un niño pequeño agazapado.
Era un niño de cabello azul. Sus pupilas estaban completamente dilatadas, como si se hubiera asustado por la luz repentina, y miraba fijamente hacia ellos.
—La luz…
El niño murmuró, aturdido. Dio un paso vacilante hacia los niños, pero luego pareció recordar algo y retrocedió de golpe.
Un silencio pesado llenó el aire.
—¿Un niño? —rompió el silencio la voz de Olivier después de unos momentos.
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