⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
Los niños estaban perdidos en lo profundo de la montaña. Ya llevaban dos horas así.
A pesar de que Ilum había dicho que solo les tomaría una hora siguiendo a Karl, llevaban dos horas y aún no encontraban el camino.
—¡Oye! ¿Estás seguro de que sabes a dónde vamos? —gritó Rudian con el ceño fruncido.
El chico echó una mirada rápida a Thiel, que descansaba en los brazos de Ferdian.
Si Thiel pudiera usar sus habilidades, los niños habrían podido encontrar el lugar del amanecer sin la desastrosa guía de Karl.
Thiel había agotado todo su poder cuidando de los pacientes, así que no podía pedirle que usara su habilidad para encontrar el camino.
Además, nadie sabía qué tipo de poder sería necesario para realizar la ‘leyenda’, así que lo mejor era que Thiel ahorrara fuerzas por el momento.
—De verdad que vamos por el camino correcto —protestó Karl, mirando hacia atrás. Llevaba una pequeña antorcha en la mano, que Rudian le había hecho—. Solo falta un poco más. Confíen en mí y síganme.
Rudian cerró la boca. Después de todo, ellos no conocían el camino, así que no tenían otra opción.
Pero si hubiera sabido que esto iba a pasar, al menos habría traído a algún otro adulto de la zona en lugar de depender de este mocoso.
Rudian miró a los otros niños. Ferdian e Iandros seguían en silencio, mientras Clemens se volvía constantemente hacia atrás, como si estuviera probando algo. A Rudian no le preocupaba demasiado.
Después de caminar un poco más, el terreno empinado por fin se aplanó.
Aunque los niños no podían ver bien, sabían que finalmente habían llegado a la cima de la montaña.
—Es… aquí —murmuró Karl, deteniéndose.
Thiel saltó de los brazos de Ferdian, y él la ayudó a bajar con cuidado para que no se lastimara.
—¿Este es… el lugar de la leyenda?
Ferdian y Rudian iluminaron el lugar con fuego, revelando un altar oculto en la oscuridad.
El enorme altar estaba roto y agrietado por todas partes, parecía casi una ruina. Thiel lo acarició con cautela.
—Está completamente destruido…
¿Habría estado roto desde el principio? Probablemente no. Tal vez alguien lo rompió a propósito, con malas intenciones, o quizás…
—Thiel —dijo Iandros, colocando una mano sobre su hombro. Thiel lo miró—. Creo que tenemos que hacer algo en este altar.
—Eso parece. Pero mire esto, Iandros. Está completamente roto y agrietado. ¿Seguirá funcionando?
—Funcione o no, tenemos que intentarlo. De todas formas, no vinimos con grandes expectativas. Oye, Karl —El chico, que había estado mirando el altar en silencio, levantó la cabeza al escuchar a Iandros—. ¿Sabes algo más? Dijiste que los habitantes de esta tierra crecieron escuchando historias sobre esta leyenda. ¿No hay ninguna sobre cómo traer de vuelta el amanecer?
—No… No hay nada más. Lo único que siempre escuchamos fue: ‘Algún día vendrá alguien que devolverá el amanecer a esta tierra’.
Thiel, que había estado escuchando la conversación entre Iandros y Karl, tomó suavemente la mano de Iandros.
—No es necesario. Yo… sé cómo usar este altar.
Iandros la miró sorprendido, mientras que Thiel mantenía una expresión tranquila.
Thiel había visto un altar similar en la mansión de Asterian.
Cuando Thiel se subió a aquel altar y usó su habilidad, el altar respondió, y pronto aparecieron inscripciones en la pared de piedra de la sala oculta.
Este altar debía funcionar de manera similar. Sin dudarlo, Thiel subió al centro del altar.
En ese momento, el suelo bajo los pies de Thiel brilló. El altar reconoció a su dueño.
El altar reconoció el poder de su dueño.
¡Kurrung!
El altar, que había estado inmóvil durante tanto tiempo, comenzó a moverse. Emergió del suelo con un fuerte estruendo.
Thiel se dejó caer en el lugar, al igual que la primera vez que se subió a un altar en la sala oculta.
—¡Thiel! —gritó Olivier con voz ansiosa, pero Thiel negó con la cabeza, indicando que estaba bien.
—Según la leyenda, la persona con el poder de la luz traerá de vuelta el amanecer. Así que probablemente este altar reaccione a tu habilidad. Usa tu poder —dijo Iandros. Thiel asintió y puso las manos sobre la dura superficie de piedra.
Sus pequeñas manos, aún marcadas por cicatrices, se deslizaron sobre la áspera piedra. Acarició con cuidado el altar agrietado antes de usar su poder.
El poder de Thiel era débil.
Eso se debía a que no hacía mucho que había despertado su habilidad. Además, era solo una niña. Y, aunque ya de por sí su habilidad era débil, había utilizado la mitad de su poder cuidando a los pacientes.
Aun así, el altar reaccionó. Este era el único lugar donde quedaba el poder de Lysette.
La intensidad del poder no importaba. Mientras fuera suficiente para despertar el poder de Lysette.
Una luz muy débil emanó de la palma de Thiel, envolviendo suavemente todo el altar.
Aunque la luz era tenue y apenas visible, se extendió lentamente hasta cubrir todo el altar. El rostro pálido de Thiel reflejaba la luz, haciendo que su piel pareciera aún más blanca.
El problema comenzó a partir de ese momento.
Aunque el altar había reaccionado al poder de Thiel, no hubo más respuesta.
Thiel, al igual que los demás niños, incluido Karl, se quedó desconcertada. ¿No se suponía que, según la leyenda, el amanecer debía regresar ahora que el altar había reaccionado a la luz?
—¿Será que el altar está tan debilitado que su poder se ha desvanecido? —murmuró Iandros, mirando el altar agrietado y roto.
Era una leyenda muy antigua, y tal vez ya no tenía efecto.
Desconcertada, Thiel intentó canalizar más de su poder.
El poder de Thiel ya estaba agotado. Sin embargo, si se esforzaba un poco más, podría sacar algo de fuerza.
Utilizaría todo el poder que fluía por su cuerpo, agotándolo por completo… De manera instintiva, la niña sabía cómo usar su habilidad hasta el límite.
Este método permitía usar la habilidad al máximo, pero también consumía la propia vitalidad del usuario, por lo que aquellos con habilidades evitaban emplearlo.
Pero Thiel solo tenía siete años. Lo usaba de forma instintiva, sin darse cuenta de que este método consumía su fuerza vital.
El altar se iluminó de repente. Fue gracias a que Thiel había inyectado su habilidad con fuerza. Al mismo tiempo, las pupilas de Iandros se contrajeron.
—¿Thiel?
Era evidente que Thiel estaba exhausta. No debería poder usar tanto poder… Iandros la miró fijamente.
Y tal como lo había imaginado, su pequeña compañera estaba encogida y jadeando, claramente agotada.
Justo cuando Iandros estaba a punto de decirle a Thiel que no se esforzara más, una voz desconocida resonó en los oídos de la niña.
«Niña, la maldición que pesa sobre esta tierra se ha vuelto demasiado fuerte… No podrás hacerlo sola.»
¿Quién…?
Thiel levantó la cabeza y miró a su alrededor.
Pero no vio a nadie más que a sus hermanos y hermanas preocupados, y a algunos caballeros en la distancia. No había ningún rastro del dueño de la voz.
«El origen de todo esto, el heredero de quien causó este desastre. Necesitarás la sangre de Everard. Dales una oportunidad para redimirse.»
—¿Everard…? —murmuró Thiel aturdida.
Ferdian, Iandros y Rudian, que no perdieron detalle de ese pequeño susurro, hablaron al unísono.
—¿Everard?
—Everard… es la casa de agua que fue aniquilada, ¿no?
—¿De repente a qué viene eso?
Mientras los demás hablaban agitadamente, la voz continuó con calma.
«Este es el pico más alto de Arcadia. El final del curso del agua. Todo comenzó aquí.»
Thiel sintió que esa cálida voz la envolvía con suavidad. Podía percibir una ligera calidez en su espalda, hombros y manos.
Aunque era una calidez tenue, era innegable que era calidez.
Poco después, el calor desapareció repentinamente, como si le hubieran echado agua fría, y Thiel volvió en sí. Miró a Iandros con una expresión de ligera desesperación.
—Everard fue exterminado, ¿verdad…?
Iandros asintió con la cabeza. Thiel, con las manos aún apoyadas en el altar, murmuró.
—Para acabar con esto, necesitamos al heredero de Everard.
Pero ¿cómo?
Everard había sido aniquilado, su linaje extinguido. Y eso había ocurrido hace mucho tiempo…
El silencio descendió sobre la montaña.
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Después de que Thiel se marchara, los suin comenzaron a sufrir ataques masivos. Algunos de ellos se paralizaron por completo, mientras que otros espumaban por la boca y se agitaban frenéticamente.
Tan pronto como el poder de Thiel se debilitó, la fuerza que los asolaba se intensificó. Se retorcía dentro de ellos, devorando vorazmente su vitalidad.
Ilum intentó calmarlos con la ayuda de los caballeros que Iandros había traído, pero fue en vano.
En una situación donde no podían ser curados, tranquilizarlos ya no tenía sentido.
Lo único que Ilum podía hacer era atarlos o contenerlos para que no se dañaran a sí mismos durante las convulsiones.
Ilum se sentía terriblemente impotente.
Y rezaba fervientemente.
Que Thiel regresara pronto, que los dioses tuvieran piedad de esta tierra y cuidaran de ellos, y…
Karl.
…que ese niño no sufriera más.
Everard ya había pagado por sus crímenes.
Al menos, eso pensaba Ilum.
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