⋆˚ʚɞ Traducción / Corrección: Nue
El pez que flotaba alegremente al lado de Thiel era la prueba de todo eso.
Thiel no asistía a la academia, sino que aprendía a usar sus habilidades en el campo de entrenamiento de la mansión, con la guía de Karthus, Ferdian, Rudian y Alpheus, y la joven era una alumna bastante destacada.
Absorbía perfectamente cada enseñanza y, en cuanto a defenderse creando escudos con su habilidad, era mejor que Rudian.
Sin embargo, había una cosa que ni siquiera Thiel podía hacer.
—Creo que no puedes usar habilidades ofensivas porque siempre sacas a tu pez —comentó Ferdian.
—¡No es cierto! El pez no tiene nada que ver, de verdad. No consume mucha de mi energía —replicó Thiel.
—No me refiero a eso. Para usar habilidades ofensivas, necesitas tener la intención de dañar a tu oponente. Pero tu pez…
Ferdian miró al pez de Thiel. El pez, como si hubiera entendido la mirada de Ferdian, inclinó la cabeza y giró en su lugar. Luego, movió sus aletas y comenzó a esparcir pequeñas partículas brillantes sobre la cabeza de Thiel.
—…
—…
—¡Ay! Ya te dije que no hace falta que hagas eso —reprendió suavemente Thiel, pero el pez no se detuvo.
Al contrario, esparció las partículas con aún más entusiasmo.
Ferdian hizo un gesto con la barbilla.
—Actúa como si quisiera esparcir su brillo por todo el mundo. Mientras tengas a ese pez contigo, no creo que puedas tener la intención de herir a alguien.
—Entonces… ¿no podría simplemente enfocarme en aprender más técnicas defensivas? Si lo que dices es cierto, no podré aprender habilidades ofensivas con este pez, pero no puedo separarme de él porque es parte de mí —dijo Thiel.
—¿Y qué harás cuando llegue un momento en que sea necesario atacar? A veces no queda otra opción que herir al oponente —dijo Ferdian.
—Exacto, el ataque es la mejor defensa —añadió Rudian.
—En ese caso, ustedes estarán a mi lado, ¿verdad? Son expertos en habilidades ofensivas. Estoy segura de que no tendré oportunidad de intervenir. ¿Me protegerán, verdad?
Ante las palabras de Thiel, Ferdian no pudo seguir insistiendo. Sonrió ligeramente, aceptando su derrota.
—Claro, ¿quién podría vencerte? Nosotros te protegeremos. Nos aseguraremos de que no tengas que usar habilidades ofensivas.
—¿Cuándo aprendió a hablar tan bien? —comentó Rudian, pellizcando suavemente la mejilla de Thiel, que soltó una risita alegre.
El pez a su lado, como si también estuviera emocionado, continuó esparciendo las partículas brillantes, cubriendo a los niños con una especie de pastel hecho de luz brillante dentro de la carreta.
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—¡Bienvenidos, señor! ¡Y bienvenidos también, Ferdian y Rudian! Por favor, sigan por aquí —los recibió cortésmente la señora de la tienda de vestidos.
Gracias a que Ferdian y Rudian habían reservado con anticipación, fueron conducidos de inmediato al mejor lugar sin necesidad de esperar.
Ferdian y Rudian hojeaban un folleto cuando, antes de que pudieran decir ‘dame todo lo mejor’, Thiel les arrebató el folleto.
Después de revisarlo rápidamente, señaló varios vestidos que le parecían cómodos y adecuados para ella.
—Este, este… y quiero ver ese también.
—Enseguida se los mostraré —respondió la señora, haciendo señas rápidas.
Inmediatamente, varios asistentes surgieron de todas partes para mostrarle a Thiel los vestidos que había elegido.
—Sería mejor que te los probaras, ¿no? Solo un momento, en la parte de atrás… —comenzó a decir la señora.
—No hace falta que los pruebe. Se ven bien. Mándalos a la mansión Asterian y carga el costo allí —dijo Ferdian, mirando los vestidos de forma despreocupada y frunciendo el ceño al señalar uno en particular, adornado con demasiados encajes blancos y joyas brillantes—. Excepto este. Parece incómodo con esa cintura tan ajustada. Thiel solo tiene doce años, no necesita usar algo así.
—Sí, señor Ferdian. Mandaré los demás vestidos a la mansión Asterian, como me indicó.
Ferdian se aseguró de que los vestidos que Thiel había elegido no fueran demasiado ajustados o peligrosos para que se tropezara, y, satisfecho, salió de la tienda junto a Rudian y Thiel.
Thiel miró a Ferdian con una expresión desconcertada.
—¿No habían salido conmigo para dar un paseo?
—Sí, salimos para eso. Y estamos paseando, ¿no?
—Pero, como dijiste que no necesitaba probarme los vestidos, ¡el paseo terminó demasiado rápido! ¡Quería probármelos antes de comprarlos!
—La próxima vez te los pruebas. Además, el paseo aún no ha terminado. Dijiste que querías comer pastel, ¿no? Reservé un sitio en una pastelería bastante buena. Estoy seguro de que te encantará.
—¿Oh? ¿Por qué no vamos al lugar de siempre?
—Me informaron que hoy está cerrado—
Mientras charlaban, Ferdian, Rudian y Thiel caminaron por la calle, seguidos por los caballeros de Asterian. Podrían haber tomado la carreta, pero como la pastelería no quedaba lejos, decidieron ir caminando.
Estaban en el territorio de Asterian, por lo que no tenían necesidad de ocultar su identidad.
Ningún residente del lugar desconocía los rostros de Thiel, Ferdian y Rudian.
Además, a Thiel le gustaba caminar más que viajar en carreta.
Había dicho a Karthus que era porque su padre y sus hermanos siempre la llevaban en brazos, pero, en realidad, prefería ir en brazos que caminar.
Sin embargo, aunque había crecido tanto, sentía que ser llevada en brazos ya no era algo apropiado, por lo que insistía en que prefería caminar a ser cargada.
—¡Por favor, compren muchos pasteles! Quiero llevar varios para darle a Ria, al resto del personal, a papá y al abuelo también.
—Si regalas tantos, nuestro pastelero se pondrá triste —comentó Ferdian.
—¡Podemos darle a él también!
—¿Vas a regalarle pasteles y galletas a alguien que hornea pan?
—Creo que, a veces, hasta los panaderos quieren probar algo que no han horneado ellos mismos. El otro día, el chef de la mansión dijo que, a veces, los cocineros también quieren salir a comer fuera —explicó Thiel.
—El personal de la mansión te cuenta de todo, ¿eh? Está bien, te compraré todos los pasteles que tengan —dijo Ferdian.
—¡No todos! Si los compramos todos, los demás no podrán comer. Solo… ¿la mitad?
—Eso sigue siendo mucho. Qué chica más codiciosa eres, pequeña leopardo de las nieves —comentó Rudian.
—¡Pero es menos que todos! —respondió Thiel con una risa alegre.
Cada vez que reía, daba la impresión de que a su alrededor estallaban destellos de luz.
Fue en ese momento cuando sucedió.
—¡Señor!
Una chica corrió hacia Thiel, Ferdian y Rudian.
Aunque se encontraban dentro del territorio de Asterian, no era común que los residentes se acercaran a hablarles directamente. Todos sabían que los tímidos jóvenes señores y señoritas de la familia Asterian se sentían incómodos cuando los abordaban.
Por eso, fue inesperado que alguien corriera hacia ellos. Los caballeros, que los habían estado siguiendo de cerca, se adelantaron para bloquear el paso de la joven.
—No puedes acercarte más. Retrocede un paso —dijo uno de los guardias con voz firme.
La chica, algo nerviosa, levantó la vista primero hacia el caballero y luego hacia Thiel.
Era una joven de apariencia humilde, que parecía tener unos diecisiete o dieciocho años, y llevaba un gran ramo de flores primaverales en brazos.
Eran todas flores raras y hermosas que no crecían en esa región.
La joven extendió el ramo hacia Thiel.
—Quiero… quiero darle estas flores a la joven señorita…
En la sociedad de los suin, regalar flores significaba ofrecer una bendición, por lo que Rudian no se apresuró a rechazarla y dio un paso adelante.
Tomó el ramo de flores de las manos de la joven y, tras asegurarse de que no había nada extraño, le habló.
—¿Joven señorita?
—Lo… lo siento…
Todos los que conocían a Thiel, no solo en el territorio de Asterian, la llamaban ‘la joven señorita’. Sin embargo, era considerado descortés decirlo directamente en su presencia.
Rudian pensó en reprender a la chica, pero al verla, se dio cuenta de que había sido un error inocente, así que decidió dejarlo pasar.
—Te lo dejaré pasar esta vez. Pero la próxima vez, sé más respetuosa.
Rudian le entregó el ramo a Thiel, quien sonreía radiante al recibir las hermosas flores. El gran ramo llenaba sus brazos por completo.
—¡Muchas gracias! Son preciosas. Las pondré en un florero cuando lleguemos a casa —dijo Thiel, sonrojada de felicidad.
Tomó una flor del ramo y, con cuidado, la colocó en el cabello de la joven.
—Qué chica tan amable. ¡Que la bendición de Cracion te acompañe!
Fue entonces cuando la expresión de la joven, que había estado mirando a Thiel con inquietud, cambió repentinamente.
Al mismo tiempo, una pregunta surgió en la mente de Thiel:
En esta región no crecían esas flores, ¿cómo es que una chica tan pobre había conseguido unas flores tan caras para regalárselas?
Y además, estaban frescas, como si las acabara de cortar…
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